7 | Семь
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
Pasaron dos días desde que aún continuaba refugiándose en la ciudad de Santa Fe. Había comprado tinte negro y unas tijeras, lo pintó por completo y cortó por encima de sus hombros. Cargaba gasolina en el tanque de su motocicleta en una gasolinera, con su casco aún sobre su cabeza. Había familias y personas por igual, un par de autos estaban estacionados en el aparcamiento frente a la gasolinera. Otras personas estaban cargando sus vehículos al igual que ella.
Víctor y Daphne le estuvieron manteniendo al tanto sobre los días, ella no podía cuidarse muy bien las espaldas sin la posibilidad de una conexión constante a internet. Por lo que ellos eran sus ojos en la espalda.
Y ambos habían dicho lo mismo: "Los federales están buscándote". Según la información que recogió Víctor, llegaron a Argentina hace tres días y estaban buscándola alrededor de toda la provincia.
Era de tarde, el Sol ya se había ocultado casi por completo, pero aún había claridad sobre la ciudad. Las farolas apenas estaban encendiéndose.
Dejó la manguera del tanque en su sitio y esperó a uno de los empleados de la gasolinera mientras se sentaba encima del asiento. Vio al chico del otro lado acercarse, por lo que ella le entregó el dinero justo que figuraba en la pantalla. El chico sacó dinero de vuelta y le entregó el resto. Se despidió cortésmente de empleado y encendió la motocicleta.
Avanzó hasta la acera y observó a ambos lados de la calle principal que se conectaba con la carretera. Notó el semáforo de la derecha colocarse en rojo. Fijó su atención en dos coches negros del mismo modelo, Alfa Romeo Stelvio.
Frunció el ceño, ¿Dos? ¿En el mismo sitio? ¿Mismo color?
Le restó importancia y se unió a la calle contigua para tomar la curva de la izquierda, rodeando la gasolinera. Aceleró un poco para llegar al motel en el que estaba quedándose esos días. Pero entonces los coches aquellos salieron tras ella, evadiendo las leyes de la conducción y cruzando la calle en semáforo rojo. Alicia observó por el espejo retrovisor ambos coches acercándose a toda velocidad hacia ella.
¿Eran quienes le perseguían?
Miró a su frente, un semáforo en rojo. Y esta vez no podía escaparse, la calle estaba ocupada por tres filas de coches, la cual se iba alargando con más coches llegando. Maldijo mentalmente mientras apretaba la mandíbula y el acelerador en su mano. Se detuvo detrás de un vehículo blanco que llevaba una familia. Ambos Alfa Romeo le rodearon por completo y sintió su corazón dar un vuelco al ver la inmensidad de los autos atraparla, y dejándola encerrada en ese pequeño espacio.
Miró por el rabillo del ojo al auto a su derecha y sus vidrios polarizados le impidió poder observar a los que estaban dentro. Desvió su atención al que estaba del otro lado, y tampoco fue capaz de intentar divisar algo.
Tranquila, Alicia. Debe ser coincidencia. No todo gira alrededor tuyo.
Inhaló una gran cantidad de aire y exhaló por la boca. Fijó su atención en el semáforo a su frente que comenzaba a cambiar lentamente de color y la fila de autos se comenzaba a mover de su sitio. Alicia apretó el manubrio en su puño con nerviosismo antes de despegar su pie del suelo y avanzar recto.
Aceleró un poco y los dos coches tomaron cierta distancia. Uno se desvió hacia la izquierda mientras el otro pareció no moverse de su sitio. Alicia sentía sus manos sudar dentro de los guantes negros. Aceleró un poco más, iba a tomar caminos aleatorios para corroborar que le estaba siguiendo y no era solamente una idea vaga que le estaba atormentando.
Pudo corroborar que así era. Le seguían.
Se detuvo nuevamente en otro maldito semáforo. Miró la cola de coche que comenzaba a formarse al frente de ella en el carril adversario. Detrás de ella una fila comenzaba a crearse, a su lado el Alfa Romeo negro se detuvo. Ella giró su rostro para mirarle con descaro, su cara no era perceptible con el casco negro en su cabeza. No era capaz de ver el interior del vehículo, pero le dejó en claro que sabía que le estaban persiguiendo. Apretó el acelerador, provocando que la moto rugiera en un furtivo sonido furioso.
Si iban a estar siguiéndola de por vida, que le sigan las pisadas entonces.
Aceleró con fuerza cuando el semáforo cambió a su frente. La moto salió despavorida mientras se colocaba en su rueda trasera. Siguió recto y el coche detrás de ella aceleró para no perderla de vista. Miró por el espejo retrovisor el llamativo auto y aceleró más mientras esquivaba los vehículos que estaban en su camino.
Miró el parque principal de la ciudad, estaba en el centro de la metrópolis. Aceleró más.
Seguíme ahora, gil.
Atravesó la calle de lado a lado, entrando al parque. El coche negro se detuvo en seco, sonando el freno de manos y las llantas chillar sobre el asfalto. Luego, se le oyó el rugir del motor mientras comenzaba a rodear el gran parque en el centro de la ciudad.
Podía escuchar los gritos aterrados de las personas mientras corrían y escapaban de la conductora loca y desquiciada que estaba atravesando de forma descarada el parque. Podía escuchar gritos, llantos de niños cargados de miedo y hasta percibió mas de un insulto contra su persona.
Estaba agradecida que su motocicleta fuese un tipo de vehículo todoterreno. Sino estaba segura que acabaría de cara al suelo en un derrape o salto sobre el césped. Sus ruedas todoterreno dejaban una gran marca sobre el pasto aplastado. Desarreglando por completo el trabajo bien cuidado de los empleados de la municipalidad. Estaban, seguramente, retorciéndose mientras le veían atravesar de lado a lado el parque. Pronto sus oídos fueron allanados por las sirenas de la policía desde lejos.
Atravesó por completo el Parque tomando la calle de la izquierda, yendo en sentido contrario. Muchos autos frenaron con fuerza para evitar chocarla. Por lo que, un pequeño choque se ocasionó por su culpa. Tomó la primera curva y aceleró, desapareciendo de la zona mientras la policía se oía a lo lejos tras su espalda.
Iría por su bolso y volvería a huir. Pero ahora lo tenía un poco más jodido pasar desapercibida entre la sociedad, la policía se había alertado por lo cual, de ahora en adelante, estaría siendo buscada y sería una fugitiva.
Aceleró un poco más, solo faltaba un poco para llegar al motel donde se ocultaba. Eran solo un par de cuadras más. Miró por el espejo retrovisor, observando a través de este si le estaban persiguiendo. No vio anda más que coches común y corrientes detrás de ella, supuso que le habían perdido la pista.
Entró en el aparcamiento del motel. Observó a sus lados, intentando buscar un sitio donde una moto podría ser ocultada y no ser vista. Su corazón latía con una severa desesperación al mismo tiempo que golpeaba su pecho similar a un tambor. Localizó que podría meter la moto en a la esquina derecha del recinto, había un pequeño árbol que aún estaba creciendo y ocultaba bien su moto en ese sitio.
Se bajó y apagó la moto mientras la movía en esa dirección con ansiedad y preocupación. Sentía sus manos traspirar y cosquillearles del terror que estaba apoderándose de su cuerpo. La colocó contra la pared, se quitó el casco negro de la cabeza y colocó sobre el manubrio. Se sacó la chaqueta y la amarró en su cintura en un moño.
Sintió las sirenas de los coches policía viniendo en su dirección. Se ocultó tras la motocicleta y esperó unos alargados segundos mientras su pecho subía y bajaba con desesperación. Pronto dos patrullas pasaron frente suyo.
Suspiró, intentando relajarse. No sabía dónde podía estar los coches negros de antes, pero prefería no saberlo. Sin embargo, estaba segura que le habían perdido el rastro en tanto ella tomó ese arriesgado atajo a través del parque céntrico. Asomó su rostro por encima de su motocicleta para observar la calle que pasaba por su frente, nada que le llamara la atención más allá de autos, bicicletas y motos pasando de lado a lado.
Se movió de su sitio, tomó el casco en manos y caminó hacia el aparcamiento. Miró a su alrededor severamente angustiada mientras corría hacia la habitación del motel donde se quedaba. Tomó las llaves en sus manos y con paso apresurado subió las escaleras metálicas ligeramente oxidadas a doble escalón. Se acercó a la puerta 205 y metió las llaves en la cerradura para después girarla y meterse en el interior con rapidez.
Cerró detrás de ella mientras pegaba su espalda contra la puerta, solo podía oír su acelerada respiración en toda la habitación junto al repetitivo goteo del grifo en el baño. Inhaló una gran cantidad de aire y cerró los ojos por unos cuantos segundos, aguantando la respiración y tratando de calmarse. Sus manos, y en general, todo su cuerpo le temblaba con violencia. Exhaló una gran cantidad de aire y entonces sintió sus ojos picar ante las lágrimas asomándose entre sus párpados. Miró sus manos a su frente, temblaba bastante.
Secó dos lágrimas que escaparon de sus ojos con el dorso de su mano. Se separó de la puerta y con pasos apresurados tomó el bolso sobre la cama.
Tomó su teléfono celular en manos.
"Creo que me encontraron de nuevo."
Tomó el cargador del tomacorriente y lo metió dentro. Pronto su teléfono volvió a sonar con un mensaje de Daphne.
"Puta la wea, ¿Dónde vai a ir ahora?"
"No sé Daphne, no sé."
"A ver, cálmate. Ven pa San Lorenzo de nuevo, te vienes a mi casa y nos vamos a Chile."
"No te voy a meter en esto, Daphne."
Apretó su labio inferior con frustración. Cerró los ojos mientras su mente se quedaba en blanco. Unas lágrimas volvieron a asomarse en su rostro. No podía contener el agobio, miedo, y ansiedad al mismo tiempo sin lanzar un desgarrador grito para expulsarlo todo. No dormía ni comía bien desde que llegó a Santa Fe. Todo el estrés junto con su malo bienestar se estaba acumulando cada vez más y no sabía cuál era su límite.
Alicia no era alguien que rompiera reglas así porque sí. Se torturaba mentalmente, dudando de sus acciones. ¿Guardé la llave? ¿El bolso está en casa? ¿Dónde puse mi disco duro? Llegó al punto de tomarle fotos con el teléfono para asegurarse donde estaban sus cosas y que aún seguían en el mismo sitio y no se las había olvidado en algún lugar público.
Deshizo el nudo en su cintura, se colocó la chaqueta de vuelta sobre sus hombros y cerró el cierre por completo. Caminó hasta la cómoda y tomó la chalina negra para amarrarla alrededor de su rostro, dejándolos sobre su cuello. Tomó su bolso en manos junto al casco colgando de su antebrazo. Buscó las llaves en su bolsillo trasero y las sacó para volver a abrir la puerta.
Sus ojos captaron cuatro sujetos del otro lado, esperándola. Ella instantáneamente empujó la puerta con la intención de cerrarla de un golpe, sin embargo, el sujeto a su frente interrumpió la acción y la puerta rebotó hasta golpearle en la frente.
Alicia se desestabilizó del golpe seco en su cara, cayó de espaldas al suelo. Miró los hombres que cruzaban el umbral de la puerta hasta ingresar por completo en la habitación. La cabeza de Alicia comenzó a sangrar ante el corte que se había hecho con el borde de la puerta. Un pequeño hilo carmesí comenzó a deslizarse por su cabeza, trazando un sangriento camino hasta acabar en su mandíbula.
—¡OK Google! —espetó con fuerza, activando la inteligencia artificial del teléfono celular—. ¡Llama a 911!
—Llamando a 911 —la voz femenina del teléfono móvil a unos metros de ella se dejó oír, luego el sonido de la llamada entrante se percibió—. 911, ¿Cuál es su emergencia?
Uno de los cuatro hombres se acercó al teléfono móvil, lo tomó en manos y lo arrojó con fuerza contra la pared. Partiendo por completo su pantalla, pero la funda protectora amortiguó el daño más fuerte. Por lo que tuvo que aplastarlo con su talón hasta partirlo del todo, la voz del oficial del otro lado dejó de oírse.
Su rostro palideció al ver las acciones cargadas de una ira que ni el mismo era capaz de controlar. Sus ojos se aguaron mientras su cuerpo temblaba violentamente.
—¡Auxilio! —espetó Alicia con toda la fuerza que sus pulmones le pudieron brindar. Se colocó sobre sus pies, pero entonces la tomaron del brazo y la golpeó en la cara con fuerza, desequilibrando su cuerpo y cayendo sobre la cama a su lado.
Esta vez no fue capaz de levantarse del mismo modo que antes. Su cara le dolía como si se hubiese quemado al rojo vivo. Intentó recomponerse colocando sus manos sobre el colchón bajo su cuerpo, sus manos le temblaban como si fuese una gelatina en medio de un terremoto. Notó la sangre que goteaba desde su cara y manchaba el edredón azul. Su boca saboreó el metálico sabor a la sangre y sintió como esta se acumulaba en el fondo de su boca, por lo que escupió sobre la cama, soltando una mancha de sangre sobre la misma.
Alicia intentó arrastrarse sobre la cama desde el borde izquierdo, se movió hasta acabar en el suelo. Masculló adolorida mientras se apoyaba contra la pared del costado. Tomó su bolso entre sus manos y lo aprisionó contra su pecho, su cuerpo temblaba cargado de impotencia.
Uno de los hombres con una corbata roja se acercó a ella, provocando solamente que su cuerpo temblara más. Sus ojos cristalinos con gotas saladas desplazándose por sus mejillas mientras se mezclaban con la sangre de su herida sobre su cabeza. Su labio inferior estaba partido por completo y perdía sangre.
—Alicia, sos muy buena escapando —habló aquel hombre. Se arrodilló frente a ella, observó su débil y pequeño cuerpo cohibido. Luego fijó su atención en el bolso que protegía con su vida para después fijar su mirada sobre unos orbes heterocromáticos—. Pero ya no podés ir a ningún lado.
Alicia se ahogó con la sangre que se acumuló en su boca y como consecuencia lo escupió a su frente, manchando el traje negro del hombre. Pronto su cara fue golpeada por un puño cerrado. Su cuerpo no resistió tal paliza y cedió, acabando inconsciente. Su cabeza se apoyó contra la esquina, sus manos aflojaron el furtivo agarre alrededor del bolso. Las gotas de sangre en su cara comenzaron a caer sobre su ropa y el suelo. Sus ojos empapados de agua salada al igual que sus mejillas rosadas. Su lado izquierdo portaba una mancha roja del golpe seco que le habían propinado, incluso le había hecho un corte gracias al anillo de oro.
El hombre le quitó el bolso de las manos, le observó totalmente inconsciente contra la pared y luego se levantó del suelo bajo la atenta mirada de sus subordinados en su espalda. Soltó un suspiro de decepción mientras le entregaba el bolso al hombre mas cercano a él, quien lo tomó en manos sin dudarlo. Aquel mayor sacó un pañuelo blanco de su bolsillo interior y limpió el puño de su mano, el cual se había manchado ligeramente de la sangre de Alicia.
El sonido de las sirenas de policía se dejó oír a lo lejos. Probablemente se dirigían hacia su dirección.
—Tenemos lo que necesitamos. Vámonos. —anunció aquel hombre mientras giraba sobre sus talones en dirección a la puerta de salida del pequeño sitio.
—¿Pero no quería también a la chica?
—No es nuestro problema.
La policía llegó al sitio quince minutos después. Las patrullas cerraban el paso de lado a lado de la calle. Muchos uniformados se despejaron en el área mientras se preparaban con sus pistolas y defenderse o atacar por si se encontraban con algún imprevisto. Dos Alfa Romeo negros estaban dentro del aparcamiento, las cuatro puertas del coche estaban abiertas por completo con las sirenas roja y azul brillando entre la noche.
FBI junto con su escuadrón subieron las escaleras con pasos lentos y cautelosos. Su cabello castaño ruloso estaba cubierto por una gorra de azul marino con el logo del FBI, sus ojos cubiertos por unos lentes de sol. Llevaba un chaleco antibalas con pantalones negros de vestir, con una placa colgando desde su pecho. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes de cuero sin dedos.
Subió a la planta de arriba y notó una de las puertas abiertas de par en par. Se asomó al interior totalmente silencioso, notó que el piso estaba manchado de unas gotas de sangre bastante recientes. Cruzó el umbral hacia adentro y peinó el sitio con su mirada, hasta que se enfocó en un cuerpo pegado a la pared detrás de la puerta a un lado de la cama. Llevaba su rostro lleno de sangre, y parecía que la hemorragia en su cabeza se había detenido, pero su boca aún continuaba sangrando. Su ropa estaba manchada de aquel líquido escarlata. El colchón también estaba manchado de carmesí. Del otro lado de la habitación había un teléfono celular totalmente destrozado.
Corrió un trazo hasta ella, guardando su pistola en su bolsillo.
—¡Call 10-38! (¡Llamen 10-38!) —espetó FBI acercándose a una joven de cabello corto y negro totalmente manchado de sangre y enmarañado, se arrodilló a su frente y le observó de cerca. Se notaba a leguas que la habían atacado a golpes, notó que le rodeaba una cinta negra que pertenecía a algún bolso. Por lo que seguramente se lo habían llevado.
Sus compañeros se quedaron en el interior revisando la pequeña habitación con el fin de corroborar si había alguna pista. La tomó en brazos y la levantó del piso para cargarla. Pronto algo cayó al suelo y llamó su atención. Una mujer de su escuadrón se giró en dirección al ruido y se percató con un objeto pequeño y metálico. Se acercó hasta FBI y lo tomó en manos para luego dejarlo ver a ambos de qué se trataba.
El disco duro de su pc. El castaño observó el cuerpo inconsciente de Alicia en brazos y sonrió para sí mismo. Había ocultado el disco en su ropa. Quien sabe cuánto tiempo llevaba cargando ese disco duro en sus bolsillos laterales.
Habían salido de la ciudad de Santa Fe hacía media hora, huyendo con prisa. Tenían que salir de ahí antes de que el FBI notara que estaban ahí.
—¿Y el disco duro?
—No sé, acá dentro no está. —respondió su subordinado, abriendo por completo el bolso negro.
—¡Qué perra hija de puta!
—10-38: llamar ambulancia.
Eeeeeeey ¿Cómo están? ¿Todo bien?
Alfa Romeo Stelvio
Tremenda piña doble se comió Alicia loco kajskaka
Espero que les haya gustado, de ser así, no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.
No vemos.
-Homicidal_Bloody
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