6 | шесть

Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito.








Alicia había logrado escapar, huyó a Santa Fe desde San Lorenzo. El viaje no era muy largo, tardaría un poco más de una hora en carretera. La noche era el mayor factor, era un problema, pero eso no quitó que lograra llegar a los límites de la ciudad.

Todo estaba cerrado, pero aún la ciudad continuaba en movimiento. No conocía mucho el sitio así que temerosa tuvo que detenerse para preguntar un lugar donde pudiese pasar la noche. Afortunadamente, una pareja adulta le indicó un motel donde podría alojarse por una noche y no era muy costoso.

Cerró la puerta de madera tras ella, colocándole el pestillo. Soltó el bolso de su notebook sobre la cama y caminó hacia el baño anexo a la habitación con una cama matrimonial, dos mesas de luz a los laterales y un televisor colgado en la pared del frente. Encendió la luz del baño y notó una ducha con un lavabo, un espejo y un retrete. Lo necesario e indispensable en un sitio en el cual pasaría una o dos noches. Se miró en el espejo mientras deshacía el nudo del pañuelo detrás de su cuello. Lo colgó en una percha a un lado de la puerta y se quitó los guantes negros para dejarlos en el pequeño hueco del botiquín a su frente.

Miró su cabello un poco enmarañado, sus ojos cansados y su rostro totalmente pálido. Su corazón aún latía acelerado a pesar de haber pasado casi dos horas desde que salió de San Lorenzo. Abrió la canilla del grifo y mojó repetidas veces su rostro con el agua fría. Intentó calmarse y tranquilizarse.

¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué me estaban persiguiendo? ¿Qué había hecho? ¿Qué sabían? ¿Podían estar siguiéndome por ser miembro partícipe de Annonymous? No. No tiene sentido. De ser así, Víctor también estaría siendo seguido. ¿Entonces qué? ¿Era el FBI?

Volvió a negar con su cabeza.

Tampoco. ¿Por qué me seguirían? El hackeo a las Naciones Unidas fue hace unos días, y ese auto llevaba semanas asechándome. ¿Tal vez por Horus?

Las únicas personas que sabían de Horus eran Daphne, y dos personas de Annonymous a las que pidió ayuda para trabajar con la inteligencia artificial del programa. Automáticamente descartó a su amiga. Tenía que ser uno de aquellos hackers de la misma comunidad. ¿Entonces están buscando a Horus?

Era posible.

Cerró el grifo de la canilla y tomó la pequeña toalla colgada en el tubo de manos. Secó su rostro mientras intentaba analizar todo. Todo esto era irreal, un sueño o parte de una película de Hollywood. No era posible que esto fuese real.

Caminó a la cama y tomó el bolso de su notebook para tomar su teléfono en manos. Estaba apagado. Observó su reflejo a través de la pantalla negra por unos extensos segundos.

Si encendía el celular corría el riesgo que la localizaran. ¿Pero podían hacerlo?

Prefirió no encenderlo. Mañana conseguiría un número de teléfono nuevo para eliminar sus sospechas. Lo mismo debería estar ocurriendo con su notebook. Pero era un poco más fácil desviar la atención con una VPN y conexiones aleatorias de redes públicas o de sitios como las Bibliotecas, bares o cafeterías.

Colocó el cargador blanco en el tomacorriente a su lado y conectó su teléfono para después dejarlo sobre la mesa de luz. Movió el bolso hasta colocarlo sobre la cómoda a su frente. Quitó las frazadas azules y se sentó sobre el colchón. Se quitó los borcegos negros pisándoles los talones. No estaban atados así que no necesitaba hacer otro movimiento. Abrió su chaqueta y se la quitó por completo hasta lanzarla a los pies de la cama.

Finalmente se acostó y cubrió su cuerpo con las frazadas. Miró la lámpara encendida a su frente. Movió su mano para tomar el cable y finalmente apagarlo. Cerró los ojos mientras sus oídos capturaban el sonido de las hojas de unos árboles moverse con violencia ante el viento que había en el exterior.

Sus ojos comenzaron a picar, amenazando con sollozar. Alicia intentó de impedir que eso ocurriera, pero no fue posible y comenzó a llorar en silencio, cayendo gotas saladas por su rostro y acabando en la superficie de la almohada. Un nudo se formó en su garganta mientras pensaba en todo lo ocurrido las últimas semanas.

El nombre del dueño de la matrícula se llamaba Nicolás Quintero. Tal vez, usando a Horus podría saber más sobre lo que estaba sucediendo. La policía no parecía ser una opción óptima ahora, si la ignoraron en las dos veces que lo hizo, estaba segura que una tercera no cambiaría la situación.

¿Cómo iba a salir de esto así? ¿Huyendo toda su vida hasta que un día la atrapen? ¿Qué la encontraran y acabaran matando o lo que fuera que quisieran esas personas?

Esa incertidumbre sobre su futuro eran lo que tanto le estaba frustrando y aterrando. Estaba asustada. Era una chica de veinticinco años. ¿Qué se supone que haría?

Finalmente, su cuerpo y mente cedieron al silencio y la oscuridad. Sumiéndola en un poderoso sueño que la desconectó por completo del mundo real.

Al día siguiente se levantó, se preparó y acomodó para poder despejar su mente y despertarse. Guardó sus cosas nuevamente dentro de su bolso y salió de la habitación en la que se había quedado, no sin antes entregarle la llave al recepcionista. Una amable mujer de unos cincuenta y tantos años.

Hoy decidió sacar todo el dinero posible de su tarjeta de débito, por si intentaran rastrearla al usar dinero del banco o algo similar. Luego, con indicaciones de las personas que se cruzaba, pidió ayuda muchas veces para llegar a una tienda de informática y comprar un nuevo chip para su teléfono. Lo cambió y guardó el viejo en sus bolsillos. Encendió su celular mientras se acomodaba sobre su motocicleta, esperó unos cuantos minutos hasta que encendió por completo y varios mensajes de WhatsApp de sus amigos, y de su tía e incluso tenía varias llamadas perdidas de sus contactos más cercanos.

No iba a escribirles. En configuración del teléfono quitó la opción de notificaciones, silenciando por completo la aplicación. Solo le interesaba AVG Secure VPN. Buscó en Google Maps la cafetería más cercana a su posición y se encontró con una a dos cuadras de distancia.

Y ahí se encontraba.

Dejó la taza de café americano sobre la mesa a un lado de su notebook. Estaba hablando con Daphne.

"¿Quieres que te investigue quién es?
¿Dónde chucha andai?"

"Sí.
Estoy en Santa Fe."

"Me preguntó el profe Santino donde estabai y yo le dije que te enfermaste.
¿Cuánto tiempo vai a estar así?"

"No sé. A lo mejor hasta que se cansen."

"Vale. De todos modos, si necesitai salir del país me llamai y te llevo a Chile."

"Ok. Gracias, Dap."

"Por cierto, qué le digo a tu tía si me pregunta donde chucha estai"

"Decile que fui a Buenos Aires a un trabajo de la U y que me olvidé el celular en casa."

"No se va a creer que te olvidaste el teléfono."

"Bueno, que se me cayó y se rompió."

Estuvo toda la mañana en el sitio. No podía usar a Horus sin tener la placa del disco duro conectada a otro pc, al final ahí dentro estaba la otra mitad del programa. Lo necesitaba sí o sí.

Intentó investigar en internet sobre alguna persona llamada Nicolás Quintero, pero no encontró nada que llegase a unirse con la situación que ella estaba experimentando. Toda la información y noticias que encontraban no eran nada relacionado a algún tipo de mafia, trata de personas o algo similar. Eran personas comunes, reportero e incluso había un par de policías llamados así que habían sido acusados de agresión y violaciones.

Su rostro estaba un poco demacrado y cansado, no había dormido muy bien. Estuvo despertándose durante toda la noche alarmada y asustada debido al estado de alerta y el enorme estrés que cargaba encima. Por lo que no podía dormir muy bien entre cortos periodos de tiempo.

Tomó su computadora en manos y lo colocó en su bolso. Iría a una farmacia por tinte para el cabello y un par de tijeras para cortárselo. Debía cambiar un poco su apariencia para pasar un poco más desapercibida.

ONU tomó asiento en su silla frente a un enorme escritorio. Soltó un suspiro agotado mientras fijaba su atención en los papeles a su frente. USA estaba siendo revisado por OMS, nada parecía estar fuera de lo normal en él. A excepción de no recordar qué es lo que había sucedido, por lo que ellos tuvieron que explicarle que fue lo que pasó cuando llegó a las instalaciones de las Naciones Unidas.

Tomó un bolígrafo de su lapicero y en tanto apoyó la punta sobre el papel blanco, fue interrumpido por una llamada proveniente de su notebook a su frente. Suspiró para aceptar la videollamada de Argentina.

—Malas noticias.

—¿Qué sucede? —cuestionó observándole ligeramente ansioso en su posición. Detrás de él podía ver un inmenso ventanal con vista al obelisco. Desvió su atención a su papel en su frente para colocar su firma al pie de la página.

—FBI llegó al país hace como cinco horas —avisó Argentina y ONU asintió levemente, dándole a entender que le estaba escuchando—. Fue al departamento que cuadraba con la ubicación y no hay nada.

ONU se detuvo y desvió la atención a la pantalla a su frente.

—¿Qué quieres decir?

—Escapó, pero no solo eso. El departamento estaba hecho un desastre —pronto unas fotos se proyectaron frente a Argentina tapando la pantalla, eran fotos que FBI le había enviado a él sobre el sitio. Realmente todo estaba patas arriba—. Le estaban persiguiendo. Me pasó unos vídeos de las cámaras de las calles del edificio.

Un video se proyectó encima de las imágenes. Soltó el bolígrafo sobre la mesa y unió sus manos entre sí, enfocando toda su atención. Era una grabación de la calle, una joven que cargaba un bolso con una mochila en hombros ingresaba al sitio y minutos después un coche negro se detenía. Otro video del mismo modo, pero bajaba de una motocicleta blanca, le colocaba el candado y con prisa entraba al edificio. Treinta segundos después, el mismo coche volvía a estacionarse enfrente. Sin embargo, el último video era el que le interesaba.

Las once y cuarto de la noche, del día de ayer. La misma chica llegaba a casa con rapidez, frenó de golpe y se bajó corriendo de la moto mientras abría la puerta con cierto nerviosismo. Entró al sitio y se notó que corrió escaleras arriba a través de los ventanales gigantes. La cinta se adelantó unos alargados minutos hasta que se le vio salir del recinto con ropa negra, su cabeza totalmente cubierta y el bolso colgado de su hombro. Subió sobre la motocicleta. Pasó por encima de la acera y desapareció del ojo de la cámara. Otra vez se adelantaron unos minutos en el tiempo, un coche negro se detuvo con rapidez y cuatro sujetos de traje corrieron en dirección al edificio. Uno de ellos pareció tener un repuesto de las llaves y no le supuso un problema abrirla.

—También FBI se encontró con el pc de la chica abierto. Le faltaba el disco duro. Creo que ahí se guardan todos los archivos y esas cosas —volvió a narrar Argentina. Miró los papeles en sus manos y los revisó con la mirada—. No sé quién es la mina, pero la busca una mafia rusa. Te paso la información por fax.

Pronto su impresora detrás de su espalda comenzó a imprimir lo que Argentina le había enviado por fax, se giró sobre la silla y le miró para después desviar su atención a la pantalla.

—Habla con Rusia. Seguramente sepa algo —le comentó ONU y Argentina asintió con un solo movimiento—. Ella debe tener algo que la mafia quiere, la pregunta es: ¿El qué?

—Ah. Se me olvidó mencionar, es estudiante de Ingeniería Informática y Robótica. Así que, es posible que tenga algún programa o algo. Si se llevó su notebook y disco duro, es por algo —comentó Argentina. Dejó los papeles a un lado y desvió su atención a ONU—. Bueno, total tenés todos los datos en los fax que te mandé. Así los tenés a mano.

—Sí, gracias Argentina. Estamos al tanto.

—Nos vemos.
 
La llamada finalizó y ONU observó las fotos tomadas del sitio. Era un pequeño departamento de una joven estudiante, pero estaba ligeramente desordenado. Habían papeles y libros por todas partes. Los pocos muebles que había estaban movidos de sitio. Observó nuevamente las grabaciones de la cámara cuando huía.

Se giró sobre sí mismo con la silla rotatoria y tomó los papeles que acababa de imprimir. Leyó el nombre de la primera hoja.

Alicia Petrov Castillo.

Padre: Santiago Petrov.

Madre: Rosario Castillo.

Petrov…

Dejó los papeles a un lado, apartando los que tenía enfrente y los apiló. Acercó su notebook, cerró las imágenes que tenía en la pantalla y buscó dentro de su base de datos aquel apellido que resonaba en lo recóndito de su mente. No tardó mucho en aparecer una pequeña lista junto con una imagen tamaño fotografía.

"Petrov, Santiago. Ingeniero bioquímico y técnico biotecnológico.

Nacionalidad: Rusa.

Trabajó para Sycorax Corporation durante veinte años hasta ser dado de alta debido a problemas de ética laboral, desacuerdos laborales, presunto robo de químicos y componentes altamente peligrosos de los laboratorios de investigación, y por adulteración de una sepa cultivada que provocó la internación inmediata de Sasha Urikibe.
 
Se llevó a cabo una investigación policial y se descubrió la existencia de una correlación con una mafia Rusa de origen y paradero desconocido.

Los componentes y químicos robados nunca fueron hallados. Por lo que se sospecha que fueron entregados a dicha mafia.

Cinco años después, fue internado en el Hospital Psiquiátrico de San Lorenzo en Argentina por discapacidades mentales y psicomotoras."

¿Podían estar buscando a la chica por ser hija de Santiago Petrov?

Existía una alta probabilidad de ser así.


















Eeeeeeey como están?

Cuidadito con lo que ONU acaba de encontrarse 👀👀👀

Chale Buenos Aires el corrupto le llaman

Espero que les haya gustado este capítulo de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.

Nos vemos. 💜

—Homicidal_Bloody

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top