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Asume una virtud si no la tienes.
ONU observó en silenció como el planeta en el centro de la mesa redonda giraba mientras FBI tipiaba de forma compulsiva sobre el teclado a su frente. Pronto líneas rojas comenzaron a trazarse lentamente, indicando un solo punto en el mundo. Sobre Argentina específicamente.
—¿Y qué es esto? —finalmente habló ONU confundido, al ver las líneas esparcidas por todo el globo que se unían en un solo sitio.
—La ubicación de la persona que hackeo el sistema. Vive en Argentina. —le respondió con una inmensa sonrisa de punta a punta.
—¿Estás seguro que no es una ubicación falsa?
FBI asintió.
—Es muy asusto, pero se olvidó de camuflar su ubicación. Utilizó varios satélites, filtré las búsquedas hechas. Coinciden en tiempo y ubicación con el hackeo —volvió a decir, desviando su atención hacia el sujeto más alto con piel azul—. Ahora, solo necesito hablar con Argentina y que me permita la entrada a su país.
—Bien hecho, FBI. —le respondió con una sonrisa amigable y sincera. Apoyó su mano sobre el hombro del contario y este le devolvió la respuesta con una diminuta sonrisa.
Ya habían transcurrido cuatro días desde que Alicia intervino en el sistema de la sede de las Naciones Unidas para ayudarles con la búsqueda del representante que habían secuestrado. Decidió detenerse y no interponerse de ningún modo en forma cibernética, al final, tenía suficiente con lo que había hecho y sinceramente quería salir del punto de mira por unos cuantos días. Si continuaba con este ritmo, lo más seguro es que comenzaran a seguirla y rastrearla, y ya tenía suficiente con el coche negro que supervisaba sus salidas.
Era una noche cálida. Las estrellas sobre su cabeza brillaban sutilmente mientras la luna reinaba en lo alto. Había mucho movimiento en las calles, personas caminaban de un lado al otro con vehículos desplazándose.
Colocó el vaso de plástico trasparente sobre la mesa de madera mientras tomaba asiento, a su frente tenía a Daphne. Una amiga chilena que también estaba estudiando Ingeniería informática e iban a las mismas clases. Y también sabía en qué berenjenal se había metido Alicia.
La castaña observó a su alrededor, viendo que su mesa estaba alejada de las personas. Notó a su amiga llevarse una cucharada de helado a la boca y ella imitó su acción bebiendo desde la pajilla negra del vaso.
—¿Usaste a Horus? —murmuró Daphne.
Alicia asintió mientras removía la pajilla molesta. Los trozos de chocolate se había metido dentro y se había tapado. La vio removerla y soplando para intentar sacar el pedazo que se había metido dentro de la pajita.
—Horus usa satélites. Imagino que habrás cuadrado una serie de ubicaciones falsas por el mundo por si ven un patrón raro.
Alicia se petrificó en su posición. Su amiga pelirroja le observó por unos extensos segundos. Soltó un sonoro suspiro de cansancio mientras negaba con la cabeza y devolvía su atención al helado en sus manos.
—Mira, yo sé que eri muy inteligente, pero puta que la cagai weón —le respondió. Comió un poco de su helado mientras veía a la castaña soltar el vaso del batido sobre la mesa y cubrirse la cara con frustración—. ¿Qué satélite usaste?
—Google.
—Ya po, considérate muerta.
Alicia se había olvidado un enorme detalle. Filtrar su ubicación era importante si iba a hackear el sistema de la sede de las Naciones Unidas. Al final, iba a registrar la entrada de datos y todos los archivos guardados. Como Horus funcionaba igual a un GPS súper avanzado, se fusionaba con las imágenes enviadas del satélite más cercano a su posición y lo reproduciría en tiempo real de forma constante. Usando validación de datos e imágenes con los satélites climatológicos. Por lo cual, usando las búsquedas hechas a través de Horus, cuadrar su ubicación era sencillo.
Pero Alicia no había creado a Horus para tener este tipo de trabajo. Simplemente era una herramienta de búsqueda y rastreo. No estaba hecho con el fin de trabajar desde las sombras y apoyar a la policía o algo por el estilo. Mucho menos se imaginaba que, un día hackearía las Naciones Unidas.
Tenía que rezarle a la Virgen De Guadalupe si quería que no la buscaran y arrestaran por hackear la ONU.
—A ver, a ver. No nos alarmemos —intentó calmarse Alicia, quitó sus manos de su cara. Inhaló una gran cantidad de aire y exhaló por la boca, relajándose. Miró a su amiga a su lado, tomó el vaso en manos y se apoyó contra el respaldar—. Horus en teoría, no tendría que levantar sospechas. Son búsquedas registradas.
—Que coinciden en tiempo y ubicación relacionado al hackeo a las Naciones Unidas —volvió a decir Daphne y Alicia pareció palidecer—. Te van a mandar a freír caracoles.
—Al menos mentíme en la cara para que me calme, ¿No?
—A ver, weón —habló Daphne. Dejó el helado sobre la mesa—. No sé qué chiva querí que te diga. Si no se dan cuenta del patrón, tení la mansa cuea.
Alicia le miró con una severa preocupación. Tenía mucha suerte si no encontraban algún patrón raro en sus servidores.
—Por cierto —habló Daphne, intentando cambiar de tema y calmar a su amiga. Metió su mano en su bolsillo derecho y sacó un papel pequeño doblado por la mitad—, aquí tení lo que me pediste el martes.
Alicia lo tomó en manos y abrió el papel.
La matrícula del vehículo que le perseguía constantemente.
AE032. Nicolás Quintero.
Metió el papel entre el teléfono móvil y su funda de goma. Donde también tenía un documento de identidad y un poco de dinero. Una práctica muy común en ella ya que, por lo general se perdía algo o lo olvidaba en algún sitio. Por lo que, al llevar su celular con ella todo el tiempo era casi imposible que se olvidara el DNI o dinero.
Volvió a tomar el batido en manos y miró la hora que proyectaba su reloj de mano. Eran casi las diez de la noche. Quería sacarse de encima quiénes eran los sujetos de aquel vehículo negro. Le había pedido a Daphne—más bien suplicado—que le ayudara a tomar la matrícula. Ella era una persona que pasaba muy poco tiempo fuera de la Universidad, pues vivían muy lejos una de la otras.
—Bueno. Me voy y voy a averiguar qué onda esto. Y ver si también me tiro de un puente —habló Alicia, levantándose de su asiento mientras dejaba el batido a medio beber sobre la mesa. Su amiga le miró con una ceja alzada mientras aún continuaba comiendo—. Te regalo el batido como ofrenda de amistad.
—Pagándome con comida, me gusta —respondió Daphne mientras tomaba el batido y lo dejaba frente suyo—. Mucha suerte y si te tiras, ¿Me dejas tu pc?
—Dale. —accedió Alicia entre risas. Se acercó a su amiga y se despidieron con un beso en la mejilla. Tomó el casco negro de motocicleta que había dejado en el suelo a un lado de la silla y lo dejó colgando en su antebrazo.
Caminó en dirección la calle la cual era transitada. Se colocó sus auriculares en los oídos mientras lo conectaba a su teléfono. Buscó a Spotify y apretó el triángulo para que la música comenzara a sonar en sus oídos. Suspiró mientras caminando hacia el apartamiento exclusivo para motos. Buscó la suya entre un par que habían estacionadas. La encontró rápido ya que sobresalía entre las demás, pues era más alta y de color blanco marca Motomel Skua 250, un tipo de vehículo muy popular en Argentina.
Se acercó para liberarle el candado que le había puesto, así impediría que alguien se la llevase. Guardó el candado y la cadena debajo del asiento mientras se subía encima. Se colocó el casco. Metió la llave en el encendedor y lo giró hasta encenderla con una patada. Retrocedió en sus pasos para sacarla del aparcamiento y unirse a la calle ligeramente transitada. Observó detrás de ella, asegurándose que podía entrar. Una vez vio la oportunidad aceleró, uniéndose a la calle y alejándose de la heladería.
Las luces amarillas de las farolas pasaban por encima de su cabeza, el cielo sobre ella estaba totalmente oscuro. Pareciera como si las estrellas se hubiesen extinguido de pronto. Muchos coches y motos pasaban por su lado dirigiéndose a sus destinos. El viento golpeaba contra su cuerpo, el cual no llevaba una chaqueta para poder protegerse, pues no le pareció necesario cuando pensó en la idea de llevar una. Ahora se lamentaba de no haberlo hecho.
Se detuvo frente a un semáforo en rojo, quedando primera en la fila que se comenzaba a formar poco a poco en su espalda. Le restó importancia, al final era algo común. Miró las calles contrarias mientras esperaba, viendo la fila del frente avanzar en su dirección y pasar a su lado. Giró a su derecha, viendo una tienda de ropa que ya había cerrado debido a las horas de la noche. Observó un conjunto de ropa que estaba en exhibición en un maniquí y pensó que podría venir algún día y comprarlo.
Miró por su espejo retrovisor, viendo la cola de coches que se habían formado. A su lado había otro vehículo blanco con una familia en el interior y del lado contrario un auto rojo con un conductor solitario. Llevaba las ventanas abiertas con su música escapando, sacó su mano izquierda por la ventanilla y lanzó la colilla de cigarrillo al suelo. Ella le miró a través del casco, sin llamar la atención del mismo.
El semáforo comenzó a cambiar hasta colocarse en verde, la cola de autos comenzó a moverse y ella hizo lo mismo. Giró a la derecha, separándose de aquel grupo. Aceleró un poco y comenzó a esquivar lentamente los coches que tenía en su camino. Miró por el espejo retrovisor y entonces, aquel auto negro le estaba pisando los pies.
Tragó en seco mientras apretaba el puño alrededor del manubrio. La moto, instantáneamente comenzó a acelerar. Estaba harta de esta situación y lo único que quería era perderlos de vista. Pero ella sabía perfectamente que eso era imposible.
Alzó la mirada al semáforo que estaba cambiando lentamente de color. Aceleró un poco más, sabía que era sumamente arriesgado y que podía acabar accidentándose o chocando con otro coche que estuviese pasando, pero para ser honestos, prefería estrellarse contra un camión que seguir siendo perseguida por aquel auto. Una pequeña cola comenzó a formarse a su frente, cerrándole el paso poco a poco. El único espacio libre que quedaba era el lateral izquierdo y era bastante angosto, solo sería capaz de pasar ella o una bicicleta.
Inhaló una gran cantidad de aire y aceleró un poco más. El semáforo del frente era el que permitiría el paso. Eso le garantizaba a ella que podría cruzarse de carril sin ser arrastrada por otro vehículo atravesándose. El problema era que estaba del lado interior de la calle.
Clases del Tío Juan, no me fallen ahora.
Aceleró una vez más, cruzando de forma arriesgada y precipitada por aquel angosto estrecho de la calle. Se llevó muchas bocinas enfurecidas de muchos conductores que estaban siendo responsables. El coche atrás de ella no tuvo más remedio que detenerse detrás de una alargada cola de vehículos.
Aceleró, cambiando de camino y entonces fue perdida vista por aquel auto. Iba ir a casa, pero buscaría su disco duro, su notebook y lo importante. Ahora mismo no estaba en condiciones como para volver a su departamento, tampoco a casa de sus amigos ni familia. Estaba segura que ellos lo sabían todo.
Diez minutos después llegó a casa, dejó su motocicleta aparcada y encendida. No era un barrio en el cual robaran, era residencial y por lo general vivían más estudiantes. De hecho, su edificio estaba repleto de señores mayores y de tercera edad por lo que era muy tranquilo.
Abrió la puerta de forma abrupta, resonando por el departamento totalmente a oscuras y vacío. Encendió la luz de la sala principal y corrió hacia su habitación. Abrió con desesperación, encendiendo la luz. Se apresuró a su mesa de escritorio a su frente.
Quitó la tapa del gabinete de su computadora, quitó el disco duro y con cuidado lo desconectó de la placa madre y los cables que le rodeaban. Tomó el disco duro externo que estaba conectado en su notebook, la cerró y desconectó del toma corriente mientras al mismo tiempo que tomaba el cargador con una notoria ansiedad. Sus manos sudaban frío mientras temblaba del terror. Metió todo dentro del bolso.
Corrió a su cajón y sacó su billetera donde tarjetas de crédito, débito y credenciales con un poco de dinero tenía. Lo metió en el bolso. Trotó al armario de madera, tomó una chaqueta negra, se la colocó con desesperación. Tomó una bandana y se la amarró alrededor del rostro, cubriendo su nariz y boca. Tomó unos guantes negros que le protegían del frío de la motocicleta. Se quitó el short junto con las zapatillas. Tomó unos pantalones negros, los primeros que vio, resultaron ser unos con bolsillo a los laterales. Se lo colocó con prisa unos borcegos a medio ajustar sus cordones, no había tiempo de amarrarlos. Jaló de ellos con fuerza y metió el resto dentro del zapato.
Daba gracias a dios que su color de preferencia era el negro.
Tomó el bolso de su computadora en manos. Le colocó las cintas de punta a punta, para poder llevarlo colgado en su hombro como un bolso de mano. Corrió hacia la salida, cerró detrás de ella y metió la llave en su bolsillo trasero. Avanzó con prisa hacia el ascensor y apretó el botón para llamarlo, pero este estaba en el piso siete. Maldijo.
¿Tardaría más bajando las escaleras?
No. Su conciencia le respondió.
Corrió escaleras abajo, se sostenía de la barandilla mientras trataba de acortar los minutos bajando, saltándose escalones y apresurando su llegada a la planta baja.
Desde el momento en el que comenzó a huir, fueron unos diez minutos. Por lo que, de forma normal ella llegaría a casa entre veinte y media hora, dependiendo el tránsito y los semáforos de la ciudad. En conclusión, tenía un tiempo estimado de veinte minutos para largarse de ahí y desaparecer. Y ya habían transcurrido unos quince minutos desde que subió las escaleras, guardaba, se cambiaba, cerraba el departamento y ahora, bajando las escaleras.
Notó el último tramo de las escaleras con vista a su salida. No estaba el coche negro, pero sí su motocicleta en su frente. Metió un salto a la mitad y aterrizó firmemente sobre el piso con mucha suerte. Corrió con su corazón en su garganta. Empujó la puerta con fuerza y salió de la misma. Se subió sobre su motocicleta, no había tiempo de ser prudentes y responsables ahora. Pasó por encima de la acera y se unió a la calle, tomando un sentido totalmente contrario al que solía tomar.
Aceleró. Esta era su ciudad natal, la conocía casi por completo.
Si quería escapar con facilidad y desaparecer de aquellos hombres, el único camino más fiable era el desvío de camiones. Aquel camino de tierra y grava era tomado por camiones o vehículos de gran peso, rodeaban toda la ciudad y conectaba de extremo a extremo la ruta principal.
Santa Fe. Ahí te voy mi carnal.
Unos veinte minutos después.
Un sujeto de traje negro lanzó al suelo una pila de libros que había sobre el escritorio, el gabinete con colores led RGB aún continuaba encendido. Pero su tapa estaba quitada y encima del teclado. El armario estaba abierto de par en par, una percha de madera estaba sobre el piso. La cama estaba ligeramente desarmada, el cajón de la mesa de luz a su lado estaba abierta. Había ropa usada sobre el piso junto a un par de zapatillas. Las luces habían quedado encendidas. La notebook que siempre estaba sobre su soporte encima de la mesa no estaba, mucho menos el disco duro del PC.
Había huido.
—No está, señor. —habló uno de ellos entrando al dormitorio, vistiendo un traje con corbata roja. Su rostro pálido y cabello negro se dejó ver.
El sujeto pateó la zapatilla blanca a su lado y esta golpeó contra el armario. Resonando con fuerza.
—No pudo ir muy lejos. ¡Búsquenla!
—Sí, señor.
Pronto un grupo de tres personas salieron del sitio, dejándolo solo en la habitación.
Eeeeeeeeey, como andan? 💜
Esta es la moto de Alicia.
Espero que les haya gustado de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayuda muchísimo a continuar escribiendo.
Nos vemos.
—Homicidal_Bloody
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