37 | тридцать семь
Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras.
Alicia estaba intentando aprender a controlar y manejar aquellas curiosas habilidades que había desarrollado. Le costaba un poco pues no era algo voluntario o que ella tuviese la intención de hacerlo, sino más bien era inconsciente.
FBI descubrió con el tiempo que Alicia manipulaba de manera involuntaria todo aquello que esté codificado o lleve algún tipo de programación escrita en códigos, como también poseía la posibilidad de alterar aquello de acuerdo a su interés. Controlaba de forma consciente los dispositivos que lleven una conexión inalámbrica de cualquier tipo de red, ya sea de internet, satelital o radial. Él llevaba un estricto seguimiento de las acciones y avances que tenía Alicia para notificarle a OMS y ONU cada paso y cada gesto que ella hiciese, sin pasarse nada por alto.
También había tenido muchas dudas con respecto a ONU, le había pedido un extenso y detallado expediente sobre el seguimiento de la evolución de Alicia, pero no quería observar ni ser partícipe de ello. Pues si Alicia había logrado atacar a FBI con solo mirarle, no tenía ni idea qué pasaría si ella lo hacía con ONU. No podía arriesgarse a que ella robara una millonada de información extra confidencial de casi doscientos países. Entendía que era Anonymous y estaban del lado de la población, pero estaban en contra del gobierno, y quiera o no, ellos eran parte de eso.
Sin embargo, Alicia no mostró indicios de haber usado la información que sacó de FBI para algo el particular ni tampoco hubo algún tipo de filtración. Por lo que supuso que ella simplemente lo había absorbido como una esponja. Al menos hasta donde tenía conocimiento por el momento.
Alicia había notado que Rusia estaba más tranquilo cuando estaba en casa, y pasaba más tiempo con ellos que estando en su despacho. Por lo que asumió que el trabajo pesado se había acabado. Por otro lado, continuaba yendo al parlamento y la muchedumbre enfurecida parecía crecer un poco más cada día frente al edificio. No tenía mucha idea qué cosas hacía allí ni que función llevaba con respecto a su país, al final, según FBI casi nunca lo tenían en cuenta en decisiones importantes ni tampoco le pedían ayuda ni consejos. Era una estatua que se movía por sí sola y que utilizaban únicamente para tenerlo parado al lado derecho de su presidente siempre que daba un discurso en televisión o algo por el estilo.
Últimamente Alicia estaba presenciando voces que parecían susurrarle desde lejos, o muy en lo profundo, como si estuviesen bajo el agua y apenas fuesen perceptibles. Muchas de ellas estaban en un idioma que no era capaz de entender, no estaba segura si era ruso o alguna lengua europea—que no fuese español—, porque le resultaba imposible comprender una palabra.
Alicia observó el par de patines de hielo que traía el representante de Rusia en manos. Miró la pista de hielo en las cuales muchas personas patinaban con una maravillosa y artística destreza que ella no era capaz de entender. Veía niños que no eran mayores a los diez años patinar mejor que cualquier adulto. Veía madres enseñándoles a sus pequeños hijos el arte del patinaje sobre el hielo.
Ella llevaba un gorro de lana beige, una camiseta del mismo tono holgada. Encima llevaba un abrigo de relleno invernal de color crema que se extendía hasta sus pantorrillas, unos pantalones de algodón de color crema, y un par de zapatillas blancas.
Estaban dentro de una pista de hielo de unos de los clubes de deporte que había en Moscú. Rusia insistió en llevarla a una de estas prácticas como gesto de disculpa después de haberla tratado de una manera tosca. Ella aceptó, nunca había practicado el patinaje sobre hielo ni ningún deporte artístico similar. Lo más cercano al deporte que practicó fue el taekwondo pues su tío era maestro, por lo cual ella asistía a sus clases. Pero dejó de entrenarlo a los dieciocho años cuando acabó la secundaria. Desde entonces no había practicado otro deporte ni ninguno en general.
FBI claramente no sabía que ellos habían salido, el federal literalmente había salido a hacer unas compras para restaurar dos puertas que él había dañado, la primera con una patada que dejó la puerta de Alicia marcada. La segunda el cuchillazo que atravesó la madera, más el seguro roto. Rusia le obligó arreglar los destrozos que había hecho en el departamento o dormiría en los bancos a treinta grados bajo cero. Por supuesto, para cuando llegara tenía una nota escrita por Alicia que decía dónde habían ido para no alarmarlo. Era más fácil decirle por mensaje de texto, pero estaba segura que cancelaría su viaje a Ikea para intervenir en su salida.
Debido a la condición sobre los ojos cibernéticos de Alicia, Rusia le colocó un par de lentillas oscuras para que fuese suficiente ocultar los aros rotantes alrededor de sus iris. Pero la luz era súbitamente perceptible, sin embargo, ante la gran cantidad de luz que iluminaba el recinto lograban amortiguar ese titileo poco natural.
Era un día muy bonito para ser invierno. El cielo estaba teñido de un suave color celeste con un par de nubes blancas dispersas que se movían súbitamente por el viento que había allí arriba. Devolvió su atención a Rusia, quien llevaba un gorro de lana negro que cubría completamente su cabello color ceniza, sus ojos ámbar estaban muy relajados y parecían hasta compasivos. Llevaba una suave sonrisa que era fácil de percibir por ella. Como consecuencia le devolvió el amable gesto de manera casi inconsciente.
—¿No tenés frío? —cuestionó Alicia al verle lo suficientemente cerca para que le oyera.
Rusia alzó una ceja con curiosidad. Ella repasó su mirada por todo su cuerpo indicándole su vestimenta, él se observó a sí mismo sin comprender. Llevaba una gabardina gris, un suéter de lana negro, un par de pantalones de cargo, unos borcegos negros y una bufanda beige cubriéndole un poco la cara.
—Le estás preguntando a Rusia si tiene frío, Alicia. —le respondió con un tono de obviedad y avanzó unos pocos pasos más hasta acercarse a ella. La azabache soltó una risa suave como respuesta, tenía razón. Era como preguntarle a Antártida si no tiene frío estando en bañadores.
—Qué pregunta más pelotuda hice la verdad. —respondió con risa. Y le vio avanzar hasta colocarse a su frente y dejarle los patines a un lado.
—¿Alguna vez patinaste? —preguntó Rusia colocando un par de patines sobre el suelo para tomar asiento a un lado suyo y así colocarse los suyos también.
—La verdad que no. —contestó Alicia para después agacharse y quitarse sus zapatillas, deshizo los cordones, pisó el talón hasta sacar su pie.
—Bien, te enseño. Soy un profesional en esto. —respondió Rusia y ella volteó a verla con una inmensa sonrisa en el rostro.
Nunca había probado patinar antes, así que sería muy divertido y al mismo tiempo doloroso. Pues había una alta probabilidad de caerse unas incontables veces hasta partirse una costilla.
El eslavo volteó a verle y le regaló una inmensa sonrisa que logró paralizarla, como si de pronto el mundo se hubiese pausado a su alrededor. Su sonrisa pareció casi como si le hubiese iluminado del mismo modo que el sol. Era una mueca tan brillante y cálida donde mostraba una hilera de dientes, transmitiéndole con solo aquello un centenar de sentimientos que no fue capaz de procesar al instante. Sus mejillas se pintaron en un suave rosado y con rapidez desvió su atención a su pie derecho, quitándose sus zapatillas. Intentó ocultar su rostro entre su cabello oscuro para que él no lo notara.
Sin embargo, él sí fue capaz de percibirlo a tiempo. Desvió su atención de ella para colocarse sus patines mientras la sonrisa tonta en su cara no parecía querer irse. Sintió como su pecho se encendía como si se tratase de la llama de una fogata en medio del invierno. Se sentía perfectamente bien aquella sensación que alborotaba su corazón, haciéndolo saltar como si se tratase de un pequeño conejo blanco emocionado. Un cúmulo de sensaciones se abarrotaron en su pecho, sintiendo una y mil sensaciones agradables arrasar por todo su cuerpo. Se sentía muy bien esto.
—Ya me los puse. ¿Ahora cómo choto me muevo sin matarme en el intento? —su voz lo sacó de su ensimismamiento mientras ataba las agujetas. Volteó a verla y desvió su atención a los patines en sus pies.
—Espera que me los coloque y te ayudaré a caminar. —le respondió y devolvió su atención a su patín derecho.
Lo tomó en manos y colocó su pie para después jalar desde los cordones para asegurarse que la bota no se saldría de su pie y mucho menos estaría floja. Comenzó a cruzar los hilos de lado a lado formando una cruz hasta que finalmente llegó al final donde los ató haciendo un moño. Se levantó de su asiento quedando parado habilidosamente sobre dos agujas afiladas, le extendió una mano para que ella la tomara. Le miró perpleja en su posición, impresionada de verle sobre sus dos pies con una increíble habilidad. Accedió posando su mano sobre la palma de Rusia y con cuidado intentó colocarse sobre sus dos piernas.
Rápidamente el eslavo la sujetó desde el brazo y una mano en la espalda, animándola a caminar mientras sus piernas flaqueaban del mismo modo que un fideo ante un fuerte viento. Rusia intentaba suprimir la risa de verle temblar con violencia al no poder mantener el equilibrio del mismo modo que él. Alicia soltaba gritos de miedo cuando sentía que se iba de lado, pero aquello no sucedía gracias al fuerte agarre del eslavo en su brazo que jalaban de ella dependiendo sus bruscos movimientos.
Finalmente llegaron a la pista de hielo en la cual personas pasaban patinando a su lado con una facilidad que ella no era capaz de entender. Vio al ruso pisar el hielo con los patines sin soltarla y ella se aferró a las barreras que rodeaban toda la pista.
—Suéltate. —le pidió Rusia y ella le dedicó una mirada mortífera mientras se aferraba a las barandillas como si su vida dependiera de ello.
Le miró sobre el hielo con una impresionante habilidad que no entendía cómo lo hacía, simplemente pensar que tenía que hacer aquello mismo sobre un hielo resbaladizo le anulaba cualquier tipo de movimiento muscular. Cerró los ojos e inhaló una gran cantidad de aire hasta llenar sus pulmones, soltó todo el oxígeno lentamente desde la boca y volvió abrir los ojos. Observando al eslavo, quien estaba siendo paciente y esperando a que ella se animara de una vez por toda. Finalmente se impulsó de las barreras con los brazos. Sus piernas flaquearon nuevamente como un par de gelatinas mientras buscaba el equilibrio y parecía remar en el aire con los brazos.
Rusia palideció al verle salir patinando hacia el centro de la pista con una extrema torpeza. Patinó con rapidez tras ella quien gritaba aterrada ante una inminente caída. Pasó frente a ella y extendió los brazos hasta envolverla en un gran abrazo y logrando que se detenga. Ella se aferró a su gabardina como si se tratase de un koala bebé con su madre.
—Cuando dije que te sueltes, no me refería a esto. —le dijo Rusia con un tono jocoso.
Se separó un poco de ella, pero sin soltarla en ningún momento, pues probablemente se caería de hacerlo. Tomó sus manos entre las suyas, colocándose a su frente. Alicia no comprendió qué estaba por hacer, entonces Rusia comenzó a patinar de espaldas con lentitud y cuidado. Comenzando a deslizarse sobre el hielo junto con ella. La azabache apretó el agarre en sus manos ante el temor de patinarse y caerse. Alicia volteó a su alrededor, observando las personas patinar y reírse ante la diversión. Veía todo tipo de personas pasándola bien. Niños, familias, amigos e incluso parejas.
—¿Ves? No es tan difícil. —le habló y ella devolvió su atención hacia él. Quien comenzaba a patinar más rápido.
—Lo dice un ruso.
El tiempo transcurrió con Rusia enseñándole lo básico para poder patinar decentemente sobre el hielo sin requerir su ayuda, aunque aquello era algo poco probable pues Alicia nunca antes había hecho patinaje de ningún tipo por lo que su equilibrio sobre dos afiladas agujas de acero no era bueno. Sabía cómo detenerse y como patinar, pero el equilibrio le estaba fallando demasiado.
—Alicia, ¡Más despacio! —habló rusia a sus espaldas mientras le veía aumentar la velocidad por inercia.
—¡Cómo! —espetó mientras trataba de detenerse y frenar la velocidad la cual estaba yendo.
Rusia palideció al verle clavar los patines sobre el hielo y como consecuencia tropezó cayendo de espaldas contra el hielo liso. Su cuerpo se deslizó unos pocos centímetros sobre el piso. Rusia avanzó unos pocos metros hasta acercarse a ella, quien estaba observando al techo con los brazos y piernas extendidas. La azabache le observó desde el piso con un rostro neutro, casi como si estuviese decepcionada de sí misma.
—¿Estás bien?
—¿En serio me estás preguntando? —contraatacó con un tono resentido.
Rusia soltó una suave sonrisa y le extendió su mano para ayudarla a levantarse del suelo. Ella soltó un suspiro y tomó la mano del eslavo para luego impulsarse del hielo con su ayuda hasta posarse sobre sus dos pies con dificultad. Masculló adolorida ante la caída tosca que había tenido. Colocó su mano derecha en su espalda e hizo una mueca de dolor.
—Me rompí el ojete. —habló con un tono adolorido mientras masajeaba su trasero.
—Con el tiempo te acostumbras.
—No me quiero acostumbrar, gracias —le respondió ella mientras comenzaba a patinar lentamente hacia la salida—. ¿Podemos hacer otra cosa que no sea partirme la jeta contra el hielo?
—¿Quieres un café? —preguntó y ella asintió con leves movimientos de cabeza.
Ambos salieron del club de deportes después de haberse quitado las botas de patinaje. Alicia se sentía adolorida mientras cojeaba un poco ante la caída dura que había tenido, incluso se había golpeado la cabeza contra el hielo. Ni siquiera sabía cómo seguía viva después de tal impacto.
Subieron al vehículo blanco de rusia, un Nissan GT-R Brochure. Destacaba suavemente entre los demás vehículos estacionados, sin embargo, también lograba pasar desapercibido entre el resto. Era un coche de lujo y elegante pero no arrogante ni muy sofisticado, simplemente dejaba ver la postura y posición que poseía económicamente. La radio comenzó a sonar con unas canciones en ruso que ella no era capaz de entender y mucho menos conocía, también se oía al comentarista hablar.
Alicia alzó la mirada al cristal a su frente observando con desinterés las calles repletas de personas caminando sobre la acera, sus ojos titilaron suavemente mientras se centraba con curiosidad en algo tan insignificante como las calles eslavas. Rusia volteó a verle tan ensimismada en un punto blanco que se estrellaba contra la ventanilla a su lado. Pronto el teléfono celular de Rusia comenzó a sonar, él lo sacó de su bolsillo bajo la desinteresada mirada de Alicia observando su acción. Miró la pantalla encendida con el nombre de un ministro del gobierno, a lo que inmediatamente atendió.
—¿Allo? —interrogó Rusia colocando el teléfono sobre su oreja, su mirada no se despegaba de la calle a su frente viendo los coches avanzar de lado a lado con normalidad.
—Торговый проект с Германией готов, мне нужна ваша подпись, и я отправлю его в посольство Германии. Torgovyy proyekt s Germaniyey gotov, mne nuzhna vasha podpis', i ya otpravlyu yego v posol'stvo Germanii. (El Proyecto de Comercio con Alemania está listo, necesito tu firma y lo enviaré a la embajada alemana.) —respondió. Alicia frunció las cejas dubitativas y al mismo tiempo, desconfiada. Podía oír a la perfección la conversación casi como si ella tuviese el teléfono en la oreja.
—Хорошо, я буду через десять минут. Khorosho, ya budu cherez desyat' minut. (De acuerdo, estaré allí en diez minutos.) —respondió Rusia, el semáforo en rojo se tornó verde y pronto la cola de autos comenzó a movilizarse—. Do Svidanija.
Despegó su teléfono de la oreja y finalizó la llamada.
—Debo ir un momento al parlamento.
Alicia movió su cabeza lentamente, asintiendo ante el aviso y entendiendo.
Capitulo editado.
Espero que les haya gustado este capítulo de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.
Nos vemos.
—Homicidal_Bloody
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