19 | девятнадцать

Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 


Alicia apoyó su cabeza contra la mesa de la barra mientras sus oídos eran allanados por el sonido de la música en el bar. Sentía como su cabeza le taladraba como si alguien le estuviese clavando un clavo y golpeándole con un martillo. A lo mejor era el cansancio y el alcohol que había ingerido.

—Alicia, ¿Seguís viva? —la voz de Argentina le llamó la atención.

Ella despegó su cara de la barra y miró al azabache de ojos celestes mirarle con una inmensa sonrisa mientras sostenía un vaso con alcohol.

—Por desgracia sí. —le respondió para después mirarle y verle reír ante su respuesta.

Ayer fue sábado y decidió bajo la insistencia de Argentina que lo mejor era salir un rato para liberarse un poco de la rutina mortífera en la que ella vivía. Alicia aceptó, todo era mejor que estar dentro del enorme edificio por horas. Ese mismo día habían dado de alta a México por lo que, se habían juntado la mitad de los países latinos más España.

Podía oír los cantos unísonos de las personas alrededor de ella mientras bailaban al son de la canción que a sus oídos sonaba irreconocible y no estaba segura si se trataba de estar borracha o porque estaba en otro idioma. Se acomodó mejor en su taburete y notó a Chile sentarse a su lado mientras le pedía al barman otra bebida más. El chico de cabello negro y ojos verdosos oscuro le miraban sonriente mientras cantaba, pasó su brazo por su espalda y le pegó a él mientras continuaba cantando.

—¿Ya no querí tomar más? —le preguntó Chile y ella le miró para después observar su vaso vacío. Notó como el contrario lo tomaba en manos—. Ponle Piscola a este.

El barman asintió al entenderle, al parecer hablaba español y Alicia se había enterado recién. Llevaba toda la noche hablándole en un inglés que empeoraba con el pasar de las horas y se volvía severamente torpe con el alcohol, incluso ya no estaba segura si realmente estaba hablando inglés o era un idioma nuevo que había inventado con su borrachera.

El mesero le entregó un vaso nuevo con Piscola en su interior.

—Pruébalo nomá weon, además, es rico, el que tiene miedo que no nazca. —comentó Chile y ella tomó el vaso en manos para acercarlo un poco a ella.

Lo alzó de la mesa y lo acercó a su nariz para olerlo, como si su olfato fuese perfectamente igual al de un perro sabueso. No olía mal por lo que decidida bebió un poco, degustándose con su dulce sabor.

La canción cambió y escuchó a Chile inhalar aire con una enorme bocanada.


Tomó del brazo a Alicia y la jaló en dirección a la pista de baile donde estaban los demás. Ella con torpeza logró dejar el vaso sobre la barra para ser arrastrada por el chileno hacia el interior de la multitud. Por poco y hubiese tropezado con sus propios pies y caído sobre el piso.

Alicia observó a su alrededor totalmente desconcertada y confundida, estaba borracha y desorientada. No era una buena combinación. Miró a Chile comenzar a bailar y moverse entre las personas, la azabache se rio por los movimientos graciosos que hacía. El contrario sonrió satisfecho, había logrado sacarle una risa después de un buen rato estando sola en la barra. Argentina le había dicho que ella necesitaba desconectarse y salir del ámbito tóxico en el cual ONU la había metido, a ninguno de los latinos le gustaba pasar mucho tiempo dentro de las Naciones Unidas. Siempre había un ambiente pesado, estresante e incómodo.

A lo mejor se trataba porque ellos venían con unas costumbres despreocupadas y más ligeras que el resto de los países, y como la sede de la ONU estaba en Estados Unidos, era un estilo de vida más acelerado y estresante que en los países hispanohablantes. Por lo tanto, solo iban a las Naciones Unidas cuando ONU se los pedía o tenían cosas que hacer en el edificio, de lo contrario, buscaban cualquier excusa o método para no entrar.

Argentina le extendió su vaso a Alicia y ella lo miró para notar que se trataba de Fernet. Al instante bebió un sorbo mientras se unía a los pasos extraños que Chile hacía.

—No mames, ¿Estás bailando o es una danza de apareamiento? —bromeó México acercándose a Chile y observándole bailar.

—Cállate saco wea.

—Lo siento no hablo taka taka. ¿Podría hablar en español? —volvió a decir México y el chileno detuvo su bailar para mirarlo molesto.

—Empezá a correr. —le avisó Argentina apoyando su mano sobre el hombro de Alicia con suavidad.

—Mira el maricón culiao...

Ella rio mientras le devolvía el vaso a argentina. Todos debían gritar entre ellos debido a lo fuerte que estaba la música. Apenas y podía oír lo que le decía estando a cinco centímetros de ella.

El azabache miró al contrario con molestia mientras levantaba las mangas de su chaqueta, preparándose para atacarlo.

—Verga. Para que hablé —masculló México y comenzó a hacerse paso entre las personas tratando de escapar de Chile.

—¡Espérate nomás a que te mande al hospital de OMS de vuelta!

—¡No wey, no! ¡OMS pincha bien feo!

—¡Dale con la pala! —habló Argentina corriendo detrás de ellos mientras le pasaba su vaso a Alicia. Iba a grabar ese momento con su teléfono y no quería perdérselo.

Alicia suspiró mientras volvía a caminar en dirección a la barra para tomar asiento en otro sitio, pues el suyo había sido tomado por un grupo de personas desconocidas. Su vaso ya ni siquiera estaba en la barra. Se posó en otro taburete y miró el fernet a medio beber que pertenecía a Argentina. Sacó su teléfono celular de su bolsillo y revisó la hora, eran las cuatro con treinta y dos minutos. No podía entender como los representantes tenían tanta energía a esta hora, ella estaba casi tan agotada como para dormir tres días seguidos.

Bebió del tarro de Argentina y suspiró mientras revisaba sus redes sociales.

Lo que sucedió el viernes con Horus y el ataque DDoS no tuvo más remedio que comenzar a trabajar directamente en la seguridad de su programa, pues era bastante débil y vulnerable a ataques ya que ella todavía no se había puesto en el ámbito de la ciberseguridad de su aplicación. Eso era un trabajo que tenía que hacer después de terminar de programar a Horus. Le pidió a Frank colocarlo entre sus servidores por un tiempo corto hasta que ella terminara de crear una cúpula cibernética que no fuese posible de ser interrumpida o atacada.

El momento en el que México se recuperó aseguró no reconocer el papel. Simplemente dijo que lo halló dentro de la funda de su teléfono, y que no recordaba haberlo puesto ahí y mucho menos sabía que significaban los números. Alicia ya sabía que eso se trataba del número de teléfono de Bielorrusia, pero no sabía si era información que pudiese decir pues, eso lo sabía por parte de Rusia. Y él había entrado a las Naciones Unidas casi de incógnito, tampoco sabía qué relación tenía con el resto. Así que prefirió guardarse aquel dato para ella misma.

Tenía pensado confrontar a Frank y William con el tema de su vida eliminada. Podía entender que era un movimiento hecho para que Anarchy no fuese tras su familia en un intento por tenerla de vuelta en sus manos. Eran acciones comunes de las mafias. La otra situación que necesitaba que ellos le aclarasen era la desaparición de su padre y la razón por la cual no se lo habían dicho y mucho menos informado. Era su padre, estaba en su derecho saberlo.

No tenía ni idea dónde estaba él ahora.

El tema que más le llamaba la atención era el Patriae tutelam que su padre le había dicho. No había tenido tiempo para investigar sobre la existencia de aquello, además nunca lo había oído en algún sitio. Ni siquiera por sus amigos abogados de la facultad. Probablemente se debía a una ley o derecho exclusivo de los representantes y que no se tenía conocimiento público sobre la misma. Pues la sociedad no conocía a los representantes de los países. Como ella, no sabía que existían tales personas hasta que estuvo dentro de las Naciones Unidas. Que pocos días después supo que no eran ni siquiera humanos, y sus caras eran logos y banderas.

—Что ты здесь делаешь? Chto ty zdes' delayesh'? (¿Qué estás haciendo aquí?)

Alicia giró su mirada hacia su derecha y pronto se encontró con el cuerpo de Lev sentándose a un lado. Ella le observó, no llevaba la ushanka característica. Sus ojos avellana le observaban curiosos, su cabello azabache con un mechón blanco era fácilmente visible.

No estaba segura si era Rusia o Bielorrusia, así que como respuesta fue tomar el tarro de fernet de Argentina y levantarse de su asiento. El contrario le vio alejarse en silencio y moverse entre las personas en dirección a la salida del bar. El piso se movía un poco y le era difícil poder dar un paso sin tener la sensación de estar cayéndose de un lado al otro, tampoco quería saber cómo estaba caminando para los ojos de las personas sobrias. Seguramente se arrepentiría de haber bebido tanto mañana.

Abrió la puerta y sintió el frío de la calle golpearle con fuerza. Sintió como su piel se erizaba ante el viento helado y se abrazó a sí misma mientras buscaba con la mirada a los tres latinos. Estaba casi segura que los habían echado del bar por el escándalo que hubiesen formado.

—¡Órale perro! ¡Éntrale, no te tengo miedo! —pudo oír la voz de México desde lejos, resonando por las calles.

Miró entre las personas que estaban paradas fuera del edificio charlando con tranquilidad o fumando. Reconoció tres personas a unos pocos metros y caminó hacia ellos con pasos lentos y torpes.

—Como os vea daros de ostias, os meto un tortazo a cada uno por espabilados. —amenazó España caminando hacia los tres latinos que poco a poco estaban armando un escándalo en medio de la calle. Pasó a un lado de Alicia sin notarla y se paró entre México y Chile con sus brazos en su cadera.

—Esssspaña —bromeó imitando su acento Argentina y el contrario de coleta le miró con molestia—. ¡Arriba España, ostias!

—Ostia. Joder. Tío. Coño. Cojones. —le siguió México.

—Ole ole, los caracoles. —bromeó Chile.

—Dios dame paciencia porque como me des fuerza...

—Como te den fuerza nos robas, wey. No mames.

—¡Ya está! ¡Me habéis cansado! —espetó España y los tres latinos comenzaron a correr huyendo del español, iniciando una persecución mientras reían ante lo fácil que era molestar a su padre.

Alicia los observó correr lejos de ella. Suspiró y miró a su alrededor mientras tomaba su teléfono celular con una notoria torpeza. Iba a llamar al chofer que siempre le llevaba y traía a las Naciones Unidas, era eso o esperar a que sus compañeros volvieran y morirse de hipotermia parada.

—Alicia.

Se exaltó al oír su nombre. Se giró sobre sí misma y se percató de Lev.

—No sé quién sos. Así que ándate. —le respondió.

Buscó entre sus contactos el número de su chofer, estaba por algún lado, de algún modo lo había agendado, pero no tenía idea de cómo. Ni siquiera estaba en condiciones como para pensar.

—Soy Rusia.

—Ajá. —le respondió cortante.

Sintió una ráfaga de viento atravesar su cuerpo y como consecuencia tembló en su posición. Sus dientes chocaban entre sí sonando el característico chasquido.

—Frío de mierda y la concha de tu hermana.

Pronto sus hombros fueron cubiertos por una chaqueta enorme que perfectamente podía funcionar como camisón. Sintió como amortiguaba gran parte del frio y estaba caliente. Giró a su lado y notó a Rusia. Le miró por unos pocos segundos y notó como su cara parecía perder color y lentamente notaba los colores de su bandera. Era Rusia. Eso le relajaba más.

—Sos el Rusia verdadero o el Rusia falso. —le preguntó Alicia y finalmente apagó su teléfono.

No encontraba el número por lo que empezó a caminar en dirección donde recordaba que estaba su departamento. Rusia le seguía las pisadas como si fuese su propia sombra.

El frío de la noche calaba sus huesos, sin embargo, era bien amortiguado por la chaqueta abrigadora de Rusia. Se colocó las mangas y pudo notar como aún sobraba parte de las mismas. No era mucho más alto que ella, pero ahora podía notar que realmente sí lo era. Suspiró al detenerse a la esquina de la calle, pues el semáforo estaba en verde y coches estaban avanzando.

—¿Qué entiendes tú por Rusia? —le preguntó y Alicia se detuvo para mirarle confundida y ligeramente descolocada.

Llevaba una bufanda y un buzo de color oliva, podía ver que por debajo llevaba un suéter blanco de cuello. El contrario notó su desconcierto y le miró con una ligera sonrisa de gracia.

—La verdadera Alicia me hubiese golpeado.

—La verdadera Alicia está muerta. —le respondió Alicia riendo y avanzó para cruzar la calle.

Pero antes de que pudiese poner un pie sobre el asfalto Rusia la tomó por la chaqueta y la jaló para alejarla del borde. El coche que pasó justo frente a la azabache apretó su bocina con un notorio enfado.

Se había tomado en serio su propio comentario.

—Ты хочешь умереть? Ty khochesh' umeret'? (¿Quieres morir?) —inquirió Rusia con un tono molesto al ver como casi es arrollada por un coche que pasaba. Pues aún el semáforo estaba en verde y los autos continuaban circulando.

—Ya que lo preguntas. Sí. —le respondió Alicia tambaleando en su posición.

Estaba peor de lo que pensaba estar.

—Вы меня понимаете? Vy menya ponimayete? (¿Me entiendes?) —le volvió a preguntar notoriamente sorprendido, él estaba seguro que ella no entendía ruso. De eso estaba muy seguro.

—La tuya por si acaso —le respondió entre risas y él supuso que solo había respondido al azar y accidentalmente había acertado a la pregunta. Se apoyó en una farola que había en la esquina para mantenerse firme sobre el suelo—. ¿Por qué el piso se mueve tanto?

—El piso no se está moviendo.

—¿Cómo qué no? —inquirió Alicia sorprendida y miró el piso para después apuntarlo con su dedo índice—. ¿No ves que se mueve?

—Estás borracha. —le explicó con un tono calmado y ella le miró molesta.

—Yo no estoy en pedo. —le respondió totalmente segura de sus palabras.

Rusia suspiró para ver como el semáforo se colocaba en rojo para permitirles el paso a las personas.

—Hay que cruzar —avisó y Alicia asintió para despegar su hombro de la farola. Pronto su cuerpo volvió a tambalear sobre sí misma por lo que la tomó por los hombros para tenerla firme sobre sus propios pies—. ¿Cuánto bebiste?

—Eh... Messi.

Rusia suspiró, ni siquiera era capaz de procesar una pregunta de forma correcta. Estaba más que borracha. La tomó con suavidad del brazo y comenzó a caminar con ella tropezando con la absoluta nada. Le oía tartamudear, no estaba seguro si era su idioma, una maldición o simplemente se le había olvidado hablar.

Pronto cruzaron al otro lado de la calle y el semáforo volvió a colocarse en verde para permitirle a los vehículos del otro carril poder circular. Rusia soltó su brazo y ella se sostuvo en la pared de un edificio a su lado, perdía estabilidad con muchísima facilidad.

—Bancá, me perdí —avisó Alicia observando a su alrededor totalmente desorientada. Rusia le miró en silencio, era totalmente distinta a la persona que había conocido hace días atrás. Tan distante, desconfiada y directa—. ¿Dónde vivo?

—¿No sabes dónde vives? —le cuestionó Rusia confundido.

Y entonces Alicia pareció comenzar a sacar cálculos y tratar de hacer memoria mientras movía sus manos dibujando un extraño mapa en el aire.

—A ver, ruso. Ni siquiera puedo salir de los límites extraterritoriales de las Naciones Unidas, ¿Qué te hace pensar que sé dónde mierda estoy parada? —le respondió demandante mientras apoyaba la palma de su mano sobre una pared de la derecha para mantenerse estable. Rusia alzó una ceja con interés y sorpresa.

—¿No te deja salir? —le preguntó con un tono sorprendido.

—Obviamente no. Ni sé por qué. —le respondió y comenzó a caminar con su mano pegada a la pared para tener un punto de apoyo.

Rusia le vio caminar mientras se sostenía de la pared. Pensando sobre lo que le había dicho, ¿Por qué ONU no le permitía salir de los límites extraterritoriales de las Naciones Unidas? Eso podía considerarse prácticamente como secuestro, tenerla solamente yendo de los departamentos al edificio donde trabajaba era inhumano.

No tenía ni idea cómo había hecho Argentina para sacarla de los límites sin que su conductor se diera cuenta. Él la llevaba y traía de forma rutinaria todos los días, y seguramente notificaría cualquier cosa a ONU o FBI. Estaban monitoreando sus salidas, pasos, horarios ¿Para qué? ¿Mantenerla vigilada? ¿Tan asustado estaba ONU de que volvieran a atacarla? ¿O se trataba de otra cosa?

—Igual me chupa un huevo, como me sigan tomando el pelo los cago a todos. —habló desde lejos y como consecuencia su voz retumbaba por la calle.

Rusia pestañeo un par de veces antes de volver en sí mismo. Caminó a pasos apresurados para acercarse a ella. Aquel comentario que había hecho le dio a entender cierta parte de las acciones de ONU. Alicia era perfectamente un arma cibernética contra cualquiera de ellos. No le convenía tenerla suelta o sin vigilancia, más con una mafia persiguiendo sus rastros.

—La ONU queda para el otro lado —avisó Rusia. Alicia soltó un quejido rasposo desde lo profundo de su garganta—. ¿Y ahora qué?

—Me torcí el dedo. —lloriqueó tomando su mano derecha entre y masajeando su dedo meñique que había chocado contra la pared por accidente.

—Quejosa. —le respondió una vez que se colocó a su lado para verle masajear su mano.

—Cerrá el orto —le respondió y miró hacia las calles tratando de ubicar a Argentina. No los encontraba por ningún lado y habían huido en esta dirección—. ¿Tenés el número de Argentina? Quiero irme a dormir.

Rusia asintió y buscó su teléfono celular bajo la interesante mirada de Alicia sobre sus movimientos. Lo desbloqueó y buscó entre sus contactos el número de Argentina, tocó para llamarlo y lo llevó a su oreja esperando a que tomara la llamada. El celular sonaba por lo que no debería tardar en atenderle.

Alicia apoyó su espalda contra la pared y lentamente se deslizó hasta acabar sentada en el suelo. Ocultó sus piernas dentro del abrigo, haciéndose pequeña y una bolita. Recargó su cabeza sobre sus brazos abrazando sus piernas y cerró los ojos por unos escasos segundos, todo le giraba y daba mil vueltas por segundo. Además, le dolía demasiado la cabeza.

—Alicia no te duermas. —le advirtió Rusia mientras continuaba esperando que el peliceleste atendiera.

Ella movió su cabeza de lado a lado, sin embargo, podía percibir que lentamente estaba quedándose dormida en aquella posición fetal. Sin duda estaba muy ebria, ni siquiera él había llegado a ese límite de embriaguez. Pronto la llamada fue respondida pero antes de que pudiese decir una sola palabra un grito escapó por el altavoz y le obligó a separar el celular de su oreja repentinamente aturdido.

¡Ayuda! ¡España nos persigue con una pala que no sé de dónde choto sacó! —la voz asustada de Argentina se dejó oír entre otros dos gritos de fondo—. ¡México, noooo!

¡Corré culiao! ¡Es el sacrificio!

¡No me dejen aquí, hijos de su puta madre! ¡AHHH! ¡Perdón wey, perdón!

¡Os lo habéis buscado!

¡Era una joda, España! ¡Déjanos en paz! ¡Ruski ayuda, llama a ONU!

¡La época de la inquisición fue hace cuatrocientos años, España déjanos!

—¡Os lo estáis buscando!

—¡Weon ya no hay oro! ¡Estamos pobres, déjanos conchatumare!

—¡Chile cállate la concha de tu hermana! ¡No ves que lo estás enojando más!

—¡Perdón weón estoy muy nervioso! ¡AHHH, mi pie!

Rusia cortó la llamada y soltó un severo suspiro de cansancio. Miró a Alicia y notó como su cuerpo estaba inmóvil y sus ojos cerrados. Guardó de vuelta su teléfono celular en su bolsillo trasero y caminó unos pocos pasos para acercarse a ella y agacharse para poder mirarle.

Argentina estaba muy ocupado por sobrevivir con sus hermanos, estaba seguro que no volverían a por ella para llevarla a casa. Era algo que no le gustaba de los países latinos, tenían la costumbre de meterse en líos y problemas de forma casi instantánea y con demasiada normalidad. Era como si estuviese en su sangre estar rodeados de problemas, sin embargo, ellos continuaban viviendo y estando tan tranquilos como si nunca hubiese sucedido nada a pesar de haberse peleado entre ellos. No importaba que Chile y Argentina se hubiesen enemistado hace muchos años atrás, ellos seguían siendo grandes amigos y hermanos. O con Paraguay, a pesar de casi desaparecerlo ante la Triple Alianza. Llevaba una muy buena relación con Brasil, Argentina, y Uruguay. Era curioso la relación que llevaban.

Mientras tanto él y sus hermanos, llevaban una relación normal pero unos cuantos roces de vez en cuando. Había ciertos resentimientos y recelos entre ellos por las cosas sucedidas. Su relación con Ucrania y Polonia no era tan buena como la que llevaban los latinos. A pesar de demostrarles que él había cambiado y convertido en mejor persona. Ellos seguían resentidos y dolidos, y Rusia lo entendía perfectamente. Su padre nunca fue alguien de buen nombre e hizo todo lo posible por retratar su persona en Rusia.

—ты спишь? ty spish'? (¿Estás dormida?) —preguntó Rusia con suavidad. Notó que ella ni siquiera le había respondido por lo que soltó un suspiro mientras pensaba como llevarla de vuelta a las Naciones Unidas sin que pareciera que la estuviese secuestrando.


















Pronunciamos una F para Argentina, Chile y México

F

En fin, necesitaba hacer esto para avanzar en relaciones entre los personajes y para que Alicia no se vuelva loca y trate de lanzarse por la ventana

Espero que les haya gustado, de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.

Nos vemos.

—Homicidal_Bloody

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