14 | четырнадцать
Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es propio de un tirano.
Alicia tomó el pomo de la puerta entre su mano derecha y lo giró lo suficiente para abrir la puerta. Al entrar cerró detrás de ella en silencio, observó su escritorio a unos cuantos metros a su frente junto con su computadora y notebook.
Había entregado a Frank su notebook y credencial, él continuaba dormido y prefirió no molestarlo. Realmente se veía muy cansado y agotado. Cuando despertara vería sus cosas y vendría a su oficina a preguntarle sobre la reunión.
Tomó asiento frente a la computadora, sacándose su saco beige el cual ya comenzaba a darle demasiado calor. Lo posó en el respaldar de la silla giratoria y fijó su atención en la pantalla que proyectaba un par de líneas de códigos resaltadas en colores que cambiaban por cada palabra que ella tenía escrita. Tomó sus auriculares conectados a su pc debajo de la mesa y colocó música mientras comenzaba a tipiar dentro del programa. Le faltaba prácticamente nada para poder completar la seguridad de las Naciones Unidas.
Sin embargo, su mente no dejaba de pensar en aquello que William le había dicho. ¿Por qué le hizo presenciar la reunión que tenía un peso gigantesco y confidencial? ¿Quería mantener al margen a Rusia y Estados Unidos? No entendió mucho sobre qué era lo que estaban discutiendo. Se sentía totalmente fuera de lugar.
Tampoco le agradaba lo raro que se había comportado ONU, le había insinuado que él quería espiar a los países y los representantes a través de ella. Algo le chirriaba, no era un modo que tuviese las Naciones Unidas de solucionar los conflictos. Es más, estaba segura que así no funcionaba la organización. Supuso que espiar a sus representantes le haría posicionarse un paso por delante y como consecuencia, anteponerse a una situación que pudiese ser crítica en un debido punto. Pero ¿la razón justifica los medios? Para un hacker, claramente sí. Pero ¿para las Naciones Unidas? Intuía que no. No fue creada con la intención de algo como aquello.
Su cabeza le dolía. Una parte de ella estaba trabajando en el código y la otra estaba procesando y reflexionando sobre lo ocurrido hace un par de minutos. Despegó sus dedos del teclado y tomó su cabeza entre sus manos, sintiendo su frente caliente y contrastaba con el frío de sus manos. Ante la sensación fresca en su cabeza, sintió como se relajaba poco a poco.
Todo esto era un completo laberinto de cosas que no estaba procesando del todo bien.
Su padre trabajó para las Naciones Unidas y especialmente para la ONU. Trabajó en Sycorax y creó una vacuna o cepa que tiene el poder de detener la regeneración de los representantes. No tenía ni la menor idea de cómo podía ser eso posible y menos estaba segura de qué diablos eran ellos. Humanos no, estaba clarísimo. Nadie en este sitio lo era a excepción de ella.
¿La cepa fue robada y mezclada con las vacunas que usan para poder ser humanos? ¿La cepa tenía que ver con la droga que se estaba vendiendo y pagaban tanto? Pero si eso afectaba solamente a los representantes, ¿por qué usarla como droga hacia la población? Tenía que tener otra función, sino no lo entendía.
Otra cosa era Horus.
Ok, entendía que había creado un maldito súper GPS que rastrea absolutamente todo. Y estaba segura que alguien de la Deep Web que ella había pedido ayuda se había enterado de ello, y como consecuencia la interceptaron y llegó al punto de tener que huir de su ciudad con el fin de sobrevivir. La encontraron. El FBI la salvó y le ofrecen—a cambio de su libertad—ser parte de su equipo, con el fin de tener a Horus en sus edificios. ¿Para qué lo querían? ¿Para que la mafia no lo obtuviera? Tenía un poco de sentido. Por lo que, el tema de Horus ya le había hallado una explicación.
Ahora, lo que no estaba entendiendo del todo era el tema de los representantes, su padre, la vacuna o cepa y la insinuación de William.
La puerta de su oficina retumbó en sus oídos y ella alzó la mirada, por alguna razón se esperaba un inminente allanamiento por algún grupo. Como sucedió la última vez. Inhaló una gran cantidad de aire para después despegar las manos de su frente y se reincorporó en su asiento.
—Adelante. —habló Alicia, y continuó tecleando una serie de códigos en su pantalla.
La puerta se abrió lentamente, sonando el suave rechinar de la madera en el sepulcral silencio. Ella fijó su atención en el cuerpo de México. Llevaba una camiseta blanca con mangas cortas de color negro. Unos pantalones rasgados por las rodillas negros y unas zapatillas de piso del mismo color. Unos cabellos castaños ondulados y desordenados, un par de ojos negros. Su rostro era notoriamente agradable a comparación del resto.
Según la base de datos su nombre era Francisco. Lo había visto en la reunión con el consejo hace un par de minutos atrás. Su rostro cambió drásticamente en tanto la puerta se cerró detrás suyo, ahora mostraba una preocupación y nervios que no era capaz de controlar. Ella lo notó al instante y fijó toda su atención sobre él.
—¿Qué pasa? —cuestionó Alicia al notar lo pesado que se había vuelto el ambiente. Tomó sus auriculares y los quitó de sus orejas para dejarlos sobre la mesa.
—¿Tú... tú sabes que vergas es 83 121 99 111 114 97 120? —preguntó el representante de México, ella le miró confundida.
El contrario notó que Alicia no entendía de qué hablaba y se acercó unos cuantos pasos más hasta el escritorio y le extendió un pequeño papel que llevaba en manos.
Alicia lo tomó y miró los números.
—¿Puedes investigar qué es?
—Sí, no hay problema. —respondió casi al instante y dejó el papel a un lado suyo.
Hizo un ademán señalando una del par de sillas a su frente, ofreciéndole tomar asiento. El castaño obedeció y se sentó frente a ella mientras jugaba con sus manos de forma nerviosa.
Ella desvió su mirada al frente y comenzó a teclear en su computadora, comenzando a indagar sobre lo que México le había pedido. Era un conjunto de números que podían ser cualquier cosa, desde coordenadas a un número de teléfono. La cantidad de datos que podía arrojar el navegador eran infinitas con respecto a ese conjunto decimal.
Pero para su sorpresa fue distinta, no aparecía absolutamente nada. Así que como alternativa decidió separarlo por números pares a excepción de uno, tal vez encontraría algo relacionado. Entonces fue cuando Google proyectó varias páginas sin conexión ni sentido alguno, incluido la existencia de imágenes. Muchas no tenían nada que ver con lo que había buscado, pero una llamó su atención.
Era una especie de tabla con números con un bolígrafo. Nada de otro mundo. Pero en su mente algo conectó dos ideas que parecieron tener mucho sentido, entonces cuando aquel pensamiento llegó, su mente no tardó en buscar la famosa tabla ASCII. Era una tabla que encasillaba todos los dígitos conocidos en números legibles para un dispositivo electrónico, haciendo referencia a una codificación fija que asigna a caracteres imprimibles como letras, números, signos de puntuación y caracteres de control en un código concreto, que al pasar por el dispositivo lo traduce y muestra el carácter deseado.
Alzó su mirada hacia Francisco a su frente y se percató que estaba más pálido de lo normal, incluso podría verse que intentaba mantenerse despierto y atento a los movimientos sutiles de Alicia.
—¿Estás bien? —le preguntó con suavidad y un tono preocupado. El contrario movió su cabeza, asintiendo. Aquello no apreció convencerla y Francisco prefirió responderle.
—Estoy bien. —contestó y mostró una amplia sonrisa. Alicia le miró por unos extensos segundos antes de desviar su atención a la pantalla, no muy convencida de la respuesta.
Ella tomó los números que le había dicho Francisco, averiguó la tabla ASCII y lo buscó por sus números 83 S, 121 y, 99 c, 111 o, 114 r, 97 a, 120 x. Sycorax.
La cara de Alicia se desfiguró al leer la palabra que se había formado. Intentó corroborar que se estaba equivocando, en un intento por relajarse a sí misma. Sin embargo, la página arrojó el mismo resultado, ahora sí estaba asustada y algo consternada.
—¿De dónde lo sacaste? —le preguntó tomando el papel en manos, alzó la mirada para verle fijamente.
México se notaba muy nervioso e incluso estaba temblando en su posición. Algo que descolocó por completo a la azabache y le hizo observarle con total preocupación ante su estado anímico. Alicia se levantó levemente de su asiento al notar como palidecía en su asiento. Los párpados de Francisco luchaban por mantenerse abiertos y mirarle, pero la tarea se volvía cada vez más difícil.
—¿Francisco? —llamó Alicia al notar que su cuerpo comenzaba a transpirar de forma exagerada, como si estuviese levantando mil grados de temperatura.
Pronto su cuerpo desfalleció en el asiento, quedando totalmente inconsciente. Ella se apresuró corriendo hacia él y tratar de socorrerlo, tocó su frente y percibió que estaba sufriendo de fiebre. Se giró sobre sus talones con rapidez, tomó el teléfono oficinista de la mesa y apretó el botón de emergencias con el fin de llamar a una ambulancia. Se giró sobre sí misma de nuevo para observar el cuerpo inconsciente del representante desplomado sobre el sofá de brazos a su frente, el cual evitaba con perfección que cayera al suelo.
Sus ojos captaron al instante un hilo de sangre que comenzaba a escapar por el borde derecho de su labio, estaba sangrando desde adentro. Como si se hubiese mordido la lengua. Los nervios de Alicia estallaron mientras veía como la situación empeoraba cada vez más y más.
Nuevos toques en la puerta llamando allanaron en sus oídos.
—¡Pase! —espetó alterada.
—911, What is your emergency? (911, ¿Cuál es su emergencia?) —la voz de la operadora desde el otro lado del parlante allanó en su oreja.
Se acercó a Francisco y trató de limpiar el fino hilo carmesí que bajaba por la comisura de sus labios. La puerta se abrió y Frank apareció en la habitación con unos grandes ojos somnolientos y unas ojeras suaves. Pronto el sueño que portaba abandonó su cuerpo al percibir la situación que había justo enfrente. Caminó a pasos apresurados hacia el sofá donde yacía México.
—What happened? (¿Qué le pasó?) —interrogó Frank, tratando de mover el cuerpo de México en brazos para sacarlo de la oficina y llevarlo con OMS—. Turn off that fuck phone! (¡Apaga ese maldito teléfono!
Alicia obedeció al instante mientras veía como alzaba en brazos el cuerpo de Francisco. Ella se apresuró a ayudarle colocando sus manos que colgaban desde su cuerpo sobre su estómago. Frank lo cargó sin problema y comenzó a caminar a pasos apresurados hacia la puerta de salida y entrada. La azabache se apresuró a abrirla y dejar que el castaño saliese del lugar, el cual comenzó a correr en dirección al ascensor de la derecha. Ella no le perdía el rastro ni las pisadas, siguiéndole de cerca.
Tocó el botón del ascensor para llamarlo en tanto Frank se posó en frente con un claro nerviosismo.
—What the hell happened, Alicia? (¿Qué diablos le pasó, Alicia?) —volvió a preguntar con un tono alto y demandante. Le miró con ojos enfurecidos y ella juró sentir una corriente eléctrica atravesar toda su columna dorsal.
—No sé. Vino a mi oficina preguntando por unos números en un papel. Después se puso nervioso y empezó a ponerse mal. Y cuando le pregunté de dónde lo había sacado se desplomó y comenzó a sangrar por la boca. —le explicó acelerada y totalmente sacada de sus propios cabales. Ni siquiera ella tenía idea qué le había sucedido.
—What paper? What are you talking about? (¿Qué papel? ¿De qué estás hablando?) —volvió a soltar con un tono severo.
—Un papel que llevaba los números digitales de palabras en código ASCII que formaban Sycorax. —le respondió y la cara de Frank se desfiguró de confusión y extrañeza.
Ahora sí que no entendía qué ocurría. Al principio pensó que Alicia le había dado una golpiza en la cara y por eso estaba inconsciente, pero, resultaba que era mucho más serio.
Las puertas metálicas se abrieron lentamente frente a sus ojos y ambos se apresuraron a entrar al diminuto cuarto.
—Press the number twenty. (Presiona el número veinte.) —ordenó y Alicia le obedeció al segundo, tocando el botón que le había indicado. Las puertas a su frente se cerraron lentamente y la ansiedad de ambos era muy palpable en el ambiente—. Where did he get that fuck of paper? (¿De dónde sacó ese maldito papel?)
—No sé. Nada más me preguntó si podía investigar qué era. —le respondió exaltada.
No tenía ni la mínima idea de qué le había pasado ni cómo Francisco tenía ese papel codificado en ASCII. Solo personas con conocimiento en informática o computación conocían de la famosa tabla ASCII, no es algo que realmente se conozca como los números binarios. Tampoco tenía idea de quién lo colocó de ese modo, ni el por qué estaba así. Era como una especie de acertijo o broma mala.
¿De dónde lo había sacado? ¿Por qué estaba en código ASCII? ¿Por qué decía Sycorax?
¿Qué vergas está pasando?
Pasaron tres horas desde que Alicia y Frank llevaron el cuerpo de Francisco con OMS. Era un piso completo de oficinas, laboratorios, almacenes, había habitaciones de reposo, de terapia intensiva, de cirugía y hasta había una enfermería. Alicia nunca había visto esta parte del edificio ya que ella no tenía acceso a ciertas partes debido a su rango.
Habían estabilizado a Francisco y colocado suero mientras revisaban su estado. No parecía tener nada grave a los ojos de la enfermera y médica de cabecera de todos los representantes del edificio.
Alicia caminó unos pocos pasos hasta acercarse a Frank, quien hablaba a lo lejos sobre un tema privado con OMS. En su mano derecha llevaba un café expreso bien cargado. Era muy tarde ya, y las horas laborales ya habían pasado desde hace mucho rato. Pero Frank no era capaz de abandonar las Naciones Unidas y Alicia prefirió acompañarlo y quedarse también. Además, aprovecharía para poder continuar con la ciberseguridad y luego, se pondría a investigar sobre la mafia que amenazaba a los presidentes de México y Brasil.
El castaño acabó su conversación con OMS y le sonrió con amabilidad para después los dos caminar en dirección a ella.
—Te traje un café para que se te vaya el sueño. —habló Alicia y le extendió el vaso de plástico descartable, el contrario le sonrió con gratitud antes de tomarlo en manos.
—¿Eres Alicia, no? —preguntó OMS y la azabache le miró para luego asentir con un leve movimiento de cabeza. —Quisiera hacerte unas pruebas de sangre. ¿Puedo?
Alicia no supo entender el por qué querer hacerle unas pruebas de sangre, pero accedió, aunque la idea no le gustaba en lo absoluto. No era fan de las agujas, de hecho, les generaba ansiedad y miedo desde muy pequeña.
La mujer de cabello blanco y una bata de laboratorio se giró sobre sus talones y le pidió que le siguiera, Alicia obedeció en silencio y persiguió sus pisadas desde cerca. Alejándose de Frank quien tomaba asiento en unos sillones a los laterales y tomaba el café que ella le había hecho con cariño. Realmente se notaba que estaba agotado y necesitaba horas de sueño.
La chica de ojos dispares miró a su alrededor, mirando centenares de puertas blancas cerradas, cada una conducía a un sitio y tenía una función distinta que ella desconocía por completo. Nunca había estado tan profundo en un Hospital, lo más similar fue un Psiquiátrico.
Pronto la peli-blanca se detuvo frente a unas puertas blancas y la sostuvo para invitarle a entrar a la sala. Entró con pasos silenciosos y cautelosos. Era una habitación normal de hospital, con una camilla y todos sus instrumentos médicos.
—Toma asiento —invitó OMS y Alicia le observó caminar hacia unos armarios blancos—. Necesito que levantes tus manga por encima del codo.
Avanzó hacia la camilla a su frente y con ansiedad se subió encima mientras observaba en silencio los movimientos de la mujer a su frente. Alicia arremangó su brazo derecho, ya que era el cual la vena se veía con mayor facilidad que el otro, y del cual anteriormente habían extraído sangre otros doctores. Colocó todos sus instrumentos necesarios sobre una pequeña mesa metálica con ruedas. Se colocó unos guantes de goma, una mascarilla y un mandil. Se giró sobre sus talones y movió la pequeña mesa hasta la azabache. Colocó una cinta de goma amarilla por encima de su codo, ajustándolo lo suficiente y necesario.
Frotó su brazo con un algodón mojado en alcohol para desinfectar la zona. Luego tomó la aguja en manos, procurando que no llevase aire en el interior. Acercó la punta y la introdujo en su piel con facilidad para luego extraer una pequeña porción. Frotó la zona pinchada con otro algodón mojado y le colocó una bandita sanitaria.
—¿Para qué es la muestra de sangre? —preguntó Alicia. Vio como OMS introducía la muestra de sangre dentro de un pequeño vaso de plástico que luego selló con su tapa.
—Oh, para asegurarme que no tienes ninguna enfermedad ni nada grave que tratar. —le respondió con una sonrisa. Alicia frunció las cejas levemente confundida y enternecida. Por alguna razón sentía que le estaba mintiendo. Era OMS, estaba en las Naciones Unidas y seguramente Frank le había otorgado todo tipo de información importante y necesaria sobre ella. Incluyendo su historial médico.
—¿Qué le pasó a Francisco? —le preguntó, bajando de la camilla mientras frotaba su brazo pinchado con cuidado.
—¿Francisco? Ah, te refieres a México —habló OMS y tomó la aguja utilizada para colocarla dentro de un pequeño circulo donde desinfectarla sanitariamente—. Bueno, su reacción es curiosa. Es similar a la ingesta de drogas por parte de su población, pero si fuesen las conocidas estaría imperativo, alterado y hasta agresivo. Se asemeja a una intoxicación, más bien.
—¿Intoxicación de qué? —cuestionó Alicia y caminó hacia la salida de la habitación esperando a OMS—. ¿Los representantes reaccionan dependiendo el estado de sus poblaciones y territorios?
—Sí —confirmó y desvió su atención para mirarle mientras se quitaba los guantes de bioseguridad—. En el caso de México, su reacción fue similar a una intoxicación, por lo tanto, su cuerpo responde queriendo expulsarlo. Puede haber sido por una ingesta de drogas en su población. De todos modos, ya le dije a Frank sobre el caso.
—¿Con todas las drogas reaccionan igual? —le preguntó, descantando opciones.
—No. Este es un caso nuevo y raro. Nunca había visto esto antes —le respondió con sinceridad y caminó hacia ella mientras dejaba el barbijo sobre el mueble blanco—. ¿Por qué las preguntas?
—Simplemente quiero entender qué ocurrió —le respondió y OMS le sonrió para luego tomarla por el hombro y abrir la puerta con la restante, invitándola a salir de la habitación junto a ella—. Ahora, deberías irte a casa y Frank también. Está exhausto.
Interesante lo que acaba de pasar aquí mmmmmmmm 👀👀👀
Una F por México que casi que se va con San Pedro
Rusia shark tururuturuturu Rusia shark tururuturuturo Rusia shark~
Espero que les haya gustado, de ser así no olviden dejar un like o comentario. Me ayudaría muchísimo a continuar escribiendo.
Nos vemos.
—Homicidal_Bloody
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