| Segunda parte: Renuncia a todo lo que conoces |
"Ya somos parte de esto y estamos condenados a seguir este camino hasta el final"
El silencio en medio del desolado lugar hacía que el ser odiado y despreciado empezara a llorar sin poder moverse al saber en lo que se había vuelto. Sabiendo que solo sería utilizada tanto un bando como otro.
Le dolía. Vaya que le dolía, ¿y lo peor? Lo extrañaba. En medio de ese desastre, apareció sin comprender bien la situación, pero confió en aquel que nada más ver, juró seguirle hasta el fin.
Sintió algo... que en sí creía que era imposible en las anomalías.
—¿Dónde estás...? —se preguntó entre lágrimas, sin saber bien que hacer—. ¡Maldita sea! ¡Esta espada ha sido mi desgracia y salvación! ¡Inmune a la luz! ¡Encerrada para siempre!
Sus gritos hacían que entrara cada vez más en desesperación. Encerrada en medio de los escombros de lo que fue una vez un prestigioso edificio, la anomalía sin nombre solo pudo gritar sin parar.
—¡Ni uno tendrá el privilegio! —gritó enrabiada—. ¡Nadie podrá tener el privilegio! ¡Eso es! ¡Solo el más digno podrá levantarme! ¡Y solo espero que sea él! ¡Esa anomalía que me guio y me ayudó! ¡Es el único que me podrá alzar! ¡Nadie más! ¡No me importa que pueda pasar!
Pronto sus lágrimas cesaron cuando escuchó unos pasos a sus espaldas. Tembló como nunca y deseó moverse, pero una vez más, no podía, menos cuando esa presión la aplastaba con tan solo estar ahí.
—Me temo, querida, que tu deseo no va a ser así —habló una voz grave, soltando una leve risa. Pronto sintió como agarraban el mango de la espada, aunque para ella era como si la agarraran del cuello—. Vas a ser parte de un pequeño juego que voy hacer. Y tú, vas a ser partícipe de ello, ¿verdad que sí?
La anomalía no pudo decir nada, menos al escuchar esa voz que la dejaba sin voluntad en sus acciones.
¿Era cierto...? ¿Era... él?
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