Capítulo 9: Juzgada y vigilada.
El dolor de cabeza que sentía Andrea era descomunal. Sudaba sin parar mientras balbuceaba palabras sobre algo muy concreto. Una caja azul. Deseaba alcanzarla. Deseaba cerrarla, pero no podía. Se lo impedían y solo veía como intentaban abrirla.
«Deja esa caja... ¡Déjala!».
Sus gritos de poco servían y solo pedía ver como las luces azules iban saliendo poco a poco. Entró en pánico y como mejor pudo chilló con todas sus fuerzas, logrando que la caja se cerrara.
Sonrió aliviada y dejó que las lágrimas cayeran, cayendo de rodillas contra el suelo, apoyando sus manos en esta mientras su visión borrosa. Sus oídos no podían escuchar nada más que su respiración angustiada.
Hasta que poco a poco abrió sus ojos y con ello se dio cuenta de que estaba en lo que parecía ser una celda propia de una prisión. Y no estaba sola.
«Parece que has tenido una horrible pesadilla».
Andrea despertó de golpe al escuchar una voz dentro de su cabeza. Al alzar su rostro, se encontró con un chico que estaba sentada en el suelo con un rostro impasible. Sin dudar, se alejó e impactó contra la pared.
Se quedó en silencio analizándolo, dándose cuenta que los ojos del chico estaban completamente vendados, derramando un líquido negro.
«Te recomiendo que te calmes un poco, sino será peor».
Sus palabras no funcionaron. Andrea respiraba aun angustiada y miraba sus manos temblorosas. Juraba que sus brazos ardían como si se hubiera quemado con estas o que se había puesto bajo presión al electrocutarse con grandes voltios en su cuerpo.
—¿Qué me ha pasado? ¿Dónde estoy?
«Estás en una cárcel, estamos encerrados por Florian y Yue».
Andrea alzó su mirada para ver al chico mientras recomponía su respiración. Su cabello era azul y una piel extremadamente pálida. Vestía con una chaqueta azul desgastada y con algunos agujeros, una camisa blanca y pantalones viejos de color negro junto a sus deportivas desgastadas.
«Sí, yo he hablado. Mi nombre es Morgan, un gusto», se presentó con paciencia.
—¿Es una broma? ¿Me estás hablando por mente? —preguntó Andrea, a lo que Morgan afirmó con calma—. ¿No sabes hablar? Me es... incomodo que me hablen por mente.
Su negativa respuesta hizo que Andrea sintiera escalofríos en su espalda. Puso sus manos en su cabeza, intentando calmar sus nervios, pero era difícil con lo que había visto hace poco. Es caja azul. Casi la olvida.
—¿Qué me ha ocurrido? —se preguntó Andrea.
«Según sé, hiciste un gran escándalo, atacaste a una chica con tus poderes y te enfrentaste contra ¿cinco? Tú sola. Tu anomalía es muy poderosa, lo he de admitir», contestó Morgan.
—¿Anomalía? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño—. ¿Qué estás diciendo? Yo no tengo una anomalía.
«Perdiste la consciencia y no te acuerdas de nada de lo que hiciste, algo similar a lo que me ocurrió en el mercado cuando la anomalía me atacó y entró por mis ojos y boca, de ahí mis vendas —explicó Morgan, señalando sus vendas—. Andrea, siento decírtelo, pero tienes una anomalía. Ambas estamos maldecidas».
Andrea se sentía muy molesta ante esas palabras. ¿Tener una anomalía en su cuerpo? ¡Ya le jodería!
—Oh, parece que la bella durmiente se ha despertado.
La voz de Florian fue reconocida al instante. Giraron sus rostros para ver que no estaba solo, sino que a su lado había una joven chica de unos catorce años junto a Anais. Los tres se pusieron enfrente de la celda, siendo Florian el único que sonrió con sus brazos cruzados.
—Tenemos varios asuntos de por medio, espero que tengáis la paciencia para ello —comentó Florian mientras miraba a los dos—. Empecemos primero con las presentaciones.
Andrea entendió rápido quién era quién.
La niña de catorce años era Yue Kae, perteneciente a la conocida familia de los Kae quienes empleaban rituales para darle un poder definido solo a los miembros de la familia. La pequeña huérfana se encontraba al lado de Florian porque juntos decidieron acabar con las anomalías, aunque no serían los únicos en esta misión.
Por otro lado, estaba Morgan, un mercader que fue testigo de la desgracia ocurrida allí. Una anomalía se adentró en sus ojos y acabó con la vida de muchísimos de los supervivientes. Ante tal verdad que descubrió, se vendió los ojos para evitar que esa anomalía le hiciera daño y se entregó frente a la policía, donde ahí estaría Florian y Yue, ya que se encargaban de cuidar y ayudar a los Noilens.
Por último, Florian, un Gemity perteneciente de la galaxia M. Cuando llegó, se encontró en medio del desastre e intentó ayudar como mejor pudo, aunque era demasiado tarde.
—Y luego estáis vosotras dos, misteriosas hermanas pertenecientes de otro planeta —aseguró Florian con una sonrisa divertida—. Dime, ¿cómo habéis venido?
—¿Qué dices? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño—. Somos de este planeta.
—No, hermana —contestó Anais, tragando saliva con dificultad—. No somos de este planeta. —Bajó su cabeza, jugueteando con los dedos de sus manos sin saber bien como hablar—. A-Ah... C-Cuando fui a la biblioteca me encontré con alguien que me explicó que no podíamos ser de este planeta y rápidamente identificó que éramos humanas.
—Si me dejas añadir algo, he de decir que es la primera vez que veo a un humano de cerca y por lo que has dicho, tenéis varias curiosidades que son un poco aburridas a diferencia de otras razas que conocí de la galaxia M —comentó Florian con una leve risa.
—¿Qué estás diciendo? ¿Es una broma? ¿Entonces nuestros padres? —preguntó Andrea, ignorando el comentario de Florian.
—Somos de la tierra, hermana. De alguna manera, hemos llegado aquí, quiero creer que fue con un destello.
Andrea abrió sus ojos, poniendo su mano en su frente.
—Parece ser que las normas del código os han afectado de lleno —supuso Yue, cruzando sus brazos mientras miraba a las hermanas—. Al menos recordáis de donde sois... La tierra, ¿no?
«¿Ese sitio no era un planeta desecho?», preguntó Morgan, intrigado.
Las preguntas que recibían en ese momento solo podía contestarlas Anais, pues Andrea, aun con su oído desarrollado, no era capaz de escuchar nada, tampoco era que pudiera ver. Todo se volvió oscuro, regresando a esa realidad donde veía de nuevo esa caja azul.
Alguien había al lado.
—Me dijiste que no la abriera —habló con severidad—, pero me temo que debo hacerlo si no despiertas de una forma u otra.
Despertó de golpe y volvió a la realidad. Respiró con dificultad con lágrimas cayendo sin descanso a l igual que las gotas de sudor que se resbalaban por sus manos y frente.
—Ah, mira, Andrea ha vuelto de su realidad —comentó Florian con una risa.
—No te lo tomes a la ligera, entiende que no recuerdan nada, ha sido información muy brusca —le recordó Yue.
—Venga ya, ¿me estás diciendo que no sospechaba al menos un poco? —preguntó Florian, alzando la ceja—. Según dice Anais, en la tierra solo había humanos, ¿no les fue raro ver seres con cuernos y vestimentas inusuales?
—El asunto es que en nuestra tierra hay gente que tiene una vestimenta similar a la vuestra —explicó Anais con timidez.
Florian soltó una risa escandalosa.
—¡Mira! Hasta nos copian nuestra moda. Ah, ahora entiendo por qué a lo mejor no os asustabais u os extrañabais —supuso Florian.
—No, no solo eso... también es que nosotros ya hemos viajado a otros planetas —murmuró Anais.
—Oh, eso explica todo.
Los ojos rojos de Andrea miraban el suelo negro y sucio donde su nariz respiraba la humedad. Temblaba como si fueran constantes escalofríos en su cuerpo que no la dejaban respirar, mirando hasta que encontró los ojos verdosos de su hermana. Era lástima, pero le pedía calma y prudencia, como si pudiera comprender la situación que estaba viviendo
—A lo que importa —continuó Florian, cruzando sus brazos—. Andrea, Morgan. Ustedes dos van a tener que pasar por una prueba un tanto interesante. Como ambos tenéis anomalías en vuestro cuerpo, tendréis que demostrarme que sois capaces de controlarla o... deshaceros de ella por completo.
—¿Qué? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño—. ¿Otra vez con eso? No tengo una maldita anomalía.
—Oh, por los cuatro vientos, a ver, ¿quién se lo dice? —preguntó Florian soltando un breve suspiro.
Anais y Yue explicaron todo lo que había ocurrido. Ese momento en el que perdió parcialmente la consciencia y atacó a los demás. Andrea se quedó atónita ante esas palabras, más al saber que había podido hacer frente a cinco personas.
Eso sí, a su hermana no la había hecho daño, de hecho, quería huir con ella y protegerla.
Tras la explicación, miró hacia el suelo con pequeñas lágrimas que no deseaba demostrar. Sus manos empezaron a temblar sin control alguno hasta que empezó a respirar con dificultad. Cerró sus ojos con fuerza y negó con rapidez. Deseaba gritar, golpear algo, insultar sin parar, pero no pudo, menos cuando se vio de nuevo en esa oscuridad y pudo ver distintas figuras.
Las reconocía, incluso sus nombres.
—Anais, ¿quiénes son Negatividad, Kamico o Andrina? —preguntó Andrea, mirando a su hermana quien se había quedado sin palabras—. ¿Quiénes son?
Florian, Yue y Morgan se quedaron intrigados ante las reacciones. Se observaban en silencio con unas miradas que dejaban en claro su confesión y temor por la situación. Ante esto, Florian dio dos palmadas para captar la atención.
—A lo que importa. Me temo que tenemos mucho por delante y que no será tan fácil como uno se espera —interrumpió Florian—. Tengo que hablar con Ann y disculparme porque le di una misión muy arriesgada, pero confío en que me perdone al igual que a ti.
—¿La conoces? —preguntó Andrea.
—Oh claro que lo hago, de hecho, amiguita mía, yo soy uno de los "privilegiados" del centro. Te dije que soy una Luna Creciente y tal categoría de poder es respetadísima, por ello podía hacerme pasar por un alumno, para saber quién de los presentes era una posible anomalía o amenaza, aparte de buscar candidatos óptimos para el nuevo grupo de héroes que pienso crear.
Anais y Andrea se quedaron atónitas ante sus palabras. Al parecer Zarik y Lania no eran los únicos que tenían un plan así.
—Cuando los médicos y profesores me informaron de que posiblemente había un ser con una anomalía en su interior, me interesé de inmediato. Andrea Koduko, una chica de dieciocho años que radia agresividad, pero con un gran sentido de la justicia único. Me da pena que tengas una anomalía, pero conociéndote, confío que podrás domarla sin problema alguno —continuó Florian, con una sonrisa confiada.
Tales palabras hacían que la duda inundara a Andrea por completo. Desconocía por completo las anomalías, eran agresivas, cierto, pero ¿la suya lo era?
—Mientras tanto, Morgan, contigo tenemos que hablar sobre algunos detalles porque tenías contacto con los Kae, y como entenderás, a Yue le interesa saber cualquier detalle relacionado con ellos. Para explicártelo rápido, necesita los hechizos para poder conseguir unos poderes, sino tendremos otro problema —explicó Florian, mirándole.
A Morgan no le hizo nada de gracia escuchar ese nombre, escalofríos azotaban sus hombros, pero aun así mantuvo la compostura.
«V-Veré que puedo hacer», respondió Morgan.
—Perfecto. Pues dicho todo, os tengo que dejar, lastimosamente —comentó Florian con una falsa tristeza, del cual solo él se rio—. Nos vemos en unos días, ¡mucha suerte!
Mientras Yue y Florian se iban, Anais miró por última vez a su hermana, mostrando su arrepentimiento en sus ojos para luego abrir la boca:
—Intenta hablar con esa anomalía —murmuró Anais—. Algo me dice que no es tan mala como todos los demás piensan.
Fue lo único que pudo escuchar, y Andrea lo tenía muy claro, aunque a la vez tenía demasiado miedo al ver como esa anomalía tocaba lo que era suyo. Se apoyó contra la pared, viendo como Morgan estaba en silencio con los brazos cruzados.
«¿Lo vas a intentar?», le preguntó Morgan.
Andrea afirmó sin dudar.
—Aunque tenga miedo... siento que esta anomalía ha tenido que pasar por mucho. No es una que conozca de ahora —murmuró Andrea, mirando el suelo de la celda—. No. Creo que esta la conozco de antes y quiero hablarlo todo para saber que pasa.
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