Capítulo 5: Un solo aviso.

Para Andrea todo fue a cámara lenta, abría su boca al ver como su hermana desprendía una energía azulada de sus manos para envolver la flecha de madera y disparar hacia la diana. ¿Estaba viendo bien? ¿Era real lo que sus ojos le enseñaban?

Sus ojos brillaban de la emoción, pero logró reaccionar a tiempo cuando su hermana cayó al suelo. La agarró a tiempo, escuchando su respiración lenta y viendo unas pequeñas lágrimas.

—Tranquila, hermanita, lo has hecho bien —murmuró Andrea con una sonrisa orgullosa.

Los profesores observaron con cierto interés, apuntando en una pequeña libreta para luego mirarse por unos segundos.

—Y no parece tener indicios de algo... peor —murmuró Eion hacia su compañero.

Aquello hizo que Andrea frunciera el ceño, mirándolos de reojo.

—No, solo hay que ver que es lo que tiene Andrea —continuó Uin—. ¿Vendrá ya Florian?

—No lo sé, pero tenemos que llevar a Anais a la enfermería...

—Me hago cargo yo.

Las palabras de Andrea intervinieron en su conversación, pillando por sorpresa a ambos hombres quienes se miraron de reojo. Andrea no confiaba del todo en ellos por como hablaban, parecían expresar un temor hacia ella que no comprendía. Sí, sabía que había actuado mal con Ann y se disculparía cuando pudiera, pero no por ello tenían que recriminárselo.

—Aún nos queda probar tus poderes, Andrea —recordó Eion en un tono serio—, así que haz caso, deja que Uin se encargue de ella y luego la vas a ver, ¿entendido?

Aun con esas palabras, Andrea miraba a ambos con total desconfianza. Al final, claudicó, viendo como su hermana era llevada por Uin. Tenía muy claro que cuando terminara la prueba, marcharía a verla sin importarle las horas que perdiera ese día.

—No me parece justo que tenga que hacer la maldita prueba —reclamó Andrea.

Al girarse, sus ojos se encontraron con la mirada impasible del profesor Eion.

—Andrea y yo te he dicho que...

—¡He llegado! ¡Siento el retraso! Me quedé dormido.

La repentina voz de un chico hizo que ambos se giraran y vieran al último alumno que faltaba por llegar. Con una vestimenta sedosa similar a los japoneses, caminaba con unos zancos mientras despejaba su rostro mañanero, pero sin retirar las vendas de su ojo derecho.

«¿Quién es ese tío? No lo he visto en las clases», pensó Andrea en silencio mientras le miraba de arriba abajo.

—Ah, Florian, conveniente como siempre —susurró Eion mientras apretaba sus dientes—. Hoy parece que has decidido ser hombre.

«¿Hoy decidió ser hombre? ¿Qué?»

—No puedes decir eso así con total libertad, ya te expliqué cómo funciona los Gemyti —le recordó Florian.

—Ya, pero es difícil saber cuándo eres mujer o cuando eres hombre —explicó Eion.

—Es muy fácil, solo hay que ver la cara malhumorada que tiene y como no se cuida nada el rostro por las mañanas. —Al decir esto, miró hacia Andrea con una sonrisa confiada—. Por cierto, no me presenté, soy un maleducado Soy Florian. ¿Puedo saber tu nombre?

Andrea frunció un poco el ceño, siéndole complicado procesar la situación.

—Andrea —respondió sin rodeos.

—Un gusto, Andrea, espero que nos llevemos bien.

Por educación, Andrea dio su mano, recibiendo un buen apretón que le dejó en claro la velocidad y fuerza que poseía. No era una broma cuando presumía esos músculos.

—Basta de perder el tiempo —intervino Eion con poca paciencia—. Florian, como fuiste el último en llegar a las clases, tendré que enfrentarte con Andrea para ver las capacidades tanto de un lado como para otro para no consumiros el tiempo de vuestro descanso. Espero que no lo veas un problema, Andrea.

—Oh no, me gusta esa idea —respondió Andrea con una sonrisa.

—Espero de ti grandes cosas, Andrea —comentó Florian mientras estiraba un poco sus brazos.

«Me sorprende bastante, pensé que no se podía pelear en clases, pero tampoco me voy a quejar», pensó Andrea mientras miraba al profesor y luego a Florian.

—¿Listos? —preguntó Eion.

Andrea se posicionó con una pierna adelantada y con sus dos brazos alzados hasta su pecho. Preparó sus puños y miró a Florian. Él simplemente ponía sus manos en su cabeza mientras observaba con una sonrisa confiada.

Ante la señal del profesor, Florian se movió a una velocidad tan absurda que Andrea no pudo prevenir aquel puñetazo en su rostro. Dio varios pasos hacia atrás, poniendo sus manos en su nariz y mirando hacia Florian.

«¿Qué es esa velocidad?», pensó Andrea, pero no pudo entretenerse cuando Florian iba de nuevo a por ella, aunque esta vez pudo apartarse hacia atrás.

Ante el golpe de Florian, aprovechó la mala posición que tenía para agarrar su muñeca y darle una patada en su estómago. Florian, sonriendo al recibir ese golpe, se apartó y estiró un poco sus músculos, escuchándose parte de sus huesos crujir.

—Andrea, ¿qué categoría eres? —preguntó Florian.

—¿Eh?

—Oh vamos, no te hagas la tonta, ¿no sabes que categoría eres?

—N-No oí algo igual.

Florian sonrió divertido.

—Eso me resuelve varias dudas que tengo encima.

Una vez más se movió para intentar golpear la cabeza de Andrea, pero el ruido que hacía con sus pasos fue suficiente para que pudiera defenderse y agarrarle de los brazos para tirarle contra el suelo, intentando darle un golpe en su espalda.

Su plan, por desgracia, no funcionó. Florian se recuperó y se movió muy rápido, aun con ello, Andrea parecía comprender poco a poco su manera de atacar.

—Quiero asumir que eres una órbita aprendiz porque no dominas tus poderes. Solo golpeas con tus puños y piernas, ¿por qué no haces uso del fuego? —preguntó Florian.

—¿Y tú que sabrás? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño.

—Te vi el día que peleaste con ese chico.

Las palabras de Florian la ponían tensa, sentía que la estaba analizando para algo más que una prueba, pero ¿el qué? ¿Y por qué? Era un alumno, no un profesor.

Una vez más vio como desaparecía, prestó atención a su alrededor, pero no escuchó nada, solo el viento que le parecía estorbar más que indicar. Cubrió su cabeza, pero se equivocó al recibir un puñetazo fuerte en su estómago que le hizo escupir sangre.

Cayó contra el suelo, pero se recompuso aun con el daño, mirando a Florian quien estiraba una vez más sus brazos.

—Tienes los oídos desarrollados, por ello escuchas por donde voy a venir, aunque si me muevo con sigilo, no sabes dónde estoy —intuyó Florian—. Me gustaría saber porque ese día realizaste un ataque de fuego, pero no puedas hacerlo conmigo ahora.

«¿De qué coño va?»

—Tranquila no pasa nada, aprender es difícil —continuó Florian, soltando una leve risa—, pero poco a poco lo conseguirás, al menos lo sacas sin querer como en la batalla de ayer. Fuiste excelente.

—¿Qué intenciones tienes? —preguntó Andrea, intranquila.

Florian caminó en su dirección.

—Una chica que no sabe que rango es, que no sabe dominar sus poderes, aun con dieciocho años —habló Florian con calma. Andrea le miraba con temor, ¿cómo sabía su edad? —. Una chica que actúa con justicia, pero con brusquedad porque no sabe controlar sus emociones. Eres un caso curioso, Andrea, y muchos creen que tienes algo que posiblemente ponga en peligro a todos.

—¿De qué mierdas estás hablando? —preguntó Andrea, apretando sus puños.

Florian ladeó la cabeza hacia la derecha.

—Explícame, Andrea, ¿cómo es posible que tu siendo una órbita aprendiz, puedas aguantar el golpe de una Luna Creciente? —preguntó Florian con interés—. Te diré la respuesta yo mismo. Tienes una ventaja regenerativa que a nadie le gusta.

Cuando terminó sus palabras, Florian apareció en sus espaldas para golpearle sin compasión alguna. Tenía su puño preparado, viendo como Andrea no parecía ser capaz de reaccionar, pero para sorpresa de ambos, logró girarse y detener su puño a tiempo.

El quemazón del puñetazo hizo que Andrea se quejara de dolor y se apartara, mirando con desprecio a Florian quien estaba atento a como sus manos se iban regenerando poco a poco ante un tipo de líquido oscuro.

—No vas a poder alejarte de mí porque hemos visto algo curioso —aclaró Florian con un tono serio—. ¿Eres consciente del peligro que hay fuera y como tu poder se relaciona a las anomalías?

—¿Q-Qué estás diciendo? —preguntó Andrea, dando unos pocos pasos hacia atrás.

—Puede que no seas consciente y eso me hace pensar que a lo mejor eres de un planeta desecho o de un recién código... ¿Quién sabe? Solo puedo pedirte una cosa y es que me demuestres que realmente eres alguien de fiar —continuó Florian con una sonrisa divertida—. Todos te ven como un peligro cuando yo quiero creer que eres impulsiva.

—¡Deja de hablar con esa prepotencia! ¡¿De qué mierda estás hablando?! ¡No entiendo nada de lo que dices! ¿Acaso es un problema tener regeneración?

—Lo es, porque solamente las anomalías han sido las únicas en poseer tal poder.

Andrea abrió sus ojos ante tal información, temblando sin parar mientras veía a Florian cruzarse de brazos, observando de reojo al profesor quien no había dicho nada, tampoco era que hiciera falta.

—De igual forma, no tendrías que tener miedo en admitir que tienes una anomalía en tu interior. Morgan, tiene una y le estamos ayudándole a retirar tal ser de su cuerpo —continuó Florian con una sonrisa suave.

—Tú... no eres un alumno cualquiera —supuso Andrea.

—Qué lista, veo que vas entendiendo poco a poco la situación —respondió Florian, dando un pequeño aplauso, burlándose de ella.

Andrea solo pudo mirarle con cierta molestia, pero sin decir nada. Era la primera vez que alguien le superaba de esta manera. Alguien que le hacía sentir débil. Y lo odiaba.

—Yo... no tengo ni una anomalía —contestó Andrea, apretando sus puños—. Soy sobrina de Zarik y Lania, ¡ellos saben que tengo poderes al ser de su familia!

Florian cruzó sus brazos con un rostro lleno de intriga.

—Lo he visto en tu ficha, pero me es difícil creérmelo, ¿sabes? —respondió, soltando una leve risa—. Me temo que las palabras poco sirven. Quiero ver lo que haces.

Andrea tragó saliva con dificultad.

—Por ahora considera que el viento sopla en tu contra, e irá a peor si hacer algo indebido —amenazó, sonriendo con total confianza, aunque para Andrea era una malicia que la ponía demasiado tensa—. Puedes irte con tu hermana. Tranquila, no te haré nada. Palabra del viento.

Andrea no sabía cómo sentirse en ese momento, solo veía la mirada clavada de Florian que sonreía como si nada pasara. Era mejor callarse, al menos era lo que pensaba mientras iba a por su hermana.

Corriendo hacia la enfermería, dejó atrás las miradas que juzgaban, sintiendo una impotencia enorme al darse cuenta que había vuelto a tener ese sentimiento que detestaba. Apretaba sus puños con rabia. Como deseaba golpear algo. Daba igual el qué. Deseaba en ese momento romper sus puños aun si les dolía a rabiar.

«Si es uno de los cabrones que tengo que derrotar para que todo vaya bien... Haré lo que sea para conseguir la fuerza necesaria. Nadie me hará sentir así. Nadie me hará sentir como hace dos años», se dijo convencida.

En la enfermería, Anais estaba despertándose con cierto dolor de cabeza, escuchando voces que le hablaban en un idioma que no comprendía. Sentía el mareo en todo su cuerpo sin ser capaz de mantenerse con sus dos brazos apoyados a la camilla.

Parecía haber dentro de su cabeza el ritmo constante de un tambor que marcaba la canción imponente y firme. ¿Qué había ocurrido? Era lo que se preguntaba mientras las voces desaparecían, pero a cambio sus ojos le mostraban los colores blancos propios de una enfermería.

Tocó con sus manos la camilla incómoda, sintiendo la sábana áspera de color blanco que estaba debajo de su cuerpo. Giró su cabeza para ver la típica cortina azul del cual era recogida por unas de las enfermeras que la atendían en ese momento. El miedo la inundó, abriendo sus ojos al ver como aquella mujer tenía un tercer ojo en su frente. Tembló mientras las lágrimas caían, viendo como la mujer le hablaba, pero no la podía escuchar y tampoco la entendía con sus gestos.

Para su suerte, el agobio terminó cuando Andrea entró a enfermería de forma brusca, asustando a las presentes quienes le pedían que esperara a fuera, pero su hermana no hacía caso. Ante su insistencia, pudo encontrarse con su hermana, sonriendo mientras se agachaba para hablarla, pero Anais seguía sin escuchar.

Por ello mismo, Andrea tuvo toda la paciencia para hablarle con gestos precisos, respondiendo a las preguntas como ¿estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Agua? ¿Comida? ¿Te duele algo?

Anais pronto pudo oír la respiración agobiada de Andrea junto a los sonidos de objetos siendo movidos por las enfermeras.

—Ya escucho un poco mejor —informó Anais.

—Menos mal, por dios, pensé que te quedaste sorda al tirar aquella flecha —murmuró Andrea aliviada—. ¿Estás bien?

—Sí. No me duele nada, aunque fue una sensación rara —admitió Anais.

—Lo vi, lanzaste una energía azul, ¡fue increíble! Aunque no me gusta que pierdas el oído —murmuró Andrea.

—Tranquila, estoy escuchándote cada vez mejor —respondió Anais con sonrisa dulce.

—Menos mal. Aun así, ¿necesitas algo?

—No, Andrea, tranquila.

Andrea, con unos nervios de acero, agarró las manos de su hermana con una pequeña sonrisa que no pudo controlar.

—Andrea, parece que vas a explotar en cualquier momento, ¿qué te pasa? —preguntó Anais, alzando la ceja.

—Demasiadas emociones para poder asimilarlo, Anais —murmuró Andrea atemorizada.

Anais parpadeó varias veces sus ojos.

—¿En qué lío te has metido?

Por primera vez Anais vio como Andrea agachaba su cabeza con pequeñas lágrimas. ¿Andrea llorando? Eso era algo que jamás había visto en los dos años que pegó ese cambio.

—N-No lo sé, esta vez sí que no lo sé —tartamudeó Andrea—. Sé que no debí meterme en la pelea de ese chico ni golpear a Ann, pe-pero todo está bien, no te preocupes por mí —expresó Andrea con una sonrisa suave.

«Primera vez en años que no te veo así, Andrea. ¿Qué te ha pasado?», se preguntó Anais con cierta angustia, agarrando las manos de su hermana con suavidad.

—Andrea. —Anais se sentó en la camilla como mejor pudo, siendo ayudada por su hermana—. Es mejor que volvamos a clases, luego regresaremos a casa y lo hablaremos mejor, ¿te parece?

—C-Claro.

Mikuro se sentía demasiado incómoda a pesar de estar con Zarik. No negaba que estar a su lado era a veces agradable por como los dos actuaban de forma independiente, pero en esta ocasión necesitaba estar sola por todo lo que había pasado.

Se encontraban cerca de su hogar, rodeados en un extenso campo de hierba donde el Sol brillaba aún. A Mikuro no le gustaba mucho ese calor, prefería muchísimo más el frío, y sabía que Zarik le pasaba lo mismo porque prefería la oscuridad antes que la luz.

«No comprendo por qué están aquí siendo Hunxert's —pensó, frunciendo un poco el ceño—. Su galaxia es de las más tranquilas, o menos es lo poco que me comentó Lania en su momento».

Negó en silencio y decidió mirar sus manos. Bufó incómoda al saber que no iba a tener su apreciado cuerpo. Recordaba bien cómo era. Una mujer de hielo, mejor dicho, alguien poseedora de una armadura irrompible junto a su espada, que graciosamente era similar a la de Zarik.

Cuando le daba más vueltas, más le dolía la cabeza. Pensar que ya no tenía ese cuerpo y que ahora era solo un fantasma con unas tijeras enormes que dominaban la electricidad, la ponía de los nervios.

—A ver cómo hacemos esto... —susurró Mikuro.

Se quedó mirando su arma con ciertas dudas. Tijeras, ¿en qué mundo era una espléndida idea crear algo así? Podría ser todo lo grande que quisiera, pero ¿qué utilidad le podía dar? Miraba su arma con desconfianza, cerrándolas y abriéndolas como si fuera la primera vez que usara una herramienta así.

—Céntrate, no seas estúpida —se riñó Mikuro.

Trató de organizar sus ideas, pero era complicado cuando veía la electricidad. ¿Qué tenía de útil eso? De pensarlo ya le tenía directo desprecio, pero cuando recordaba a Andrea, tenía claro que debía dominarlo para ayudarla porque le había admitido que podía poseer un poder similar en sus manos.

Respiró e intentó comprenderlo, buscando técnicas de lucha con un arma así. Creyó por un momento en que, si las movía con cierta rapidez, podía hacer cortes graves hacia el enemigo que tenía enfrente, pero tenía que ser prudente porque usarla con sus dos manos era a su vez desprotegerse.

Por un momento observó hacia Zarik, mantenía una posición firme junto a sus brazos cruzados. No lo decía, pero también le parecía inusual un arma tan grande y extraña.

Mikuro, respirando con total calma, decidió ponerse en marcha con la práctica. Se alejó de Zarik y agarró con fuerza sus tijeras. Respirando lo más hondo posible, empezó a moverse de un lado a otro para luego cerrarlas y abrirlas con rapidez. Fue ahí cuando se dio cuenta de que no requería tanto la fuerza, sino de la velocidad y que la electricidad fluyera en ella como si fuera un tipo de conductor.

Asombrada, tomó las tijeras con una sola mano, abriéndose por completo. No dudó en realizar un corte vertical hacía en frente, soltando una gran cantidad de electricidad en los aires que se moverían en diversas partes. Tras eso, tomó las tijeras con sus dos manos y atacó de frente, moviéndolas con ligereza para que estas se cerraran y abrieran a gran velocidad.

—Vas a dar un gran susto a muchos con tu arma —comentó Zarik con una ligera risa.

—Puede ser —murmuró Mikuro para luego fruncir el ceño—. Aunque, ¿quién en su sano juicio hace un arma tan completa? ¿No podría ser más simple?

—Cada arma tiene un diseño especial. El mío es una espada látigo, se extiende a unos cuantos metros, al igual que tu antigua arma de hielo —explicó Zarik.

Mikuro miró hacia su arma, recordando el pasado de aquella espada-látigo de hielo, los movimientos sutiles llenos de gracia y decisión que efectuaba dejaban congelado a cualquiera.

Perdida en sus recuerdos, vio como sus manos se volvían azules con ciertas manchas negras que se mezclaban un formaban un color bello a sus ojos. Impactada y azotada por la nostalgia, sonrió al echar de menos ese cuerpo que perdió, jurándose en silencio que buscaría a la culpable de su muerte y se vengaría por el sufrimiento que causó ese día. Con su mano derecha en su pecho, cerró sus ojos.

«Esto será complicado para mí, aún controlo la oscuridad y el hielo, pero me duelen los dedos por culpa del poco dominio que tengo, a diferencia de la electricidad», pensó preocupada.

Y volvió abrir sus ojos para ver a Zarik en el mismo sitio, solo que ahora su apariencia parecía ser mucho más sombría.

—Zarik, ¿todo bien?

—M-Más o menos —respondió Zarik con dificultad—. ¿Dónde está Lania?

—Creo que aún sigue en casa —respondió Mikuro mientras giraba mi cabeza hacia otro lado, buscándola.

—Eso será un problema —susurró Zarik mientras miraba el suelo—, solo ella sabe qué hacer.

—¿A qué te...?

La armadura que protegía su corazón frío se destrozó por una presencia que mostraba maldad en sus ojos vacíos llenos de ira. Mikuro era incapaz de moverse, más ante aquel que tomaba un aspecto más cruel y oscuro como si quisiera representar a un tipo de animal místico con sus poderes.

Fue ahí cuando Mikuro pudo recordar... un detalle importante y de alta gravedad.

«¡Itliebto! ¡Me lo había dicho Lania una vez! ¡No me puedo creer que aún no le retirara de ese camino!»

Zarik sujetaba su arma sin vacile mientras le miraba con esos ojos de color rojo y blanco. Estos la dejaron sin aire, porque por desgracia le hacían recordar a aquella que la había asesinado, riéndose de su desgracia.

A punto de moverse, Mikuro vio como dis flechas blancas impactaban en los hombros de Zarik. Gritó como nunca, cayendo con una rodilla al suelo y levantando su rostro con una media sonrisa.

—O a lo mejor sí llegó a tiempo... como siempre —susurró Zarik con cierto alivio.

Pronto Mikuro tuvo la compañía de Lania a su lado. Sujetaba su arco blanco con decisión, frunciendo el ceño mientras miraba a su hermano.

—Mikuro, no sé si te acuerdas, pero...

—¿¡No has retirado ese Consumo del Mal a tu hermano?! —preguntó Mikuro, agarrando su arma con decisión.

Lania soltó un largo suspiro.

—Los Cuatro Cardinales no lo sueltan por nada en el mundo. Ya lo sabes bien.

Mikuro negó con su cabeza para suspirar y mirar a Zarik.

—No queda otra, ¿verdad? —preguntó Mikuro. Lania negó en silencio—. Entonces cuando tu digas.

Lania tragó saliva para luego apretar el agarre de su arco.

—Recuerda, no tengas piedad —avisó Lania con total firmeza—. El objetivo es dejarle inconsciente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top