Capítulo 4: Sal de ahí.
Anais no había logrado dormir nada bien a diferencia de su hermana, quien caminaba a un ritmo ligero por el puente que siempre debían cruzar. Despejaba sus ojos cansados, intentando dejar a un lado las preocupaciones, pero era imposible.
Si pudiera, habría aprovechado esa noche para buscar información en su móvil, pero no tenía cobertura ni batería, siquiera tenía datos y todo porque, según sus tíos, todo lo que había en el mercado, daba sustento a la ciudad, y por ello, era como si las anomalías hubieran destrozado en parte la ciudad.
No iba a mentir de que le carecía de sentido que Tron-Axt no tuviera algo tan importante como eso, ¿solo el mercado poseía los lujos más actuales? ¿Por qué no se preocuparon en mejorar la ciudad?
—Anais, ¿estás despierta o en modo automático?
La voz de Andrea logró que Anais despertara de sus pensamientos y mirara su alrededor. Ya habían llegado al centro.
—Sí, perdón, estaba dándole vueltas a todo —murmuró Anais.
—¿Puedo saber el qué?
—Lo de ayer.
Andrea rascó un poco su cabeza mientras miraba a otro lado con sus ojos.
—No eres la única. Si soy honesta, cada vez que lo pienso, siento que nada tiene sentido y que hay algo oculto. Debemos saber que ocurre, pero es mejor que sea después de esta clase, sabes que nos toca ahora clases de enseñanza de poder y defensa personal, va a durar muchas horas —recordó Andrea.
Anais sintió una gran tensión en sus hombros al saber que muy posiblemente no iba a tener nada especial.
—Cierto. —Anais suspiró con pesadez—. Vamos, no perdamos más tiempo.
Poco a poco se dirigieron al gran gimnasio donde los colores azules marinos las rodearían a excepción del techo que era de madera. Su alrededor era acompañado por varios de los alumnos que pudieron conocer en el primer día.
El barullo hizo que Andrea cubriera sus oídos por un momento, cerrando sus ojos para luego giró su cabeza y reconocer a uno de los chicos que logró proteger en la pelea.
—¿No era Lucas? El muy cabrón salió huyendo en vez de ayudarme —murmuró Andrea mientras le miraba—. Ya me puede dar las gracias.
—No le tomes importancia, Andrea —pidió Anais.
—Lo que sea.
Pronto el ruido terminó ante la presencia de dos profesores. El primero tenía un aspecto rudo, grande y alto. Observaba a todos por encima de su hombro. Tenía tres brazos, este último escondido en su espalda. Se hacía llamar Eion. El segundo, si bien era de un aspecto similar, parecía ser mucho más amable y calmado. Se llamaba Uin.
—Bien, todos sabéis de qué va esto. El primer día se explicó todo con lujo de detalles para que a nadie le sorprendiera, pero por si acaso algún despistado no atendió o alguien faltó ese día, se repetirá la intención de esta asignatura —explicó Eion.
Mientras explicaba, Anais pudo sentir una presencia a sus espaldas que la obligó a girarse.
—Oh, ¡Jame! ¿Qué tal? —preguntó Anais.
—Nervioso, no sé cómo voy hacerlo en estas pruebas —admitió mientras se rascaba la cabeza. Cerca de él apareció una chica de mirada intimidante con los brazos cruzados—. Oh, perdón. Yaina, ella es Anais. Anais, ella es Yaina, mi mejor amiga.
Tenía una apariencia similar a Jame. Su cabello era rizado y castaño, piel morena, a excepción de sus brazos un poco más blancos de los cuales tenía unas pulseras brillantes que no paraban de cambiar de color rojo y amarillo.
—Un gusto conocerte, Yaina.
—Igual —respondió con el tono más seco y borde posible, mirando hacia los profesores.
—Perdón, no se le da bien socializar —susurró Jame hacia el oído de Anais— y menos desde lo ocurrido en el mercado.
Anais miró una vez más hacia Yaina, la forma de vestir se hacía similar a la de su hermana, quitando el hecho de que no tenía una chaqueta y que sus pantalones eran cortos y amplios.
—Tranquilo, lo entiendo —susurró Anais.
No hubo mucha conversación por los nervios que Jame tenía, el pobre no se le daba bien hablar, aparte de que Yaina estaba mirando a Anais de tal manera que lograba incomodarla. Tal hecho logró llamar la atención de Andrea. Pronto su competencia de miradas amenazantes entre Yaina y Andrea apareció.
—Tranquila, no ha hecho nada —susurró Anais a Andrea.
—Que no te mire de esa forma o las tendrá conmigo —aclaró Andrea.
«Señor, dame paciencia», pensó Anais mientras miraba el techo por unos segundos.
—Bien, espero que hayáis prestado atención —terminó de hablar el profesor Eion—. Ahora nos pondremos con las pruebas.
Examinó a cada uno de los presentes en la sala, la cual no eran pocos. Mientras los profesores se ponían con las pruebas, algunos empezaron a presumir de sus poderes a los demás o conversaban con otros. Todo fue tranquilo hasta que el profesor llamó dos nombres que captaron la atención de Anais.
—Ann y Lucas, ¿están presentes?
Anais no dudó en ver como dos jóvenes chicos de unos diecisiete años, se movían hacia el profesor. Ambos eran inusuales porque parecían estar hechos de telas e hilos como si fueran muñecos.
—Sí, ambos —respondió Lucas. Su apariencia cansada y tenebrosa era presente en sus vestimentas oscuras llenas de parches y partes mal cosidas.
—Aquí me pone que sois de otro núcleo. Licreixos, esa es vuestra raza, ¿no es así? —preguntó Eion.
—Sí, así es —respondió de nuevo Lucas.
La hermana se mantenía a su lado sin decir nada. Ann parecía ser bastante tímida por como actuaba, aunque su vestimenta decía lo contrario por ser prendas muy bien cuidadas, incluso lujosas. No solo eso, su piel carecía de rasguños o cortes como era el caso de Lucas.
—Se dice que los Licreixos son seres hechos de tela, hilo, algodón... —El profesor vio como Lucas afirmó en silencio—. Bien, como ambos son de la misma raza, me imagino que tendrán poderes similares.
—Más o menos. Es un poder similar, pero de habilidad diferente —respondió Ann.
—¿Sois capaces de hacernos una demostración de vuestras capacidades?
—Nos hace falta dos voluntarios —aclaró Lucas.
Aquello captó la atención de algunos de los presentes, entre ellos a Andrea, quien no dudó en levantarse del suelo para acercarse a sus hermanos. Anais soltó un largo suspiro, poniendo la mano en su frente.
—Como no —susurró Anais.
Para su sorpresa, no fue la única que participó, pues Yaina también se habría prestado voluntaria. Anais no dudó en mirar a Jame, encontrándose con la angustia en su rostro.
—¿Por qué es así de testaruda? —murmuró Jame en un suspiro.
Anais solo pudo reír en sus adentros ante esta graciosa casualidad.
Se giró hacia los demás, viendo como los hermanos estaban frente a Andrea y Yaina. Los profesores no pusieron objeciones y dejaron que hicieran su demostración. Todo parecía ir tranquilo.
Hasta que ambos hermanos mostraron una aguja de sus manos. Ann fue quien clavó tal aguja en el hombro de Andrea.
Al sacarla, en las manos de Ann apareció un muñeco con la misma apariencia y vestimenta que Andrea. Mismo ocurría Lucas con el muñeco de Yaina. Anais tragó saliva mientras que Andrea miraba con cierta desconfianza, aunque no era la única, Jame, junto a otros alumnos más, miraban desconcertados la situación.
—Nuestro poder consiste en lo siguiente —intervino Lucas mientras guardaba la aguja en el bolsillo—. Cuando tenemos la sangre de alguien, lo podemos transformar en un muñeco y tras eso actuar. Tenemos su cuerpo por completo, sus intestinos, su corazón, su cabeza, huesos, músculos... Todo —explicó, escapándose una leve risa.
No fue agradable para Andrea escuchar eso, pero aun así intentó mantenerse firme, o eso trató hasta que sus piernas empezaron a fallar y con ello su respiración pasó a ser una más acelerada.
Anais se dio cuenta de esto e intentó moverse, pero Lucas intervino de nuevo:
—Yo me encargo de dañar a los demás, manipularlos. Mi hermana hace que los afectados se enamoren de ella y que hagan todo lo que pida con poder controlar sus sentimientos ni voluntad.
Las manos de Anais empezaron a sudar, la ansiedad inundaba su cuerpo hasta dejarla sin aire, escuchando unas palabras incomprensibles que le advertían de un problema que no podía entender, sintiendo como agujas empezaran a clavarse en sus dedos.
—¡Querida Andrea! —gritó Ann con una sonrisa confiada—. Límpiame los zapatos.
Ante tal orden, Andrea cerró sus ojos con fuerza, se veía como una parte de ella intentaba no hacer caso a esas órdenes, mientras que la otra quería caer rendida.
«En malas manos eso es un grave problema», pensó Anais, tragando con dificultad.
Se notaba que Andrea intentaba hacer frente a ese control, recibía las miradas de los demás quienes se quedaban en silencio ante tal poder, temblando en silencio porque sabían que meterse con Lucas y Ann no era una buena idea. Aun con ello, les asombraba que Andrea, con los dientes apretados al igual que sus ojos, se resistiera a las órdenes de Ann.
Tan gesto sorprendió a Ann. Respiró hondo y sin pensarlo dos veces le dio un golpe duro en la cabeza de Andrea. Ante esto, Anais soltó un grito y trató de acercarse, pero jame la agarró a tiempo.
—Me imagino que tú eres su hermana —supuso Ann mientras miraba a Anais—. Sé que no debí hacer eso, pero muchas veces intentan salir de ese control, desobedecerme. La única forma más eficaz para que vuelvan hacerme caso es darles un golpe, así que lo siento, pero es algo obligatorio.
—Eso suena a excusa —contestó Anais con una clara molestia en su tono.
Ann no tomó en cuenta y volvió hacer lo mismo, provocando que Andrea cayera contra el suelo mientras temblaba.
Para Anais no le parecía justo la actitud de Ann, deseaba moverse para ayudar a su hermana, pero Jame le pedía prudencia, más si los profesores estaban al lado vigilando. Aun con ello Anais no hizo mucho caso, ¿hacer algo los profesores? Permitían que hicieran daño a su hermana como si nada. ¡Debían actuar de una maldita vez!
—Venga, Andrea, no tengo todo el día —pidió Ann con desprecio—. ¿Vas a obedecerme de una vez o acaso quieres recibir más golpes?
Cuando Ann quiso darle otro golpe, Andrea derecha detuvo el puñetazo, mirándola con un rostro lleno de rabia que a Ann la asustó, deshaciéndose del agarre con rapidez para ver como poco a poco se levantaba con esa actitud inusual.
—¿A-Andrea? —preguntó Anais, intranquila.
La mencionada solo pudo mirar de reojo, dejando de respirar por unos segundos al ver algo en el rostro de su hermana. Sus ojos... no eran rojizos como le acostumbraba ver, sino negros.
Antes de poder decir nada, vio como Andrea apartaba a Ann. Cubrió sus ojos y tembló sin parar. Los presentes se quedaban boquiabiertos, incluso los profesores quienes estaban listos para cualquier problema que pudiera haber.
Tal hecho logró alterar la cabeza de Anais, ¿cómo era posible que actuaran ahora cuando Ann se había comportado peor con su hermana?
—Me temía que Andrea sería alguien complicada de controlar —susurró Ann, intentando sonar calmada—. ¿A qué esperas, Andrea? Te dije que hicieras una simple tarea.
—¿¡Quieres parar de sonar como él?!
Junto al grito lleno de rabia proveniente de una voz que no era la de Andrea, se escuchó el golpe irritable de una muñeca de porcelana destrozada. Los profesores fueron los primeros en reaccionar al ver como Andrea había logrado dar un puñetazo directo al mentón de Ann.
Ninguno de los presentes se creía lo que veían, en especial Lucas quien se movió con rapidez para intentar clavar su aguja a Andrea, pero esta lo esquivó con total facilidad.
Antes de que la situación fuera a peor, los profesores agarraron tanto a Andrea como a Lucas con su tercer brazo de su espalda, del cual se extendió para agarrarles de sus camisas. Andrea se movía sin parar con los ojos cerrados, mientras que Lucas se quedaba quieto sin decir nada.
—No quiero peleas aquí, no en mis clases —aclaró el profesor Eion con un notorio cabreo en sus palabras—. Ahora mismo estamos haciendo demostraciones, ¿se puede saber que pasa en vuestras cabezas?
—¡Pero profesor, Ann empezó primera con...!
—¡Silencio!
Yaina había intentado contestar, pero no había sido una buena idea y solo recibió la mirada llena de desprecio del profesor. Los demás los miraban en silencio, diciendo con su mirada las frases como "no debiste haber dicho nada", pero Yaina en verdad no le parecía justo que trataran de aquella manera a Andrea.
Cuando lograron calmar un poco la situación, Uin se acercó a Ann para ver que su mandíbula estaba destrozada. Con cuidado, intentó curarla, pero sus ojos se dirigieron hacia el muñeco que Ann sujetaba.
—¿Ann? ¿Qué ha pasado? —preguntó Uin.
—Normalmente cuando alguien se niega a mi control, se debe insistir. He podido controlar a todo tipo de seres con una mentalidad muy fuerte, pero en este caso parece que Andrea...
Le era difícil pronunciar sus palabras por el temor que sentía, su labio superior temblaba mientras la miraba. Uin, quien tenía sujetaba a Andrea con su tercer brazo, decidió soltarla con cuidado, cayendo al suelo de rodillas para empezar a toser sin parar.
Anais se acercó para calmarla, pero le angustió ver que de su boca salía un líquido que no era propio de un ser humano. Escupía saliva negra.
Sumida por el miedo, intentó mirar a su hermana pudo hablar:
—Vosotras dos me dais un horrible dolor de cabeza, ¿a quién se le ocurre venir aquí sin ayuda?
Pero no era su voz, sino una muy grave, demasiado para ser la de su hermana.
La cabeza de Anais intentaba darle una explicación lógica mientras veía como esos ojos negros desaparecían a unos más propios de Andrea. De pronto, vio como ponía las manos en la cabeza.
—¡M-Me duele todo! ¡M-Maldita sea!
Anais no era capaz de comprender lo que ocurría, ¿cómo era posible? ¿Era inmune al control mental? ¿Cómo? ¿Era su poder? Miles de vueltas le daba, pero la mirada suave de Andrea hizo que calmara sus temores.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —preguntó Anais con una clara angustia en su voz.
—C-Creo que sí.
Pero por mucho que Andrea le dijera con aquella sonrisa, no iba a calmar lo que Anais sentía, menos con aquellas palabras que pronunció antes que provenían de algo que no sabía si era hombre o mujer.
—Andrea, tendrías que haberte controlado —habló Eion con severidad.
—¡Ella quería que limpiara sus zapatos! —reclamó Andrea.
—Tú te presentaste voluntaria. Tendrías que haberlo aceptado y obedecido.
Anais miró hacia mi hermana para ver cómo sus brazos temblaban de ira.
—Ya... Claro, entiendo —susurró.
De pronto, Anais escuchó unos pasos acercándose, al girarse, pudo ver como Jame, acompañado de Yaina, se acercaban con una clara preocupación visible en sus rostros.
—Tranquilo, todo está bien —dijo Anais con la mayor calma posible.
—Al menos Ann no hace daño, si Lucas hubiera hecho antes la demostración, es muy posible que me hubiera dado una paliza —contestó Yaina.
Jame la miró de reojo y tragó en seco.
De mientras, Uin se encontraba con los dos hermanos, pronto se llevó a Ann a enfermería. En su camino, Anais se dio cuenta que el muñeco que tenía Ann no se asemejaba nada al de Andrea, sino a la apariencia de un ser completamente oscuro de ojos blancos.
«Eso parece como una...»
Sus pensamientos se interrumpieron cuando Andrea tosió una vez más y escupiera.
—Maldita sea, ese profesor me apretó con fuerza —se quejó Andrea en un susurro.
—Tendrías que haber obedecido —murmuró Jame.
—¿Sabes? Lo habría hecho, pero una parte de mi me gritaba que no lo hiciera, algo chillaba y me decía que no debía obedecer a esa manipulación... como un tipo de aviso.
—¿Acaso fuiste manipulada antes? —preguntó Yaina.
Andrea frunció el ceño y negó con su cabeza
—No.
Aunque la duda ra visible en sus ojos. Anais sabía que algo no iba bien con su hermana.
—Por ahora no le demos mucha importancia —contestó yaina, soltando un leve suspiro—. Solo intenta no montar tanto escándalo, ya es la segunda vez.
—Ya, es algo que al parecer hago sin querer —murmuró Andrea, levantándose del suelo con la ayuda de su hermana y de Jame—. ¿Se recuperará rápido?
—¿Quién? ¿Ann? —preguntó Yaina, a lo que Andrea afirmó—. Me sorprende que preguntes.
Andrea miró de reojo hacia Lucas, estaba observándola con cierto desprecio.
—A pesar de lo ocurrido, sé que no actué bien y... sé que no tenía malas intenciones.
Anais se quedó atónita ante esas palabras.
«¿Qué te ha pasado, Andrea? ¿Por qué actúas así de rara?»
—Chicos por favor, no tenemos mucho tiempo, si podríais hablar atrás mientras hacemos las demás pruebas —pidió Uin, mirando hacia el grupo para luego sonreír—. De hecho, vosotros dos... Jame y Yaina, ¿verdad? Es vuestro turno.
Los mencionados se giraron, sorprendiéndose porque les tocaba hacer la prueba. Mientras las hermanas volvían con los demás, Anais vio como Lucas las observaba con una notoria ira.
«Hemos empezado de la peor forma».
—Me alegra ver que aun los noilens se atrevan a venir aquí —contestó Eion con una sonrisa relajada—, pero no solo eso. Parece que algunos quieren seguir cierto legado.
Anais frunció un poco el ceño ante esas palabras y miró hacia Jame y Yaina. ¿Acababa de oír bien?
—Sea cual sea el caso —continuó Eion—, me gustaría ver vuestras capacidades.
—Empezaré yo primero —aseguró Yaina, moviendo sus brazos para ver como las pulseras de sus brazos brillaban como nunca.
—Creo que en tu caso no es que sea del todo necesario,Yaina. Tus golpes son de los más explosivos según marca la ficha que tenemos aquí —aclaró Eion para luego mirar a Jame—. Quien me interesaría ver las capacidades, es de ti, Jame.
Las manos de Jame temblaban como gelatina junto a la tensión presente en sus hombros. Sonrió nervioso para luego soltar un largo suspiro.
—Maldita sea...
Derrotado, trató de levantar su mano derecha, viéndose como unas pequeñas piedras se elevaban ante su mandato. Esto captó la atención de algunos, mientras que otros se reían de su inútil intento.
A pesar de la situación tan vergonzosa, Jame se sintió acompañado cuando vio la sonrisa cariñosa de Yaina. Sabiendo que çel siempre intentaba con todas sus fuerzas levantar algo más que rocas pequeñas.
—¿Solo controlas eso? Se dice que tu raza leía las mentes y controlaba los animales —recordó Uin.
—Aún estoy aprendiendo —respondió Jame avergonzado—. No pude dedicarme a ello.
—Entendido, habrá que mejorar en eso. —Tras eso, el profesor miró hacia Yaina. La cara de pocos amigos que tenía dejaba en claro que no tenía problema en demostrar sus poderes con una pelea—. Podéis descansar. Venga, los siguientes de la lista, apurad.
Mientras el profesor atendía a los demás alumnos, Jame no supo donde mirar al darse cuenta que había hecho el ridículo. Rascó su cabeza frustrado, intentando calmar esa vergüenza, pero el abrazo amistoso de Yaina logró ponerle más nervioso.
—Yaina, no me intentes calmar, he hecho el ridículo —murmuró Jame.
—No creas —intervino Andrea—. Lo has hecho bien, se nota el esfuerzo que le has metido y no eres el único, muchos de aquí no saben controlar sus poderes, como yo.
—Es verdad —murmuró Jame, para luego levantar poco a poco su cabeza y mirarla con atención—, pero aun así no me voy a quedar conforme con lo que hice, debo mejorar más.
—Si todos metemos de nuestro empeño, podremos conseguirlo —aseguró Yaina para luego mirar a Andrea—, por cierto, he de admitir que el puñetazo que le diste a Ann fue directo y veloz, ¿dónde aprendiste a pegar así?
—Voy al gimnasio y a veces suelo meterme en peleas de barrio —respondió Andrea.
—Pensaba que entrenarías con tu hermana —admitió Yaina.
—No me gusta las peleas cuerpo a cuerpo —aclaró Anais.
—Bueno, al menos aprendes tus poderes, ¿no? —preguntó Jame.
Aquella pregunta era un golpe bajo para Anais, pero aun así se mantuvo en silencio con una sonrisa tranquila, aunque en su cabeza se culpaba por no ser útil.
—Ah, creo que no hice una buena pregunta —murmuró Jame con timidez.
—No te culpes, no sabías que no tenía poderes y que solo soy... alguien —respondió Anais.
—Oye, no te desanimes —intervino Yaina con un tono un poco más amable al habitual—. Normalmente los hermanos comparten algo en común en cuanto poderes.
—¿Tú crees?
—Sí, Jame tiene esos poderes como el control de las piedras, telepatía y demás, por lo que sé que también los tendré... Aunque ahora mismo no me interesa porque quiero mejorar en mi defensa personal y no sé bien por dónde empezar.
—Boxeo —contestó Andrea, recibiendo una mirada extrañada de Yaina—. Es una forma de combate agresiva, dos personas se pelean con una protección adecuada y en el ring se empiezan a pegar hasta que uno caiga al suelo derrotado o diga que no puede más.
—Oh, eso suena interesante, nunca había oído algo igual, ¿de dónde viene eso? —preguntó Yaina, curiosa.
Anais y Andrea se quedaron en blanco ante su pregunta, ¿cómo no podía saber eso si era algo muy común?
—Es muy típico de nuestra raza. Te podría enseñar porque tengo mucha experiencia adquirida —explicó Andrea—. Si quieres luego te doy unos consejos y otras partes de defensa y ataque.
—¡Sería genial!
—¡Andrea y Anais! —llamó Uin, provocando que las mencionadas se giraran—. Venid aquí, sois las últimas en poneros a prueba.
Mientras las dos mencionadas se movían, Anais vio como la puerta se abría para encontrase con Eion con una cara de pocos amigos, murmurando palabras que no pudo entender. Por un momento, miró a su hermana mayor, sabiendo que ella había escuchado sus palabras.
—No está de buen humor —murmuró Andrea a Anais—, y parece que está tenso por algo que no he podido comprender. Parece que habla en clave.
Anais afirmó en silencio para luego acercarse a los profesores.
—Veo que hiciste casi todas las pruebas —supuso Eion, cruzando sus brazos—, solo faltan ellas dos.
—Sí, así es —afirmó Uin con una sonrisa suave—. Ah, se me olvidaba. Los que terminasteis, podéis descansar ya.
Ante tal noticia, muchos de los alumnos se fueron a la cafetería a aprovechar los treinta minutos de descanso. A las hermanas no les pareció bien, pero no les quedaba otra que apurar y terminar aquella clase que se les hacía ciertamente eterna.
—Bien, Anais. ¿Qué tienes que nos pueda sorprender? —preguntó Eion.
—Ehm... N-Nada en especial.
Anais quería ser honesta antes de hacerles perder el tiempo, aunque sonara un poco borde y viera la preocupación en sus rostros. Capaz se pensaban que por ser hermana de Andrea tendría unos poderes similares, pero esto era erróneo.
Hicieron varias sugerencias. Pelear con los puños, se negó porque no poseía la misma fuerza que su hermana. Los profesores le decían que no era tan difícil y que solo era empezar a entrenar. Anais solo suspiro con pesadez.
—Mi hermana lleva entrenando algunos meses yendo al gimnasio. No solo eso, se peleó con algunas personas. Tiene experiencia, yo no, por eso me niego a pegar a alguien con mis puños, de pensarlo me da miedo —admitió Anais mientras me cruzaba de brazos.
Andrea la miró intranquila, pero a la vez atenta por si los profesores le decían algo indebido.
—A lo mejor sabe luchar a distancia —supuso Uin—. Me he fijado que ella tiende a observar mucho su alrededor, eso viene bien para aquellos que luchan a distancia con armas o poderes.
—Un arco. Démosle un arco —decidió Eion mientras iba a por el arma en cuestión.
«¿En serio voy a practicar tiro con arco?», se preguntó Anais atemorizada.
Andrea, dándose cuenta del rostro de su hermana, la miró con una sonrisa calmada y alzó sus manos para hacer un gesto con sus dedos de "todo iba a ir bien", pero, a pesar de sus ánimos, Anais se sentía agobiada.
El profesor no tardó en darle un arco hecho de madera para luego acompañarla al exterior donde le indicaría dónde disparar. Ya allí, estarían cerca del campo de fútbol donde a su alrededor había unas dianas que Uin había puesto para la ocasión. Una vez explicado todo, Eion se alejó y le dejó todo a su cargo.
«Esto va a salir horrible».
Anais estaba con unos nervios de acero mirando hacia la diana que parecía haberse duplicado por no poder concentrarse. Cerró sus ojos con pequeñas lágrimas que caían en sus mejillas, repitiéndose una y otra vez que no era capaz, que jamás iba a ser como su hermana, conseguir algún poder o hacer algo útil en su vida.
«Te olvidas muy fácil de ese día, de lo que hiciste cuando tenías catorce años».
Pero una voz a sus espaldas hizo que se relajara por completo. Hombros, brazos y piernas sintieron una brisa fresca que retiró todos sus males. Abrió sus ojos llorosos, viendo como por un momento unas partículas azuladas salían de lo que parecía ser sus ojos, aunque no solo eso, sangre caía por su nariz como siempre le había pasado desde pequeña.
A pesar de la inusual situación, movió sus brazos como si algo se lo indicara, apuntando hacia la diana. Parecía ser una presencia relajante, como la voz de un guía que poseía la experiencia y la paz, incluso parecía ser la voz de algún familiar cercano.
En medio de esa determinación y lucidez, Anais miró el arco con asombro al ver como unas partículas azules salían de sus manos.
«Solo confía en mí una vez más, Anais, y juro protegerte como aquella vez».
Y tras aquellas palabras, disparó la flecha, paraluego perder la consciencia.
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