Capítulo 36: Regresar como un héroe.

Anais y Lun estaban atentos a su alrededor, les era inusual que los bosques transmitieran una paz poco propia a lo que vivieron antes. Sentían que era una trampa más, por lo que estuvieron atentos a cualquier movimiento a la vez que sus oídos escuchaban todo.

La joven miraba hacia Lun con cierto asombro. Telas e hilos eran la creación del ser alto de pieles marronáceas un tanto sucias. Sujetaba la aguja con decisión en su mano derecha como si fuera un arma, observando a su alrededor mientras su mano izquierda protegía con cuidado lo que eran pequeños muñecos de Lucas y Ann, atados por una cuerda.

Creía que ellos dos aún estaban conscientes mientras Lun se mantuviera con vida, por lo que tendría que ir con cuidado con las acciones que tomara.

Agarraba su arco con decisión mientras avanzaban porque sí, habían decidido avanzar en busca de los documentos en vez de esperar. Y sabía que era arriesgado, era consciente de que cada paso que daba era un peligro que iba aumentando a más, pero sentía que no podía perder más tiempo. Ahora que las anomalías parecían haberse debilitado, tendrían que aprovechar el momento.

«Lun me prometió que sería mis oídos, pero sé que no serán como los de mi hermana. Debo estar atenta de igual forma», pensó, observando como el bosque parecía tomar vida propia por culpa de la oscuridad en la que estaban envueltos, donde la Luna no era testigo de sus acciones.

Tuvo la idea de usar una flecha para iluminar su camino, pero no fue tan necesario cuando una brisa brusca movió su cabello sin permiso, provocando que ambos se giraran y vieran a la lejanía un brillo amarillento que les dejó sin palabras. Anais agudizó su vista, confirmando lo que les parecía imposible.

—S-Son los documentos...

Lun fue el primero en reaccionar, yendo a por los documentos sin pensarlo dos veces. Anais despertó de sus pensamientos, intentando detenerle porque temía que pudiera ser otra trampa. ¿Qué hacían ahí? Se encontraban en medio de los bosques cuyo alrededor parecían formar un círculo perfecto, una trampa perfecta que cualquiera podía caer, pero que al parecer a Lun no le importaba por culpa de sus ansias de acabar con el problema.

Al no poder alcanzarle, preparó varias flechas para dispararlas, rodeando a Lun de los posibles ataques que recibiera, pero para su sorpresa, nada le habría ocurrido. Llegó y agarró los documentos con una posición de alivio y orgullo.

—¡Los tenemos! —gritó Lun.

Anais sintió la emoción recorrer su cuerpo mientras avanzaba a la mayor velocidad posible, cayendo lágrimas al saber que por fin habían terminado con el problema. Ya enfrente de Lun, pudo agarrar los documentos con sus manos, apareciendo miles de palabras que no las podía comprender.

—¿Q-Qué es esto? —susurró Anais.

Se veía envuelta en lo que parecía ser una dimensión distinta, una en donde sus ojos observaban la luz rodearla poco a poco junto a esas palabras que no comprendía. Sentía que estaba envuelta por la pureza junto a los misterios de un documento que le parecía enseñar algo más que el planeta.

Aquella realidad tan inusual no la había vivido Lun, que se preocupó al ver como los ojos verdosos de Anais cambiaban a unos totalmente azules, como si fuera consumida por los documentos que le parecían hablar. Angustiado, intentó despertar a Anais como mejor pudo, pero se dio cuenta de que no reaccionaba.

—Es lo que tiene ser alguien de raza pura.

Y que, por desgracia, estuvieran rodeados.

Lun se puso en posición, agarrando a Anais para evitar que recibiera golpes graves. Usaba la aguja como una espada, mirando en los bosques donde se encontraban escondidas las anomalías que los rodeaban, mostrando los ojos sin vida junto a una sonrisa llena de crueldad, una que a Lun no le gustó.

—Los documentos son realmente importantes, tocarlos como si nada no es algo que se deba hacer, menos si es alguien inexperta, ¿entiendes? Es asimilar mucha información —continuó hablando la voz, una que deshacía los hilos de Lun, similar a que su piel se ponía de punta—, pero esa información no te importa si ahora mismo eres impuro ante tu fusión.

Lun tuvo que girarse rápido hacia su derecha, matando a una anomalía que iba a sus espaldas, pero no fue la única, tuvo que hacerlo varias veces hasta que se dio cuenta que cada ataque que daba, le iba debilitando poco a poco.

—¿Por qué no nos lo pasamos un rato en grande? —preguntó la voz, una que ponía angustiado a Lun—. Creyeron que me habían matado con sus poderes inútiles, pero la verdad, ahora voy a demostrar que no solo Caos puede sorprender, sino que nosotros, los Virus, también.

Ante esas palabras, Lun tuvo que apartar a un lado a Anais, recibiendo un corte limpio y rápido en su rostro, uno que le dejó con una marca horrible en su mejilla, nariz y no podía ver en su ojo izquierdo. Se cubrió su rostro apareciendo agujas que cosían su piel.

—Ah, regeneración como nosotros. Qué interesante —murmuró el virus, oculto aún en las sombras con sus ojos verdosos observando con atención—. ¡Esto será divertido, ¿no?!

De nuevo, varios cortes profundos iban al cuerpo de Lun, quien intentaba protegerse como mejor podía, pero le era imposible por la velocidad. Escuchaba la risa del ser mientras las anomalías iban acercándose poco a poco a Anais, quien había caído inconsciente. Aquello puso en alerta a Lun, que como mejor pudo, agarró a Anais en un abrazo para salir corriendo de los bosques.

—¡Oh, venga! ¡Si me lo estaba pasando bien! ¿¡Acaso quieres terminar con la diversión?! ¿¡Acaso quieres morir ya?!

Aquellas palabras no solo lograron intimidar a Lun, sino que sentía la pesadez encima junto a la dificultad de poder ver, escuchar y respirar. Cada paso que daba era una duda, ¿iba en la dirección que correspondía? ¿Estaba huyendo de verdad? Era algo que desconocía, más cuando la oscuridad parecía tomar más forma junto a las risas que oía a su alrededor, logrando alterar y que al final intentara hacerles frente.

—¡Qué valeroso, pero tan imprudente!

Una acción que le provocó una grave y profunda herida en su pecho, haciéndole escupir lana de su boca, como si fuera la sangre. Cubrió su boca mientras temblaba sin parar, viendo miles de ojos junto a la presencia del ser que sonreía con malicia, recuperando a su estado original su brazo izquierdo.

Sumido por el miedo, sus ojos se dirigieron hacia Anais, quien recuperaba poco a poco la consciencia. Su cabeza no pudo pensar nada más que huir, y lo hizo. Agarró a Anais de la camisa como mejor pudo para salir de ahí, o eso intentó, hasta que sintió como cortaban sus piernas. Lun cayó contra el suelo junto con Anais, quien logró despertar y darse cuenta de su alrededor.

Anais veía como los bosques que habían cruzado parecían parte de una película de terror donde la oscuridad parecía ir modificando todo a su gusto para dejar ese pánico en el cuerpo de cualquiera, más cuando los ojos blancos llenos de ira y deseosos de guerra iban apareciendo, observándo solamente a ella.

Intentaba dar varios pasos hacia atrás mientras miraba el cuerpo de Lun, quien intentaba darle un mensaje para que huyera, pero no fue posible cuando el virus puso su pierna derecha en la cabeza del muñeco, transformándola en una cuchilla que perforó la cabeza sin compasión alguna.

Si bien era cierto que lo que salía era lana, Anais no pudo evitar ponerse las manos en su boca con los ojos llenos de lágrimas. Había matado a Ann y Lucas como si nada.

Temblando y observando al virus, trató de invocar su arco para dispararle, pero sus manos fueron agarradas por las anomalías que salieron de los bosques, teniéndola retenida en el sitio.

—¿Cómo os podéis creer que ibais a tener los documentos? —preguntó el virus con una sonrisa amplia—. ¡Absurdo! ¿De verdad crees que había esa esperanza? No, menos si nosotros tenemos el objetivo de cumplir su misión.

Anais no era capaz de comprender bien sus palabras, solo intentaba mover sus brazos para zafarse, pero sus intentos solo la dañaban, dejándole cortes en la zona.

—Habéis matado un montón de anomalías, ¡enhorabuena! Pero es tan nulo vuestros intentos, ¿no os dais cuenta que renacemos? Renacen mientras yo las guio a este lugar con mi poder por lo que, se podría decir que son anomalías infinitas que van a por vosotros —aseguró, acercándose a Anais hasta poder agarrar su mentón—. Mientras existan planetas desechos y gente imprudente usando los poderes, siempre renaceremos.

—P-Pronto eso terminará. T-Todos serán códigos y no tendréis opción a revivir —contestó Anais.

El virus no pudo evitar reír con fuerza, apretando el mentón de Anais.

—¡Tan inocente y estúpida! ¡No tienes ni idea de lo que dices! ¡Puede ser que esa opción sea viable! Pero hay más opciones para revivir, ¡mientras los errores existan, todas las normas serán nulas!

Anais no pudo evitar que las lágrimas cayeran mientras observaba alrededor del ser, como parecía corromperlo poco a poco como si estuviera dentro de un ordenador contaminado por un virus, acabando con todo sin compasión. ¿No era irónico? Lo que creía que era algo que solo ocurría en ordenadores, pasaba a una realidad que vivía ahora mismo. Absurdo, pero posible.

Intentaba deshacerse del agarre mientras observaba el virus que preparaba su brazo derecho, modificándolo a su gusto para que fuera una cuchilla. Apuntó hacia Anais sin dudar, sonriéndole con malicia.

—Venga, eres la hermana de Andrea, deberías sorprenderme con algo, ¿no? —preguntó divertido—. ¿O te quedarás quieta sin hacer nada?

Anais, a pesar de sentir rabia en su interior por ser incapaz de hacer algo, solo pudo cerrar sus ojos y susurrar:

—Andrea, ayuda...

—¡Penoso!

Esperaba el momento de la verdad, el peor corte que iba a recibir, pero jamás ocurrió, más bien sintió como el fuego iba recubriendo sus brazos junto a una gran ventisca que movió su cabello castaño. Confundida, abrió sus ojos para ser abrazada de un lado por Mikuro, quien tenía la espada enfrente recargada de electricidad.

Por un momento Mikuro miró hacia Anais, sonriéndole con calma, pero para Anais no le era suficiente, deseaba ver a la mujer de colores rojizos sujetando su espada con decisión, mirando hacia el virus con una clara rabia visible en sus ojos.

—Oh, claro, ahora si acudes a su llamada —respondió con interés.

Andrea sujetaba la espada mientras movía un poco sus piernas y su brazo derecho. Crujió su cuello de un lado a otro, para de repente envolverse de una gran cantidad de llamas. A los ojos de Anais no se podía creer como detrás de Andrea, una luna oscura la acompañaba, siendo la energía que le quedaba gracias a Creni.

—Yo tengo una maldita norma —habló Andrea con decisión y rabia—. Nadie hace daño a mi hermana.

https://youtu.be/cg2FFf20ng0

Andrea analizó bien el ser que tenía enfrente. Era similar a una anomalía, pero mucho más inusual de lo que pensaba. Sus ojos no eran como el de las anomalías, sino que en el izquierdo eran seis puntos que formaban un hexágono en cuyo centro estaba el ojo, mientras que el derecho parecía ser lo que marcaban las pulsaciones de su corazón, indicando la vitalidad que tenía. Su apariencia era alta, sobre unos dos metros o algo más, portando unas vestimentas que parecían ser sábanas blancas atadas, dándole una apariencia imponente.

—Llegaste a tiempo para salvar a tu hermana, ¡qué admirable!

—Pesaditos con ese tema, ¿eh? —murmuró Andrea, cargando sus manos de fuego mientras le observaba.

—Lo siento, pero es que te has hecho muy conocida entre nosotros, y no es de extrañar, ¡¿cómo podemos ignorar el hecho de que te has unido con dos anomalías?! ¡Dos! —repitió emocionado, abriendo sus brazos para posicionarse en combate—. No hay ni un caso donde esto haya podido ocurrir. Eres una excepción y por ello todos te conocen bien, ¡incluso has tenido el honor de conocerle!

—¿Y dónde está? Ese maldito me dijo que se enfrentaría a mí —contestó Andrea, recibiendo una escandalosa risa de parte de aquel virus.

—¡¿Lo dices en serio?! ¿¡Quieres enfrentarte a él con ese nulo poder que tienes?! —preguntó entre risas—. ¡Con tan solo un chasquido de sus dedos acabarías muerta! ¡Estúpida humana!

Andrea apretó los dientes con rabia, cerrando su puño para lanzar rápidamente una bola de fuego que fue directo a su rostro. El contrario solo se rio, bloqueándolo sin apenas complicación, aunque no se esperó la rápida aparición de Andrea enfrente suya para darle un rodillazo en su estómago para levantarlo del suelo. Al aterrizar, Andrea puso sus manos contra el suelo para invocar un rayo justo encima suya, pero por desgracia esto lo esquivó con rapidez.

—¡Claro que sabes pegar! ¡Con la una luna de tu lado, cualquiera puede! —gritó el virus entre risas—. ¡Ah! Irónico, siendo alguien que debe rendir honor al Sol, y eres bendecida por la Luna, la única que no parece rendirse en esta situación.

Andrea frunció el ceño ante sus palabras, no le entendía, y sentía que mucho no le iba a comprender durante la batalla, por ello mismo se posicionó para ir a por él de nuevo.

—Sabes pegar, eso es un mérito que te tengo que dar, pero te va a costar mucho más que eso para derrotarme.

Trató de darle varios puñetazos al virus, pero de poco servían si los esquivaba como si nada, riéndose de sus intentos,. Cuando se alejó, Andrea le observó con detenimiento. Sabía que no iba a ser fácil, enfrente suya tenía a alguien que desprendía una gran agresividad y confianza que no había visto. Tenía que ir con cuidado, más si Solace y Alias, le chivaba que posibles ventajas tenía.

—¡Sois unos privilegiados! —gritó el virus, emocionado—. Pocos tienen el honor de conocerle en persona, de sentir su presencia y que sus manos toquen vuestra cabeza, ¡me da hasta envidia!

—¡Eres un maldito enfermo! —gritó Andrea.

—¡Ya no solo te da esa oportunidad de seguir con vida con esas dos anomalías! Sino que encima, ¡encima! ¡Os quiere ver a futuro para haceros frente! ¡Que los números me maldigan, pero no voy a dejar que una bendición como vosotros siga con vida!

—¿En serio me tiene envidia? —pregunté Andrea en un susurro, alzando la ceja.

—En parte normal que te envidien si eres la única que tolera dos anomalías y has podido verle —explicó Solace en un susurro.

—Parecen idiotas alabando a un dios cobarde —susurró Andrea.

De inmediato, tuvo que hacerse a un lado para evitar un ataque directo a su pecho. Tras esquivarlo, usó la espada para intentar cortarle su brazo derecho, pero rápidamente transformó su cuerpo en una pequeña esfera para moverse alrededor de Andrea.

—¡Todos hacen lo mismo! ¡Malditos obsesionados! —gritó el virus con rabia.

Posicionándose, Andrea tuvo que prestar atención a su alrededor, no podía verle y su velocidad parecía aumentar a más, lo bueno era el ruido que desprendía, por lo que se hacía una pequeña idea de donde se encontraba, protegiéndose con su espada, generando una corriente de aire a su alrededor.

—¡Tengo tantísimas dudas! —gritó el virus—. ¡Es un honor poder haceros frente! ¡Y pensar que podré mataros será aún más divertido! ¡Deseo ver como él me alaba y me admira por haber acabado con vosotras! ¡Será tan divertido!

—¡Lo tuyo es obsesivo!

Rápidamente puso la espada enfrente, bloqueando un puñetazo que iba hacia su cara. Sus miradas se encontraron, demostrando las ansias y la rabia mezclada en un deseo de acabar con su enemigo. Andrea, soltando un grito lleno de rabia, soltó la espada para darle un puñetazo al rostro, tomándole por sorpresa y que este se alejara con varios pasos hacia atrás.

—¿¡Cómo es posible que vosotros dos le traicionéis?! ¡Él nos dio una oportunidad, una maldita esperanza!

—¡Qué pesados son con ese tema! —gritó Solace—. ¡¿Qué esperanza?! ¡No ha hecho nada por nosotros, solo utilizarnos!

— ¡Me niego a tener una vida así donde solo voy a sufrir! —gritó Alias.

—¿Entonces queréis servirle a la Cordura? ¡Aún con toda la verdad que os presenta en vuestras mentes, ¿queréis desobedecerle?! Tantos años han pasado desde que todo ocurrió, el único capaz de devolvernos lo que nos quitó Cordura. ¿¡En serio nos traicionaréis?!

Andrea le costaba seguir un poco el hilo de la situación, solo apretaba sus puños mientras le miraba, pensando en su siguiente movimiento. En ocasiones miraba de reojo a Mikuro, quien protegía a Anais. La sorpresa la impacto al ver que tenía los documentos, intentando comprender lo que ponía a la vez que crear la norma.

«Tiempo... debo hacer tiempo», pensó Andrea, mirando hacia el virus.

—¡Dos anomalías que confían ciegamente en los Números! ¡Penoso!

—¡Cállate, joder!

Sin dudar Andrea soltó todo el aire a su alrededor, generando un gran tornado a sus pies que los elevó por los aires. Hacer esto fue una mala idea, ya no solo porque destrozaba los bosques en donde se encontraban, formando un gran desastre a su alrededor, sino que Andrea no era muy buena manteniéndose en el aire con el tornado de por medio. Se movía por el viento brusco y violento que había generado al igual que el virus.

—¡Los errores es algo en lo que deberíais confiar sin dudar! —continuó gritando—. ¡Tantísimos años han pasado desde ese entonces! ¡Ella nos mató por su inmadurez! ¡Por no saber usar sus poderes! ¡¿Y él?! ¡Encerrado por tantos años hasta que le liberaron y juró acabar con todos los que nos hicieron daño!

—¡Esa es la maldita versión que tú conoces! —gritó Solace con dificultad—. ¿¡Acaso sabes la de ella?!

—¿¡Por qué debería creer a una diosa que mató a todos sin compasión alguna?! ¡Decía que lo amaba! ¡Claro! ¡¿Por eso lo encerró para toda su vida?!

Andrea expulsó el fuego de sus manos, provocando que este se moviera por todo el tornado, creándose así la destrucción en el que el virus intentaba salir como mejor podía. Eso era luz y le hacía demasiado daño.

—¡Me decepciona tanto vuestra actitud! —Su voz se escuchó a la derecha de Andrea, haciéndola girar y verle enfrente—. Qué remedio, ¡habéis caído ante la Cordura!

Trató de golpear el pecho de Andrea, pero pudo bloquearlo a tiempo gracias a que la espada se movió, aunque por desgracia Alias se quejó de dolor mientras el virus los observaba con un odio incontrolado.

—Eso, o hay algo que tanto a él como a ella les interesa...

—¡Deja de hablar en clave! ¡Mierda seca!

—¡Una cobarde como tú no me va a intimidar!

—¿¡Qué has dicho?!

Sin dudar, Andrea le agarró de la cabeza para darle un cabezazo, provocando que el virus fuera directo contra el suelo mientras el tornado iba desapareciendo.Levantó su mano derecha para rápidamente bajarla, invocando un gran rayo que fue hacia el virus, pero por desgracia, le dió tiempo a moverse.

Ante esto, Andrea impactó contra el suelo, respirando con dificultad y sintiendo la culpa de haber destrozado y quemado la naturaleza que les rodeaba, pero aquello no podía ser remediado hasta que terminara con la vida del que se interponía en su camino.

—¿Qué le interesaría a Caos de ti? ¿Os conoce acaso? ¿Y qué le interesaría a Cordura de ti? ¿También os...?

—¡Cállate! ¡Eres demasiado pesado con algo que a nadie le importa! —chilló Andrea, perdiendo la paciencia.

—¡Tus palabras necias se pagarán muy caro a futuro! ¡No tienes ni idea del origen que durante tantísimos años han surgido todo tipo de problemas! ¡Todos son conscientes de ello! ¡Saben la gran guerra que hay aparte detrás de todo esto!

La actitud desesperante e insistente del virus iba cabreando poco a poco a Andrea. Cargaba sus brazos de fuego, lista para luchar una vez más. Respiró con profundidad, expulsando el aire entre sus dientes mientras las llamas salían como si fuera la furia de un dragón, para así ir directa hacia el virus, aunque no lo haría sola porque a las espaldas del virus, Mikuro intervino clavando las tijeras cerca de su cuello.

—¡Dos contra mí! ¡Un claro temor!

Como mejor pudo, el virus retiró la espada tras modificar su cuerpo, moviéndose hacia un lado. Se encontraba flotando en el aire con aquella forma esférica mientras se burlaba, mostrando los documentos que sacó de su cuerpo.

Aquello tomó por sorpresa a ambas, girándose de golpe para ver como Anais respiraba con dificultad, escupiendo sangre de su boca mientras agarraba su estómago. No sabían bien cómo, pero aquel virus le había dado tiempo a moverse para tomar los documentos o a lo mejor fueron las anomalías las cuales algunas lograban mantenerse en pie.

La ira fue cegando a Andrea, apretando sus puños mientras le miraba.

—¡¿Sabes lo que hacen los documentos?! ¡Tantas opciones! ¡Tanto poder! En los orígenes nadie comprendía lo que podían hacer, pero Caos supo entenderlo de inmediato ante su genialidad —explicó entusiasmado—. Los documentos son capaces de reunir toda la información de un planeta. ¡Una joya única con todo...!

Andrea se hartó de sus palabras, moviéndose a la mayor velocidad para aparecer encima de la cabeza del virus. Cargó sus brazos de fuego y electricidad, mirandole con ese odio reflejado en sus ojos. El virus estaba listo para esquivar su ataque, pero ver que sus piernas estaban congeladas por Mikuro hizo cambiar sus planes, recibiendo el golpe de lleno en su cabeza y, con ello, impactar contra el suelo.

Pero para Andrea no era suficiente.

Con rapidez, Andrea aterrizó al suelo para ir a por el virus, iba a agarrarle con tal de darle los peores golpes que jamás iba a conocer, pero sus intenciones no pudieron ser cumplidas cuando el virus apareció enfrente suya, dándole una patada en su mentón que le hizo dar varios pasos hacia atrás.

Ante esto, Mikuro intentócongelarle, pero por primera vez vio algo que la dejó sin palabras, como el hielo que iba a congelar las piernas del virus, lo traspasaban como si fuera inexistente, siéndole imposible agarrarlo.

En medio de la situación, Anais, con la mirada centrada al virus, logró dispararle, pero la flecha no le habría dado, provocando que el virus se riera de sus acciones. Listo para atacar con sus brazos modificados a cuchillas, sintió cómo de golpe era rodeado por electricidad, una que le hizo gritar de dolor.

—Esa fl-flecha no iba hacia ti —murmuró Anais con una sonrisa traviesa—. ¿No sabes que mis flechas dan energía?

El virus se giró poco a poco para ver como en el brazo derecho de Andrea tenía una flecha clavada, haciéndola ver cómo alguien tenebrosa junto a la rabia mezclada.

—Te lo dejo todo a ti, hermanita

Anais cayó hacia un lado inconsciente. Andrea respiró lentamente desde su garganta, siendo escuchada por el virus que sentía el pánico en su cuerpo al ver como el fuego que generaba era cada vez mayor. Incluso Mikuro se sentía intimidada ante tal hecho, pero no quiso perder tiempo y fue a por Anais para agarrarla y protegerla antes de que el virus hiciera algo.

—Te he dicho...

En el cuerpo de Andrea, la electricidad iba rodeándola de un lado a otro, una que en su interior la hacía gritar de dolor a la vez que temblaba sin parar, pero no le importaba, solo sonreía con nerviosismo mientras apretaba sus puños, posicionándose para el combate mientras miraba al virus con aquellos ojos rojizos llenos de rabia. Estaba lista para ser el volcán inactivo durante miles de años que arrasaría con todo, aun si era lo último que debía de hacer.

A una gran velocidad, apareció enfrente para que su puño derecho, a ojos del virus, fuera uno propio de la mano de un titán que contenía el poder no solo del fuego, sino que del Sol. La rabia era reflejada en esos ojos que ya no conocían la paciencia ni la compasión, sólo el deseo de la destrucción.

—¡Que a mi hermana he dicho que nadie la toca!

Su mano derecha agarró la cabeza del virus con todas sus fuerzas, logrando impactar contra el suelo y que una enorme columna de fuego saliera de su brazo, quemandolo vivo, no solo eso, con el chillido que pegó Andrea, parecía haber invocado las nubes que demostraban la gran rabia que tenía, apareciendo rayos llenos de gran tamaño y fuerza que les dio de lleno a ambos.

El virus gritaba de dolor. Andrea reía como una maniática.

Desde sus adentros juraba que ese virus iba a sufrir como nunca, le daba igual sus palabras de clemencia, había dañado dos veces a su hermana y eso era sentenciar su muerte, una que jamás iba a olvidar, por ello mismo no dudó en agarrar la cabeza del virus para arrastrarla por los suelos y luego levantarle a los aires.

Era sorprendente como ese virus aún se podía mover, pero no tan rápido como antes porque en cuanto vio a Andrea, sintió el pánico recorrer su cuerpo. Andrea se rio ante su actitud, apareciendo enfrente suya para darle una patada envuelta de fuego en su cara que le haría impactar contra el suelo, creando grietas en este a la vez que destruía la vegetación de su alrededor.

—¡Suelta los malditos documentos! —gritó Andrea.

—¡Jamás! ¡Por Caos cumpliré mi...!

Sus palabras se interrumpieron ante la intervención de Mikuro que intentó cortar su cabeza con sus tijeras, pero el virus logró esquivarlo a tiempo, moviendo su cuerpo hacia un lado.

—¡Nunca! ¡No lo obtendréis nunca!

https://youtu.be/fO0jbYMGclY

Para cuando quiso hacer algo con sus manos, una flecha sería clavada en su cabeza, escuchando un gran grito de dolor mientras miraba hacia sus espaldas, viéndose a Anais con máscara puesta, dando a entender que Hertian luchaba a su lado con el arco en sus manos mientras dejaba ver el destello que había caído en el suelo.

Porque sí, Anais durante todo este tiempo se había llevado el destello a su lado.

Aquello fue una opción para el virus, pero Andrea se lo retiró de inmediato, impactando en su cabeza para pisar con rabia su cabeza con su pierna derecha, soltando un gran campo de electricidad a su alrededor mientras Mikuro levantaba sus tijeras para cortar sus brazos. Sufriendo y gritando de dolor, el virus por fin soltó los documentos de su cuerpo, siendo Mikuro quien se haría a un lado para tomarlos a gran velocidad y correr hacia Anais.

—¡No voy a dejar que me quiten esta oportunidad! —gritó el virus con gran dificultad, algo que asombró a Andrea porque, a pesar de todo los golpes, seguía con vida—. ¡Me niego! ¡Ya viví esto una vez con la diosa de la Oscuridad! ¡No voy a dejar que ocurra otra vez!

—¡Anais o Mikuro! ¡Escribid las normas! —gritó Andrea mientras intentaba retener sus movimientos bruscos que hacía con sus brazos.

—¡Solo un intento más, señor! ¡No le voy a decepcionar!

Para ese entonces, una horrible presión hizo que los presentes se sintieran más pesados a la vez que angustiados, sintiendo a sus espaldas un escalofrío que parecían ser como agujas, unas que dejaban mudos e inmóviles a los presentes. Andrea, como mejor pudo, giró poco a poco su cabeza, viendo a lo lejos una figura que no podía identificar bien, pero que observaba en silencio con los brazos cruzados.

—¡Sé que está ahí! ¡Por favor! —chilló el virus.

—¡Andrea, corta su cabeza! —gritó Mikuro.

Haciendo caso, agarró la espada para moverla con rapidez, pero justo cuando tocó su cuello, el horrible ruido de un metal chocando contra un arma hizo que Andrea se quedara sorda por unos segundos, cubriendo sus orejas mientras se quejaba de dolor, aunque eso no era todo, el escalofrío de su espalda pasó a más, sintiendo como agujas clavándose todo el rato mientras ese ruido pasaba a ser como el de una televisión mal sintonizada.

—Está bien, solo porque quiero ver algo interesante.

—¡Soy un bendecido!

El grito lleno de rabia y alivio salió del virus que despareció. Andrea cayó con una rodilla al suelo, viendo como Anais era encerrada en una esfera oscura,. A su vez, vió como Mikuro era golpeada sin compasión alguna, con una gran violencia que logró enviarla lejos del combate.

Sin poder creérselo, se dio cuenta de cómo ese virus reía como desquiciado mientras se acercaba a Anais que aún seguía encerrada. Esa esfera oscura torturaba al que estaba dentro, le hacía sentir un eterno sufrimiento del cual nadie podía salir hasta que esta terminara por sí sola, y a aquello le ponía en alerta a Andrea mientras cargaba el fuego de su cuerpo, escuchando la risa confiada del virus, poniendo su mano derecha en la esfera.

—Déjala... —murmuró Andrea con dificultad.

El virus giró hacia Andrea por unos segundos, sonriendo con total confianza.

—¿O sino qué? —preguntó el virus, mirando hacia Andrea mientras se reía sin parar—. ¡No eres nada contra mí! ¡Fui bendecido! ¡Salvado para acabar con vosotras! Y eso es lo que...

La risa de Andrea hizo que el virus se quedara impactado, más cuando vio como una gran cantidad de fuego envolviera su cuerpo sin parar.

—¿Qué estoy viendo? —preguntó el virus con sorpresa—. Su cuerpo y vestimenta cambian a una versión más agresiva, a una más violenta, un ser que no tiene compasión...

—Será porque ella también es una bendecida, porque la Muerte y los Números muestran interés en ella.

Presenció el cambio en Andrea. Su cabello iba cambiando de color a uno más rojizo junto a sus vestimentas que se volvían más amarillentas, como la rabia de sus ojos pasaba a ser una fuerza que al virus le hacía sentir pánico, dando varios pasos hacia atrás al darse cuenta que había subestimado a la chica. Era una bendecida, alguien que no se iba a rendir, menos cuando tenía solo una oportunidad.

—¿Qué está diciendo? Y-Yo creía que... —preguntó el virus,.

—¿Es que no me escuchas? Para mi eres solo puro entretenimiento, supuesto Eón.

Tras esas palabras, Andrea desapareció enfrente del virus para darle un corte a sus espaldas, una que le haría chillar de dolor, sintiendo el fuego adentrarse en su cuerpo junto a la electricidad. Trató de girarse, viendo por un momento los ojos en blanco de Andrea, dispuesta a gastarlo todo en combate.

El virus, como mejor pudo, se apartó, soltando una risa desesperada mientras las lágrimas caían.

—¡Ahora lo entiendo, tu poder puede ir a más por esas anomalías, ¿no es así?! —preguntó, sin recibir esa respuesta que deseaba—. ¡No! ¡Ya lo entiendo! ¡Eres una de las piezas que tanto ansía Cordura!

Por tanta palabrería, el virus perdió uno de sus brazos por un corte veloz y brutal, provocando que sintiera el fuego adentrándose sin compasión. Mirando a Andrea, vio como esta sonreía con maldad y odio, volviendo esos ojos rojizos mientras expulsaba una gran ventisca, creando un tornado de electricidad a una gran velocidad.

—¡Y-Ya lo veo! —gritó el virus—. Necesita a sus protectores, ¿no es así?

Andrea seguía sin responderle, solo daba pasos lentos hacia él en medio de aquel tornado que había creado, viendo como el virus caminaba hacia atrás por el miedo que sentía. Hubo un punto en donde no pudo huir porque el tornado le impedía el paso junto a los truenos que amenazaban con acabar su vida.

—Er-Eres una...

El sonido de un trueno hizo que saltara en el sitio, mirando a Andreaal darse cuenta que no iba a responderle a nada. Iba a terminar con esto, pero lo haría con un sufrimiento del que jamás iba a olvidar.

—¡Eres como esa maldita...!

—¡Cierra la puta boca! —gritó Andrea, cabreada—. ¡No he visto a ser tan despreciable en mi puñetera vida! ¡Cierra ya el puto pico!

El impacto del primer trueno en su cabeza hizo que rápidamente perdiera la consciencia, pero Andrea no se iba a quedar a gusto con eso. Le dio un puñetazo cargado de fuego hacia su estómago, haciéndole escupir sangre de su boca. Aun con el puño en su estómago, la cargó de electricidad, escuchando sus gritos llenos de dolor y desesperación mientras le agarraba del suelo para levantarlo y tirarlo por los aires.

Dando unos pocos pasos hacia atrás, Andrea se puso en el centro del tornado, levantando sus dos brazos para cruzarlos rápidamente, escuchándose una gran tormenta que poco a poco fue hacia esa el virus, impactando todos los truenos que podía invocar, escuchándose el dolor en sus gritos desesperados.

Y Andrea, aun así, no estaba contenta con esto.

No le daría descanso, no le daría la oportunidad de moverse, ni siquiera había terminado con él porque aún tenía encerrada a su hermana. ¿Iba a dejar que saliera de ahí con una simple muerte? No. Iba a saber las consecuencias de verdad por cabrearla.

Cuando los truenos terminaron, el tornado fue transformándose en uno de fuego, viéndose a Andrea mover sus manos de un lado a otro, esparciendo el fuego que contenía en giros suaves para que el viento lo llevara y fuera hacia el virus. El cuerpo de Andrea gritaba de dolor por todo el poder que gastaba, pero aun así el corazón y la mente se coordinaban en una sola tarea. Que ese virus le hiciera llegar a todos que, si se encontraban con ella, tendrán el peor destino de su vida.

El fuego y el viento se coordinaban para crear el mayor caos mientras que el virus reía desesperadamente, intentando moverse ante todo el daño que recibía. Esto lo vio Andrea, ladeando su cabeza hacia la derecha con los ojos bien abiertos.

—¿Vas a moverte en medio de la luz que tanto temes? ¿Acaso no ves que vas a morir quemado bajo mis manos? —Alzó un poco un poco sus hombros, soltando una leve risa—. Oh bueno, supongo que te daré ese gusto si tanto lo pides.

Rápidamente Andrea apareció a sus espaldas para darle un puñetazo justo en su columna, logrando atravesar su cuerpo, viéndose como este explotaba como tiraran una botella contra el suelo. Líquido negro salía por todas partes, provocando que estas se movieran por distintas partes en busca de una salida.

Este gesto junto a sus palabras hicieron que el virus se maldijera en silencio, recordando por un momento a esa diosa y se riera ante su gracioso y desgraciado destino.

Andrea se reía con nerviosismo, cargando sus manos de fuego y electricidad, soltándolo todo de golpe en un grito cegado por la ira y la desesperación, perdiendo la visión en ese instante para poder escuchar el desastre que había creado por haberse dejado llevar por la rabia.

Iba a destrozarlo todo de no ser que el poder que tenía iba desaparecido, en especial al perder las magias de Creni de su lado, y porque las anomalías ya no podían más.

El silencio fue abrupto, el tornado que había creado desapareció al igual que el fuego y los truenos. La paz había vuelto, pero Andrea era incapaz de tolerarla mientras su cuerpo caía contra el suelo, escuchado las pulsaciones rápidas de su corazón cegado por el odio.

Pero para su pequeña sorpresa, no cayó en el suelo, sino en los brazos de alguien. Andrea, abriendo un poco sus ojos, pudo ver a Mikuro, viendo su sonrisa dulce que logró calmar sus sentimientos.

—Tranquila, Andrea, hemos ganado. Ya no hay anomalías ni virus, a excepción de las tuyas, claro —explicó Mikuro con una risa leve, una que logró contagiar a Andrea y que por fin pudiera cerrar los ojos—. Descansa...

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