Capítulo 29: Inexplicable.

La preocupación existía mientras se preparaba todo para el momento de la verdad. Algunos se quedaban tras las murallas mientras que otros iban hacia el mercado, o mejor dicho, mucho más allá de este..

Andrea recordaba bien el mapa que había enseñado Florian. El mercado, aparte de poseer sus zonas limitadas como la zona Xert, Xurt, Exet y el Centro, tenía la zona más lejana donde se encontraban las montañas, cerca de la zona Exet, que sería el Este. Intuían que ahí es donde debían estar las anomalías al igual que los documentos.

—Cuando ocurrió el primer ataque, las anomalías atacaron con cierta desorganización. El ataque provenía de aquí —indicó Florian en el mapa—. Exet, donde fueron poco a poco arrasando con el mercado, consiguiendo así dominar casi, pero no llegaron a Tron-Axt, que está en el oeste.

Mientras indicaba, proponía unas ideas que a Andrea le parecían bien. Iban a dividirse en dos grupos. Uno se encargaría de vigilar las murallas de ciudad mientras que el otro grupo se adentraba. Si había problemas de un lado u otro, se avisaría de inmediato. Cuando giró su rostro, pudo ver que su hermana mostraba una clara preocupación, como si no estuviera del todo segura con tal idea.

—Recordar bien vuestro objetivo —habló Creni—. No hay que temer. En esta ocasión estamos hablando de algo que es crucial para poder conseguir los documentos. una vez los tengamos, tenemos que modificarlos. Acordaros bien que solo la persona pura pude hacerlo, por lo que Anais, Jame, Yaina, Lucas, Ann, Lania, Florian, MIkuro y yo podemos hacerlo.

Esas palabras se quedaron grabadas en la cabeza de Andrea mientras iban en dirección al mercado con la mayor discreción posible. Iban a intentar la misma estrategia que habían usado las anomalías. Los documentos, según decían, se solían guardar en lo más profundo de la tierra, por lo que suponían que las anomalías las habían dejado donde estaban o a lo mejor se encontraba dentro de la montaña.

El problema sería buscar en el interior de esta, pero confiaban en que tendrían el tiempo a su lado.

Sentía luna presión fuerte que no le dejaba respirar bien, pero que aún así seguía adelante. Habían estado días entrenando todos y cada uno de ellos, muchos mostraron una gran mejora, en especial Mikuro que la acompañaba ahora mismo en el mercado junto con Zarik, Lania y Anais.

—No tengo un buen presentimiento —admitió Lania mientras avanzaba con el arco en mano—. ¿No es extraño? En ocasiones hay algunas vigilando, pero en esta ocasión no hay ni una.

—Es extraño —susurró Mikuro, mirando a su alrededor con los ojos bien abiertos—. Que nadie baje la guardia.

La tensión era presente, miraban a su alrededor mientras seguían avanzando junto a la luz que Lania podía emitir con sus flechas que no duraban demasiado para no llamar la atención.

«Andrea, déjame pedirte un favor —habló Solace —, déjame ya tener parte de tu cuerpo unido al mío, solo por si acaso».

Andrea frunció un poco el ceño, pero afirmó sin decir nada mientras miraban aquella montaña que había desde la lejanía, tan imponente que le recordaba a su ciudad natal. Recubiertas por la nieve que hacían de esta un lugar escalofriante, pero que a su vez demostraba una belleza que le traía nostalgia.

Según sabía, era la montaña más peligrosa porque siempre caían piedras por lo empinada que era. Muchos de los Noilens querían que se destruyera, pero tal petición era complicada y muchos estaban en contra porque era dañar la naturaleza que se había creado en su hogar.

Tenía en cuenta que, según le había dicho Jame, no podían confiarse al surgir terremotos en el interior. Debían ir con muchísimo más cuidado del que ya tenían.

En medio de sus pensamientos, Andrea vio como Zarik apuraba el paso junto con Mikuro, llegando por fin enfrente a Exet.. Mientras ellos aseguraban la zona, Anais miraba con atención la montaña mientras que Andrea y Lania preparaban sus poderes.

—No me creo que sea así de fácil —desconfió Zarik mientras miraba a su alrededor.

—Mientras nos den esta poca oportunidad será mejor, así podremos sacarlos —comentó Mikuro, sacando su espada.

—Tampoco nos ha dicho nada Creni, eso me parece extraño —añadió Anais.

—Mejor que actuemos rápido, así evitaremos problemas —ordenó Lania mientras cargaba su arco con varias flechas de luz.

La tensión se sentía mientras preparaban sus poderes. Andrea, por alguna razón, sentía una gran pesadez en su cuerpo, pero creía que se debía a la preocupación y los nervios. Intentó respirar mientras miraba una vez más a su hermana menor, quien se había encontrado unos símbolos en el suelo que empezaban a escribirse solos.

—¿L-Lo véis? —susurró Anais, mirándolos de reojo.

—Capaz es Creni dejándonos un mensaje —murmuró Lania

Prontos los símbolos escritos en un idioma que no comprendían formaron un círculo alrededor de Anais. La confusión azotó a los presentes, más cuando se iluminaron en un color grisáceo. Antes de que se pudiera hacer algo, Andrea corrió hacia su hermana.

—¿Qué idioma es est-

Sin pensarlo dos veces, Andrea empujó a Anais fuera del círculo. De inmediato la magia se activó de golpe en cuanto entró, formándose una barrera oscura y cilíndrica que la mantendría encerrada.

Pudo ver por última vez a su hermana a la vez que unos susurros a su alrededor que la pusieron en tensión.

«Tenemos visita», aseguró Solace.

«Qué agradable».

Al girarse, pudo ver como varias anomalías aparecían del suelo. Sin temor, sacó la espada que tenía atada en su cintura y se preparó para la batalla. Escuchaba tanto a Solace como Alias, ambos listos para luchar a su lado.

—Por fin os vemos. Por fin os encontramos.

—Dos traidores. Uno es admirado. La otra es una escoria sin valores.

Risas sonaron a su alrededor, pero esto no bajaba la guardia ni su valor.

—Creía que él les había dejado claro su misión. ¿Cómo puede ser que ellos no le hagan caso? ¿Es que acaso quieren morir?

—Encima ayudando a una humana. Despreciable.

—No tanto, recuerda que él tiene un cariño especial hacia ellos.

Andrea no pudo evitar tragar saliva. ¿Cuántas anomalías los estaban rodeando?

—¡Vosotros dos! ¡¿Qué hacéis ayudando a una humana?! ¡¿Por qué no la matáis?!

El silencio puso en tensión a los presentes mientras miles de ojos esféricos los observaban. El color blanco no demostraba esa pureza, sino un odio creciente en el que esperaba con paciencia una respuesta que solo Solace y Alias tenían.

—¡Fuisteis creados por seres que os desprecian! ¿¡Qué hacéis junto a ella?!

—¡No me desprecia, no lo hace! —gritó Solace.

—¡De lo poco que la conozco siento que podría confiar en ella! ¡No como a vosotros que intentasteis usar la espada sin importar nada mis palabras ni mis suplicas para salir de ahí! —declaró Alias.

Andrea gritó de dolor al sentir su brazo derecho empezaba a sangrar sin previo aviso. Habían hecho un corte profundo del que no pudo defenderse a tiempo. Escuchó sus risas mientras intentaba mantenerse en pie, pero era imposible. Era como si esas anomalías fueran más de decenas, incluso más de cincuenta o sesenta de ellas deseando matarla.

—¡Teníais una sola misión! ¿¡Es que acaso no sabéis que sois?! ¡Le servís a él! ¡Le debemos todo a él!

—¡Algo me dice que la historia no es así! —intervino Alias—. ¡Que yo sepa ella nos quería salvar!

—¡Mentirosa!

Para cuando Andrea quiso escuchar más, sintió varios cortes que atravesaban su cuerpo sin piedad alguna. Piernas enteras, gemelos, rodillas, muslos, caderas... Cada uno de esos ataques hicieron que Andrea fuera perdiendo rápido la consciencia.

En medio de ese desastre, Anais miraba todo con lágrimas, viendo como todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Andrea estaba encerrada en la barrera cilíndrica que aumentaba de tamaño, mientras Lania y Mikuro intentaban deshacerse de las anomalías que atacaban a Zarik.

Sus manos temblaban sin saber muy bien que hacer, las lágrimas nublaban su visión mientras el brillo azulado la protegía de las anomalías. Con el arco en mano, miró por un momento el cielo.

—Debo... dar la señal.

Y como mejor pudo, agarró su arco para apuntar al cielo. Sintió una vez más las dudas, pero apretó sus labios, frunció el ceño y por fin disparó la flecha. Tras eso, apuntó hacia las anomalías que tenían preso a Zarik.

—Con cuidado —avisó Hertian a Anais—. Recuerda que él repudia la luz pura.

Su voz lograba calmar los nervios, aunque seguía temblando sin parar por toda esta brusca situación. Lania tenía razón, no podían confiar demasiado en los planes porque a lo mejor podían cambiar, tenían que estar siempre alerta, aunque en esta situación sentía que daba igual lo preparados que estuvieran. Parecía que las anomalías ya se esperaban este momento.

Aun con el arco en sus manos, Anais no pudo evitar ver la esfera oscura donde estaba encerrada Andrea. Respiraba nerviosa, temblaba, lloraba, ¿por qué tenían que encerrar a su hermana? ¿Por qué?

—¡Anais, no dudes! —recordó Hertian.

Centrándose, miró hacia Zarik, y a punto de disparar, el grito desgarrador propio de una bestia despertando de su letargo hizo que todas las anomalías que lo rodeaban se apartaran, viéndose como su energía oscura era expulsada con violencia mientras seguía gritando.

No pudo evitar dar varios pasos hacia atrás, dándose cuenta que no era el mismo de antes. Su ropa estaba destrozada al igual que su cuerpo lleno de heridas graves, viéndose la sangre grisácea caer poco a poco mientras miraba su alrededor como si fuera un lobo hambriento.

—N-No, no me digas que ya es tarde —murmuró Lania, viéndose las lágrimas mientras intentaba hacer algo, pero tenía claro que un movimiento en falso hacia él era peligroso porque podía tomárselo como una amenaza—. Z-Zarik, ¿¡estás ahí?!

No estaba siendo consciente de la situación, y menos lo sería cuando varias anomalías los rodearon. Anais tembló de miedo sin saber muy bien que hacer, mirando hacia Mikuro con la espada en alto para cargarla de electricidad. Fue ahí cuando el golpe de realidad inundó a Anais, preparando su arco sin dejar de mirar a su alrededor, viendo que el mercado mostraba una oscuridad más tenebrosa. Un lugar donde la paz ya no iba a existir hasta que terminaran.

Zarik miró a su hermana de reojo, abriendo su boca por unos segundos.

—O-Olvídate... Y-Ya sabes lo que iba a ocurrir.

Para cuando Lania quiso hacer algo, Zarik se movió hacia las anomalías para atacar con su espada, acabando con todas las que podía. No sería el único, Mikuro estaría a su lado intentando congelar y electrocutar a las demás.

Anais no pudo evitar ver a Lania sin poder reaccionar. Intentó acercarse, pero la aparición repentina de una anomalía hizo que Hertian disparara hacia a una gran velocidad. Atónita, intentó decir algo, pero no pudo cuando notó una máscara blanca de líneas negras que marcaban sus mejillas y ojos, una del cual significaba el poder de Hertian.

«Lo siento. Se que prometí no ponerte esta máscara a no ser que me dijeras, pero yo...»

«Hazlo, ayúdame a terminar este problema. Lania no puede y mi hermana está encerrada —interrumpió Anais mientras miraba a su alrededor—. Necesito tu ayuda, Hertian».

Aquellas palabras tomaron por sorpresa a Hertian, pero obedeció, viéndose como el rostro de Anais era cubierto por aquella máscara que le daba esa valentía que necesitaba junto a la vestimenta que iba cambiando poco a poco.

«Prometo no defraudarte».

Lania se quedaba en el sitio, sintiendo que había fallado de nuevo al no poder proteger a Zarik cuando las anomalías lo atacaron. Sabía bien en lo que se había vuelto. El cazador Iblieto del que intentó deshacerse, pero que siempre volvía como si fuera un tipo de adición.

—A-Al menos... me reconoció —susurró Lania.

Le costaba creer como sus planes se habían destrozado en cuestión de segundos. Se quedaba en el sitio mientras sentía esa frustración y rabia, viendo como Anais había podido dejar a un lado el temor para luchar. El orgullo había impactado por un momento, pero no podía distraerse ni pensar en nada, solo luchar con lo que tenían mientras esperaban los refuerzos.

Se levantó y disparó, protegiendo a los demás mientras veía como Anais se acerca.

—¡Necesitamos juntar nuestras energías para acabar con la barrera que tiene atrapada a Andrea!

Lania asintió, aunque debía admitir que le había tomado por sorpresa como la voz de Anais era mezclada por Hertian. Aun con ello, preparó sus flechas mientras miraba la barrera.

—Cuenta conmigo.

Ambas cargaron sus arcos de energía, creando a la vez una gran flecha llena de luz que brillaba con intensidad. Sincronizándose, dispararon a la vez, logrando disipar la oscuridad que envolvía a Andrea. El pánico la inundó cuando vieron las heridas que tenía. Tumbada en el suelo sin reaccionar.

—¡Andrea!

Anais no dudó ni un segundo en ir a por ella para sacarla, pero nada más acercarse, cientos de anomalías intervinieron para atacar a Andrea una vez más.

—¡Regla Número Ochenta!

Miles de armas brillantes fueron directas hacia las anomalías mientras una gran luz envolvía a todos, pero por poco tiempo ya que oyeron los gritos de dos anomalías que intentaban hacer lo que sea para salvar a Andrea. Pedían oscuridad, pedían que no les hicieran daño.

—¡Creni! ¡A Andrea no! —chilló Mikuro.

Rápidamente Mikuro se acercó a Andrea para agarrarla con cuidado, creando una gran esfera de oscuridad a su alrededor, cesando así los gritos y el dolor que sentían. Aquello alivió a los presentes, pero no bajaron la guardia porque las anomalías por fin empezaban a mostrarse, dejando en claro que en esta guerra darían todo con tal de ganar.

—Lania, ¿qué ha ocurrido? —preguntó Creni un poco angustiado.

—Emboscada, hemos salido bastante heridos, en especial Andrea —respondió Lania.

—Bien, entonces tú junto con Anais seréis las que tendréis que disparar hacia la montaña y llenarla de luz —ordenó Creni—. Nosotros nos haremos cargo de los demás.

—¿Seguro? —preguntó Lania.

Creni, afirmando sin dudar, miró hacia sus espaldas para ver a su grupo: Lucas, Ann, Morgan, Yue y Roxy, estaban a su lado luchando contra las anomalías. Aquello alivió a Lania mientras miraba hacia Anais quien mantenía las flechas en su arco.

—Estoy lista —aseguró Anais.

—A mi señal —dijo Lania mientras se giraba y apuntaba.

No pudo evitar por un momento su alrededor, como cada uno de los héroes presentes en el lugar luchaban con todo lo que podían. El mercado como tal ya era un desastre y demostraba una desesperación que a cualquiera le podía aterrar, pero con ellos allí, daba la sensación de que la esperanza iba renaciendo.

Y eso que aún no habían enseñado todas sus cartas.

—¡Ahora!

Las flechas salieron directamente hacia las pocas cuevas que había en la montaña, llenándolas de luz como si fuera un gran incendio intentando acabar con todo lo que vivía en su interior. Esperaron y e mantuvieron alertas para ver como cientas de anomalías salían de ahí.

No eran pocas como creían. Eran tantas que Lania se vio azotada por el pánico mientras agarraba su arco. Veía como la montaña era consumida por la oscuridad para rápidamente ser destruida, saliendo por los aires miles de rocas que iban hacia el mercado como una lluvia que simulaban ser meteoritos. A su vez todas las anomalías que se habían escondido, iban hacia ellos.

El pasado había vuelto a Lania como un cubo de agua fría recorriendo su cuerpo, viendo como habían hecho una estrategia parecida a cuando invadieron el mercado, solo que esta vez eran muchísimas más que antes.

En medio del desastre, Zarik la apartó a un lado, viendo como su hermano se ponía en medio para protegerla.

—No, no quiero... —susurró Lania, siendo azotada por la culpa. Los recuerdos afectaron tanto a ella que apretó sus dientes y su arco con todas sus fuerzas—. ¡No! ¡Me niego a ello!

Movió su arco rápidamente para apuntar al cielo, viendo como la flecha brillaba en dorado. Su esencia la fue envolviendo poco a poco hasta que sintió una gran fuerza. Cuando la disparó, a sus espaldas aparecieron miles de flechas junto el relinchar de un ser místico que la acompañaba y le daba fuerzas.

—¡Ya estoy harta! ¡No voy a rendirme esta vez! —gritó Lania en frustración—. ¡Es nuestra última oportunidad!

Dentro de la esfera oscura que había creado, Mikuro intentaba despertar a Andrea, proporcionándole aire sin importarle nada más que intentar darle la vida de vuelta.

Lágrimas caían mientras gritaba su nombre, pidiéndole que no se fuera, que siguiera luchando como siempre había hecho, pero no había una respuesta a cambio.

—¡No te rindas ahora, Andrea! ¡Aguantaste los golpes de una Luna Creciente! ¿¡Vas a rendirte ahora?! —chilló Mikuro desesperada, besando sus labios para darle el aire que necesitaba, pero no había respuesta aún.

Sus manos temblaban mientras seguía llorando, agarrando los hombros de Andrea, mirando de un lado a otro hasta que no pudo evitar fijarse en las anomalías que tenía. Una en su cuerpo, otra en la espada.

—No podemos ayudarla —aclaró Solace—. Intentamos levantarla, pero no reacciona, es como si no deseara seguir adelante.

—¡Eso es imposible! —gritó Mikuro—. Ella siempre seguiría adelante, ¡da igual el qué!

Solace intentó hablar de nuevo, pero Mikuro una vez más intentó darle aire sin importarle las veces que lo intentara. Aquello le angustió, por lo que intentó indicarla como mejor pudo.

—No seas tan bruta, intenta hacerle compresiones en su pecho —indicó Solace, viendo como Mikuro la miraba de reojo—. E-Es algo que pude saber de su raza.

Obedeció a sus palabras, turnando las compresiones a la vez que le daba el aire que necesitaba, viendo como por un momento Andrea parecía ser capaz de respirar.

—¿¡Vas a rendirte, Andrea?! —le gritó Mikuro—. ¿¡Vas a dejar atrás a todos los demás?! ¿A tus amigos? ¿A tu familia? ¿¡A tu hermana?!

Sus palabras no pasaban en vano, Andrea era capaz de escucharlo, pero no despertaba porque no quisiera, sino porque alguien estaba a su lado en otro plano.

Su alma vagaba en un lugar que parecía ser el universo, o al menos era lo que creía Andrea. Miraba a su alrededor sintiendo la soledad junto al frío, aunque el miedo la inundó cuando sintió una presencia que le entraba escalofríos.

Al girarse poco a poco, pude verla. Vestimentas oscuras que cubrían su cuerpo y rostro, del cual reveló parcialmente, dejando visible las vendas que tenía en su ojo derecho.

—Primero fue Kamico. Ahora tú —murmuró con paciencia—. De verdad que los humanos sois... seres de lo más interesantes.

—¿Quién eres? —preguntó Andrea, notándose el temor en sus palabras.

Sintió como le sonreían, acercándose un poco para ver a alguien que Andrea le tomó por sorpresa.

—Tranquila, aunque parezca ser alguien inevitable, en verdad solo vengo para algo más amigable —habló con una leve risa—. ¿Te importa que hablemos, querida Andrea?

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