Capítulo 27: El brillo de la verdad.
No había pasado mucho tiempo desde lo ocurrido en el almacén. Algunos estaban cerca del lugar como era el caso de Lucas y Ann. Necesitaban un momento de paz, sintiendo el aire fresco en sus cuerpos de tela y viendo la naturaleza que los rodeaba.
Lucas se mantenía en silencio mientras Ann intentaba contener las lágrimas, pero le era difícil.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Lucas, mirando de reojo a su hermana con una decepción notoria en sus ojos cansados.
Ann no fue capaz de decir ni una sola palabra, se agarraba su cabello hecho de hilos sedosos de color castaño.
—No me voy a enfadar, Ann, pero tendrías que habérmelo dicho antes —habló Lucas en un tono más suave, uno poco habitual en él.
—T-Te h-habrías decepcionado c-contigo mismo al saber la verdad —respondió Ann—. Todas esas veces que intentaste s-salvarme, t-todos tus intentos que eran valerosos... ¿C-Cómo te habrías sentido que en verdad no sirvieron de nada? Me habrías odiado, te habrías sentido mal, y no deseaba eso. N-No quería que te vieras como alguien débil.
—Pero te hacías daño, hermana, sacrificabas partes de tu cuerpo para darme vida, ¡y ni siquiera sé por qué olvidé eso! ¿Lo hacías a posta? ¡¿No querías que me enterara de esa verdad?! —preguntó Lucas con la voz entrecortada, quebrandose incluso.
—L-Lucas, nuestra ciudad era un desastre. El rey parecía ser un muñeco sin alma, por lo que era imposible sobrevivir allí si la delincuencia predominaba —explicó Ann mientras agarraba sus manos—. Intentabas salvarme, te sacrificabas, perdiste miles de veces tus extremidades y fuiste perforado en tu estómago. No deseaba quedarme de brazos cruzados, menos cuando descubrí que tenía cierto poder oculto.
Ann recordó bien el momento. En las calles oscuras y mugrientas de su ciudad, donde la luz del sol jamás parecía salir, siempre tenían que escapar de aquellos que no conocían la moral y aprovechaban todo lo que tenían los cuerpos de los seres de tela. En el caso de Lucas y Ann, poseían unas telas que eran ciertamente demandadas, y a muchos no les importaba matar si con ello conseguían su deseada mercancía.
Era una desgracia para Ann ser alguien que poseía una tela exquisita y preciada, por ello Lucas la protegía a pesar del dolor y sufrimiento. Muchas veces lograba protegerla, pero de las veces que no lo conseguía, Ann se ponía en serio.
—¡Ni se te ocurra arrancarle sus brazos! ¡Maldito desgraciado!
No era una experta en el combate, su fuerza era una burla para los asesinos, pero ese día tuvo el privilegio y desgracia de descubrir algo que ocultó demasiado bien
—¿¡Cómo puedes regenerar tu cuerpo?!
Era poco común que en su raza alguien pudiera regenerarse. De normal solían haber enfermeras que cosían el cuerpo del usuario, siendo un método lleno de dolor que parecía ser más una tortura que una salvación, pero en el caso de Ann era algo milagroso. Podía regenerar su cuerpo de las heridas con una aguja que siempre cosía, aunque no podía abusar de ello.
Una opción, una salvación que Ann aprovechó para acabar contra su delincuente a muy duras penas, pero también para algo que fue muy arriesgado.
—Si con eso te mantengo con vida —murmuró Ann, apretando sus dientes mientras agarraba su brazo izquierdo—, entonces lo haré todas las veces que haga falta.
Un poder que fue utilizado para no solo salvarse ella misma, sino que para su hermano también.
Por ello mismo ambos estaban en esta situación. Un secreto que Ann desveló ante las magias de Creni. Uno que no le quedó otra que confesar y que ahora se encontraba frente a su hermano con lágrimas presentes.
—¡No tendrías que haberte arrancado partes de tu cuerpo! Se podrían haber usado otros cuerpos, implementarlas, ¡no con los tuyos! —exclamó Lucas, viéndose el dolor en sus ojos.
—No había apenas cuerpos, todos estaban usados y destrozados como si nada.Yo era la opción, y-y si-siento que hayas descubierto de esta manera —admitió Ann, mirando hacia el suelo.
Los pasos apurados de Lucas hicieron que Ann levantara su cabeza y de golpe recibiera un abrazo fuerte de su parte. Apretó sus dientes y gritó entre lágrimas, correspondiendo el abrazo.
—No podemos volver ahí jamás, lo sabes, ¿no? Con este poder en tus manos, querrán matarnos, buscarnos por todos los lados, torturarnos...
—¿A-Acaso q-querías vo-volver? —preguntó Ann con gran dificultad.
—S-Sí. Tenía esa esperanza de que a lo mejor todo cambió a mejor —murmuró, mirando hacia otro lado con sus ojos.
Ann soltó una risa débil.
—Sería torturarnos y volver a un bucle de sentimientos negativos. Tú me lo dijiste, si vinimos aquí era para empezar de cero —recordó Ann.
—Y vaya formas... parece que la desgracia no nos deja tranquilos —susurró Lucas, apretando la espada de su hermana con frustración.
—Podemos cambiarlo...
Las palabras de Ann hicieron que Lucas se separara por un momento, mirándola incrédulo.
—¿Y morir? No, no quiero, ya mucho hemos sufrido para que...
—No me pienso quedar de brazos cruzados, Lucas —interrumpió Ann con un rostro más serio a pesar de las lágrimas aun en sus mejillas—. Hemos estado entrenando durante este tiempo con el objetivo de ayudar, no pienso quedarme aquí, viendo como el caos acaba con todo mientras nos escondemos como siempre hemos hecho. Quiero cambiar eso. Quiero luchar, a tu lado, hasta el final.
Lucas apretaba los hombros de su hermana ante el miedo y frustración que sentía, agachando la cabeza sin atreverse a mirarla. Tardó unos pocos segundos en hablar, pero al final la miró y decidió hablar con valor:
—Te protegeré —murmuró Lucas, tragando con dificultad—. Esta vez lo haré con un motivo más que justificado, para evitar que esos años que pasaste de sufrimiento se vuelvan a repetir. Para estar los dos tranquilos en este planeta.
Ann sonrió con dulzura
—Estaré a tu lado siempre, hermanito, aunque seas un gruñón solitario —contestó Ann, abrazando a su hermano con fuerza—. Esta vez sabemos defendernos y atacar, aunque quiero seguir practicando hasta que sea el momento de la verdad.
Lucas correspondió el abrazo mientras cerraba sus ojos.
—Hasta salir libres y descansar —susurró, relajando por fin sus hombros y con ello sentir que la confianza con su hermana renacía de nuevo.
Pasos llenos de rabia junto a la rapidez propia de una niña llena de energía se escuchaban no muy lejos de las calles alejadas de la ciudad principal de Tron-Axt. Se iba en dirección hacia su hogar, una que le recordaba a su infancia, pero a su vez un gran dolor y engaño.
—A-Aléjate de mí, M-Morgan —pidió Yue, siéndole difícil pronunciar sus palabras.
Morgan no hizo caso a su petición, la seguía, manteniéndose en silencio.
—¡Aléjate! —gritó Yue, girándose para mirar a Morgan—. ¡Eres de lo peor! ¡No me lo puedo creer! ¡Eres u-un...!
Subida en las escaleras que llevaban hacia la entrada de su hogar casi abandonado, Yue no sabía bien qué acciones tomar. Atacar a Morgan con sus poderes inestables o dejar que el dolor saliera por todos los lados. Temblaba sin parar mientras miraba hacia Morgan, quien acercaba poco a poco su mano derecha hacia sus vendas para retirarlas.
—Retírate las vendas y te juro que...
—La anomalía de mi interior desapareció, Yue —habló Morgan con su voz femenina—. Creni la eliminó mientras decía esas palabras.
Al retirar por fin las vendas de sus ojos, se pudo ver su rostro. Era femenino de ojos azules marinos que brillaban más que toda su apariencia descuidada que siempre llevaba. Temblaba sin parar mientras controlaba sus lágrimas, respirando con cierta dificultad.
—No solo me mientes con tu género, ¡sino que encima mientes a todos nosotros! ¿¡Por qué?! —preguntó Yue en un grito.
—Yue, ya te lo dije —susurró Morgan sin saber dónde mirar—. Yo...
—¡Eres mi prima! ¡Eres de mi familia! ¿¡Por qué nos abandonaste!? ¿¡Por qué los mataste?! ¿¡Por qué no controlaste esa anomalía?!
La voz de Yue quebró e, provocando que se agachara y cubriera su rostro con sus manos, dejando que por fin la angustia saliera en lágrimas de colores grisáceos propias de su familia. Morgan, con cuidado, fue acercándose para sentarse a su lado, pero sin tocarla.
—Te dije que yo había matado a tu familia, que los conocía —murmuró Morgan con dificultad—. Y es cierto, los conocía. Mis tíos siempre me visitaban a diferencia de mis padres. Kimi y Kano eran increíblemente buenos conmigo, me preguntaban cómo estaba, como llevaba mis poderes de telepatía. No había día en el que no me visitaran en el mercado, intentando llevar una vida solitaria.
» Me hablaron de ti. Te pude ver en fotos y me pareciste alguien super adorable, pero no podía visitarte porque mis padres siempre te están cuidando o te dejaban con Roxy. El día que iba a poder visitarte, f-fue c-cuando e-esa a-anomalía...
No terminó sus palabras, simplemente dejó que lo obvio fuera dicho con aquel silencio. Yue miró de reojo a Morgan, aun con su rostro cubierto con sus manos.
—Tus cuernos, ¿dónde están? —preguntó Yue.
Morgan suspiró con pesar.
—Cuando supe lo que hice, arranqué mis cuernos a modo de castigo y pensando que la anomalía se alejaría de mi, pero me equivoqué. Quería torturarme y hacerme sentir culpable de mis acciones que tanto me callaba. Al menos no hice daño a los demás.
Yue poco a poco retirando sus manos y mirando a Morgan, siendo envueltos en un ambiente donde, si bien la oscuridad era parte del abandonado lugar, no era tan pesado como ambas creían. Ellas dos en silencio se analizaban, soltando largos suspiros.
—Las tres marcas de tus ojos aún siguen a pesar de las vendas —murmuró Yue.
—Y mis cuernos están en mi cabeza, aunque ocultas —explicó mientras apartaba su cabello, mostrándoselo a Yue—. ¿Lo ves?
—Y aún así usabas muy bien la telepatía. ¡T-Tenías un gran dominio! —recordó Yue.
—Sí, pero no tan perfecto cuando se tienen los cuernos, l-los cuales tú debes tener pronto con el ritual —recordó Morgan.
Yue afirmó, aunque no se sentía aun tranquila. De hecho seguía con mil dudas.
—¿Por qué? —preguntó Yue, secándose las lágrimas—. ¿Por qué hicieron eso?
—Mis padres decían que debía tener poderes relacionados con el agua porque necesitamos ese elemento para curar y cuidar a los demás —explicó Morgan—, pero al negarme, recibí el rechazo inmediato, y con ello, la expulsión de mi familia. Al menos de mis padres, porque Kimi y Kano me hicieron el ritual para poder usar los poderes que yo decidiera, siendo los que tengo ahora mismo.
Tras esa explicación, Yue se quedó en silencio, mirando hacia las escaleras musgosas donde ahora mismo estaba sentada. Miraba hacia sus manos llenas de heridas por luchar contra las anomalías que intentaron atacar junto a su familia que se sacrificó para protegerla.
¿Y durante ese tiempo? Cambiar, dejar de ser esa niña tan adorable para volverse una guerrera que jamás pensó ser.
—Siento si no estuve a tu lado —murmuró Morgan—, pero cuando supe lo que hice, decidí entregarme, pedí incluso que me mataran por haber hecho tal crimen, pero Florian llegó y vio que en verdad no tenía malas intenciones, sino que esa anomalía había hecho ese desastre. —Suspiró y soltó una leve risa de alivio—. Bendito sea Florian cuando vi que estabas a su lado. Dupe en ese momento que estarías bien protegida mientras estaba ahí encerrada.
Yue sintió esa necesidad de abrazar a su prima con fuerza, temblando sin parar mientras lloraba. Morgan no dijo nada al respecto, solo sonrió mientras acariciaba su cabeza, dejando que se desahogara todo el tiempo que necesitara.
No muy lejos, dos Arinas se encontraban rodeadas por los edificios altos de la ciudad. Habían ido hacia su hogar, pero le fue imposible para Luziette seguir adelante con sus pasos. Simplemente frenó y miró de reojo hacia su hermana menor, quien no se atrevió a decir ni una sola palabra, ni siquiera mirarla.
—Así que la impureza no viene porque nos alejamos —murmuró Luziette, recordando las palabras de su hermana—, sino porque nuestra familia tiene mezcla de razas con los Lenid y porque creías que las anomalías no eran malas.
Soleti afirmó con gran dificultad.
—Luziette, te dije que no sabía nada sobre esos seres. C-Creía que eran seres perdidos, que necesitaban ayuda, y en este caso la anomalía con la que me encontré parecía estar aterrada. Me parecían tener sentimientos de verdad —explicó Soleti, sin mirarla aun.
Luziette soltó un suspiro largo mientras cruzaba sus brazos.
—Ya no solo tenemos propiedades de Leo, sino que encima me tengo que enterar que juntaste con una anomalía creyendo que no era mala —murmuró Luziette con decepción, mirando hacia su hermana de frente—. Por eso Aries nos detestaba.
—L-Lo primero fue algo que me enteré de pasada. Creía que era una broma de nuestra madre, después de todo tenemos propiedades de los Arinos —explicó Soleti con labios temblorosos—, y los Lenid son aliados, ¿no? E-Están relacionados con el fuego.
—Soleti...
—Pero lo de la anomalía. ¡D-Debes entenderme! Es como Andrea. C-Cuando la conoció no sabía nada, fueron entendiéndose y se hicieron aliados, pues yo también creí lo mismo, creí que podía ser su amiga, más cuando me dijo cómo se sentía, como murmuraba palabras de un pasado que añoraba y que jamás iba a recuperar.
—Te estaba manipulando.
—¡No! Era genuino, hermana, aunque hicieran ese...
—¡Mataron a cientos de Arinos sin compasión! ¡Entre ellos a nuestros padres! —gritó Luziette, perdiendo los nervios—. ¿¡Te crees que es genuina su historia con todo lo que han hecho?!
—¡Lo sé! ¡Lo sé maldita sea! —gritó Soleti, cayendo de rodillas al suelo—. ¡Maldita sea, pero parecía estar arrepentida de verdad! Esas anomalías no parecen actuar de esa forma porque quieren, sino porque sienten dolor por un pasado, ¡están confundidas como lo está Solace!
Luziette puso sus manos en sus cuernos a modo de calmar sus nervios. Se sentía traicionada. Durante todo este tiempo donde vivió feliz junto a los suyos con su familia y amigos había sido destrozado por su hermana. Y en vez de avisar, decidió mantenerla oculta e incluso cuidarla.
La habría odiado de por vida si se hubiera enterado antes. Se habría desentendido, pero con toda la verdad que sabían con Andrea y esa anomalía, podía entender el porqué su hermana había actuado así. Podía creerse que a lo mejor esos seres que tanto detestaban tenían algún sentimiento.
—Es absurdo —murmuró Luziette, retirando las manos de sus cuernos para mirar a Soleti, acercándose para agacharse—. Durante toda nuestra vida nos dijeron que las anomalías son peligrosas...
—Lo sé, pero te juro, Luzi, que esta parecía arrepentirse de sus acciones, que deseaba dejar atrás todo eso y volver al pasado. Parecía ser alguien que tuvo una vida, me detallaba con cierta dificultad la vida que tuvo, como se encontraba en su planeta con los suyos trabajando para mantener a su familia que tanto adoraba —explicó Soleti, alzando su cabeza poco a poco—. Me parecía tener sentimientos tan puros como los tuyos o míos. Pude empatizar tanto porque parecía ser alguien que protegía a los suyos hasta qu-que ocurrió todo ese desastre.
—¿Estás segura que no te estaba engañando? —preguntó Luziette, intentando no llorar.
—A estas alturas ¿qué es lo que puedo pensar, Luzi? —preguntó Soleti, secando sus lágrimas—. Ese día solo pude huir y no supe nada. Vimos cómo morían los demás enfrente nuestra sin poder protegerlos. Vimos cómo todo se volvía un desastre y nosotras, en vez de hacer algo, huimos con una de las pocas naves hasta llegar aquí.
Luziette abrazó de lado a su hermana, dejando que se desahogara mientras scubría su rostro, temblando sin parar.
—Aries nos odia con todo el motivo del mundo, en especial a mi —continuó Soleti mientras sollozaba—. No merezco su poder, no merezco nada, y ¿sabes? Solo deseo que esa leyenda que tanto dicen, pueda salvarlos de verdad. Es lo único que pido.
Su hermana, con calma y paciencia, acarició el cabello rubio de Soleti.
—¿Recuerdas lo que nos dijo Florian? —preguntó Luziette, viendo como Soleti la miraba de reojo—. No dejar atrás nuestras raíces.
—Pero yo no...
—Sé que es difícil con todo lo que ha ocurrido, posiblemente aceptar lo que somos sea complicado sabiendo nuestros pecados, pero Florian no se equivocaba en eso —interrumpió Luziette —. Capaz lo dice porque él también se equivocó, pero jamás olvida lo que es, lo presume con orgullo a diferencia de nosotras. Y capaz haya hecho algo de lo que se arrepiente.
Soleti miró a su hermana de reojo, viendo como mostraba esa sonrisa llena de compasión.
—No voy a mentir, Sole. Antes te habría odiado si me hubieras dicho la verdad y capaz te habría abandonado, pero sería un hecho que me arrepentiría tanto porque eres muy importante para mi, aunque seas demasiado inocente —explicó mientras acariciaba el cabello—. Tan traviesa y tonta, pero no me importa porque eres mi única familia y perderte me dolería.
—Luzi...
—Por eso te perdono porque sé que no lo hacías por ningún mal. Porque siempre querías ayudar y ser justa con los demás —continuó Luziette, mirando hacia enfrente, viendo hacia lo lejos a algunos Noilens que se encontraban conversando sobre unos rumores que habían aparecido hace poco—. Tampoco debes dejar atrás lo que eres. Somos Arinas, orgullosas de servir a Aries, quien posiblemente nos vea con decepción lo sucedido, pero si se lo explicamos todo y admitimos nuestros errores, capaz obtengamos el perdón.
—¿Y-Y si no? —preguntó Soleti.
Luziette, mirándola de reojo, sonrió.
—Habrá que seguir adelante, como hacemos ahora mismo, ¿no crees?
Soleti solo pudo mirarla con admiración, como si esa sonrisa pudiera ser capaz de iluminar las cuevas más oscuras con el fuego que vivía en su interior. La esperanza y el perdón aparecían y abrazó a su hermana con fuerza, agradeciéndole de estar a su lado. Luziette solo pudo asentir, correspondiendo su abrazo.
Se encontraban en la plaza central de la ciudad de Tron-Axt. Jame intentaba alejarse de Yaina para buscar a su madre Gila, pero sus planes no eran posibles porque su mejor amiga le había agarrado a tiempo. Aunque no quisiera, le empujó contra la pared y le retuvo.
—¡¿Por qué renunciaste a ello?! —chilló Yaina entre lágrimas. Jame no se atrevió a mirarla—. ¡Jame! ¡¿Por qué?! ¡Tu padre te dio un gran cargo!
—Y-Yaina, y-yo...
—¡Tu padre te protegió en todo momento al igual que tu madre! ¡En la última semana iba a ofrecerte la oportunidad más grande y te negaste!
—No quería...
—¡¿Cómo no querías ser parte del antiguo grupo de héroes?! ¡Tu padre Agnis estaba dispuesto a enseñarte! ¡Iba a tenerte paciencia! ¡Iba a darte estas malditas pulseras! —chilló entre lágrimas, enseñándolas—. ¡Las cuales renunciaste a ellas y me entero que son las suyas! ¡Son las pulseras reales de Agnis! ¡Las que tú te merecías!
Jame no dijo nada. Solo agachó la cabeza y dejó que las lágrimas cayeran una vez más. Yaina le soltó y se sentó en el suelo, agarrando sus cuernos alargados para empezar a llorar con desespero.
—¡Tu madre le dio estas pulseras a la mía! ¡Creí que era un regalo sin más porque pensé que era una imitación! ¡Pero no! ¡Agnis me consideró apta! ¡Me consideró alguien ideal para luchar a tu lado! —gritó sin parar de temblar—. ¡Y me entero justo ahora en vez de antes! ¡Si llego a saberlo habría salido luchar con él! ¡No como tú!
Jame se arrastró por la pared hasta llegar el suelo. Se cubrió el rostro y no dijo nada.
—¡¿Por qué tienes tanto miedo!? ¡Podrías salvarlos! ¡Puedes hacerlo! —siguió hablando Yaina—. Durante todo este tiempo has usado tus poderes para protegernos. Cierto es que saliste al mercado, ¡pero no fuiste a por...!
—¡Fui a por mi maldito padre y me lo mataron enfrente mía!
La voz de Jame quebró. Sus palabras destrozaron su garganta, dejando el mensaje claro para Yaina. Su interior se despedazó, viendo como Jame lloraba sin descanso, agarrando sus cuernos como si por un momento deseara arrancarlos.
—Salí del mercado. Fui a por mi padre. —Respiró hondo. Apretó sus dientes—. Le encontré. Quise luchar con él. ¡Cómo me arrepenti no aprender mejor mis poderes! ¡Y más cuando él me protegió y se sacrificó! ¡Me juré mejorar! ¡Me juré ser más fuerte! ¡Pero no pude si no tenía a nadie! ¡Y ahora que tenía la opción, me veía en parte capaz!
Yaina vio como alzó su rostro, viéndose la culpa tras sus ojos.
—¿Cómo crees que puedo ver a mi madre y mentirle que no le vi? ¿Cómo crees que puedo seguir adelante si sus palabras se repiten en mi cabeza? Su sonrisa estuvo incluso en su muerte. Me protegió y me dejó huir —pronunció con dificultad, soltando un gruñido lleno de rabia—. ¡Yo debí morir ese día! ¡Y en cambio no hice nada!
—Jame, no...
—¡Sí! —interrumpió—. ¡Tú lo has dicho! ¡No soy nada! ¡Puede que os ayudara! ¡Puede que os protegiera! ¡Pero soy una escoria que no merece ser reconocido como el hijo de Agnis si ese día se quedó oculto en vez de brillar! ¡Por ello mereces más esas pulseras que yo! ¡Eres muchísimo más digna!
Jame agachó su cabeza y se abrazó estando sentado en el suelo. Su cuerpo no podía hacer frente a la culpa que sentía, llorando sin descanso mientras se agarraba las piernas, haciéndose daño. En ese momento de silencio llenado por las lágrimas que intentaban ser discretas, Yaina intentó acercarse a él y abrazarlo.
No se dijeron nada por un buen rato. Tampoco hizo falta cuando Jame pudo alzar su rostro y ver las lágrimas de su amiga por primera vez. Se quedó mudo, desviando la mirada a un lado para luego suspirar.
—Di que Agnis te dio el puesto de lider a ti —susurró Jame—. Diles que estuviste entrenando y que tienes sus pulseras. Diles que los llevarás a la victoria definitiva con los héroes. A mi dejame en paz y haz que no he existido.
—No digas tonterías, Jame. ¿Qué podías haber hecho en esa situación? Aun hiciste mucho —murmuró Yaina, abrazándole con todo el cariño que le podía ofrecer.
—No me mientas cuando hace poco...
—No sabía toda la historia, Jame. —Yaina, con cuidado, agarró del mentón a Jame para que lo mirara—. Luchaste, aunque no lo tuvieras todo. Lo intentaste y protegiste algunos de los Noilens aun sin experiencia, pero ahora que la tienes, puedes conseguirlo.
Jame bajó la mirada de sus ojos, soltando un largo suspiro.
—No puedo solo con esto. De verdad que no puedo, Yaina. Yo...
—Lo haremos juntos —interrumpió de nuevo, sonriéndole con dulzura. Jame la observó con detenimiento, apareciendo un leve sonrojo en sus mejillas—. ¿No es lo que siempre hemos hecho?
—¿C-Cómo puedes decir eso si yo...?
—Confío en ti, Jame —aseguró Yaina—. Después de todo nos conocemos desde que teníamos cuatro años y nunca nos hemos separado. —Dio su mano derecha, manteniendo aun su sonrisa—. ¿Verdad?
Las palabras no existían para Jame, pero no hacía falta ante su expresión de asombro mezclada con vergüenza. ¿O era realmente vergüenza? El joven no sabía que pensar exactamente. Miles de temores aparecían, pero a la vez sentía una gran fuerza y más al saber que podía seguir adelante a su lado.
Dio su mano y la agarró con fuerza.
—Juntos —respondió Jame con una leve sonrisa tímida—. Juntos seremos los líderes como lo fue mi padre.
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