Capítulo 20: Miedo y rechazo a la verdad.
Lania estaba acompañada de algunos de los héroes, los demás habían tardado en venir era porque tuvieron que ayudar a los Noilens, como era el caso de Jame y Yaina, o Yue y Morgan con el ritual que aún no sabían descifrar.
Miró a su alrededor con cierta tensión para luego bajar su mirada y ver a Zarik listo para el entrenamiento. Sabía que su hermano iba a ser duro con ellos porque la situación en la que estaban viviendo no era para tomarse las cosas con calma.
Cuando se reunió con los suyos, se quedó en silencio analizándolos. Sabía que sus enseñanzas no se destacaban en saber disparar y tener buena puntería porque eso era cuestión de práctica, más bien se destacaba por el poder que unía el arma o sus propias manos. Se dedicaba a enseñar los poderes, el uso de la energía, y sabía que a su lado tendría varios aprendices que dominaban distintos poderes como los cuatro elementos principales —entre ellas sus variantes—, o Anais y Morgan.
Morgan tenía el poder de la telequinesia y sabía que iba a ser un caso complicado porque no sabía bien sobre esa rama de poder, el único que sabía era Creni...
Una parte de ella pedía que siguiera vivo porque su ayuda en su momento fue muy buena, pero por otro lado temía por como pudiera actuar con su hermano Zarik.
—¡Enano incompetente! ¡Déjame en paz! ¡No he hecho nada esta vez! —gritó Zarik.
Creni no era alguien que hablara demasiado más que pronunciar los nombres de los demás y pocas palabras sueltas. Lania lo sabía bien y se acordaba de ese día en el que su hermano fue agarrado por la mano invisible y mágica que Creni ocultaba a sus espaldas. Lo sujetaba como si fuera un saco, moviéndolo solo cuando Zarik se atreviera hacer daño con su poder.
Aquel pequeño que no llegaba al metro de altura podía parecer muy adorable con los ojos amarillos que ocultaba tras su túnica negra de decorados brillantes que parecían ser destellos, pero no había que subestimarlo en ningún momento.
—Por favor, Creni, deja a mi hermano —pidió Lania con suavidad.
Símbolos aparecían alrededor del pequeño, demostrando una duda que Lania no sabía identificar porque era un idioma imposible de comprender.
—S-Sí. Está todo bien —respondió Lania, dudosa si Creni le habría hecho una pregunta o no.
No pudo evitar suspirar al acordarse de ese momento, preguntándose qué sería de él, que le habría ocurrido tras encontrarse con Mikuro. ¿Estaría bien?
Despertando de su realidad, vio como todos los demás estaban presentes, por lo que cambió su cara a una más amable.
—Me alegra veros aquí —expresó Lania, viendo la preocupación de los demás.
—N-No pareces estar enfadada —comentó Soleti.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Lania con la ceja arqueada.
—Z-Zarik... Parece que esta enfadado con nosotros y ha empezado con un entrenamiento bastante complejo, esquivar sus habilidades y empezar con la fortaleza —respondió Jame—. Espero que Yaina esté bien.
«Severo con los demás, pero no con Roxy. Como se nota que la trata como su hija», pensó Lania con una leve risa interna.
—A Yaina no le parecía molestar, fue la primera en ponerse a tope con el entrenamiento —recordó Soleti.
—Sí, pero no quiero que sean duros con ella —murmuró Jame.
—Tampoco es para tanto —susurró Soleti.
«Luziette también está en ese grupo, antes lo mencionabas y no parabas de preocuparte, Soleti», recordó Morgan.
—Luziette es un poco más distinta, a veces se ciega mucho en algo y no se da cuenta que eso le puede hacer daño —admitió Soleti mientras se rascaba la cabeza.
«Eso no es tan malo del todo, más si Zarik va con cuidado con ellos, los que deberían preocuparnos más son Lucas y Ann», respondió Morgan.
—E-Eso es cierto, ellos n-no tienen poderes muy fuertes y n-no los veo muy activos físicamente, aparte que son muñecos —respondió Jame.
—No os preocupéis —intervino Lania con una sonrisa tranquila—. Antes estuvo entrenando con Roxy y ahí la veis también dando todo su potencial.
Las palabras de Lania hicieron que los demás mostraran cierta sorpresa, pero que no calmaran sus emociones. Sabía que le habían dado vueltas a todo lo ocurrido, y era normal, sobre todo con lo que dijo Mikuro y Andrea.
—Quitando eso, me alegra ver que os estáis conociendo un poco mejor entre vosotros —comentó Lania.
—Más o menos —murmuró Soleti—. Ann y Lucas nos presentaron a Jame y Yaina, por ello nos llevamos un poco, pero a los demás no nos conocemos mucho.
—La verdad es que nadie empezó con buen pie a la hora de conocernos —admitió Anais.
—Podríamos conocernos un poco más mientras entrenamos —sugirió Jame, mirando de reojo a Lania con cierto temor—. S-S-Si nos dejan...
—Yo no soy mi hermano, tranquilos —respondió Lania con una sonrisa, logrando que todos se tranquilizaran—. Solamente os ayudaré a conocer mejor vuestros poderes y capacidades, intuyo que sabéis usar vuestras armas y como disparar, incluso si es con las manos.
—P-Parcialmente —tartamudeó Jame.
—Por eso os dije que os ayudaría —repitió Lania—. Quiero que comprendan vuestros poderes y que aprendáis de ello, así que podéis lanzarme cualquier pregunta que tengáis.
—¡T-Tengo una duda! —intervino Soleti.
—Adelante.
—¿Cómo lo harás? Cada raza tiene una energía distinta y en esas energías hay dificultades.
Aquello hizo que Lania pusiera su mano en su barbilla.
—Cada energía es única y complicada, pero eso no quita que no se pueda dominar e ir aprendiendo. Por ejemplo, tú y yo tenemos un trasfondo parecido en el que nuestras energías no son tan buenas o fuertes por alejarnos del planeta donde vivíamos, mejor dicho, galaxia. Causando que no tengamos mucha ayuda por parte de las deidades a la hora de mejorar nuestro poder.
—Entonces nos enseñarás a comprenderla y a partir de ahí aprender a usar el poder —supuso Soleti, a lo que Lania afirmó.
—Una energía tiene una forma. —Lania, con gestos suaves, logró captar la atención de todos mientras seguía explicando—: En mi raza, nuestra energía que nos enseñan siempre tendrá una apariencia animal que nos acompañará. Una forma de representar nuestro poder.
Con calma, Lania cerró sus ojos, sintiendo la energía que salía de su espalda, era un cosquilleo agradable, como si varias plumas fueran acariciándola mientras la luz iba apareciendo en ese mismo lugar, rodeándola poco a poco. Los colores amarillos y blancos hacían de ella un ser angelical, más con aquella sonrisa suave que lograba encariñar y tranquilizar a los presentes.
Todos atentos, pudieron escuchar el galopeo suave de un caballo que se acercaba a Lania, apareciendo la figura de un animal místico que Anais lo podía comparar como un Pegaso.
El asombro era presente, más cuando vieron como Lania podía acariciarlo , sintiendo la suavidad en sus manos.
—No todos tendrán una energía en el que represente un ser vivo, por ejemplo, he oído casos donde la energía son elementos poco comunes. Sea ruido, esferas, triángulos, niebla, pero los colores que forman esos elementos los hacen únicos —siguió explicando Lania mientras se acercaba a Anais—. Por ejemplo, Anais tiene un Materhog a su lado quien ayuda a dominar su energía además de ceder la suya. Hertian la protegerá y la ayudará, pero como Anais no es capaz de entender su energía, será irregular y mal aplicada.
Anais bajó la mirada por unos segundos, como si estuviera pensando sus palabras.
—Hertian me dijo que su raza son seres que tienen muchísima energía que se vincula al usuario —explicó Anais.
Lania cruzó sus brazos con interés.
—Tu energía al no tener tanta fuerza y esplendor como el mío, será mal aplicada, o como se diría, energía desgastada o irregular al ser una novata como los demás. Debéis de ser capaces de entenderla, no tener miedo y aprender a mejorar junto a esa energía —explicó Lania, viendo como la mirada de Anais se entristecía como si dudara de algo—, pero como siempre digo, conmigo no aprenderéis todo, solo os enseñaré la base, luego vosotros debéis descubrir y mejorar.
—Pero entonces, mi energía nunca la podré crear con una forma o un ser ya que mi energía es corrupta, más si el propio rey Aries intenta denegarla —explicó Soleti.
—Pero aun la tienes, ¿no es así? —preguntó Lania.
—S-Sí...
Lania sonrió con seguridad.
—Aunque esté corrompida, tienes la energía que tu dios aun no retiró, por lo que considera que a lo mejor no os toma como un problema, sino que confía en vosotras —supuso Lania mientras ponía sus manos en sus caderas—. Y si te preocupa las energías corruptas, piensa por ejemplo Andrea y Morgan que tienen anomalías y son seres corruptos —recordó Lania, provocando que Soleti moviera sus cejas con asombro—. Toda energía puede tener una representación, abstracta o clara de entender, aunque las anomalías de por si son seres de energía.
—Por ello Morgan y Andrea pueden tolerar la energía de la anomalía, ¿no? —preguntó Jame.
—Todos pueden, pero dependiendo de la persona podrán volverse cuerdos o perderán el control ante la anomalía —respondió Lania con seriedad—. Andrea, por ejemplo, no tuvo problemas cuando la anomalía entró en su cuerpo, es capaz de controlarla porque su mentalidad es fuerte y segura, mientras tanto Morgan no lo ha tolerado tan bien del todo, cierto es que puede controlarlo con las vendas, pero sin ellas posiblemente perdería el control por completo.
—Por ello Morgan está entrenando para controlarla, ¿no? —volvió a preguntar Jame.
—Sí, por ello fue a Florian para pedirle ayuda.
—Entonces la energía es solo entenderla y seguir su ritmo, ¿no es así? —preguntó Soleti.
—Claro, pero como he dicho hay energías difíciles de controlar y es muy posible que esas sean peligrosas, causando así un cambio total de la persona y que en verdad la energía te controlé a ti, acabando en un ser de pura maldad controlada por una energía —explicó Lania.
—Pero creo que había rumores de energías que tenían voluntad propia, ¿no? —preguntó Soleti.
Lania tragó con dificultad.
—Ah... Sí, la Muerte, el Tiempo, la Niebla, el Sol y la Luna —respondió Lania, notándose la incomodidad en sus palabras—. Son los pocos que tienen voluntad propia, mientras que otros en cambio no.
Anais cruzó sus brazos.
—Mencionaste que la Niebla es un poder independiente, ¿de verdad lo es? —preguntó Anais.
—Son temas que desconocemos en verdad, Anais —respondió Lania con honestidad—. Sin ir muy lejos, los dioses de mi galaxia la conocían y la usaban, murmurando que alguien los hablaba, alguien los guiaba hacia esa plenitud tan ciega que tenían.
—Esos dioses son los elegidos de los Errores, ¿no? —supuso Jame.
—Exacto. Y por desgracia existen en todas las galaxias sin darnos un descanso —respondió Lania con seriedad.
—¿Ellos tienen un objetivo similar a las anomalías? —preguntó Anais.
Lania la miró con detenimiento.
—Sí. Es lo que al menos podemos confirmar entre los miles de rumores que hay, como que creen que han conseguido la vida eterna.
Los presentes veían la intranquilidad en Lania, quien ponía sus manos en sus caderas, suspirando.
—Siento distraerme con ello —murmuró Lania—. Lo que importa ahora mismo, Soleti, es que tienes una energía Arina, pero está corrompida por asuntos que tú conoces bien, al menos sabes que no es mala, pero es una energía que será difícil de controlar a diferencia de una energía pura.
Lania sintió que sus palabras fueron duras al ver la preocupación en el rostro de Soleti, como si la culpa la inundara.
«Cada vez que mencionamos su raza y poderes se entristece... ¿por qué?»
—Lania —intervino Anais, despertando los pensamientos de Lania—, ¿hay alguna energía que sea totalmente corrompida o errónea?
—Es una buena pregunta —contestó Lania mientras ponía la mano en su mentón—. He oído rumores de energías extrañas, energías corrompidas, erróneas, malignas, controladoras... Energías que crean y destruyen, pero apenas se sobre ellas.
—Entiendo. Y, ¿los robots o ciborg? —volvió a preguntar.
—Los robots son casos extraños, muchos no tienen un alma para tolerar una energía extra aparte de la electricidad. Son seres creados con un gran poder que el propio creador les da. Con los ciborgs es más distinto porque siguen siendo seres vivos a la vez que robots —explicó Lania—. Considero que un ciborg puede ser más peligroso, tiene mejoras de un robot, pero a la vez puede tolerar energías más fuertes y difíciles de controlar, pues ellos son conscientes de quienes son.
—Tanto lo bueno como lo malo —contestó Soleti, llamando la atención de los demás—. En nuestra galaxia predominan los robots, pero hay algunos que son ciborg y son muy peligrosos. Nadie confía en ellos y es muy posible que nos quieran atacar, pero eso ya no importa porque... está condenado.
—Florian no piensa igual a vosotros y considera que haya una posible heroína —contestó Lania calmada.
—Sí. ¡La copiona imparable! ¡Ya puede ser increíble! Tiene que conseguir que los doce signos no se peleen y estén de acuerdo, que eliminen las anomalías y acaben con esos robots —explicó Soleti, viéndose sus manos temblar sin parar—. E-Es imposible.
«Coipoiis era, ¿no?», preguntó Morgan.
—Sí, por eso su apodo, pero ya te digo que lo tiene muy difícil.
«Pero tu hermana dijo...»
—Mi hermana puede decir fuego sagrado— interrumpió Soleti, frunciendo el ceño—. Luziette ha visto que es y son como los Miwiiis.
Lania se fijaba en las reacciones de los demás, en especial a Anais quien estaba con los ojos bien abiertos. Aquel hecho le hizo mucha gracia, dándose cuenta que aquella joven de la tierra le quedaba mucho por aprender.
Aun con ello, Lania no podía distraerse, ya había hablado demasiado de la teoría, ahora era el momento de ponerlo en práctica.
—Chicos, la conversación es interesante, pero creo que es bueno ponernos con el entrenamiento, ¿no creéis?
En la zona más fría y solitaria donde el sol no pudiera dar su cuerpo, Mikuro se encontraba tumbada en la hierba en medio de los bosques que la rodeaban, dándole vueltas a todo lo que había ocurrido.
Su cabeza le daba mil vueltas a la muerte que tuvo, viendo por última vez a Creni, quien gritaba su nombre con desespero. La rabia la consumía cada vez más mientras ponía su brazo en sus ojos, apretando sus labios mientras temblaba sin parar.
Veía como las hojas se sacudían con apenas fuerza, como ese día era tan soleado, el viento no sería una acompañante para sus pensamientos llenos de arrepentimiento.
—Esa maldita chica —murmuró con desgana, girándose a otro lado mientras veía la hierba, encontrándose con algunos pequeños insectos moverse sin inmutarse de su presencia—. Le da igual todo, siempre sonríe como si no hubiera algo a lo que temer.
Sus ojos no miraban hacia un punto específico. Solo dejaba que los sentimientos fueran fluyendo hasta que no pudo aguantarlo más, sentándose en el suelo mientras fruncía el ceño, pero ese simple gesto hizo que enfrente suya se encontrara con una niña.
—¿Entonces... me matarán?
Se quedó mirando hacia la joven que tenía una vestimenta de hielo como si fuera una princesa. Sus ojos blancos como si fueran copos de nieve hacían que Mikuro se quedara en silencio analizándola.
—Me dijeron que me matarían —siguió hablando la niña.
El frío iba aumentando cada vez más, y eso hizo que mirara a su alrededor para ver que los bosques en los que estaba no tenían esas hojas verdosas y los troncos marronáceos, sino que estaba en medio de un camino de hielo donde todo su alrededor no era más que nieve junto a grandes cantidades de árboles de hielo. Troncos que demostraban una fragilidad junto a unas hojas que se asemejaban a los copos de nieve, dejando una oscuridad que a cualquiera le entraría escalofríos, menos a las dos presentes.
—Dijeron que lo harían, y todo porque les cuestioné.
Las lágrimas de la niña caían con delicadeza, transformándose poco a poco en hielo.
—Pequeña...
—¿Por qué me tiene que pasar a mí? ¿Por qué debo tener miedo? ¿Por qué no puedo...?
Sus palabras hicieron que Mikuro sintiera un escalofrío en toda su espalda, uno que le generó ansiedad.
—¿Por qué asocian a los sentimientos con el fuego? —preguntó la pequeña—. ¿Por qué el fuego debe considerarse como algo malo?
Para cuando quiso decir alguna palabra, la oscuridad inundó por completo los ojos de Mikuro, quedándose sola escuchando las voces de quienes parecían ser sus compañeros... o eso creía.
—¿¡Cómo es posible que seas incapaz?!
—Guardiana de hielo, ¡claro! ¡Guardiana imperfecta!
—¡No mereces ni un respeto!
—¡No mereces nada!
El odio en esas palabras hacía que Mikuro cubriera su cabeza, sintiendo los diversos golpes que le habían dado en su espalda, estómago o piernas. Le dolía, pero no tanto al estar acostumbrada. Hubo un momento donde incluso todo parecía ser silencioso, donde nada ni nadie parecía preocuparse por ella.
Levantó poco a poco su cabeza mientras retiraba sus brazos. En medio de esa oscuridad, se veía solitaria sin nada más que el frío que tenía. Una guardiana de hielo que todos admiraban hasta que todo cambió a un desprecio y odio que no recordaba. La tristeza y culpa fueron invadiéndola mientras intentaba no darle vueltas, pero las voces lejanas hacían que Mikuro no pudiera relajarse.
—¿Mikuro?
Hasta que varias llamas aparecieron a su alrededor, y con ello imágenes de un pasado no muy lejano. Un recuerdo en el que podía ver a cada uno de los antiguos héroes. Fue doloroso encontrarse con cada uno de ellos, más con aquellos que sabía que estaban muertos.
—¿Se puede saber por qué te has alejado de nosotros? —preguntó la voz delicada de Lania—. Necesitamos tu ayuda y sabes que ir sola no es la mejor idea.
—Ah... Lo sé.
La llama que brillaba dentro de Lania mostraba una pureza que confirmaba sus acciones llenas de bondad, una que Mikuro desconfió y le costó ver porque no se creía que hubiera seres buenos a su alrededor.
—Nos preocupas, Mikuro —murmuró la voz de Agnis, una llena de fuerza y valor. La suya brillaba en colores propios del fuego, predominando el rojo, algo que a Mikuro le incomodaba y, siempre que podía, se alejaba.
—No hace falta.
—Estamos en una situación compleja, ¿no lo entiendes? Han detectado muchas generaciones de anomalías en el mercado —habló la voz intranquila de Kimi.
—Necesitamos tu ayuda, Mikuro —pidió Kano.
Dos fuegos púrpuras, unidos de tal manera que podían ser capaces de consumir todo el frío a su alrededor. Cuando los veía, sentía una rabia creciente y cierta envidia.
—Si no crearais esos rituales...
—¿Cómo? —preguntó Kimi, frunciendo el ceño.
—¡Si no usarais el poder y cumplierais las mismas normas! —gritó Mikuro, perdiendo los nervios—. ¡Vuestros rituales crean esas anomalías! ¡Vuestros poderes causan ese problema! ¡Y al final no solo las anomalías acabarán con todo! ¡Sino que otros seres del exterior!
—¿A qué te refieres, Mikuro? —preguntó Zarik, provocando que la mencionada lo mirara de reojo.
—A que, si no vais con cabeza, acabaréis en graves problemas... y créeme que no me importará nada de lo que os ocurra.
Se mentía tanto a sí misma. Se mentía para no sentir nada. Para no tener esa imperfección en su cuerpo. Para sentir superioridad en lo que era. La guardiana perfecta de hielo. Pero era una mentira que admitía, cayendo lágrimas mientras recordaba ese fatídico día.
—Fui una idiota —se dijo en un susurro—. No puedo, no puedo perdonarme si yo...
Frenó sus palabras cuando sintió una calidez a su alrededor que la hizo girar, viendo una débil llama que que brillaba con una valentía poco común. Era como si dentro de ella sintiera miedo, pero aun así seguía adelante, demostrando que daba igual lo que le hicieran.
Cometí el error de ser una cobarde y no voy a dejar que ocurra una vez más... He aceptado la misión de viajar por el universo, ver los peligros y darme cuenta que dos diosas cuyo poder desconozco me pueden matar, al igual que mis amigos.
Mikuro veía esa llama que solo su mente podía recrear, dándose cuenta de quien era. ¿Cómo era posible que esa estúpida pudiera hacerla sentir con una valentía inusual? Desde que la conoció, sintió angustia y preocupación, algo que no comprendía porque no se conocían de nada. En cambio, ahí estaba, luchando con todo, sin importar la dificultad, aun si era más débil que los demás.
Y más si era alguien que provenía de un planeta tan odiado y despreciado. ¿Cómo era posible?
—Sí... Negatividad —recordó en un susurro.
Le parecía increíble como aquella que la mató, fuera capaz de ser perdonada y seguir adelante, demostrando que lucharía por ese bien que antes no supo ver. Mikuro miraba perdida a la hierba que tocaba su cuerpo, sintiendo un gran peso en su pecho.
—¿Puedo ser perdonada? —se preguntó, sintiendo un gran miedo en sus palabras—. Si lo intento... ¿Seré perdonada?
Levantando poco a poco su rostro, juró haber visto una sombra pasar con rapidez a su derecha. Abrió sus ojos y se levantó del suelo con las manos temblorosas.
—Debo hablar con ella... y con Negatividad.
Sin dudar, se fue en busca de Andrea. Juró por un momento que esa sombra que había visto era la de Andrea. ¡Era la oportunidad! Porque hablar con ella le haría ver la verdad. Creía que aquel fuego que tanto ignoraba iba a ser un problema, pero en verdad no era más que la ayuda que necesitaba.
Iba a la mayor velocidad mientras iba en busca de Andrea, dándose cuenta que en medio de los bosques cercanos al almacén, se encontraría con alguien que se asemejaba a Florian.
—Qué bueno, acabo de encontrar a los dos vientos rebeldes —habló Florian mientras observaba a Andrea con total seriedad—. Os estaba buscando, más a ti, Andrea.
Andrea frunció un poco el ceño para mirar sus espaldas y ver a Mikuro.
—¿Estás bien?
La preocupación detrás de esa pregunta hizo que Mikuro sintiera nerviosismos en sus adentros, mirando hacia su derecha con timidez.
—Sí, tranquila. Luego lo hablamos —respondió Mikuro.
—Sí, porque no quiero perder más tiempo, más cuando Andrea tiene que superar una pequeña prueba —intervino Florian, cruzando sus brazos.
—¿Qué prueba? —preguntó Andrea, arqueando la ceja.
—Si logras aguantar una pelea contra mí, podrás saber lo que tenemos planeado contigo, algo que te vendrá bien a ti y a tu querida anomalía —respondió Florian con una pequeña sonrisa.
Mikuro sintió la tensión en sus hombros. Aguantar una pelea contra Florian era imposible, más siendo una Luna Creciente.
—Oh, de acuerdo.
Pero Andrea no parecía ser muy consciente de la realidad en la que estaba envuelta.
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