Capítulo 2: Ser el centro de atención.
—¿Es muy grave? —preguntó Anais, mirando a su hermana tumbada en la camilla. Se había quedado dormida por la pelea que había tenido.
—Tranquila, en cuestión de minutos se recuperará, nuestras mejores enfermeras se harán cargo de ella —explicó el médico.
«Menudo comienzo de clases», pensó Anais con un largo suspiro, cruzando sus brazos. Andrea tenía algunas heridas en sus manos y brazos, pero la que más preocupaba era la de la cabeza. Era un corte que llegaba desde la frente hasta su mejilla.
—¿Estáis seguros de ello? Estas heridas... —susurró Lania.
Que Lania estuviera en el centro fue porque Anais, al estar consumida por el pánico, pidió ayuda a los profesores y luego estos avisaron a su única familia.
Con los brazos en sus caderas, Lania miraba a su sobrina con un suspiro largo. Sus ojos de distinto color observaban a un lado sin saber bien que decir.
—No deberías darle importancia, ya sabes cómo es ella.
Era extraño, pero Zarik también estaba ahí cuando de normal estaba metido en otros asuntos. Anais le sorprendía su presencia, pero sabía que no estaba muy contento por lo ocurrido.
Diferenciarlos era muy fácil, ya no solo por la actitud brillante y otra oscura, sino que su vestimenta. Zarik era el que siempre llevaba cazadoras negras, marrones o grises junto a unos pantalones cómodos, que atados a estos tenían varios cinturones o bolsillos, y unas botas de montaña. Lania iba con un vestido blanco con detalles dorados en cuya cintura tenía atada un cinturón marrón donde solía guardar diversos brebajes, collares y joyas únicas que provenían de su hogar.
—Volved tras unos minutos, os avisaremos y podréis estar con Andrea —explicó una de las enfermeras con una sonrisa.
Obedecieron y se quedaron cerca de las puertas de enfermería, viendo como varios de los jóvenes salían del centro porque las clases habían terminado. Esperando de pie, no se dirigieron mucho la palabra porque cada uno estaba sumido en sus preocupaciones y pensamientos, en especial Anais.
«¿Cuándo se va a darse cuenta?»
Si tenía que describir a su hermana en una frase, utilizaría la que siempre le decía su madre: Andrea tenía una flor en el culo.
Cuando los profesores intervinieron, se pusieron en medio para detenerla, salvándola de varios golpes y todo por proteger a un chico que al final huyó junto a su hermana. Ya podía agradecerlo después cuando se encontraran.
En la pelea no solo hubo golpes fuertes tanto un lado como otro, sino que también se vieron ciertos poderes que salían tanto de Andrea como del chico. Andrea dominaba los elementos del fuego y electricidad, esto último era una gran noticia porque nunca había demostrado tal hecho hasta ahora. Mientras que, con el chico, movía sus manos con el dominio del agua, presumiendo de que su poder era mejor que el suyo.
—¡Mi poder es más fuerte contra los tuyos! ¡Puedo apagar el fuego! —gritó el joven, cegado por la confianza.
Pero el pobre no sabía que Andrea... no era alguien que aplicaba las lógicas. Por ello mismo el chico recibió un puñetazo directo sin importarle las consecuencias.
—¡Buah! ¿¡Y puedes apagar estos puños!? Me temo que no eh. Mira que eres parvo (Tonto) —gritó Andrea.
En medio de la pelea, Anais se pudo ser testigo de todos los rostros de los jóvenes que gritaban emocionados por una pelea absurda a excepción uno. Un chico de cabellos blancos con un parche en su ojo derecho. Era inusual, más porque ¿quién iba vestido con un tipo de kimono blanco en medio de clases?
Aunque realmente no era el único, de hecho, todos iban con apariencias y vestimentas que dentro de Anais le eran inusuales, pero que sentía que debía aceptarlo ya que era común.
Puso su mano derecha en sus ojos, masajeándolos ante el dolor que sentía. ¿Por qué se fijaba demasiado en cosas que no importaban? ¿Qué tenía de importante que un chico vistiera de una forma u otra? ¿O que los cristales de su centro no estuvieran tan limpios? ¿O que a lo mejor podía ver los edificios abandonados desde la entrada de su instituto? Que eso estaba a más de ocho kilómetros...
—¿Por qué hago caso a esas tonterías? —se preguntó Anais en alto.
—Anais, ven —ordenó Zarik, logrando que la menor se asustara y se girara—. Tenemos que hablar, aparte de lo de tu hermana, ha ocurrido algo que creo que es necesario que lo sepáis de inmediato.
Anais obedeció, acercándose y manteniendo una posición firme.
—Zarik, te he dicho que no las involucres —recordó Lania mientras se cruzaba de brazos.
—Me da igual, tienes que entender que esto no puede quedar así, necesitamos más ayuda, y si Andrea tiene algo que nos sirva, es posible que Anais también lo tenga —contestó Zarik para luego mirar a Anais—. Cuando tu hermana vuelva, nos iremos a casa, tenemos una visita importante. A ver si no tarda tanto, mira que es coincidencia también...
Bajo un suspiro largo y pesado, Anais sintió tensión en sus hombros. Sabía que Zarik traía malas noticias por cómo estaba actuando.
Andrea estaba sumida en un sueño un tanto inusual. De normal solía soñar con los recuerdos de su pasado en el que disfrutaba del aire fresco, rodeada de la naturaleza mientras mordía un pequeño trozo de hierba, cruzando sus brazos con una sonrisa.
Pero hoy el sueño era muy distinto.
—Andrea...
Flotaba en medio de una oscuridad que la lograba incomodar. Creía que estaría soñando en los días que disfrutaba en el pueblo junto a su padre, pero no era el caso, menos cuando algo o alguien la agarraba por sus extremidades.
—Andrea...
Angustiada por la sensación, intentó hacer algo al respecto para que no la hicieran daño. Ese ser que la estaba agarrando y consumiendo sus extremidades tenía una actitud poco paciente, como si Andrea fuera culpable de la actitud de ese monstruo.
—Andrea. Si no despiertas pronto, no voy a dudar en abrir tu caja azul.
Despertándose de golpe con sudores, giró su cabeza de un lado a otro en busca de una voz que la calmara porque no podía ver. Palpando su alrededor, se dio cuenta de que estaba tumbada en una camilla, algo que la puso más nerviosa porque detestaba los hospitales y todo lo relacionado.
—¡Tranquila! Respira, estás bien, estas siendo tratada por las enfermeras, fuiste herida gravemente —avisó una de las enfermeras, una voz que Andrea no identificó y la puso más tensa.
—¿Dónde está mi hermana? ¿Está bien? ¡Cómo ese hijo de pu-
—Está bien, tranquila, no recibió ningún golpe, más bien fuiste tú —interrumpió el médico.
—A mí me da igual el daño que haya recibido. Mi hermana, ¿está bien?
—Te dije que sí.
La respiración de Andrea se fue relajando, logrando a su vez ver su alrededor. Sí, estaba en la sala de enfermería, rodeada por esos colores blancos y azules junto con los muebles más típicos. Miró a otro lado y se quedó inmóvil al ver que la enfermera tenía un tercer ojo en la frente sin abrir.
Su respiración rápida volvió mientras su mente luchaba consigo misma porque una parte de ella le decía que esas apariencias eran normales, mientras que la otra le decía que eso era un alienígena.
—¿Q-Q-Qué está pasando? —susurró Andrea.
—Creímos que era bueno despertarte con una magia débil, la idea era despertarte poco a poco... no así —explicó la enfermera.
—Maldita sea, no hagáis eso, me distéis un susto de muerte —reclamó Andrea mientras ponía su mano derecha en la cabeza.
—El susto se lo has dado a tu familia. También te digo, no sé qué tan buena idea es meterse en peleas cuando no sabes usar tus poderes —intervino el médico quien estaba algo lejos de donde estaba sentada—. De igual forma, te has recuperado muy bien sola, a pesar de los golpes...
—Qué bueno, soy alguien fuerte —expresó Andrea aliviada y con cierto orgullo.
El médico la miró con la ceja arqueada.
—Demasiado bueno para ser verdad —murmuró escéptico—. Sea como sea, debes volver con tu familia, nos han pedido que en cuanto te recuperes vayas con ellos.
—Está bien.
Sin apenas cuidado, se bajó de la camilla, sorprendiendo a las enfermeras quienes no se creían como la joven se movía y caminaba como si nada. Había recibido golpes graves y de normal uno le costaría moverse del sitio, pero en su caso no era así.
Despidiéndose y agradeciendo su trabajo, cerró la puerta detrás suya, cerró sus ojos e inspiró profundamente, escuchando un susurro tras las puertas de la enfermería.
—Tengo sospechas de que esa chica tenga poderes de regeneración.
«Eso explicaría mucho... y me daría mucha ventaja», pensó con emoción.
Giró su cabeza hacia la derecha para encontrarse con los demás. No dudó en acercarse a ellos y ver a su hermana.
—Te dije que no te metieras en la pelea —se quejó Anais.
—Oh, venga, pero si fue divertido —respondió Andrea con una sonrisa
Anais la miró con el ceño fruncido.
—Sí, muy divertido, ¿¡es en serio Andrea?! ¡Perdiste la consciencia! —gritó Anais.
—Tampoco fue para tanto.
—Andrea, te avisé que no actuaras de esa manera en el centro —le recordó Lania.
—Lo sé... —murmuró Andrea, rodeando sus ojos hasta encontrarse con Zarik. zapateaba el suelo ante una conversación que no le importaba.
—Me alegra verte bien, Andrea, pero tenemos varios asuntos de que hablar ellos en nuestra casa, ¿comprendes? —preguntó Zarik mientras daba la espalda a las demás.
El suave silbido proveniente de los labios quemados y mordidos de Zarik sonaron.
—No parece ser un problema grave, ¿vamos a ello? —preguntó Andrea, estirando sus brazos con calma mientras sonreía.
—Ya hemos llegado a casa —contestó Zarik con su tono más habitual.
Andrea arqueó la ceja y cruzó sus brazos. La actitud de Zarik a veces le sacaba lo peor, aunque era mejor no decir nada porque recibía un golpe en su cabeza que no era precisamente flojo.
Llegar a casa rápido era habitual. Zarik conocía hechizos que le permitían llegar rápido al sitio que deseaban. Mientras ellos subían por las escaleras hacia el comedor, Andrea respiró hondo, sabiendo que habían usado la cocina de leña causándole una gran comodidad y seguridad en su cuerpo.
Subió por las escaleras hasta llegar al comedor del cual solo poseía unos pocos muebles, los justos para comer juntos en una pequeña mesa familiar junto a dos sofás acompañados por una chimenea rústica. En la ventana, que justo daba hacia los bosques, se encontraba una mujer que los esperaba con sus brazos cruzados.
Nada más girarse, mostró su apariencia, viéndose la preocupación en sus ojos negros a la vez que analizaba a cada uno de ellos. Andrea la miró con asombro, ¿era cierto lo que veía? ¿Un fantasma?
—Andrea, Anais, os presento a Mikuro Kurai. Estaba en el mercado Extra-Sistema... Era una de los miembros del antiguo grupo de héroes, solo que al parecer no lo recordaba hasta ahora porque la norma de los documentos, la pérdida de memoria, ha hecho que Mikuro se encuentre en esta situación —explicó Zarik.
«Cierto, las malditas anomalías crearon esa norma», recordó Andrea.
La tensión inundó los cuerpos de los presentes, en especial a Andrea y Anais quienes se miraron. Si sus padres marcharon cuando se creó justo el código, ¿se acordarían de ellas? No solo eso, ¿cómo era posible que las anomalías pudieran crear una norma? Pensaban que eso no era posible. ¿Pérdida de memoria? ¿Cómo funcionaba eso? ¿A cada cuánto funcionaba eso? ¿Y cómo lo harían frente?
—Ahora, cómo ambos lados tendremos miles de preguntas, hablaremos todo de forma civilizada y sin conflictos, ¿entendido? —preguntó Zarik.
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