Capítulo 19: Tojgamnih - Nostalgia.
De camino al almacén, Lania se dio cuenta de los nervios de Anais al mirar hacia su nuevo collar. Esto hizo que sonriera, recordando la vez que fue una simple aprendiz de su arma y todos los secretos que la rodeaban. Anais era igual que ella cuando solo era una joven de catorce años.
—¿Qué es lo que sabes del universo, Anais? —preguntó Lania, escuchando el crujir de las hojas que había en su camino.
—Muy poco, por no decir que recién estoy entendiendo vuestros términos y todo esto de tener un poder —respondió Anais.
—¿Sabes cómo funciona un arco o el uso de energía?
—No...
Lania suspiró con paciencia para luego mirar desde la lejanía el almacén. Frenó sus pasos, provocando que Anais la imitara.
—Entrenaremos aquí, voy a enseñarte todo lo que aprendí como cazadora, así que estate atenta —le pidió Lania.
—¡Entendido!
El día era soleado sin que el viento las interrumpiera, por lo que sería un día genial para poder practicar el tiro con arco. Lania ponía sus manos en sus caderas, para al final invocar su arco en un gesto suave hacia el suelo, apareciendo en su mano derecha un guante dorado seguido de su arco que iba formándose gracias a las luces que se movían con encanto y cuidado.
Anais miraba esto con gran asombro, viéndose el brillo detrás de sus ojos.
—Veamos Anais, ¿qué debes de tener en cuenta cuando disparar? —preguntó Lania.
—Uhm, ¿no dudar?
—Esa es una de las primeras bases que tienes que tener en cuenta. Dudar hace que el enemigo tenga más ventaja sobre nosotros, en especial contigo, que eres una arquera de apoyo, no de ataque —explicó Lania.
—¿Apoyo? —repitió Anais.
—Los arqueros de apoyo ceden su energía que les sobra de su cuerpo, la generan sin querer y por ello deben desprenderla de su cuerpo, ayudando a sus compañeros o disparando al enemigo con una energía que sea negativa para su cuerpo —respondió Lania.
—Oh, creo que voy entendiéndolo, mi tarea es ayudar desde lo lejos, no atacar, ¿verdad?
—Puedes atacar con tus flechas, pero te es mejor apoyar a los aliados, sobre todo a Andrea porque necesitará tu ayuda en combate y dudo mucho que se separe de ti —aclaró Lania mientras miraba su arco—. Los arqueros de apoyo son seres que deben gastar su energía, sino es posible que empiecen a desangrarse.
—¿C-Cómo?
—Al tener tanta energía, no son capaces de mantenerse de pie por el cúmulo que no expulsan. Cuando desangran, normalmente es por la boca, nariz, orejas... Creo que me entiendes —respondió Lania, mirando a otro lado con sus ojos sin querer entrar a muchos detalles—. El asunto es que, si sangras, es porque expulsas esa energía que contienes.
—Ahora entiendo por qué me sangraba tanto la nariz, ¡y-y me sigue pasando! —murmuró Anais.
—Eso es porque contenías poder y no lo liberabas —contestó Lania con una sonrisa—. Hay casos excepcionales, a veces los arqueros ven conveniente guardar la energía para usarla bruscamente en situaciones de emergencia.
—¿Cómo por ejemplo?
—No sé de muchos casos específicos, en mi caso soy una arquera de ataque, lo habrás visto porque puedo mantener una batalla contra gente como Mikuro o Andrea —respondió Lania para luego poner la mano en su barbilla—, pero, si mal no recuerdo, hubo casos muy especiales donde los arqueros de apoyo eran capaces de revivir a sus compañeros, curarlos a todos en medio del combate, regresar al pasado de una forma temporal y miles de milagros.
Anais abrió su boca.
—¿¡En serio?!
—En tu caso es un tanto complicado porque no hablamos de la energía de los cazadores, sino de un Materhog que te acompañó desde pequeña. No sé bien como lograste expulsar esa energía sobrante, incluso puede que la expulsaras sin querer con algún gesto que podría considerarse como suerte o coincidencia.
Anais se quedó inmóvil por un momento. Sus ojos se movían sin querer, como si por un momento estuviera recordando. Esto hizo que Lania se preocupara, aunque no por mucho tiempo al ver que reaccionaba de nuevo.
—E-Entonces mis flechas son para ayudar, pero ¿cómo?
Lania cruzó sus brazos.
—Varía mucho. Hay flechas energéticas, le permite al usuario recibir más fuerza para poder frente a según que situaciones. Flechas curativas, mediante el tiempo que está incrustada en el cuerpo del usuario, retira las heridas y la flecha se corrompe hasta desvanecerse. Flechas de resistencia, donde el usuario aguante a golpes que podrían romper sus huesos u órganos —recordó Lania mientras ponía su mano derecha en la barbilla—. Hay flechas que son explosivas de efecto.
—¡¿C-Cómo?!
—Sí, flechas que, al lanzarlas al aire o suelo, explotan y dejan un efecto en una gran área a su alrededor, a sean flechas de lo que te he dicho o elementales —explicó Lania con una leve risa al ver el asombro en los ojos de Anais.
—¡¿Y cuántas categorías hay en los arqueros? ¡
—Ataque, apoyo, defensa —respondió Lania, viendo como Anais afirmaba al entenderla—. Los más inusuales son los de apoyo, mientras que los de defensa son más comunes seguido de los de ataque.
Anais puso su mano derecha en la boca mientras soltaba un ligero ruido de intriga.
—Debes de tener en cuenta que todo esto podrás hacerlo si con Hertian mantienes una comunicación correcta —continuó Lania—. El arco es parte de él, cede su poder a ti y te ayudará en todo momento, a su vez tú también generas una energía, pequeña, pero la tienes.
—Entiendo.
—Ahora, teniendo eso en cuenta, la pregunta que te hice al principio tiene mucha más importancia. —Lania, ante esas palabras, se giró para mirar hacia las ramas de los árboles—. Debes aprender a apuntar con eficiencia, velocidad y con valor. Sé que eres una persona que le cuesta estar tranquila cuando todo se vuelve caótico, pero no puedes esperar que todo esté planeado, siempre habrá algún inconveniente.
—E-En ese sentido no soy como mi hermana —murmuró Anais con cierta vergüenza.
—Tampoco podemos irnos al otro extremo, hay que ser conscientes de la situación, no como tu hermana que a veces no piensa lo que hace —explicó Lania mientras miraba las ramas—, aunque admito que en el entrenamiento controló muy bien sus acciones cuando te vio.
—Porque no quiere hacerme daño, eso lo sé muy bien —respondió Anais, a lo que Lania la miró de reojo—. Es lógico teniendo en cuenta que somos hermanas, pero Andrea me admitió que, aunque me comportara mal o tomara un camino equivocado, le sería duro decirme unas palabras dolorosas o que, si ya la hiciera daño, ella me lo devolviera.
—Ya veo... —murmuró Lania, moviendo sus ojos hacia el suelo, sintiendo un horrible escalofrío en su espalda al recordar a su hermano.
—Al principio no hice caso, pero viendo la situación y teniendo en cuenta que una diosa que controla mentes... —murmuró Anais, siéndole difícil seguir con sus palabras.
—Entiendo bien ese sentimiento, Anais —habló Lania con la mayor calma—, pero ante eso es lo que nos enfrentamos muchas veces. Se bien cómo te sientes, he tenido que vivirlo, pero al final no me ha quedado otra que hacerlo frente y mantenerme firme, aunque muchas veces deseaba llorar y hacerme daño por el sufrimiento que le hice pasar a mi hermano.
Anais levantó su rostro. Lania, con calma y una sonrisa suave, volvió hablar con paciencia:
—Pero debes seguir delante de alguna forma, ¿o es que acaso dejarás que esa diosa te torture y mate poco a poco? —Anais, ante esa pregunta, negó de inmediato—. Claro, eso es lo último que queremos, por ello estamos aquí para entrenar y luchar hasta el final.
Lania, fijándose a su alrededor, apuntó hacia las ramas mientras se concentraba. Anais se fijó en cada uno de los gestos que ejecutaba para poder imitarla y aprender. La admiración era reflejada en el rostro de Anais al ver como la energía se canalizaba en la mano derecha para soltar la energía.
La flecha fue directa hacia una de las ramas del árbol, logrando destrozarla y que esta cayera al suelo. Aquello dejó fascinada a Anais, mirando la rama que había caído y luego a Lania.
—Esto, obviamente, no se consigue de un día para otro, pero sí con mucho entrenamiento y pasión —explicó Lania con una sonrisa delicada—. Te enseñaré lo mejor que sé, pero no pienses que conmigo sabrás todo. Soy una instructora para que aprendas lo más básico, pero quiero que tú sola busques y entrenes.
—Siempre he hecho eso —aseguró Anais.
Lania se creía que Anais fuera alguien que siempre deseara saber todo lo que tuviera en sus manos, sabía que siempre quería tener la solución o la respuesta cuanto antes. Saber aquello hacía que Lania sintiera orgullo, dejando que los recuerdos del pasado la inundaran. Sintiendo por un momento el frío en toda su piel al recordar los bosques invernales de su ciudad.
——¡Vamos Lania! ¡Se que lo puedes conseguir! —animó una voz, una que Lania reconocía bien.
—¡Pero es muy difícil, Lleida!
— ¡Yo confío en ti!
Sonreía apenada al recordar su juventud. Era rodeada de todos. Vacía al no tener a su hermano al lado.
«Eso es el pasado. Eso ya no existe, no ahora», pensó Lania, negando con su cabeza para mirar a Anais quien estaba con el arco en sus manos, agarrándolo torpemente.
—¿Qué es esa forma de agarrar el arco? —preguntó Lania con una leve risa.
—N-No sé. Pensé que sería cómodo —respondió Anais, avergonzada.
—Mira, es mejor que pongas este brazo así.
Lania, con cuidado, dirigió la posición de los brazos de Anais con sus manos. Indicando con suavidad, posicionó el brazo derecho para luego ver que el izquierdo se acomodó solo.
—Bien, el otro así, perfecto. —continuó Lania, bajando la mirada para ver que las piernas de Anais estaban muy tensas al igual que sus hombros y brazos—. Relaja tu cuerpo, así no consigues nada.
—E-Entendido.
—Respira, no hace falta aguantar la respiración —indicó Lania.
—¡Sí!
—Los brazos, Anais —recalcó Lania, a lo que Anais lo corrigió de inmediato—. Bien, buena posición, espalda recta. —recordó, y Anais afirmó con su cabeza, su rostro era serio y seguro, mirando directamente hacia una de las ramas que había en los árboles—. Ahora demuéstrame que tan buena eres apuntando con esa vista tan desarrollada.
Anais respiró hondo, manteniendo esa misma pose como le había indicado Lania, pero le costaba mucho disparar. Sus brazos temblaban como gelatina y tenía claro que si ponía tensa una vez más le sería difícil disparar, por ello intentó instruirla, pero una presencia de colores azules aparecería al lado de Anais.
—Veo que Hertian también tiene experiencia —susurró Lania con una sonrisa.
Hertian corregía su postura con cuidado, no era la mejor de todas, pero al menos pudo disparar la flecha azul a una gran velocidad hacia la rama. Acertó, pero no consiguió romperla, aunque Anais no le tomó importancia porque ya era un gran logro soltar la flecha.
—Esa no es tu única rama —avisó Lania—, tendrás que romperla como hice, recuerda lo que te he dicho.
—¡Sí!
Lania se entrenó a su lado para que aprendiera y viera como se tenía que colocar los brazos y piernas. Anais observó con detenimiento y poco a poco fue corrigiendo esos pequeños fallos que tenía.
Siempre que disparaba, aparecía ese ángel que lograba mejorar un poco más su postura, con sus brazos intentaba dirigir la flecha y disparar, consiguiendo que su puntería y fuerza fuera mejor.
Mientras entrenaban, Lania sentía una calidez extraña en todo su cuerpo, ver como Anais le metía su empeño hacía que recordara a su juventud una vez más, una tan torpe donde no sabía nada de la verdad que la rodeaba.
—¿Sabes Lania? Me sorprende que estés aquí en este camino —admitió Lleida—. Tu hermano está en el bando contrario.
—Lo sé, es que voy a purificarle —contestó Lania, provocando que Lleida la mirara asombrada.
Sabía que sus palabras eran arriesgadas al querer algo así, purificar a su hermano no era fácil, más si los dioses observaban las acciones que tomaban sus cazadores. Lleida, su instructora, sabía que esa misión era imposible,
—Te ayudaré con lo que sea, Lania. Cuenta con mi ayuda —prometió Lleida.
Pero, aun así, Lleida la acompañó aun sabiendo que era arriesgado, aun sabiendo que era incumplir las normas de los dioses. Lania jamás entendió los motivos de Lleida en querer ayudarla, solo veía ese rostro lleno de amabilidad y cariño, uno que jamás olvidó, al igual que esos días donde discutía con su hermano.
—¡Deberías haberme dejado morir! —chilló Zarik.
—¡No! ¡Eres mi hermano! ¡Jamás te dejaré solo! —gritó Lania con lágrimas presentes mientras invocaba su arco.
—¡De nada va a servir, olvídame de una maldita vez!
A día de hoy, Lania sabía que Zarik se arrepentía de sus palabras y acciones, llegando a este punto donde la purificación parecía ser una misión imposible para Zarik, mientras que Lania luchaba sin importarle la dificultad. Al menos podía agradecer que Zarik se diera cuenta de sus fallos, que en el momento que llegaron a Extra-Sistema, le prometiera algo que jamás olvidaría:
—Trataré de ser un Hunxert neutro. —Zarik ajustaba la capucha de su cazadora sin mirarla—. Ahora que los Cuatro Cardinales no están aquí y vi la verdad, intentaré cambiar, pero no prometo que sea fácil, Lania.
Palabras que hicieron brillar su corazón herido.
No muy lejos, exactamente dentro del almacén, Zarik veía como Roxy, con una espada de madera en sus manos, practicaba todo lo que le había enseñado. Los gestos bruscos y poco firmes de Roxy hacían que Zarik soltara de vez en cuando una risa, dándose cuenta que iba a ser complicado entrenarla.
Aun con ello Roxy no se rendía nunca, seguía practicando mientras hacía caso a los consejos de Zarik, mirándole con atención para luego imitarle, o al menos eso intentaba porque muchas veces caía al suelo con un sudor notorio en su frente o cuello.
—¿Cómo conseguiste tú ser así de fuerte? —preguntó Roxy, mirándole de reojo tras sentarse en el suelo.
—Años de entrenamiento, Roxy —respondió Zarik, sentándose a su lado.
—Pero me decías que tu entrenaste solo un año, ¿cómo es posible eso?
Zarik bajó la mirada de sus ojos por un momento, soltando un suspiro largo.
—La forma en como nos entrenaban no es la misma que te estoy dando yo ahora —admitió Zarik.
—¡Entonces enséñamela! —exigió Roxy, a lo que Zarik negó con su cabeza.
—No soy un desalmado como ellos, Roxy.
La adolescente abrió sus ojos, viendo por un momento como los ojos de Zarik mostraban un dolor que solo él ocultaba. Arrepentida y sin saber bien que decir, rascó su cabeza con cierta vergüenza.
—Lo siento...
—No es tu culpa, Roxy. No sabías nada —respondió Zarik con calma.
—Ya, pero creía que aun en el ellos os enseñaban las cosas con paciencia y calma —admitió Roxy.
Zarik soltó una leve risa.
—Ahí se pedía rapidez y fuerza. Si no lo tenías, te maltrataban hasta que perdieras la consciencia, murieras o demostrabas ser más fuerte que ellos —explicó Zarik.
Detrás de esas palabras Zarik sentía como las heridas de su espalda empezaban a tomar vida una vez más, provocando que cerrara sus ojos mientras mordía sus labios con rabia, escuchando la voz de aquel instructor —si es que se le podía llamar así—, que siempre se burlaba de él.
—¡Te veía más fuerte, Zarik, no un llorica! —se burlaba mientras cortaba la espalda de Zarik, ejerciendo la fuerza necesaria para torturarle—. ¡¿Vas a seguir recordando a tu hermana y llorar por tus decisiones?! ¡Penoso!
Esos días Zarik aprendió que el silencio era suficiente y que las miradas junto a las acciones lograban intimidar más. Logró ser un cazador que para muchos de los presentes les causó admiración, caso contrario para él.
—¿Zarik? —preguntó Roxy, viendo que no reaccionaba a sus palabras.
—Estoy aquí —murmuró Zarik, mirando de reojo a Roxy—. Estaba a mis cosas.
—¿Estás bien?
«Por el momento».
—Sí, tranquila —respondió mientras se levantaba del suelo—. Por cierto, Roxy, saltando a otro tema, ¿sabes algo sobre la espada con vida que creaste en el mercado?
Aquella pregunta hizo que Roxy mirara a otro lado.
—Sí, pero n-no creo que os haga mucha gracia saber que es.
Veía como Roxy jugueteaba con los dedos con sus manos. Aquello hizo que la tensión subiera por sus hombros. A punto de hablar, la presencia de Lania y Anais haría que los dos se giraran, viendo como Anais sujetaba el arco con ilusión. La sorpresa impactó en Roxy, quien abrió su boca ante la belleza de tal arma.
—¡¿Esa es tu arma?! —preguntó Roxy.
—¡Sí! Estuve entrenando con Lania a fuera sobre cómo usar el arco.
—¿Sí? ¡Yo estuve entrenando con Zarik!
La conversación de Roxy y Anais no tenía tanta importancia para los cazadores. Ellos solo se miraban, viéndose la sonrisa delicada de Lania mientras que Zarik desviaba sus ojos a otro lado.
—Me sorprende que seas capaz de entrenar a Roxy, ¿acaso lo tenías pensado de antes? —preguntó Lania con curiosidad.
—Sí... —susurró Zarik.
—Me alegra ver el cambio que estás teniendo, hermano —murmuró Lania aliviada.
Zarik solo pudo mirar hacia el suelo, sonriendo detrás de sus ropas. En estas ocasiones no sabía decir nada más que agradecer la compañía de su hermana. Verla hacía que a sus ojos viera una brillante y esperanzadora luz que siempre intentaba calmar sus males.
Pero sabía que eso jamás iba a tener una solución.
De pronto, unos pasos llenos de rabia se escucharon en el almacén, captando la atención de los pocos presentes.
—¿Quién eres? —preguntó Anais, frunciendo el ceño—. Te pareces a...
—Soy Florian —respondió con una voz más femenina, por no decir que todo su cuerpo era femenino junto a su vestimenta—. Esto es lo que tiene ser parte de los Gemity, pero bueno, qué remedio. ¿Puedo saber por qué no están los demás?
La forma en como hablaba era más agresiva y demandante, algo que a Anais le puso en alerta al igual que Roxy, mientras que Lania y Zarik no se veían muy impresionados.
—Han surgido ciertos problemas, pero nada de qué preocuparse —respondió Zarik.
—¿Y por eso los demás no están aquí? —preguntó Florian, notándose la molestia en sus palabras. Antes de que pudiera responder, Florian negó con su cabeza—. No, no quiero perder tiempo. Zarik o Lania, me da igual quien, intentad contactar con los demás y empezar con los entrenamientos.
Zarik miró de reojo a su hermana y afirmó en silencio.
—Recibido —respondió Lania.
—Genial. Por cierto, Roxy, sobre la espada, ¿sabemos algo? —preguntó Florian mientras cruzaba sus brazos, realzando su figura.
La joven se quedó sin palabras, más ante la actitud que tenía Florian en su versión femenina.
—Veo que sí, ya me lo irás diciendo —continuó Florian, soltando un largo suspiro—. Ahora, ¿sabéis donde están Andrea y Mikuro?
—Andrea está en casa descansando y de Mikuro no sabemos nada —explicó Zarik.
—Oh, genial —contestó Florian con un leve gruñido de frustración—. Qué remedio. Intentaré buscar a Andrea, con Mikuro me imagino que ya volverá.
—La actividad que tuve fue...
—No hace falta que digas nada, Lania —interrumpió Florian—, ya me hago una idea de qué pudo ocurrir, por lo que no perdamos más tiempo.
—¿Se puede saber por qué esas prisas? —preguntó Zarik.
—Los Noilens han detectado posibles pistas de Creni, y necesito que vosotros junto con Mikuro vayáis a buscarlo. En cuanto la espada, han descubierto que a lo mejor hay encerrada una anomalía —explicó Florian, para luego mirar a Roxy—. No sé cómo lo has hecho, Roxy, pero ya es algo que iremos viendo. Capaz le pida a Andrea que vaya a por esa espada contigo.
—El problema es que esa espada p-pone ciertas pruebas —explicó Roxy.
—Genial, más obstáculos, que los vientos no me alteren más o pienso... —Florian, como mejor pudo, respiró hondo y cerró sus ojos—. Da igual, pongámonos en marcha. Iré a por Andrea, vosotros llamar a los demás y empezar con el entrenamiento.
Los demás aceptaron sin problema, viendo como Florian se marchaba del almacén a la mayor velocidad que tenía en ese cuerpo.
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