Capítulo 18: Te reconozco.

Se culpaba en silencio mientras daba vueltas a la cama de un lado a otro. Casi hacía daño a la persona que más quería, y si logró controlarlo era porque Solace le había avisado a tiempo.

Ahora mismo miraba el techo de su habitación, estirada en la cama, deshaciendo las sábanas, para luego cerrar sus ojos y descansar, aunque era difícil cuando su cabeza le echaba siempre la culpa.

—Ya lo sé...

Se estaba dando cuenta que Anais era su gran debilidad. Tenía cierto miedo del futuro, no sabía si Anais sería capaz de traicionarla cuando conociera sus poderes y decidiera su destino. Confiaba en que la acompañaría, pero dudaba por el poder que tenía.

—Hertian se llamaba —murmuró Andrea, frunciendo el ceño.

Desconfiaba del ángel, aunque no hubiera hecho nada malo y hubiera protegido en todo momento. Sentía que de algo lo conocía, pero no podía identificar el qué. No solo eso, las palabras de Hertian hicieron que, una vez más, todos desconfiaban de Solace.

Aun recordaba cuando Lania le hizo esas preguntas que le hacían arder la sangre.

—¿Ibas a pegarla?

—¿Tú me crees idiota? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño.

—Andrea...

—¡Es mi maldita hermana! ¡Soy incapaz de hacerla daño! —interrumpió Andrea.

—Ya, pero esa anomalía...

—¡Sabe que la aprecio, no es tan cabrón como algunos pensáis! —gritó Andrea—. ¿En serio me preguntas eso, Lania? Es mi hermana, daría mi puta vida para salvarla. Por ello frené mis ataques en cuanto la vi, soy incapaz de hacerla daño, ¡joder! ¡Si lo hiciera me culparía eternamente por ello!

Recordar eso hizo que sintiera un repentino dolor de cabeza. Abrió y cerró las palmas de sus manos hasta que cubrió su rostro. Mientras respiraba con la mayor calma posible, dejó que sus ojos fueran inundados por la oscuridad. Su cuerpo parecía flotar, descendiendo hasta tocar el suelo. Separó sus manos, viendo que estaban cubiertas por un líquido negro que caía en su cara.

—Quiero hacerte algunas preguntas —declaró Andrea, moviendo su cabeza para ver a Solace—. ¿Por qué atacaste a mi hermana en la tierra?

—No te equivoques, Anais fue quien me atacó con ese ser que tiene a sus espaldas —explicó Solace—. Ese ser es un Materhog y cuando lo vi me quiso matar. Por ello la ataqué, no quería morir.

—Ya... entiendo —susurró Andrea.

—Aparte, yo no quería hacer daño —continuó Solace—, entré a tu cuerpo porque erais hermanas y tenía claro que él no iba a atacarte. Si lo hacía, Anais iba a estar arrepentida y ese ser se culparía por ello.

—Ah, eres listo cuando quieres —respondió Andrea con una ceja arqueada.

—¡Por mi supervivencia, lo que sea!

Andrea soltó una pequeña risa, pero dejó de hacerlo al acordarse de un pequeño detalle:

—Pero en la cocina tú me atacaste.

—¿Cuándo? —preguntó Solace, frunciendo el ceño—. La única vez que nos vimos fue en esa ocasión, yo no te conocía de antes.

Fue difícil de asimilar tales palabras, Andrea tragaba intranquila al saber que en la casa de Andrina había más anomalías.

—Parece que te encontraste con otra anomalía —supuso Solace, cruzando sus brazos—, pero déjame decirte que cuando llegué, no vi nada ahí. Estaba solo y luego me encontré con vosotras.

—Entiendo. I-Igual, comprende que es difícil de asimilar todo —respondió Andrea—. Es como un sueño...

—Pues no lo es, Andrea, ojalá lo fuera.

—Ya... —Andrea respiró profundamente para luego mirar a otro lado, pensar sus palabras y luego continuar—: ¿Es posible que me expliques un poco sobre cómo funciona la terminología y el universo? Porque siento que parece como un ordenador.

—¿Eh? —Solace frunció el ceño.

Andrea soltó una leve risa.

—Verás, es que oigo términos como Códigos, sistemas, núcleos. Luego que si anomalías y...

—Virus, también hay virus —añadió Solace.

—¡No me jodas! Parece que estamos hablando de un software, o sea, el interior de un ordenador —respondió Andrea, sentándose en el suelo.

—N-No creo que sea comparable. Los virus que yo me refiero son una raza parecida a la nuestra, pero creados de una forma más distinta. Son un poco más peligrosos y tienen su división dentro de esa raza —explicó Solace.

—Ya me interesa eso, explícate.

—Las anomalías nos creamos junto con los virus y tienen como un tipo de alianza —comentó Solace—. Solo sé que se suelen generar por varios factores, uno de ellos es cuando un planeta es abandonado, se generan y lo consumen, siendo así seres fuertes, pero discretos.

—Déjame adivinar —pidió Andrea mientras ponía su mano en la barbilla—. ¿Son seres que atacan cuando menos te lo esperas? —Solace Afirmó ante su pregunta—. ¿Se infiltran por culpa de un tercero?

Volvió afirmar. Andrea puso sus manos en su rostro, ¡todo parecía ser irónico! ¿Cómo era posible que existieran esas coincidencias? Números, errores, virus... ¡Sistemas, códigos y documentos! Andrea se sentía dentro de un ordenador bizarro que se burlaba de todo este caos.

—No entiendo por qué reaccionas así con... los virus.

—Es extraño para ti, pero en nuestro caso cuando nosotros queremos descargar un programa o algo que nos hace falta, buscamos por páginas que no son fiables del todo. Cuando lo descargamos sin tener cuidado, nos puede contagiar el ordenador, o sea, destrozarlo todo —explicó Andrea—. Hay varios tipos de virus, pero por lo general todos tienen un objetivo, destruir tu sistema.

—Un sistema es un universo —comentó Solace, a lo que Andrea rascó su cabeza con cierta brusquedad.

—Tómatelo como que los virus de mi ordenador son parecidos a tu raza, al fin y al cabo, tienen el mismo objetivo, y creo que quieren destrozar no solo el sistema, sino todo el universo —explicó Andrea con cierta duda.

—Núcleo —corrigió Solace.

«Menudos términos más raros», pensó Andrea mientras seguía rascando su cabeza.

—Pensé que no me entenderías —admitió Solace—, aunque me he dado cuenta que similitudes entre nosotros.

—Es que todo lo que he escuchado parece que es sobre un ordenador —admitió Andrea—. Sistemas, códigos, virus, núcleo del todo, planeta desecho... Es raro.

—Supongo que para ustedes es raro.

—Deberías agradecer que junto a mis amigos somos los únicos que entendemos estos términos, y debería ser así por un largo tiempo —explicó con cierto temor—. Siento que, si todos estos secretos se desvelan a los humanos, podría ser un desastre. Se volverían locos para obtener cualquier tipo de poder.

Pensaba en una situación en la que los humanos conocieran la verdad sobre el universo. ¿Cómo podían reaccionar? Dudaba que fuera como en las películas o series de superhéroes. Si bien era cierto que algunos los podrían considerar como unos, muchos nos tomarían como una amenaza y un gran peligro.

No quería imaginar más sobre los posibles resultados que podría haber, sentía horribles escalofríos mientras miraba a su compañero, quien no entendía nada sobre lo que pensaba.

—Necesito descansar un poco —pidió Andrea

—Está bien, descansa lo que puedas, pero no te atormentes con lo ocurrido —le pidió Solace.

—Difícil...

En la otra habitación, Anais intentaba dormir como mejor podía, pero era complejo al ser invadida por pesadillas que lograban dejarla inmóvil.

Veía una realidad que sabía que no correspondía, una en donde su hermana era consumida por la anomalía. En medio de todo ese destrozo, vio a Andrea controlada bajo unos hilos, exactamente diez.

Anais intentaba hacer algo, pro jamás lograba alcanzarla, de hecho, siempre escuchaba las mismas palabras.

—Te dije que fueras a por tu hermana.

Gritó mientras ponía sus manos en la cabeza, cayendo lágrimas sin parar mientras la energía de su cuerpo fluía de forma que una enorme flecha que no dudó en apuntar hacia él. No deseaba sentir ese miedo, ya no más.

Pero lo que vio, fue algo que la dejó con una horrible ansiedad, una que la hizo despertar de su pesadilla y llorar desesperadamente.

—¡¿Esa era Andrina?!

Las dudas la atacaron sin compasión alguna sobre la verdad que la dejaban ahogada bajo un mar profundo del que no podía salir. Estaba tan aterrada que no se dio cuenta que detrás suya estaba Hertian abrazándola.

—¿Quién eres? —preguntó Anais con cierta dificultad en sus palabras.

—Ya sabes mi nombre, he... Anais.

Anais frunció al ver como Hertian deseaba decir algo más cercano, pero no le dio más vueltas e intentó tranquilizarse, cerrando sus ojos mientras dejaba que el miedo fuera expulsado por la energía azulada que poseía, mejor dicho, de Hertian.

En medio de esa paz, Anais se dio cuenta de que su cuerpo era acariciado por las suaves plumas propias de un halcón. Quiso abrir sus ojos, pero el mismo ángel se lo impedía.

—¿Qué haces?

—Desde muy joven quise hacerte ver la verdad de tus capacidades, pero eras muy inquieta, siempre lo fuiste —admitió Hertian con nostalgia—. Querías saberlo todo, ibas a distintos sitios, entre ellos la biblioteca o a tus clases de guitarra. Se que fue arriesgado usar mi poder en ese día, pero tenías energía sobrante, y si no la usabas, podrías perder mucha sangre por tu nariz.

Aun con los ojos cerrados, Anais se dio cuenta que su alrededor era muy brillante, como si estuviera en un tipo de cielo, de hecho, su cuerpo, aparte de ser abrazado, tocaba lo que parecían ser nubes, o eso intuía porque la comodidad podía ser propia de una cama de alto lujo, aunque jamás había sentido una.

—Hay tantos secretos en el universo, Anais —susurró Hertian—. Cuando morí, no pensé que mi alma estaría en este cuerpo tan inusual, un ángel guardián que protegería a solo a ti, pues Andrea es muy caótica, algo que me esperaba cuando la vi por primera vez.

Anais frunció un poco el ceño.

—¿Nos conocemos? —

—No, pero tu hermana puede que lo haga o tus padres.

Cuando abrió sus ojos ante tal información, se dio cuenta de que se encontraba en un cielo de colores blancos y dorados propios de los cuadros que los artistas renacentistas proyectaban. Se quedó plasmada mirando de un lado a otro sin saber que decir.

—Tranquila, no has muerto ni nada por el estilo —aclaró Hertian—. Digamos que es un lugar donde yo suelo descansar, aunque no mucho, menos en donde estás metida.

No sabía que decir, y por si fuera poco, cuando giró su cuerpo, vio como Hertian la cubría con sus enormes alas llenas de plumas a la vez que aparecían aquellas partes metálicas pintadas en blanco donde algunos cables salían, expulsando la energía que poseía.

—Es difícil procesar toda la información. Cuando morí, me di cuenta de que mi alma fue bendecida con un cargo eterno que no me importó tomar porque estar a tu lado es relajante, aparte de que nos entendemos muy bien —explicó Hertian, parecía estar sonriéndole tras la máscara.

Hertian rio ante las reacciones de Anais, liberando poco a poco la energía de su cuerpo. Partículas azules iban inundando el cuerpo de la jvoen, rodeándola y cambiando poco a poco la vestimenta que poseía.

—Es hora de que conozcas tus verdaderas capacidades, Anais.

La energía fue al ojo derecho de Anais. Ahí era donde tendría la capacidad de expulsarla y crear sus flechas, aparte de tener una mejor visión. Por un momento, Anais se sentía arropada por las sábanas suaves y cálidas, calmando la tensión de su cuerpo.

Flotaba en medio de ese cielo mágico, abrazada por Hertian que juró protegerla hasta la eternidad. Tantas sensaciones eran que su piel erizaba mientras su ropa era cambiada a una verdadera arquera.

Guantes blancos con una línea azul, una camisa ajustada con una cruz en su pecho del mismo color, junto a una falda azul y unas botas altas marronáceas. De sus manos un gran arco fue apareciendo. Este no era azul como se esperaba Anais, sino que tenía los colores verdes y amarillos.

—Esto es solo un nivel de arco que a la larga podrás mejorar —aclaró Hertian.

Anais abrió su boca, tocando el arco para que de repente este se transformara en un collar que se quedaría en su cuello atado.

—Mereció la pena esperar desde que naciste hasta ahora —admitió Hertian con cariño—. Tuve paciencia en todo momento, te protegí porque no quería que tuvieras el mismo destino que yo y ahora es el momento de que sepas bien que tienes a tu lado y de lo que eres capaz.

—¿Has estado conmigo desde que nací? —preguntó Anais, a lo que Hertian afirmó con suavidad—. P-Pero, ¿por qué atacaste a mi hermana?

—Las anomalías son un gran peligro y no quería verte herida —respondió Hertian—. Si bien es cierto que tu hermana sabe controlarla a veces, no niego que en esta ocasión me preocupé por ti porque Andrea parecía perder la cabeza.

—¿Dices que la anomalía la estaba consumiendo?

Hertian suspiró.

—No me extrañaría que eso pueda pasar a futuro.

Anais tragó saliva mientras las lágrimas aparecían, recordando ese horrible sueño que tuvo en el que ese hombre se reía de ella.

—Pero tranquila, no será como esa pesadilla que has tenido, sino porque Andrea habrá aceptado tener el poder de una anomalía. Algo realmente peligroso, pero siendo como es confío en que sabrá controlarse y tener en claro quién es —explicó Hertian mientras la calmaba—. No me llores, Anais, después de todo tú tienes un destino parecido al de ella.

—¿A qué te refieres? —

—Si tú me dejas, puedo tomar tu cuerpo para proteger a los demás. Si tú no eres capaz de lidiar con la situación, puedo dejarte en un estado de sueño en el que no sufrirás y a cambio yo me encargaré de la situación usando tu cuerpo.

No era nada fácil asimilar sus palabras, ¿en serio podía hacer eso? Era lo que se preguntaba Anais mientras le miraba con asombro. ¿Qué tan buena idea? De pensarlo le daba escalofríos.

—Pero solo ocurrirá si tu aceptas, mientras tanto yo ayudaré con lo mejor que pueda —aseguró Hertian.

Anais quiso seguir preguntando, pero el cielo que vio a su alrededor fue desapareciendo, encontrándose en su cama del cual se levantó de golpe, mirando su cuello para encontrarse con el collar y con una ropa un poco más distinta.

—E-Esto ha sido real —susurró Anais.

Confundida, se levantó de la cama y agarró el collar, viéndose de sus manos los guantes que brillaban en azul a la vez que su arco. Tembló sin parar, soltando el arma para luego quedarse sin respiración durante unos segundos.

De pronto, la puerta de su habitación se abrió con lentitud, mostrándose a Lania. Miró curiosa la situación y trató de acercarse a Anais al verla en ese estado.

—E-Estoy bien —contestó Anais con cierta dificultad—. Y-Yo...

—Veo que has hablado con ese ser que tienes contigo —supuso Lania.

—M-Me dio esta vestimenta y arco. Era todo tan...

—¿Extraño? —preguntó Lania.

—Calmado —la corrigió Anais.

Lania soltó un suspiro suave.

—Anais, tú y yo nos podremos a investigar y practicar tus poderes. Creo que es hora de saber que tienes en tu cuerpo, al igual que el de Andrea.

Nerviosa, dudosa, temerosa, asustada. Todo el cuerpo de Anais expresaba inseguridad, pero sintió un fuerte calor, provocando que la valentía la inundara y respirara con más calma.

—V-Vale...

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