Capítulo 13: Tu mayor error.
Andrea estaba en esa realidad inusual, prestando atención a Solace. En el tiempo que calmaban sus emociones, su compañero había sido bastante sincero con ella, demasiado incluso.
—Las anomalías... renacemos, Andrea —admitió Solace. La mencionada se quedó sin palabras—. Yo he renacido cuatro veces.
—¿Es una broma? —preguntó, parpadeando varias veces sus ojos.
—No. —Rio apenado—. Ojalá.
—¿Y te acuerdas de todas ellas? —preguntó con interés.
Solace desvió un poco la mirada.
—Eh. S-Sí...
Andrea abrió la boca, aunque pronto la cerró.
—Mierda. Lo siento, ha sido insensible de mi parte.
—No. Tranquila. Creo que como tal eres la única que sabe esto, y pienso decírselo a los demás cuando no desconfíen —aseguró Solace.
Andrea puso la mano en su cabeza.
—La ostia. Yo enterando de cosas que me cuesta entender —musito Andrea.
—¿Qué es lo que no entiendes? —preguntó Solace, alzando la ceja.
—Mierda, pues... Un montón. ¿Sabes? Eres consciente de que todo esto me lo tomo como un videojuego —explicó Andrea.
—Según lo que vi en tu casa, algunos videojuegos se asemejan a lo que vivimos —admitió Solace.
—¿¡De verdad?! —preguntó Andrea, levantándose del suelo.
—No tan... exagerado. Recuerda que eres humana.
—Y tú una anomalía. Supuestamente eres un poco superior a mi —comentó Andrea, poniendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Dependiendo de que anomalía te enfrentes. Algunas... son tan vulnerables a la luz que con una linterna las puedes quemar —admitió Solace con una clara vergüenza.
Andrea contuvo su risa. Se le hacía muy gracioso imaginarse a una anomalía muriendo por una linterna, aunque lo pensaba en frío y sentía angustia.
—Dijiste que revivíais —recordó Andrea. Solace afirmó—. ¿Cómo recuerdas eso?
Solace alzó un poco sus hombros.
—Recuerdo lo que hice en mis vidas pasadas, pero no la primera, ¿no te parece curioso? —comentó Solace, soltando un leve suspiro—. Y siendo que mi primera vida fue una que pude vivir en paz antes de ser lo que soy.
Andrea parpadeó varias veces.
—¿Estás diciendo que tú...?
—Yo... sé que no soy una anomalía. Nunca lo fue.
Andrea se quedó sin palabras, poniendo la mano en su frente.
—La ostia. ¿Es en serio? ¿F-F-Fuiste como yo?
—Un ser de otra raza. Sí, pero no sé cual —respondió Solace con honestidad. Andrea abrió un poco su boca—. Veo que te cuesta comprenderlo un poco.
—¡Joder! ¡normal! —gritó Andrea—. Estamos hablando de que vosotros estáis corrompidos y todo por culpa de algo que desconocéis... —Tragó en seco—. Aunque yo quiero creer que es culpa de ese que es...
—No —interrumpió solace con severidad—. Los Errores no tienen nada de culpa.
Andrea alzó la ceja.
—¿Por qué estás tan seguro?
Solace desvió un poco la mirada.
—Nos lo juró.
Andrea rodó los ojos.
—Vas hacer caso el mismo que te llegó a este resultado. ¿Estás bien de la cabeza=
Solace entrecerró sus ojos.
—No es tan fácil, Andrea. Más si cuando mueres, no recuerdas quién eres hasta que tienes un momento de lucidez. En mi caso, sabía que lo tendría al venir aquí porque recordaba algo de lo que había hecho en este planeta —aseguró Solace, cruzando sus brazos.
Andrea suspiró, cruzando sus brazos.
—Bueno. ¿Y cómo lo hacemos? Porque en principio la culpa es de esos "Errores". ¿Hablamos con él y le pedimos con palabras amables que te salve?
Solace frunció el ceño.
—No digas esas palabras a los demás. No dudarán en matarte.
—¡No iba a malas! Si él os quiere salvar, él es quien...
—¡Murió, Andrea! ¡Murió!
—Ah. —Andrea abrió un poco su boca, quedándose inmóvil ante esa declaración—. Coño. Haber empezado ahí.
—Por los erro... Uhg. —Solace puso la mano en su frente—. Es por ello que las anomalías forman este desastre. Buscan poder para revivirle.
—Oooh. ¡Agora eu entendo! (¡Ahora si entiendo!) —Andrea chasqueó sus dedos para luego cruzar sus brazos—. Pero ¿por qué me ayudas si sabes que haces daño a los tuyos? Y no solo por la verdad, que también es otra. Tiene que ser por algo más.
Solace soltó un leve suspiro.
—Creo que así les hago ver que el bando en el que están no sirve de nada, que conocer la total verdad no es un pecado como creen o que dejen ese odio y demuestren que son buenas, aunque sea imposible a estas alturas con tantos años manchando nuestro nombre.
—¿El bando de los errores? —preguntó Andrea una vez más. Solace afirmó en silencio—. ¿Desde cuándo hay bandos?
—Es algo que existió desde hace tiempo. Según los gestos que hagas, eres devoto a los Errores o los Números.
—Ah, me entero ahora que soy devota. ¡Ja!
—Porque lo tuyo ha sido inconsciente, Andrea —aclaró Solace, cruzando sus brazos—. Creas o no, siempre se verá mediante las acciones a quién crees. Demuestras mediante tu manera de actuar. El bien o el mal.
—Oh. Entonces no tengo que creer necesariamente —supuso Andrea.
—A estas alturas tendrás que creer en los números si no deseas que las anomalías y todos los que estén con los errores, intenten matarte —explicó Solace.
«Supongo que es un bufo divino».
—Puedes parar de pensar en videojuegos ¿¡por cinco minutos?! —gritó Solace un poco irritado.
—¡Ah! Se me olvida que lees mi mente al estar en mi consciencia. —Rio Andrea, viendo como Solace soltaba un leve suspiro—. ¡Oye! No te quejes, ¡tu mismo dijiste que lo echabas de menos!
Solace soltó un leve gruñido, negando en silencio para luego cruzar sus brazos.
—El asunto es que mis acciones hacen que me ponga en contra de las anomalías —continuó explicando Solace.
—Vaya, y yo que pensaba que esto sería un problema pequeño —murmuró Andrea.
—En verdad estamos metidos en un buen lío, y en parte es mi culpa por haber entrado en tu cuerpo, más cuando tus amigos aceptaron ayudar para hacer frente a esas dos diosas —continuó Solace, bajando un poco la mirada—. Siendo honesto, los nombres de Pyschen y Ànima no los conozco, pero es posible que sean parte de los elegidos de los Errores.
Esos dos nombres resonaron en la cabeza de Andrea, provocando que la tensión en sus hombros aumentara. Sus memorias empezaban a tomar poco a poco fuerzas, recordando ese momento cuando fueron al código 005. Suspiró con pesadez, dándose cuenta que tenían mucho por delante, sobre todo ella y su hermana al meterse en este planeta.
A punto de hablar, Andrea sintió como la despertaban de golpe. Al levantarse, el frío la inundó por completo, dándose cuenta que le habían tirado un cubo lleno de agua fría.
—¡Despierta, viento durmiente! —gritó Florian con una risa, sujetando el cubo sin vergüenza alguna—. Buenos días, tenemos una prueba que hacer. Empezará primero Morgan y luego vosotras. Espero que estéis listos.
—¿Prueba?
—La prueba para ver si estás de nuestro lado o si os tengo que matar por tener una anomalía en tu cuerpo, ¿no lo recuerdas? —preguntó Florian con una ligera risa—. No me gusta perder el tiempo, intentamos despertarte como mejor pudimos, pero duermes tanto que ni si quiera un huracán podría despertarte. Así que te llevé en mis brazos para dejarte aquí.
Se dio cuenta de que no estaba en la celda, sino que estaba en los extensos bosques de gran altura con hojas que cubrían el cielo y la Luna. Los troncos eran gruesos de colores marronáceos y grisáceos, dejando un olor a madera que a Andrea logró calmar su mal humor.
Se levantó del suelo lleno de barro para mirar con asombro. En las ramas pudo encontrarse con Yue como si por un momento fuera un búho vigilando su alrededor en silencio por si eran atacados.
—Menuda forma de despertarme —se quejó Andrea mientras rascaba un poco la cabeza.
«No bajes la guardia Andrea, es de noche y con Florian siento que vamos a tener bastantes problemas», avisó Solace.
Andrea afirmó mientras miraba a su alrededor una vez más, encontrándose cerca suya a Anais quien le miraba con una gran preocupación. Quiso hablarle, pero no sabía bien si era conveniente cuando estaba siendo vigilada. Dirigió su mirada a otro lado, encontrándose con Mikuro quien tenía los brazos cruzados.
—¿Puedo saber qué pasa? —preguntó Andrea.
—Morgan hará primero su prueba, tú irás después —explicó Mikuro—. La idea es ver si ambos sois capaces de controlar esa anomalía, además de otras pruebas que solo Florian sabe que son.
La forma en como suspiró Mikuro dejaba claro que no confiaba mucho en Florian. Miró de reojo al chico, quien estaba enfrente de Morgan preparándose para la prueba. Ante esto, Andrea miró hacia Anais e intentó acercarse un poco, pero sin incomodarla porque había visto como daba unos pocos pasos hacia atrás.
«¿Qué mierda le has dicho a mi hermana, Florian?»
Intentó relajarse, mirando hacia los demás. Yue había intervenido para hablar con Morgan antes de que empezara la prueba.
—Tú conociste mi familia —aseguró Yue, mirando hacia Morgan—. ¿De qué los conocías?
«Solía encargarme en la venta de magias y brebajes que conocía. Ellos venían y me compraban, aparte de ir conociéndonos un poco», explicó Morgan.
—¿Durante cuánto tiempo los conocías? Porque saber incluso los rituales no es algo que pueda cualquiera saberlo —explicó Yue con el ceño fruncido.
«Durante mucho tiempo, Yue. Éramos buenos compañeros, sobre todo de mis familiares que por desgracia maté, a-al igual... q-que los tuyos».
—¿¡Cómo!? —gritó Yue.
«Ese día tus padres quisieron verme junto a otros más para hablar con mis familiares —explicó Morgan, viéndose como temblaban sus brazos sin parar—. Ese día... fue cuando todo se descontroló, entre ellos, yo con la anomalía en mi interior».
Yue sentía un puñal clavado en su interior. No odiaba a Morgan, había visto el arrepentimiento y como se maldecía por ser un imprudente y que merecía ser castigado por ello.
Florian ese instante, no le juzgó ni le dijo nada, solo tuvo la paciencia a la vez que le aseguró que buscarían esa solución, pero aun con ello Morgan apretaba sus manos con fuerza, pidiéndole perdón a Yue por no haber sido capaz de controlar la anomalía. Yue solo podía mirarlo con pena, más al saber que para él usar sus poderes era un sinónimo de culpa.
—A lo que importa, Morgan —interrumpió Florian, aunque no lo habría hecho ante esas palabras que dejaron a Yue en silencio—. Tu misión es mantener una pelea conmigo con el uso de tus poderes. No tengas miedo, no te contengas, la gracia de esto es ver si eres capaz de contenerla junto a tus poderes.
Morgan no se mostraba muy seguro ante esas palabras.
—Confía en mi —continuó Florian con una sonrisa—, si sale algo mal, podremos detenerte y con ello buscar la otra alternativa, eliminar la anomalía dentro de tu cuerpo de una forma... un poquito radical.
A Morgan tampoco le gustó esa otra opción, pero ¿qué le quedaba por hacer? Era mejor superar la prueba y buscar esa alternativa menos brusca para así poder ayudar a los demás.
«Estoy listo», aseguró Morgan.
—¡Empecemos entonces!
Confiado, Florian intentó atacar a Morgan de frente, pero tuvo que apartarse al ver como movía su mano derecha para mover varios objetos de su alrededor. Eran ramas pequeñas y algunas rocas que formaron un escudo que lo lanzaría en frente.
Florian pudo esquivarlo sin problema e intentó pegar a Morgan, pero para su sorpresa, sus manos podrían crear un pequeño escudo de barro para mover su brazo y manchar parte del cuerpo de Florian.
—¡Eso no fue agradable! —se burló Florian, moviendo sus manos para que el viento retirara una parte de la suciedad.
Tras eso, vio como Morgan movía su mano derecha para que las ramas y rocas que lanzó, volvieran a él. Dirigió su brazo derecho para que esos materiales se transformaran en lanzas pequeñas que intentarían clavarse en los hombros, pero su idea no funcionó cuando Florian se movió con velocidad para darle una patada en sus espaldas.
Morgan dio varios pasos hacia enfrente, quejándose de dolor mientras se giraba en busca de Florian. Intentaba detectar su aura, pero era tan veloz que no podía saber su posición, recibiendo varios puñetazos y patadas en diversas zonas de su cuerpo, destrozando poco a poco su chaqueta azul a la vez que su camisa blanca.
Confundido, agotado y siendo consumido por la frustración, Morgan movió sus manos en cruz para crear un escudo a su alrededor, uno invisible que involucraba su poder, brillando en colores morados. Florian sonrió al ver que no solo tenía poderes de telequinesia, sino que con su aura podía tener pequeños trucos que deseaba ver.
Aunque no sonrió tanto cuando vio como en sus vendas un líquido oscuro caía sin parar.
—C-Creo que está sangrando... —supuso Anais.
«No, no está sangrando. Es la anomalía queriendo salir —contestó Solace—. Florian está provocándola, lo que fuerza a Morgan a controlarla con su poder y encima defenderse».
—Está siendo injusto —susurró Andrea.
En medio de esa pelea, Florian buscaba romper el escudo mientras que Morgan mantenía su posición a la vez que se concentraba. Respiraba angustiado, temblando sin parar mientras pensaba en algo que le pudiera dar tiempo.
Analizando a su alrededor, pensó en una opción muy arriesgada, una que iba a desgastarle, pero que a lo mejor le daría tiempo para controlar a esa anomalía. Respiró con profundidad, apretando sus dientes para extender sus brazos.
Los presentes vieron vio como en la cabeza de Morgan parecía brillar algo, como si de esa energía parecía salir dos cuernos que se asemejaban mucho a los de Yue. No solo eso, en su boca parecían salir unos colmillos a la vez que unos símbolos se dibujaban en sus mejillas, los mismos que Yue tenía.
—¡¿U-Usó la magia de mi familia?! —preguntó Yue.
Las vendas de sus ojos iban cayendo poco a poco, liberando parte de su poder para ver como algunos de los troncos gruesos se movían ante su orden. Florian se dio cuenta de ello, quedándose asombrado.
—¡Vaaale! ¡Morgan, puedes frenar! —exigió Florian.
Pero no hizo caso ante sus palabras.
—¡Por Germán y Gema! ¡Frena de una vez, Morgan! —gritó de nuevo.
Florian se acercó para agarrar los brazos de Morgan, bajándolos bruscamente y ver detrás de esas vendas el vacío que ocultaba. No tenía ojos, solo veía la oscuridad profunda de alguien que se había quedado ciego de por vida y que se los cubría con unas vendas que sangraban en negro. Sí. Era su sangre, pero a la vez era el líquido de aquella anomalía que se escondía en sus ojos.
—Sois de lo peor —murmuró Florian.
Sin dudar, Florian tomó las vendas y se las ató con fuerza. No iba a ser cruel con Morgan, mucho había demostrado al intentar usar su poder al máximo y que aun con ello pudiera controlar la anomalía.
—L-Lo siento —susurró Morgan.
La voz aguda y femenina que tenía en su voz logró sorprender a Florian, incluso a Andrea quien también había escuchado. Creían que Morgan era mudo, pero al hablar de esa forma dejaba en claro que tenía muchos secretos por revelar.
—No, está bien —murmuró Florian—, pero piensa un poco antes de hacer según que locuras.
Los presentes estaban asombrados ante las capacidades de Morgan, incluso Andrea se quedó boquiabierta, preguntándose si ella podría ser capaz de superar tal nivel teniendo en cuenta que apenas tenía conocimiento de estos.
—Bien. —Florian soltó un suspiro largo para luego mirar a Andrea con una sonrisa más calmada—. Espero que estés lista, Andrea. Tu prueba será similar a la de Morgan. Fácil, ¿verdad?
«Tú no te confíes, algo guarda, de eso seguro», avisó Solace, a lo que Andrea afirmó.
Cuando Florian terminó de dejar a Morgan en un sitio tranquilo bajo la vigilancia de Yue y Anais, se acercó a Andrea. Frente a frente, Andrea se posicionó poniendo una pierna enfrente y alzaba sus brazos hasta su pecho.
—Esa es la actitud —murmuró Florian con una sonrisa divertida—, pero me temo que no solo tendrás un contrincante.
https://youtu.be/ktnTfuyAD7A
«¡Andrea, detrás!»
Andrea tuvo que girarse y agarrar con sus manos desnudas la espada de Mikuro. Abrió sus ojos con sorpresa, viendo aquella mirada fría detrás de esos ojos oscuros.
—¡Veamos que eres capaz de hacer, Andrea! —gritó Florian con emoción.
Andrea, sin saber bien como, desvió el ataque moviendo sus brazos hacia arriba, logrando que Mikuro se apartara. Se giró de nuevo, viendo a Florian que estaba encima suya.
«¡Cuidado!»
Moviéndose hacia la derecha, Andrea logró esquivar un puñetazo que iba a su cabeza, viendo a Florian sonreír al ver como lograba esquivar. Vio como el chico iba de nuevo para empezar una ráfaga de golpes que, en esta ocasión, Andrea sí pudo detener cada una de estas.
Lo que no sabía ella, era que la mirad de su rostro era consumido por Solace, indicándole como moverse y defenderse.
—¡Nada mal! ¡Puedes llegar a ser una categoría similar a un guardián! —declaró Florian.
Ante esto, Florian se apartó para que Mikuro fuera ahora a por Andrea con su espada en sus manos.
—¡Pero creo que esto será más justo con alguien de tu nivel!
Andrea respiraba agotada, pero no se rendía por nada en el mundo. Juntando sus manos extendidas hacia enfrente, expulsó una gran cantidad de aire que tiró hacia atrás a Mikuro, pero que no le impidió dar un corte al aire, soltando grandes cantidades de electricidad de su espada.
Ante ese ataque quiso apartarse, pero Solace tuvo ideas más distintas.
«¡Extiende tu brazo!»
«¡¿Qué dices, tío?!»
«¡Confía en mí!»
Extendió su brazo derecho para absorber la electricidad que Mikuro lanzó, tomándola como energía extra que no dudó expulsar en varias bolas de electricidad que la rodearon.
Los presentes observaron con atención las acciones de Andrea, siendo incapaces de comprender como ambos se coordinaban. Mikuro luchaba con su espada en mano, viendo como Andrea le desviaba o esquivaba sus ataques. Manos o piernas, se movía con agilidad y fuerza.
Cuando la apartaba, Mikuro invocaba varios hechizos de hielo, congelando el suelo y atacando con varias estacas que al principio pudo esquivar, pero con el suelo modificado, tuvo que adaptarse a este como si estuviera patinando.
«¡Mierda! ¡A mi no se me da bien...!»
«¡Calma hombre! ¡Si algo hay en Galicia, son las heladas!» interrumpió Andrea con una risa divertida.
Era raro verlo, pero Andrea sabía moverse por el suelo, acercándose a Mikuro peligrosamente mientras el fuego salía de sus manos. Tal hecho tomó por sorpresa a la mujer de hielo, intentando detenerla con sus ataques, pero de poco servía ante la insistencia y velocidad de Andrea.
En medio de esa pelea, Anais, Yue y Morgan estaban asombrados ante las capacidades de Andrea. Se movía con ligereza en todo momento a pesar de ser alguien que, si bien había entrenado, no tenía tanta experiencia como a lo mejor podía tenerla Mikuro o Florian.
Florian se quedó fascinado ante los movimientos de ambas, en especial a Mikuro que peleaba con sus poderes de hielo. Creyó que podría hacer más daño a Andrea ya que usaba el fuego, pero sus ideas eran erróneas cuando Andrea rodeaba sus brazos con aros de fuego que parecían ser cintas que se movían al ritmo que iba.
—Esto no demuestra nada —susurró Florian, girando su cabeza un poco—. Solo es cuestión de tiempo.
Andrea admitía que los ojos oscuros llenos de soledad y frialdad de Mikuro le asustaban, pero no dejaba que la intimidara. Daba su mejor pelea a pesar de ser una inexperta que se dejaba guiar por Solace.
Ambas inexpertas, daban todo en golpes brutos y rápidos donde intercambiaban sus roles. Defensa y ataque, se turnaban de un lado a otro en el que parecía ser una pelea que no iba acabarse jamás. Un espectáculo de luces donde el fuego parecía querer tomar la apariencia de un dragón que aprendía a volar y controlar su poder mientras que el hielo era un tipo de serpiente que aprendía a controlar su poder.
Centrados en tal pelea, no se dieron cuenta que Yue, mareada por tal situación, tuvo que apoyarse contra el árbol, respirando angustiada.
Morgan se dio cuenta de ello, girando su cuerpo y a punto de hablar, sintió algo que le puso los pelos de punta.
No estaban solos.
—¡Yue!
Chillar no sirvió de nada e inevitablemente Yue recibió un golpe en su cabeza que la hizo bajar del árbol e impactar contra el suelo. Anais se dio cuenta, girándose para ver que las anomalías salieron al ser de noche en Tron-Axt.
—¡Sal de ahí, Anais!
El aviso de Morgan captó la atención de Florian. Se giró y sonrió un poco nervioso, corriendo en su dirección para salvarlas, aunque no fue lo único que hizo.
—¡Venga, Solace! —chilló Florian con una risa nerviosa—. ¡Aquí están tus compañeros! ¡Traiciona a Andrea y mátanos! ¡Si es que tienes el poder para ello!
Tanto Mikuro como Andrea frenaron sus acciones para ver como Florian se movía en dirección a las anomalías. Mikuro se giró hacia Andrea, y a punto de hablar, vió como Andrea se quedaba en silencio sin ser capaz de moverse.
—¿Andrea? —preguntó Mikuro, intentando acercarse.
—N-No me toques —respondió Andrea, dando pequeños pasos hacia atrás.
Mikuro frunció el ceño, y a punto de hablar, escuchó un grito proveniente de Anais.
Uno que quebró por completo a Andrea.
La caja azul se había abierto por completo.
Un recuerdo oculto salió como luces azules que expresaban lamento y arrepentimiento. Unas que iluminaron todo su interior, tomando por sorpresa a Solace, quien miraba a su alrededor sin saber bien que hacer hasta que vio a Andrea de rodillas en el suelo.
—¡N-No me repitas esa mierda! ¡Te pido que no! ¡No!
Solace, sin saber bien cómo, se acercó a ella y la abrazó de inmediato, pero hacerlo solo hizo que él también pudiera ver lo mismo que durante tanto tiempo le había sido impedido.
Recuerdos de una niña de dieciséis años. Reconocía más o menos el lugar, era una de las calles que había en la ciudad donde vivía. Lugo. Ese día en concreto, Andrea había salido de casa, pero con una idea un poco más distinta a lo habitual.
Iba a recoger a su hermana de sus clases de guitarra e invitarla a tomar algo.
«¿S-Solo eso?», se preguntó Solace, aunque pronto su duda fue resuelta cuando miró al cielo.
Era invierno y la noche en Galicia solía ser más oscura que en muchos otros lugares, eso y sumado a que las calles de la ciudad eran bastante estrechas, era normal que muchos sintieran angustia al recorrer el lugar. Pero Andrea no quería pensar en eso cuando su hermana siempre había caminado de las clases a casa sin peligro alguno... con sus padres.
Decidida, Andrea empezó a caminar con cierta ligereza. Se imaginaba lo genial que sería estar con su hermana y tomar algo. Tenía ganas de hablar con ella y preguntarle como habían iniciado sus clases y si quería seguir adelante con ellas. No muchos se atrevían a empezar con catorce años tocando un instrumento un tanto complejo.
Caminando distraída, se adentró por una de las últimas calles que le quedaban antes de llegar, pero al hacerlo, el frío inundó toda su piel. Era como si por un momento sus músculos se congelaran, sus ojos se volvieran cada vez más borrosos y sus labios empezaran a temblar.
Su hermana en esa calle, pero acompañada bajo un grupo de adolescentes no más de veinte años.
—¿Podría saber qué hace una niña tan solitaria en estas calles? —preguntó uno de ese grupo, riéndose de forma tenebrosa.
—N-No es algo que te importe.
Los chavales se burlaron ante la forma de contestar de su hermana.
—¡N-No es algo que te interese! —imitó uno de ellos en una voz aguda—. Venga, niñata. ¿Te crees que vas a intimidarnos así? Solamente queríamos hablar un rato.
—Dejarme en paz o llamo a la policía —amenazó Anais, dando varios pasos hacia atrás.
—Me temo que eso no será posible.
Vio como en ese momento su hermana era impactada contra la pared, viendo como esos chicos se acercaban cada vez más con tal de hacerle daño. Andrea se quedó inmóvil ante esa situación con lágrimas que volvían cada vez más borrosa su visión.
Sabía lo que pasaba. Comprendía lo que veía.
Y en vez de hacer algo.
Huyó como nunca hizo en su vida.
—Andrea...
La realidad la rodeaba bajo las llamas de la frustración. Un fuego que ardía sin compasión alguna, provocando que sus ojos fueran mezclados en ese color rojizo que demostraba la rabia que intentaba destrozar esa cobardía que tuvo cuando tuvo dieciséis años. Sentía como todo su cuerpo se quemaba, pero no se movía. No deseaba hacerlo.
—No voy a dejar que le ocurra lo mismo, Andrea —aseguró Solace.
Andrea soltó una leve risa.
—Déjame arder aquí para siempre, Solace. Es mi castigo —susurró Andrea, poniendo las manos en su cabeza.
Solace soltó un largo suspiro.
—Lo siento, pero no.
Fue una gran sorpresa como Solace se acercaba a ella, atravesando las llamas que lo iban matando poco a poco. Andrea se quedó sin palabras, encontrándose con Solace enfrente suya para agacharse y abrazarla una vez más.
—Sé lo que significa tu hermana para ti y no puedes mirarla por lo que has hecho, pero no por ello te miraré mal, Andrea. Después de todo he sido peor que tú... y has sabido perdonarme, incluso aceptarme —habló Solace en un tono calmado. Andrea apoyó su cabeza en su hombro—. Ya entiendo porqué no me dejabas ver esa caja, pero abrirla era necesario.
—N-No, no lo...
—Lo era, Andrea. Porqué sé de ciertos elegidos que la abrirían para atormentarte sin descanso de ese error —interrumpió Solace, apartándose del abrazo para agarrar las manos de Andrea—. Pero abrirlos solo hace que puedas hacerte más fuerte, y más ante esta situación.
Vio como los ojos de Andrea temblaban ante el miedo, mirando hacia en frente para ver la realidad que había ahí fuera.
Anais estaba siendo rodeada por varias anomalías que iban a matarla.
https://youtu.be/E7DZcknntb8
—Puedo ayudarte. No. Lo haré. Te ayudaré siempre, Andrea porque sé como eres y a pesar de ese fallo, me pareces alguien que puede tener una valentía verdadera —continuó Solace.
—N-No es cierto, yo...
—Andrea, has podido aceptar todo lo que te rodea y luchar sin parar. Proteger a los tuyos y sacrificarte, avanzar aun si contienes los recuerdos en esa caja para buscar esa redención que aun no tienes —interrumpió Solace, agarrándola de sus hombros para que la mirara—. Yo quiero darte esa redención, de hecho, puedes conseguirla en parte con todo lo que está ocurriendo.
Las dudas se hicieron presentes en los ojos de Andrea, bajando la mirada por un momento para luego cerrar los ojos.
—¿De verdad...?
—De verdad que sí, Andrea —aseguró Solace, viendo como Andrea abría los ojos cristalinos—. Saca esa fuerza y valentía que tienes. Demuestra que, a pesar de los errores, uno puede ser mejor y luchar por lo que es cierto. Por un bien necesario. Demuestra que ya no eres esa cobarde y que de verdad quieres protegerlos a todos. Incluso a tu hermana.
Las manos temblorosas de Andrea lograron agarrar los brazos de Solace. Por un momento, vio como las llamas que lo rodeaban se adentraban en el cuerpo de Andrea, mejor dicho, donde estaba su corazón. Unas llamas tan poderosas y peligrosas que estaban listas de ser usadas, más cuando Andrea levantó su mirada y mostró sus ojos rojizos con un rostro lleno de ira.
—Confío totalmente en ti, Solace —habló Andrea en un tono un poco más grave de lo habitual.
—También confío totalmente en ti, Andrea.
Inesperado fue el momento en el que ambos parecían unirse, expulsando las llamas que tenía en su interior en un fuego abrasado que salía de la boca de Andrea expulsara. Cuando despertó de esa realidad, vio como Anais era envuelta en esas anomalías.
Y como corrió en su dirección como si por un momento tuviera la oportunidad de revivir ese pasado en medio de esa calle.
—¡Nadie toca a mi hermana! —chilló Andrea enfurecida—. ¡Nadie!
Su intervención logró sorprender a los presentes, en especial a Florian quien vio como Andrea pasaba frente suya para ir a por su hermana, agarrándola en un abrazo para mirar hacia las anomalías que se quedaron atónitas.
—¿¡Qué estás haciendo?! —gritó una de las anomalías—. ¡Se supone que trabajas para los Errores!
—¡No vais a tenerme de vuestro lado, menos si atacáis a mi hermana! —Era sorprendente como tanto Solace como Andrea dijeron aquellas palabras llenas de rabia—. ¡Yo no voy a trabajar para los Errores cuando todos sus intentos fueron nulos! ¡Yo estoy al lado de los Números! ¡Yo estoy al lado de aquellos que luchan por el bien y no voy a permitir que ellos sufran si yo estoy en medio!
Sus palabras resonaron en medio de los bosques que lograron sacudir las hojas a la vez que dejaban perplejos a los presentes al ver que la voz de Andrea tenía tonos graves propios de Solace.
—¡Tus actos solo harán que la muerte llegue de la peor forma posible! —aseguró una de las anomalías.
—Entonces que venga esa muerte a desafiarme si es así —respondieron ambos.
Sin dudar Andrea avanzó sin temor alguno, dando su primer puñetazo hacia la primera anomalía que se encontró, provocando que el fuego de su cuerpo lograra quemarla y que ardiera bajo horribles sufrimientos.
Ante aquel golpe, los demás no dudaron en intervenir, luchando a su lado sin temor alguno, confiando por fin en Solace.
No se creía lo que veía. Gritar y que si fuera salvada. Sus labios temblaban sin descanso mientras veía todo esto a la vez que las lágrimas se escapaban. Veía como todos luchaban con lo que tenían, mientras ella solo se quedaba sentada en el sitio sin saber bien qué hacer.
Sentada de rodillas en el suelo, revivió sin querer los recuerdos de un pasado que quería en parte olvidar. Verse rodeada de las anomalías le tragó un escalofrío poco agradable. Un susurro que la obligó a poner sus manos en su boca, hasta que sintió la sangre caer por su nariz.
—Está ocurriendo lo mismo que hace dos años —susurró, parpadeando varias veces sus ojos.
Observó hacia su izquierda, viendo como Yue iba a ser atacada por unas anomalías que se movieron con discreción para no ser detectadas. Anais, sin saber bien como, se levantó del suelo para alzar su brazo derecho, apuntando hacia las anomalías que se dieron cuenta de su presencia y se rieron ante sus intentos nulos.
—¡Yue, muévete! —gritó Anais, viendo como las anomalías iban a matarla sin compasión alguna.
Su compañera hizo caso a su consejo, pero no pudo defenderse del todo cuando varias de estas retuvieron su espada y la rodearon. En medio de ese desastre, Anais entró en un estado de nervios en el que cerró sus ojos y chilló.
Tanto como la vez que fue acorralada en aquellas calles.
Su grito captó la atención de varios, pero más al ver como de repente una grandiosa flecha azulada atravesó el cuerpo de una de esas anomalías, provocando que se desvaneciera en un montón de partículas negras mientras el ser emitía un chillido horripilante ante el sufrimiento.
—¡¿A-Anais?! —preguntó Yue.
Abrió sus ojos cuando fue nombrada y pronto vio como era rodeada de partículas azules como la misma vez que ocurrió todo. Esa sensación de paz y protección, ese momento en el que se sentía abrazada por alguien, y pudo ver quien era cuando se giró y se encontró con lo que parecía ser un ángel guardián.
—Céntrate, Anais. No hemos terminado —habló el ángel.
Hizo caso a pesar de la confusión que tenía encima. Miró hacia Yue y movió su brazo derecho para que el ángel disparara varias flechas según indicara. Anais no lo veía, pero su ojo derecho brillaba en colores azules como si desprendiera su poder. Sentía cansancio a medida que apuntaba a las anomalías, pero eso no le impedía levantarse del suelo para acercarse a Yue y protegerla.
—Anais, ¿qué es ese ángel robótico? O bueno, no sé bien que es, ¡pero es increíble! —aseguró Yue.
No pudo darle una respuesta, porque se estaba mareando cada vez más. En medio de su visión borrosa, pudo ver al ángel crear con sus manos un escudo para proteger a ambas.
El mismo que le había creado hace dos años atrás.
—Existes... eras real —susurró Anais con pequeñas lágrimas queriendo salir—. No fue una alucinación, apareciste ese día.
El ángel lo miró de reojo. Como tal poseía las alas de uno, pero tenía más aspecto de un tipo de robot mezclado con un tipo de forma humanoide. Su rostro era cubierto por una máscara junto la armadura que brillaba en colores azules y verdosos, agarrando con fuerza un arco que a los ojos de Anais le parecía hermoso.
—¿Q-Quién... eres? —pronunció Anais a duras penas.
—Mi nombre es Hertian, Anais. Jamás lo olvides.
Fueron unas palabras que solo la propia pudo escuchar, pero que la hicieron sonreír al confirmar la teoría que tenía desde hace tiempo. No estaba loca cuando podía decir que ella tenía un ángel guardián a su lado.
Andrea no dudó en girarse para ver como Anais era protegido por aquel ángel. Nunca había visto algo igual, y más por como este creaba un escudo a la vez que disparaba flechas hacia las anomalías. Sin dudar, se acercó a ellas, viendo el rostro lleno de confusión de Yue.
—¿Lo ves? —preguntó Yue.
—Claro que lo hago —respondió Andrea, frunciendo un poco el ceño. Luego miró hacia el ángel—. ¿Quién eres?
Sus palabras poco cuidadosas hicieron que este le observara. Parecía estar molesto, o al menos lo interpretó así hasta que este le observó con paciencia.
—A pesar de ese error, te respeto y valoro, Andrea. Sé que desde ese entonces lo has intentado cambiar —habló el ángel. Andrea se quedó sin aire al escucharlo, dando incluso un paso hacia atrás—. Soy Hertian, un Materhog, o como llamáis vosotros, un ángel guardián, en este caso, el de tu hermana menor.
Los labios temblorosos de Andrea eran presentes. No sabía que decir en ese momento, solo pudo darle la espada, moviendo sus puños para observar las anomalías.
—Confío en ti, Hertian —murmuró con cierta dificultad—. Y-Y gracias...
Se movió con rapidez sin poder quitarse de encima esas palabras que le había dicho. ¿Había sido testigo de ese día? Entonces, por esa regla, su hermana poseía como un tipo de habilidad o poder desde hace muchísimo tiempo. ¡Era increíble con tan solo pensarlo! Pero no podía distraerse con todo lo que había en medio.
—¡Florian! —llamó Andrea en un grito—, es mejor que nos vayamos de aquí, ¡ya!
—¡Ajá! ¿¡Cómo se lo explico a los vientos?! —gritó Florian, apartando a unas de las anomalías sin apenas complicación—. ¡Hay un pequeñito problema! ¡La noche por fin está llegando a la ciudad!
—Florian, maldita sea, ¡vouche deixar un carallo que parecerás parvo! —¡Voy a darte una ostia que te quedarás tonto!, gritó Andrea.
—¡¿Qué?! —gritó Florian.
Andrea agarró a Yue y a su hermana para pedirle que a los demás que la siguieran. Su idea era ir a su casa para dejar a los demás en un lugar seguro, no solo eso, con suerte a lo mejor podía pedir ayuda a Lania y Zarik para evitar que las anomalías hicieran escándalo en los demás puntos de la ciudad.
Florian entendió la idea que tenía Andrea, pero en vez de acompañarla, decidió protegerla para luego ir a la ciudad y proteger a los demás Noilens que no pudieran hacer frente a las anomalías.
—¡No perdamos tiempo! —gritó Andrea, siendo así quelos demás se pusieran en marcha.
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