Capítulo veintidós: Marca imborrable.
—Eres una neirdoo. Ni siquiera entiendo por qué lo has hecho y ni te lo pienso preguntar, eres alguien incapaz de pensar los actos que haces.
Andrea tenía su brazo derecho quemado, temblando sin parar mientras le miraba de reojo, ignorando las palabras de Peyton. A estas alturas le acostumbraba que le dijeran que era una imprudente y que no vigilaba lo que hacía, pero ¿qué podía hacer? Su alrededor era un caos que no sabía bien cómo lidiar, menos con aquel hombre que parecía ir vestido como los que fueron a la segunda guerra mundial.
—No me arrepiento de nada —admitió Andrea sin mirarle—. Supongo que en ocasiones me gusta meterme en problemas.
—Los problemas de tu planeta no son los mismos que los nuestros —advirtió Peyton, invocando su lanzallamas de su medio corazón—. Espero que al menos sepas defenderte y luchar, esta situación será complicada.
—Qué maravilla.
Pudo sentir a sus espaldas uno de los Rieits a punto de atacar su cuello, pero Peyton llegó a tiempo para protegerla.
Antes de que ocurriera todo esto, Andrea estaba corriendo por en medio del desierto. El sitio parecía ser como una de esas películas del salvaje oeste, una de sus favoritas. Corría para ver si se encontraba con alguien más o si daba con la salida, pero no vio nada hasta que se chocó contra Peyton y con ello una discusión que llamó la atención de los enemigos.
—No estás nada preparada, eres una irresponsable —expresó Peyton con desprecio, apartando a Andrea a un lado para ponerse enfrente—. Apártate, estúpida.
Andrea apretó sus puños, apareciendo chispas de fuego que parecían ser como fuegos artificiales.
—Un maldito respeto, no te he hecho nada malo.
—¿No? Literalmente nos has puesto a todos en peligro por atacar a Eni de frente como si fuera la mejor idea del mundo —explicó mientras miraba los ojos rojos de Andrea—. Créeme que cuando te digo que eres una irresponsable, es que lo eres. Eres alguien que no piensa para nada las consecuencias de los actos y sé muy bien el porqué de ello.
Andrea se sintió atacada, y antes de poder hablar, Peyton movió su brazo izquierdo para crear una gran columna de fuego a su alrededor con tal de obstaculizar el paso a los enemigos.
—Adelante, di por qué —se atrevió a decir Andrea.
—Te crees que hacer eso es de valientes, ¿no es así? —preguntó Peyton acercándose a Andrea—. Es una actitud tan desesperada cuando uno quiere sobrevivir, dime Andrea, ¿de qué tienes que sobrevivir? ¿Siempre tienes ese instinto de supervivencia? ¿O es que acaso quieres demostrar algo que nunca serás?
Todas esas preguntas dieron justo en el corazón, dejándola muda. Sus ojos rojos pasaron a ser ese color marrón característico que tenía, algo que a Peyton le causó risa para luego mirar a su alrededor.
—Aunque quieras ser la más valiente, no vas a conseguir nada más que ser un estorbo. Escóndete —ordenó en un tono grave y duro—, eso es lo único que sabrás hacer.
Y sin ser consciente de sus palabras, saltó hacia los enemigos creando varias columnas de fuego para impedir su avance, dejando sola a Andrea con los ojos bien abiertos mientras apretaba sus dientes, conteniendo unas lágrimas rebeldes.
Hasta que todo se volvió oscuro.
Peyton, en medio de aquella pelea, se giró un momento para ver como Andrea miraba el suelo sin hacer ningún gesto, algo que le sorprendió porque se esperaba que al menos escapara.
«¡Menuda estúpida!», pensó y de inmediato fue a por ella para evitar que los enemigos la atacaran. Le agarró la muñeca izquierda, quemándola sin querer, para moverla, pero no se dejaba.
—¿¡Qué estás haciendo?! ¡Muévete! —gritó con rabia, soltando la muñeca de Andrea.
Antes de hacer algo, vio como por un momento una parte de su rostro era consumido por una masa oscura y viscosa. Peyton dio unos pocos pasos hacia atrás y contuvo las llamas en sus manos.
—¡Sabía que esa anomalía te estaba haciendo mal! ¡Andrea, despierta!
A punto de atacarla, sintió como uno de esos Rieits Impuros iban a atacarle. Se giró de inmediato y le quemó sin dudar, pero al hacerlo, se dio cuenta de como varios de estos se iban acercando sin importar que tanto fuego hubiera a su alrededor.
Angustiado, movió su mano derecha e invocó su medio corazón. A diferencia de los demás, solo tenía dos habilidades. Tragó en seco, pensando que hacer hasta que escuchó como alguien chillaba de emoción.
—¡Sky!
Se giró y pronto pudo ver como el joven salía entre las llamas a gran velocidad. Corría de un lado a otro con el bate de béisbol en sus manos. Con golpes fuertes y precisos, destrozaba las cabezas de esos seres.
—¡Pensad rápido, chiflados! —gritó Sky, mientras seguía corriendo y reventando cabezas a los enemigos.
Peyton sabía que su compañero tenía una habilidad que, tras matar a un enemigo, conseguía muchísima más velocidad. Un elemento que le venía muy bien en hordas como esta, por lo que pudo centrarse en Andrea, moviendo sus manos para atacarla, pero al mover sus manos, vio como esa masa viscosa creaba un escudo a su alrededor.
La... ¿Estaba protegiendo?
—¿Qué...? —Peyton se quedó en silencio analizándola, viendo como esa masa viscosa volvía a ella de inmediato, consumiendo una parte de su rostro—. ¡Maldita sea! ¡Andrea! ¡¿Qué te pasa?! ¡Iresh! ¡No te hagas ahora la estúpida! ¡Esas palabras no son tan dolorosas! ¡Solo he dicho la verdad!
Pero por mucho que le hablara, se daría cuenta de que Andrea no estaba escuchándolo, de hecho, no se había movido ni hizo un gesto de dolor cuando le quemó la muñeca. Solo seguía de pie con la cabeza mirando al suelo.
—¡Andrea! ¡Despierta de una...!
—¡Peyton! ¡Cuidado!
La cabeza de Andrea era compleja. Demasiado. Le costaba creer lo que había en ese momento. Una masa de recuerdos desorganizados que parecían destrozarse ante la rabia de una niña. Lo podía ver desde la distancia, quedándose en silencio sin saber bien cómo actuar.
Era obvio que las palabras de Peyton le habían afectado.
Con cuidado se fue acercando a ella y cuando la tocó con su mano derecha, vio como la chica le apartaba de inmediato, viéndose unas lágrimas contenidas que le tomó por sorpresa.
—Andrea...
—¿¡Qué?! ¡¿Tú también vas a insultarme?! ¡¿Eh?! —chilló, levantándose del suelo con cierta dificultad—. ¡Venga, hazlo! Ahora que me pillas así de vulnerable, seguro que hasta lo disfrutas.
—No... Tranquila, solo me había preocupado al verte. —Miró a su alrededor, viendo las imágenes de un pasado que no podía comprender más que ella misma—, así.
—No necesito que te preocupes, Solace. Quiero... ¡Bah! ¡No sé qué mierda quiero!
Solace soltó un largo suspiro para moverse y ponerse enfrente suya. Cruzó sus brazos, ladeando la cabeza a la derecha.
Un acto que le hizo sufrir sus entrañas.
—Escúchame bien, Andrea. No te voy a juzgar, aunque no lo parezca ya me estoy acostumbrando un poco a tu manera tan inusual de actuar. Me es hasta curioso —contestó Solace, viendo como Andrea levantaba un poco su cabeza para verle—. Lo que me preocupa... es lo que dicen todos. Tu manera de actuar tan suicida.
Bajó su mirada y soltó un suspiro. Se quedó en silencio unos segundos, algo que angustió a Solace porque no tenían mucho tiempo al estar en medio de una pelea.
—Andrea... Todo esto lo haces por tu hermana. ¿Verdad? —preguntó Solace—. Por lo ocurrido hace dos años.
Andrea abrió los ojos en demasía y se acercó a él para agarrarle y tirarle al suelo. Levantó su puño, lista para pegarle, pero se contuvo cuando las lágrimas aparecieron y se dio cuenta que Solace no se estaba defendiendo.
Sus brazos empezaron a temblar como nunca y apretó sus dientes con rabia. Podía romperlos si seguía así, pero al final se rindió y se sentó a un lado, agarrando su cabeza mientras respiraba con dificultad.
—Antes de que preguntes. No, no he mirado tus recuerdos, pero puedo hacerlo y ma's cuando dijiste que estaban en una "caja azul". Podría haberlo hecho todo este tiempo, Andrea, pero respeté tu intimidad porque veo... que es algo que te es complicado.
Andrea le miró de reojo con una mirada un poquito más relajada.
—Entiende que tú y yo estaremos juntos para siempre a estas alturas y tendremos que conocernos —continuó hablando—. Así que puedes decírmelo o enterarme solo por los recuerdos que aparecen a veces en tu memoria.
Andrea respiró agobiada, el aire que expulsaba se volvió blanco para luego ir cambiando a un color rojo.
—Tú no vas a decir nada —exigió en un tono amenazante. Solace no se intimidó—. Una sola palabra y...
—Yo no soy como esas anomalías, Andrea —interrumpió Solace—. Te dije claro que iba a ser. Un aliado, aun si es meterme en problemas. Ya te dije que estoy harto, y... más al recordar que he revivido tantas veces en este cuerpo. —Tragó saliva y afirmó con decisión—. Soy tu amigo, no tu enemigo. Quédate con eso.
Andrea solo cerró los ojos, temblando sin parar mientras las lágrimas caían. Solace soltó un largo suspiro e intentó acercarse.
Funcionó.
—Andrea, escúchame...
—No. Escúchame bien a mí —pidió, interrumpiéndole—. No me gusta que sepan por qué soy así, por qué odio la palabra cobarde y el por qué soy incapaz de dejar sola a mi hermana. Son errores que no volveré a cometer.
Solace afirmó con calma.
—Y lo entiendo, a mí no me tienes que explicar nada. Si quieres sentir calma y perdón, debes buscar a tu hermana y decirle la verdad —le aconsejó. Andrea miró a otro lado— porque si no lo haces, sé de alguien que aprovechará ese miedo para atacarte y con ello perder a los que más quieres.
Vio como Andrea levantaba un poco su cabeza para al fin mirarle con atención. Su respiración pasó a ser una más tranquila, aunque sus manos temblaban sin descanso. Solace, ante esto, la agarró con cuidado y la miró con una sonrisa calmada.
—Yo te dije bien lo que era, Andrea —continuó Solace.
—Un aliado... un amigo, incluso.
Para el propio Solace le era... inusual decir eso. ¡¿Una anomalía amiga de un ser que no era como él?! ¡Ja! Las risas sonaban de fondo sin descanso alguno y le preguntaban sin parar. Todas referentes al pasado. Todas referentes a su misión como anomalía, pero le daba igual. Ya se había cansado.
Y si ayudar a Andrea.... Ayudar a ellos, le daba una respuesta de aquella que todos temía, lo haría aun si era un suicidio.
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Vio como Andrea se levantaba del suelo, Solace también lo hizo. Su rostro lloroso desapareció cuando se secó con las mangas de su chaqueta favorita para luego mirarle con total seriedad.
—Solace... Dijiste que eres mi amigo, mi aliado.
—Así es —respondió Solace con total seguridad.
Andrea sonrió con seguridad, dando su mano derecha.
—Demuéstralo.
Solace sonrió como nunca.
«Oh... —Rio por sus adentros—. Se de cierto error que no le va a gustar esto».
Y sin dudar, agarró la mano de Andrea con su mano derecha.
En medio del campo desastroso lleno de columnas de fuego y sangre desparramada por el suelo, Peyton y Sky trataban de sobrevivir a lo que había a su alrededor. Ya no solo eran Rieits Impuros los que atacaban, sino que también robots que se acercaban a ellos sin temor alguno.
Se veían como ambos luchaban sin descanso, aunque Sky se le notaba cada vez más débil, siéndole difícil mantenerse en pie. Peyton se daba cuenta de esto, tratando de forzar sus poderes, aun si era el más débil por tener solo dos habilidades.
Desesperado, trató de usar el segundo elemento, pero no pudo cuando escuchó un grito lleno de emoción y viendo enfrente suya a alguien correr a gran velocidad, soltando chispas de electricidad que se dispersaron por los Rieits Impuros. Tras eso, se puso enfrente de Peyton y Sky.
—¡Dale, Solace! —gritó Andrea con total confianza.
—¡Un poco de aire no viene mal! —gritó Solace con diversión.
Golpeando las manos contra el suelo, una corriente de aire brusca impactó contra los robots, apartándolos de los presentes que se quedaron atónitos por lo ocurrido, en especial Peyton que miraba todo con gran atención.
Andrea tenía la parte derecha de su rostro cubierta por esa masa viscosa para Solace pudiera ver también la pelea.
—¡No bajes la guardia! ¡Vienen más! —gritó Solace.
—¡Recibido!
Sin dudar, movió su brazo derecho para soltar una gran llamarada, como si por un momento su brazo fuera un lanza llamas del cual quemó sin compasión alguna a aquellos Rieits Impuros. Andrea, a pesar de sentir lástima por ellos, siguió adelante con sus acciones, dando un salto para elevarse por los aires.
Peyton miraba impactado como Andrea se movía, ¡más con aquella anomalía de su lado! Corría de un lado a otro, usando sus puños sin temor alguno, destrozando el cuerpo robótico de los que se le acercaban.
Con una sonrisa que solo él fue testigo, decidió ayudar a Andrea usando el fuego de sus manos, quedándose cerca suya.
—¡Me alegra verte aquí para la batalla! —contestó Peyton. Andrea le sonrió con confianza—. ¡Vamos! ¡Quedan pocos!
Andrea escuchó esto y se emocionó, pero Solace logró controlar esos sentimientos para centrarse en la batalla. No hacer ninguna tontería.
Las columnas de fuego lograban mantenerse, algo que Andrea aprovechó para alimentarse de esa energía y hacer frente a los Rieits con sus puños de fuego. Ellos recibían brutales golpes en sus rostros, pechos, brazos o piernas.
Como las columnas eran útiles, Peyton las aumentó de cantidad y tamaño para alimentar aún más el poder a Andrea, quien se quitó la chaqueta y la tiró contra uno de los enemigos, logrando así que se quemara por completo.
—Que calor —se atrevió a bromear Andrea.
Solace solo soltó un suspiro sin creerse la actitud de Andrea, pero aun con ello centró sus ojos a la batalla, viendo a Sky.
—¡Eh! ¡Sky! ¡Ven aquí!
Hizo caso a sus palabras y se acercó para sentir en su cuerpo una corriente de aire fresca que evitaba el calor, creando un tipo de inmunidad temporal gracias al aire que generaba. Ante esto, Sky sintió una gran motivación, corriendo con una velocidad excepcional para arrancar las cabezas de los enemigos con su bate de béisbol, aunque no sería el único, Andrea le siguió con sus puños.
Poco a poco los enemigos fueron disminuyendo a la vez que el fuego, su velocidad y sus poderes. Los tres habían conseguido acabar con el problema, permitiendo que la sala blanca se mostrara. Andrea respiró aliviada. Todo había pasado demasiado rápido y apenas le dio tiempo analizarlo, pero había sido divertido.
—Mis palabras dolieron, ¿verdad? —preguntó Peyton.
Andrea le miró de reojo.
—Sí, lo hicieron —respondió con honestidad, mirando su muñeca izquierda.
—Lo siento por la quemadura, la ira me consumió —se disculpó Peyton.
Andrea, sin pensar mucho sus acciones, se giró hacia él y agarró su muñeca izquierda para quemársela. Este gesto le tomó por sorpresa a Peyton, pero no hizo nada.
—Ya estamos en paz —contestó con una sonrisa. Tras eso, miró hacia el chico, quien se movía con cierta ligereza y con una sonrisa confiada—. Entonces... estáis bien, ¿no?
Peyton y Sky se miraron para luego afirmar y mirar a Andrea.
—Genial.
Y sin previo aviso se desmayó. Sky se puso las manos en la cabeza, a diferencia de Peyton que se acercó para comprobar de que aun seguía respirando.
—Cálmate, novato. Está viva.
—Ah... Menos mal —susurró Sky. De pronto frunció el ceño—. ¿Y qué le ha apsado?
—Se ha forzado demasiado —contestó Peyton, mirándola con atención y viendo como esa masa viscosa había desaparecido—. Que mis ojos se vuelvan fuego. Esta niñata se ha aliado de verdad con una anomalía.
—Oye, pero ¿eso no es un problema? —preguntó Sky.
Peyton afirmó con lentitud.
—Reza con que esta chica no tenga que hacer frente a algo peor que una horda de anomalías... —Suspiró y se levantó del suelo, mirando a su alrededor—. Aun no hemos terminado, Sky. Tenemos que estar atentos por si vienen más.
—Ahg, qué coñazo. ¿Es por la habilidad de Hain? —preguntó Sky, cruzando sus brazos y pateando el suelo con rapidez.
—Sí... —murmuró, mirando aSky con total seriedad—. Y me temo que Sigilo tendrá el honor de encontrarse con él. Si no lo mata, estaremos encerrados aquí para siempre.
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