Capítulo siete: Pesadillas en esa calle.

Ha sido como ver un código brillar. Posiblemente más brillante que un destello... ¿no? 

Esta noche no fue nada fácil. Cada uno le daba muchas vueltas a lo ocurrido. Las sensaciones eran variadas, desde el miedo hasta la emoción por lo desconocido.

Anais estaba en su habitación verdosa mientras leía un libro sobre la astrología y el universo. Estos libros al principio no les tomó mucho interés, pero los tenía porque saber un poco de todo era útil. Ahora, ante esta situación, lo veía necesario.

Dejó el libro y la libreta a un lado para mirar los apuntes. Había ciertos términos que algunos de ellos les tenía sentido, incluso ya estudiados en su instituto, pero luego cuando miraba en Internet... Veía demasiados foros que comentaban sobre otros temas que la dejaban sin palabras.

Terminologías. Nombres muy concretos que, por si fuera poco, Negatividad había mencionado por encima.

"Hace poco, revisando desde la terraza de mi casa, con ayuda de mi telescopio, pude ver lo que había en el más allá. Podría ser un día cualquiera, pero por alguna razón uno de los planetas soltó un brillo cegador que me obligó a alejarme. Revisando, me he dado cuenta que este no era una estrella ni nada similar. He investigado hasta tal punto que creo que a lo mejor... es un tipo de ¿señal?"

"¿Señal? Habría que confirmarlo bien. No se puede tomar eso, así como si nada"

"Algunos han dicho en otros foros que han visto brillos acercarse a la tierra y luego desaparecían como si fueran absorbidos".

"Esas pruebas no son ciertas. Las imágenes eran editadas".

Anais soltó un suspiro largo y dejó de leer los comentarios que había en ese foro. No podía tomar mucho en cuenta porque la gente en redes podía decir la mayor mentira o una verdad a medias. Miró hacia el techo, sin saber bien que pensar para luego despejar sus ojos.

—¿Qué voy hacer yo? —se preguntó en un susurro, moviéndose en la silla del escritorio—. La inteligente del grupo. Claro. Estamos hablando de algo que se me escapa de mi conocimiento. ¡Ella sabría más que yo!

Tragó en seco y puso las manos en la cabeza.

—Pero m hermana en cambio querrá ir —susurró, escuchando las pulsaciones de su corazón.

No era divertido pensar en que su hermana, posiblemente, iba a ir, y más ante todo lo ocurrido. Que pudiera soltar chispas de su mano y Negatividad confirmara una parte, solo hacía que los nervios la afectaran por completo.

Ella no podía ir ahí.

Pensando en demasía, no se dio cuenta que la sangre cayó por su nariz. No se dio cuenta hasta que sintió el calor y se obligó a levantarse para agarrar un pañuelo.

—Otra vez —murmuró cansada—. Ya son cuatro veces en estas dos semanas.

Se fue hacia el baño. No la tomaba por sorpresa. Desde muy pequeña tenía ese problema y lo asociaba siempre al dolor de cabeza que tenía. Cuando estaba tensa o saturada, la sangre caía por su nariz. No era demasiado, pero sí muy molesto.

Una vez ahí, se limpió con ayuda de agua oxigenada y algodón. Entre tanto se miraba en el espejo, frenó sus acciones al ver un brillo azulado en el lado derecho de su brazo.

Tragó en seco al identificarle.

—Pasó dos años desde ese entonces —murmuró con voz temblorosa—. No fue real. No pasó jamás...

Y se limpió para salir, escuchando a su hermana en el comedor insultando por lo bajo.

Se concentraba en la combinación de botones concreta para ganar la partida. Los pulsaba con una velocidad y fuerza que creaba esos ligeros sonidos en el comedor. SU respiración apurada apareció, y de pronto tiró el mando al sofá al perder.

—No me puedo concentrar. —Agarró el mando para apagar la consola, y tras eso se tumbó en el sofá—. Fueron horribles.

Puso las manos en su cabeza y las frotó contra esta. Desde su interior gritó durante un buen rato hasta que sitió un golpe en su pecho que la hizo frenar y sentarse en el sofá. Su respiración pasó a una más acelerada junto a unas pocas gotas de sudor cayendo por su frente.

Esos golpes no eran normales. Desde que ese inusual ser, o anomalía, entró en su cuerpo, había vivido esos golpes en algunas zonas. Donde más se repetía era su pecho y estómago.

—No me deja descansar ni si quiera cinco minutos. —Bufó, para luego mirar a otro lado—. No puedo hacer nada... y creo que no me queda otra que aceptar.

¿Qué le pasaría si no aceptaba? Era la duda que más tenía presente en su cabeza. Siendo Negatividad, podría dejarla, pero en su interior algo le decía que negarse era de cobardes.

—Yo no soy ningún cobarde. —Frunció el ceño—. No lo soy, Jamás lo seré. No ocurrirá eso de nuevo. Aprendí hace dos años. No será el mismo error.

Pero al decir estas palabras, su corazón bombeaba con fuerza. Una cosa eran los problemas de su hogar. Otro, era los problemas que pudiera haber en el exterior.

Cuando Negatividad explicó toda esa historia, Andrea tuvo dos sentimientos claros. Emoción por lo desconocido. Temor por su hermana porque iría a su lado.

Ya no solo eso, ¿qué iba a ocurrir con sus padres? ¿Se enterarían? Y si no, ¿cómo lo ocultaría? ¿Cómo iban hacer todo esto si sus padres estaban de por medio? No era fácil decirles "hola, tengo poderes". La tomarían como loca.

Tantos pensamientos se adentraron en su cabeza que le recordaba a los problemas de paranoia que tenía su ex pareja. Ahora entendía lo que sufría. Respiró hondo.

—Que le den, yo voy.

— ¿En serio? —La voz de Anais logró sorprender a Andrea. Giró su cabeza para ver a su hermana menor en la puerta del comedor. Hubo un silencio incómodo entre las dos sin saber bien qué decir hasta que la menor decidió hablar de nuevo—: Yo... Necesitaba saber si tú también ibas.

—¿Por qué?

—Bueno... Algunos motivos son egoístas —admitió, avergonzada—, pero uno en concreto es porque quiero resolver un misterio personal que hace dos años que me ocurrió.

Dos años, fueron las palabras que lograron alertar a Andrea. Aun con ello, trató de calmarse.

—Si vas, estarás en un gran peligro, lo sabes bien, ¿no? —preguntó Andrea. Anais afirmó con su cabeza—. No sé qué misterio personal tienes contigo, pero si tiene que ver algo con los poderes... Ten en cuenta que yo tendré que protegerte mientras tu no puedas —pronunció con temor.

—Lo sé muy bien, lo tenía muy claro desde el principio —dijo Anais con seriedad—, pero creo que el problema va a ser con nuestros padres. Si vamos y no regresamos a tiempo a una hora que no sea sospechosa, nos preguntarán dónde hemos estado y ahí no sabremos qué excusa darle.

—¿Quieres ocultárselo?

—Estuve pensándolo, podemos ocultárselo sin problema —respondió Anais, de hecho, sacó una pequeña libreta que había sacado del bolsillo que tenía su falda—. Mira, si en los planetas las horas pasan más rápido, nos vendrá muy bien porque podremos aprovechar mucho el tiempo. Imagínate, una hora podrían ser cuatro en otro planeta, ¿entiendes?

—Sí, claro que lo entiendo, pero eso es complicado de analizar y habría que preguntárselo a Negatividad —comentó Andrea de brazos cruzados.

—Por eso confío en que ella sepa bien qué horas estar en cada planeta para que podamos estar en la tierra a una hora que no dé sospechas de lo que hacemos. —Dibujó en la libreta varios círculos representando distintos planetas y luego le añadió distintos números a forma de representar las horas—. ¿Entiendes?

—Sí, pero hay una pregunta muy básica en esto, ¿podremos ir a otros planetas con las condiciones que tienen? Ten en cuenta que necesitamos un traje para viajar por el espacio —comentó Andrea.

Anais se quedó pensativa por unos segundos. Andrea suspiró con estrés y miró la libreta llena de apuntes y dibujos.

—Tengo intención de hablar con Negatividad sobre esto, sabes que estoy llena de dudas y quiero saberlo todo lo posible —admitió Anais.

—Sí. Está bien, tú siempre eres la lista del grupo, sabía que tendrías esas dudas y buscarías alguna solución, costara lo que costara.

Andrea vio como la pequeña la miraba con orgullo y sonreía con más ilusión.

«Debo salvarla», pero por dentro no paraba de repetirse esas palabras. Si iban, tenía muy claro que tendría que conocer a esa anomalía de su interior, conocer sus poderes y con ello poder proteger a su hermana con éxito.

—Vamos a dormir, Anais —le pidió—. Estoy muy cansada.

—Me parece bien. Vamos.

Se miraba en el pequeño espejo del baño. Palpaba su brazo y se daba cuenta que el tacto era muy distinto al de la piel humana. También se dio cuenta que, al tocar en cierto lugar, activaba un botón que mostraba por completo el brazo robótico. Kamico no se cayó al suelo de milagro. Se despejó los ojos con su mano derecha, luego se pellizcó las mejillas, pero seguía viendo que su brazo izquierdo era robótico.

Había que admitir que Negatividad había hecho un gran trabajo. Le costaba creer que ella lograra conseguir toda la tecnología de su planeta para hacer algo así. Cables sobresalían junto a metales de los cuales algunos parpadeaban, no comprendía el mundo de la tecnología, pero si sabía era avanzada.

Lo subió, lo bajo, lo estiró, lo encogió... Hizo varios gestos con su brazo para ver si le dolía, pero no sentía nada, ni el más mínimo dolor. Examinó el brazo y vio que este tenía el porcentaje de una batería móvil. Intuyó que sería la energía restante de su brazo. Esto le preocupó bastante, más al ver que había un pequeño enchufe para cargarlo.

Kamico se quedó en blanco por unos segundos.

—¿Acaso...?

Caminó con cuidado hasta su cama para acercarse a la mesa de noche, tomó el cargador de su móvil para conectárselo a su brazo. Al hacerlo, abrió los ojos de golpe, sintiendo como la corriente de energía circulaba por su cuerpo, lo sentía y no le dolía, era una sensación de cosquilleo constante.

Kamico se quedó boquiabierto.

—Un cargador de móvil... Puede darme energía, aunque muy poca, casi nula... —susurró, impactado—. Entonces me imagino que si me quedo sin batería... Yo...

Se sentó en la cama y trató de relajarse, pero esta vez sí le fue imposible. Miles de imágenes salieron en su cabeza. Todos con un mismo mensaje. Lágrimas cayeron por sus ojos. Dejó de respirar y nadie podía hacerle volver de sus preocupaciones y el miedo.

Pensó en cómo era posible que Negatividad lograra darle la vida de nuevo, pensó en cómo era posible que le atacaran de esa forma. ¿Hubiera preferido vivir así o morir? ¿Cuál era la mejor elección? ¿Ser humano o un cyborg?

Consumido por la incertidumbre, dejó que la oscuridad inundara su mente, incluso sus sentidos. Cayó en la cama, sin darse cuenta que si no hacía algo, podría morir ahí, pero no era fácil luchar con todo lo que tenía, menos si en medio de esa negrura, parecía haber alguien vigilándole.

Y lo peor era que Kamico podía ver esa figura que no parecía ser nada amigable. Se mantenía de pie en el sitio y parecía sujetar un arma con sus manos. Se acercaba, poco a poco. A un ritmo preciso. Lento y desesperante.

—No es tu momento —murmuró. La voz carecía de vida y sentimiento. Parecía ser su fin ante esas palabras, pero Kamico había escuchado bien, aunque estuviera intimidado por su presencia—. No eres al que busco.

Las dudas le inundaron por completo, pero no era capaz de pronunciar ni una sola palabra. Solo veía como se acercaba hasta que su guadaña se acercó lo suficiente para tocar su brazo izquierdo.

—Desafortunado —murmuró en un tono que dejaba en claro su decepción—. No debió haber ocurrido así. —Suspiró—. Nos veremos de vuelta, pero no de la forma que tu piensas.

Cuando la guadaña se alejó de su guadaña, su brazo izquierdo soltó chispas de electricidad. Esto lo despertó, levantándose de la cama en un grito. El sudor caía por diversas partes de su cuerpo, agarrándose de su cabello con tal de tranquilizarse, pero era imposible.

Por ello mismo se puso a llorar en silencio, pero otro pensamiento entró al acordarse de la historia que contó Negatividad.

«No, no es real. No lo es. Es un sueño. Un sueño».

Pero sabía que no era así cuando sentía el cosquilleo de su brazo izquierdo por su pecho. Recordando todo de nuevo. Al menos esta vez no caería en esa horrible sensación.

En unas habitaciones no muy lejanas a las de Kamico, Andrina se encontraba despierta con un gran dolor de cabeza que no desaparecía. Lágrimas caían sin poder controlarlas, dejando que mojaran su cabello y las sábanas de la cama.

No era capaz de procesar lo que le habían dicho, y eso que había estado más consciente de la situación que los demás, pero no servía para prepararla ante lo que se venía.

Era ayudar o rezarle a dios que nada grave ocurriera.

No era alguien creyente en sí. Como tal su familia había sido libre en su forma de pensar, aunque sabía que, en su momento, se le pedía ayuda a dios, o lo que fuera que hubiera ahí fuera a que la ayudara. Andrina no lo hacía, menos ahora ante el miedo a lo desconocido.

Si ahí en el exterior había seres con consciencia y miles de planetas sin descubrir, ¿qué pasaría si ella rezaba a dios? ¿A quién veneraba? ¿A quién estaba pidiendo su ayuda?

Las ganas de vomitar aparecieron y esto la obligó a moverse de la cama. Intentó levantarse, pero el hecho de ponerse de pie hizo que sus piernas fallaran y cayera contra el suelo. La acidez de su garganta subía y bajaba, dejando esa sensación de quemazón que no le permitía respirar.

Lágrimas aumentaban de cantidad, y con ello, la visión borrosa que poco a poco fue alterando la percepción de su realidad.

«No ahora, por favor», pedía con angustia. Trataba de levantarse del suelo, pero la fuerza era nula. Solo estaba en el suelo, viendo diversas imágenes pasar una a una a gran velocidad.

Voces sonaban de un lado a otro. Figuras se presentaban ante ella. Les daban su mano para ayudarla. ¿Lo curioso? Era los colores que desprendían. Amarillos de diversos tonos. Unos más brillantes y hermosos que otros. Azules de diversos colores. De diversas intensidades y significados. Naranjas, unos más fuertes como el fuego o cercanos al rojo, dejando una mancha enfrente suya, como un charco de sangre.

Cada uno parecía dejarle un mensaje encriptado que Andrina no soportaba más. Agachó su cabeza, llorando y pidiendo clemencia. Detestaba estas visiones sin sentido.

—No. No quiero ver eso más, no quiero. No lo soporto.

Al levantar de nuevo el rostro, se vio de nuevo en la caja llena de números. Su corazón bombeó con rapidez y por primera vez pidió ayuda con gritos llenos de desesperación.

Lo que una vez creyó que esos números solo la vigilaban, se dio cuenta que en verdad la atacaban. Atacaban su cabeza y perforaban distintas partes de su cuerpo. Un sufrimiento que no podía soportar y que lo único que podía hacer era gritar con desespero.

Hasta que sintió un abrazo que acabó con todo lo que había a su alrededor.

Blanco. Una sala en blanco. ¿Una sala? Era mucho más que eso. Era un espacio indefinido. Un lugar oculto, pero de un solo color. En medio de esa nada, solo estaba ella de rodillas al suelo con lágrimas que se iban secando.

Fue recuperando poco a poco la paz que necesitaba, aunque no negaba que las dudas aun eran presentes ante ese cambio tan brusco. Eso sí, el abrazo aun persistía. La agarraba con cariño y cuidado, pero no podía identificar al usuario. Solo sabía que estaba a sus espaldas.

Poco a poco los colores y formas regresaron. Volvía a la realidad en la que estaba. Su habitación dentro de ese hospital que detestaba. Cerró sus ojos por un momento, soltando un suspiro de alivio.

Iba abrir los ojos, pero una luz deslumbrante proveniente de su pecho hizo que los abriera, y con ello se quedara sin palabras.

¿Por qué el collar que le dio su madre brillaba?

—¿Q-Qué está pasando?

Movió sus manos sin saber bien que hacer al respecto. ¿Qué debía hacer? Objetos así se asociaban a algo valioso y muy delicado. Sentía que ahora mismo se encontraba con un anillo de diamantes, ¡incluso más valioso que eso!

Por un momento, movió su mano izquierda a la estrella de cuatro puntas, y cuando lo tocó, un holograma apareció enfrente suya. Este no era tan brillante y mostraba unos colores azules semi-transparentes en el que mostraba diversa información con una imagen de lo que parecía ser un planeta.

—Suqueia. Rimerit. Mercado Extra-Sistema. Codece. Tugia. Steinfall. —Frunció el ceño al pronunciar esos nombres—. ¿C-Códigos?

Leyó por encima cada uno de esos planetas. Muchos de ellos tenían impuesto lo que parecían ser unas normas, y también había una vista previa de los detalles sobre los habitantes de cada planeta. Andrina se quedaba en silencio leyendo cada uno de estos planetas, hasta que las lágrimas salieron por si solas.

—Esto es una broma de mal gusto —murmuró, tragando con dificultad—. Esto es parte aun del suelo. ¡S-Sí! Tiene que ser eso...

Miró el destello. Este había disminuido el brillo y ahora podía pasar como una piedra preciosa de colores amarillos, aun así, no dejaba de llamar la atención.

Como mejor pudo se levantó del suelo, apoyándose en la cama para luego guardar el destello. Lo primero que se le pasó en la mente fue decírselo a su hermano. Solo así sabría si esto era real.

Caminó a pasos lentos, pero logró llegar a la habitación. Ahí, Kamico estaba en la cama con lágrimas, sin darse cuenta de la presencia de su hermana. Sin dudar, Andrina apuró sus pasos para sentarse a su lado y abrazarle.

Ese calor repentino hizo que Kamico se apoyara en ella y llorara con una compañía que necesitaba. Andrina sonrió con dulzura, acariciando su cabello con calma.

—¿Paranoias?

—M-M siento t-tan m-mal p-por no poder evitarlo...

Andrina soltó un suspiro largo.

—Kami, pocos podrían soportar esta situación. No te sientas mal por llorar o tener esos ataques —habló Andrina en un tono bajo.

—N-No, Andrina. Esta vez casi muero.

Tales palabras hicieron que Andrina llorara también, pero logró contenerse y mantenerse como un pilar que, a pesar de la tormenta, no iba a ser destrozada. Se quedó a su lado y dejó que soltara todos sus miedos. Una vez dicho todo, y calmándose tras mocarse y limpiar sus lágrimas, la miró con un rostro más relajado.

—Ya es grave con lo me ha pasado, como para que encima Negatividad diga todo eso —admitió Kamico, respirando hondo para no trabarse con sus palabras—. Le he dado mil vueltas, hermana. Millones posiblemente. Es una locura.

—Es posible que nadie acepte, pero a la vez está esa intriga —comentó Andrina.

—¿Intriga? ¡Hablamos del espacio, hermana! ¡El universo! Sabes lo mal que lo pasaba cuando la profesora hablaba de eso. Me daban esos ataques de nervios porque pensaba en exceso y me ponía en pensar cosas existencialistas —se quejó Kamico, abrazándose sin saber donde mirar—. Y sé que todos me lo dijisteis, pero no es fácil. No lo es.

—Lo sé, Kamico, pero no es algo que a lo mejor vaya a pensar Andrea.

—Andrea se lo habrá tomado como un videojuego. Ya sabes como es. Esa mujer perdió un poco la percepción de las cosas, y se enfoca demasiado en entrenar todo por proteger a los suyos —aclaró Kamico, apretando un poco sus labios para luego suspirar—. Ahora con esa... cosa en su cuerpo, parece ser que tiene poderes. —Puso la mano en la cabeza y se río—. ¡Poderes!

Andrina sonrió a medias sin saber bien que decir. Kamico la miró por unos segundos para al final suspirar.

—Sí, es posible que vaya, pero eso será meter en medio a su hermana Anais, y sabes que no es lo más prudente de su parte porque es una cría de dieciséis años. ¿Qué va a hacer con algo así de grande? Y no solo eso, Andrina. ¿Cómo vamos a viajar? ¿Vino en una nave? ¡¿Cómo vamos a sobrevivir en el espacio?!

Se quedó en silencio y miró hacia su collar. Soltó una leve risa incómoda para sacarlo y mostrárselo.

—Algo me dice que será esto.

Kamico al principio frunció el ceño, pero cuando su hermana le enseñó el holograma, sus ojos casi se salen de sus cuencas. Se quedó observando todo lo que había dentro, para luego quedarse en silencio sin saber que decir.

—Si hubiera venido en una nave, créeme que la tecnología actual lo habría detectado. Algún rumor se escaparía o algo así. No por nada hay muestras o fotos antiguas en los años anteriores. O incluso testigos que decían que en los años noventa, gente aseguraba ser abducida —explicó Andrina.

Kamico puso las manos en la cabeza y empezó a respirar a gran velocidad. Andrina le agarró a tiempo para abrazarle y con ello tranquilizarle.

—Extraterrestres. Son extraterrestres. Son alienígenas —repitió Kamico.

—S-Se podría decir que sí, aunque son muy distintos a como lo pintan en internet —comentó Andrina, viendo como los ojos azules de su hermano la observaban con asombro—. ¿Qué ocurre?

—¿Estoy mal de la cabeza o no estás reaccionando como yo? —preguntó, frunciendo algo el ceño.

—Kamico...

—¡No es normal, Andrina! ¡Son Aliens! No es algo que lo pensara con claritud, pero ahora que lo mencionas, ¡sí es así! ¡joder! Si no aceptaron nos van a llevar en su nave y vamos a sufrir como...

—No creo que sea así, Kamico —interrumpió Andrina, agarrándole de las manos—. Empecemos por el hecho de que este collar que tengo... no es normal.

Kamico se quedó en silencio por unos segundos para mirarla.

—Te lo regaló mamá. —Andrina afirmó ante esas palabras—. ¿Q-Q-Qué insinúas?

Andrina bajó la mirada para luego tragar.

—No sé mucho como hilarlo todo, hermano, pero ¿recuerdas los sueños que tengo? —preguntó, a lo que su hermano afirmó con su cabeza lentamente—. C-Creo que a lo mejor tiene algo que ver.

Kamico se puso las manos en la cabeza de inmediato y empezó a temblar. Andrina se las agarró para luego abrazarle con fuerza.

—Mira, Kamico. Mañana cuando nos reunamos con Negatividad, le haremos varias preguntas. Dependiendo de lo que diga y haga, consideraremos neustras opciones —explicó Andrina. Kamico no dio ni una sola respuesta—. No dejes que tu mente piense en las peores cosas, aunque tiendas a ello. Si eso, escucha música y relájate con videos, pero no pienses en nada porque esta noche necesitas descansar.

—Q-Quiero... que duermas conmigo.

Andrina soltó una leve risa. No era la primera vez que se lo pedía cuando Kamico tenía estos momentos tan débiles.

—Kami, sabes que los médicos...

—A la porra los médicos. Quiero a mi hermana a mi lado.

Andrina soltó una pequeña risa y afirmó con su cabeza.

—No creo que nos diga nada siendo hermanos. Aun raro que no nos pusieran en la misma habitación —comentó Andrina.

Kamico no dio respuesta, pero con sus gestos y mirada dejaba en claro que tampoco lo entendía. Al final, Andrina se quedó al lado de su hermano e intentaron dormir, aunque fueron más ellos dos dándole vueltas a todo con música tranquila de fondo. 

Miraba a su nueva creación con incertidumbre. Rascó su cabeza con cierta frustración para luego salir al exterior con la Luna aun presente. Necesitaba buscar un objeto en específico, pero no tenía claro si en la ciudad de Barcelona podría encontrar algo de gran altura.

«Los edificios no son suficientes. Necesito una montaña y no veo ninguna. —Desde su interior soltó un grito lleno de frustración—. Maldita sea, ese destello no podía aguantar UN día más. No. Tenía que ser absorbido por este estúpido planeta desecho».

Mantuvo la discreción mientras seguía caminando. Agradecía que por la noche apenas hubiera personas más que algún que otro coche que pasaba a su lado sin prestar atención más que a la carretera. Le era extraño la evolución que poseía el planeta. De por si, no habría comprendido lo que era de no ser que su cabeza aun recordaba algunos detalles de ciertos planetas.

Ninguno le traía emociones positivas.

Y lo curioso no era la tecnología que poseyera, los edificios que la rodeaban y las calles que veía en su camino. Le fascinaba que en si la tierra fuera tan grande y que a su vez tuvieran tantísimas cosas. Conoció planetas de gran tamaño, pero la tierra se llevaba el premio.

«Temo porque este planeta se divida como le pasó a Steinfall».

Siguió avanzando, encontrándose cerca de una grandiosa plaza donde había varias palomas descansando por el lugar. Se fijaba en el detalle que tenía en cada uno de los edificios y calles. Sí, eran altos e imponentes. Se veía incluso perdida en este laberinto, pero no encontraba lo que necesitaba.

Los nervios iban azotándola cada vez más, aunque en una de sus caminatas, hizo un giro abrupto al escuchar unos pasos lentos. Se quedó escondida y vio a dos humanos jóvenes hablando con risas de por medio.

—Aun me cuesta creer que este fin de semana no quieras ir de fiesta. ¿Por qué tienes que ir a la montaña de Montserrat?

—Ya sabes como es mi familia de religiosa, eso y que mi sobrina va a verla por primera vez.

—Qué tedioso, ¿vais a ir en coche? Porque la subida es complicada.

—No, iremos por la cremallera*. Es más rápido.

Su conversación seguía, pero Negatividad no estaba escuchando. Había encontrado algo interesante en sus palabras. Una montaña. ¿Dónde estaba y cómo podría subir sin ser detectada?

Siguió avanzando. En sí no tenía por qué, pero se dejaba maravillar por lo que le rodeaba en ese instante. En el poco tiempo que tuvo para moverse por los diversos transportes cercanos a la zona, se dio cuenta de lo grande y bello que era este lugar. Y sabía que esto era solo una parte de lo que pudo ver cuando viajaba con el destello en sus manos.

No se quería imaginar como serían los demás sitios y temía que todo acabara en malas manos.

Se sentó en uno de los bancos cercanos a un parque. Según había visto, estaba cerca del barrio Gótico. Observaba con asombro el detalle que tenía cada uno de los edificios. Cientos de años para crear y dar vida a un lugar como este. El ambiente era tranquilo. Sentía el fresco aire que erizaba su piel oscura, escuchaba los diversos sonidos propios de una ciudad, en especial el murmullo de las personas hablando y el de los vehículos cruzando las carreteras con cierta precaución.

—No puedo fallar ahora —se dijo angustiada, agarrando su cabello—. Me lo dijo muy claro. Que, si me iba a este sitio, tendría que moverme y buscar ayuda de inmediato. Ellas dos son muy fuertes y sola no puedo. Menos con el robot que tengo creado. Ni sé si será tan eficiente como pienso.

Sin querer se había puesto un cargo demasiado alto y desconocía su siguiente paso. Puso las manos en su rostro para al final negar.

—Me reuniré con ellos y les seré sincera —murmuró, agarrando su cabello con angustia—. No puedo meterlos en esto. No tienen idea de los peligros, no como yo.

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