Capítulo dieciséis: Pistas de un pasado oculto.
¿Cómo era lo que decían en tu planeta? ¿Perro ladrador, poco mordedor?
Era imposible para Andrea no darle vueltas a lo sucedido, pero más cuando Solace no le decía nada al respecto. Una sola palabra, pero sin aclaran ni explicar el porqué.
Mantuvo las horas ocupadas en lo ocurrido hasta que el timbre sonó. Era el descanso, por lo que podían disfrutar de treinta minutos donde no solo iban a conversar las cosas, sino que también podía comer algo.
«Solace, te tengo una duda».
«No voy a responder nada, Andrea».
«No es eso —respondió, sonriendo con cierta malicia—. ¿Qué tanto toleras el azúcar?»
«¿Eh?»
Cuando llegó a la cafetería, no dudó en pedir lo de siempre. Mientras esperaba, vio como sus compañeros llegaban. Fingían estar tranquilos, aunque sus miradas dejaban en claro que tenían mucho de qué hablar.
Al tener lo que pidió, se reunió con los demás en una zona un poco alejada para que nadie los escuchara.
—Andrea... ¿Vas a tomarte dos bebidas energéticas ahora? —preguntó Anais frunciendo un poco el ceño.
—Cuatro si Solace sabe tolerar el exceso de azúcar. Si no le saco las cosas de una forma, lo haré de otra —aseguró, dándole un trago a la bebida—. A ver si así se acostumbra a las costumbres que tenemos los humanos, y de paso aprende un poco como son mis normas.
Anais soltó un largo suspiro para al final negar. Andrina y Kamico se miraron sin decir mucho, después de todo Andrea solía hacer locuras así, y peores.
—El asunto no es eso. Mencionasteis por el grupo una reunión urgente sobre lo que habéis descubierto vosotras, aunque también es por lo que ha pasado —continuó Andrea, cruzando sus brazos—. Lo que he vivido ahí no es que haya sido agradable.
—Según dijiste en el grupo, escuchaste una risa —murmuró Andrina, cruzando sus brazos—. ¿Segura que fue así?
—Sí, Andrina. Mi oído no me falla nunca. Había alguien ahí, pero no era una anomalía. Al menos, es la pista que me pudo dar Solace —contestó, mirando hacia su estómago.
—Si él no dice nada es porque tendrá miedo. Recuerda como actuó con los líderes —recordó Anais.
—Me da igual. A mi me responde las dudas. Si yo me muero, él va detrás. Así de claro.
Anais soltó un largo suspiro. Andrea pudo escuchar como susurraba "Dios dame paciencia". No le tomó importancia y miró a Andrina.
—Quitando eso, ¿qué habéis descubierto vosotras? Ambas insististeis mucho en que era "tocho".
Andrina afirmó sin dudar.
—Anais me pasó los enlaces y mirando nos hemos dado cuenta de que hay casos que pueden estar involucrados a lo que estamos viviendo. Un caso muy claro es el de Christel —explicó Andrina, viendo como Andrea alzaba la ceja—. Ella es humana.
Andrea abrió un poco los ojos, para luego darle un trago grande a la bebida.
—De puta madre. Entonces no somos los únicos. Tendríamos que hablar con ella, ¿no?
—¿Andrea? ¿Sabes que Christel es alguien temida? Al menos por como hablaban Adelfra, Negatividad y los demás —intervino Kamico con cierta timidez.
—Bueno, pero si le decirnos que somos humanos, nos entenderá un poco ¿no? Aparte, si la temen es porque llegó a hacer algo importante —contestó Andrea.
—El asunto es que no debe de ser muy bueno porque dijeron que era una diosa con mucho poder —aclaró Andrina.
—Así que una humana pasó a ser dios —murmuró Andrea, cruzando los brazos. Los demás la miraron con cierta angustia. Esto la hizo fruncir el ceño—. No voy a decir ningún comentario raro esta vez, aunque admito que es un tanto surrealista.
—Es que lo es —aclaró Anais.
—Un poco. Cuando se habla de videojuegos no lo es tanto —contestó Andrea con una leve sonrisa.
—Y dale con los malditos videojuegos —susurró Kamico, caminando hacia un lado mientras soltaba un suspiro. Tras eso, miró a Andrea—. ¿Cuándo no vas a hablar de ellos?
—Es mi método para entender un poco lo que está pasando. Funciona —contestó Andrea, dándole otro trago.
Andrina soltó un largo suspiro al igual que Anais. Ambas se miraron para al final seguir explicando.
—El asunto es que no es el único caso que sea inusual. Se mencionan otros en diversas partes del mundo. Casos aislados de gente desaparecida, lo cual me dio a entender que es por culpa del destello, ya que algunos pueden acabar aquí —continuó Andrina con cierta angustia—, pero eso no es lo que me rpeocupa cuando hablamos de cosas... paranormales.
—Fantasmas —concluyó Andrea. Andrina afirmó con calma—. De puta madre, vamos a ser como Expediente X o Cuarto Milenio.
—No es algo para tomárselo a coña, Andrea. Intenta ser un poco más seria al respecto —pidió Anais.
—Seriedad a Andrea es lo último que le puedes pedir —susurró Kamico mirando a otro lado.
Andrea soltó una leve risa ante esas palabras.
—Es complejo ser seria con lo que me acaba de pasar. Vosotros posiblemente estarías llorando. Yo aun no sé como puedo... comprenderlo de por sí. Por ello mismo me tomo a "broma" que ahora también haya algo paranormal. De por sí creía un poco en ello, pero confirmármelo solo hace que me ría.
«Y entre en pánico».
—No es para reírse cuando hay un caso grave de unas hermanas que se suicidaron —aclaró Anais con seriedad. Andrea tragó saliva sin querer para mirarla de reojo—. Paiphire y Radow. Dos chicas de Andorra. Una tuvo un accidente, la otra se suicidó al cabo de unos meses.
—Bien... Os escucho —respondió Andrea sin mirar a su hermana. Esto logró sacarles un suspiro de alivio.
—El tema es que estas dos hermanas tienen algo que para muchos carece de sentido, y la verdad es que a mi también lo tiene —murmuró Anais, mirando las capturas que Andrina le había pasado—. Según en las grabaciones, la actitud de la hermana mayor no es solo de dolor, sino también de molestia y confusión. En una de las grabaciones dice que vio alguien al lado de su hermana.
—Un fantasma —contestó Andrea. Su hermana afirmó sin dudar—. No me tiene sentido, ¿qué quieres llegar con eso?
—Ya que tanto sabes de películas y series, deberías sacar un poco la conclusión, pero para resumirlo, es posible que ese espíritu impulsó a la hermana menor a matarse y luego a la mayor —concluyó Anais.
—¿Tanto puede hacer un espíritu? —preguntó Andrea, frunciendo el ceño.
—Es posible que sí —contestó Andrina.
—¿Y lo relacionáis con todo esto porqué...?
Andrina y Anais se miraron de reojo por unos segundos para luego afirmar.
—Andrina tiene una teoría, yo tengo otra un poco distinta —comenzó Anais—. Creo que ese espíritu puede tener relación a todo lo que estamos viviendo. No sé a qué nivel, ya que desconocemos si realmente es de la tierra, almas que no han podido descansar y que atormentan a otras, o de otro planeta.
—Entiendo —murmuró Andrea y miró a Andrina—. ¿Y la tuya?
—Mi teoría en cambio es que creo que debe de ser de otro planeta ese espíritu.
Andrea se quedó en silencio por un momento para luego mirar a Kamico.
—¿Y que crees tú?
Kamico se quedó en silencio sin saber bien donde mirar. Tras unos segundos, respiró hondo y decidió hablar:
—Es complejo poder relacionarlo con lo nuestro. No me quiero adelantar a nada porque tendríamos que preguntarle a Negatividad.
—¿No te dijo nada sobre ella? —preguntó Anais.
—Bueno... Detalles justos, entre ellos que se relacionen con nosotros... Es que esa diosa que tanto odia, decía que la tierra era uno de los lugares que quería destruir —respondió con cierta angustia.
Andrea chasqueó sus dedos.
—Ahí está la respuesta. Esa diosa fue la que hizo todo ese desastre, en caso de que se acercara a la tierra, claro está —contestó Andrea con una sonrisa orgullosa.
Andrina y Anais alzaron la ceja.
—No es suficiente para considerarlo una teoría. Aprte, dijo que destrozaría la tierra, por lo que a lo mejor no se acercado a esta aun —contestó Anais, cruzando sus brazos.
—Bueno, pero una opción es, ¿no? Dijo que esa diosa podía controlarlos o algo así. Manipulación en resumidas —recordó Andrea.
Anais frunció el ceño.
—¿Crees que ella obligó a algún espíritu a matar a otros? —preguntó su hermana.
—Teniendo en cuenta que controló a Negatividad, ¿qué me impide lo haya hecho con otros? Si es tan fuerte, lo habrá hecho —respondió Andrea.
Kamico empezó a dar varios pasos hacia atrás. Todas se dieron cuenta de esto, siendo Andrina la que reaccionó a tiempo para agarrarle y con ello calmarle. Andrea cruzó sus brazos al verle así.
—Tío, me temo que, si sigues así, te va a dar una taquicardia.
—¡Es para que me dé una! —gritó Kamico, siéndole un poco difícil respirar.
Andrea rodó un poco sus ojos hasta que se encontró con la cara molesta de su hermana menor. Suspiró y miró a otro lado.
—Lo siento, me pasé un poco, pero sabes que todo esto es algo que posiblemente vaya a peor —comentó Andrea, dejando la bebida que había terminado a un lado para poner las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—P-Por desgracia parece que sí —murmuró Kamico, logrando mantenerse de pie y agradeciendo la ayuda de su hermana—, pero no es algo que deberíamos tomarnos a la ligera.
Andrea rascó su cuello mirando a otro lado.
—No es para tomárselo a broma, Andrea —repitió esta vez Andrina, frunciendo el ceño.
—Xa sei. Boh. (Ya se. Bueh) El asunto es que mi forma de tomarme las cosas es más distinta a la vuestra. No me pidáis mucho —contestó, mirándolos de reojo—. Obvio que no me hace gracia que haya una diosa que los controla a todos como títeres. Honestamente no me apetece ser un muñeco de madera que se mueve mediante hilos. ¿Sabéis? Pero estoy segura que alguna forma de evitarlo tiene que haber.
—Siendo tú, me creo que le costará controlarte. Parece que por como actúas te da igual todo.
«El problema será como encuentre mi caja azul de hace dos años. Ahí sí que estoy jodida».
«¿Caja azul?».
Cerró sus ojos y mordió su lengua por sus adentros. Andrea no le acostumbraba aun que Solace estuviera en su interior.
«¿Qué hay ahí dentro?», preguntó Solace.
«Te diré lo que hay si tú me respondes a mis dudas».
No hubo contestación de vuelta. Andrea sonrió con alivio para abrir sus ojos y ver como sus compañeros la miraban con cierta preocupación.
—Estoy bien. Pasa que tengo hambre —mintió, miró hacia la hora de su móvil—. Iré a la cafetería, en poco empezarán las clases y no voy a ir con el estomago medio vacío.
—Te acompaño —intervino su hermana menor.
—Nosotros iremos a clases. Cualquier cosa, decirnos —pidió Andrina.
Ambas no tuvieron problema y fueron a la cafetería. De camino, Anais no paró de mirar a su hermana con cierta preocupación, algo que a la propia le incomodó
—¿Sabes algo sobre la anomalía? —susurró Anais lo más bajo posible.
—No.
Vio como suspiraba para luego sacar su móvil.
—Está bien. Puede que más adelante diga algo.
—O a lo mejor con la dosis de azúcar que le he dado —contestó, soltando una risa leve.
Anais no le dio importancia y acompaño a su hermana hasta que sonó el timbre. Se irían a sus respectivas clases, siendo Andrea la que se quedara sola subiendo por las escaleras.
«Creo que deberías saber algo importante sobre las anomalías —comentó Solace. Andrea frunció un poco el ceño—. Si bien es cierto que sentimos dolor, cosas tan estúpidas como beber o comer demasiado no nos afecta. De hecho, en cierta parte, nos da fuerzas. Así que gracias».
Andrea frenó sus pasos de forma abrupta.
«Eres un hijo de puta».
«No es la primera vez que me lo dices. A la próxima, asegúrate de lo que haces. Nos hemos aliado y juré ayudarte en esta situación, pero no por ello seré capaz de decirte todo. No es tan fácil como tú piensas».
Andrea soltó un largo gruñido desde su interior para seguir subiendo.
«Paciencia entonces, ¿no?».
«Demasiada. Espero que sepas tenerla».
«Qué remedio».
La tarde por fin llegó tras las largas horas de clase. Regresaron en sus respectivas casas e intentaron hacer sus vidas como si nada pasara, o al menos era lo que intentaban Andrea y Anais con su madre pidiéndole todo el rato su ayuda. La limpieza era una de las cosas que a su madre le obsesionaba, a diferencia de su padre.
Tal hecho le era un coñazo para Andrea, pero aceptaba a regañadientes para luego estar en su habitación. En el piso donde vivían, aparte de ser pequeño, minimalista y cálido, tenía tres habitaciones donde cada uno tendrían su intimidad.
Su habitación roja era lo que le hacía sentir cómoda. Estanterías llenas de libros y mangas junto a varias películas y series que, obviamente, iban de acción y aventura. Su cama desecha era presente junto a su escritorio desorganizado, del cual usaba la pantalla de su ordenador para jugar varios videojuegos.
De no ser que el grupo se llenaba de mensajes que la ponían un poco de los nervios.
Andrina.
Podríamos ir allí esta noche, o no se como os véis de energías. Tanto yo como Kamico nos vemos capaces.
Hermanita.
¿Seguros? Con todo lo que hemos vivido es mejor dormir algo más.
Kamico.
Decíamos quedar por la noche y echar una pequeña siesta ahora.
Andrea alzó la ceja para agarrar el móvil.
¿Os recuerdo que tengo una madre super loca que nos vigila incluso si estamos durmiendo?
Andrina.
¿Y no hay forma de que puedas escabullirte?
Sí claro. Siendo mi madre. Aun un milagro que pudiéramos pasar desapercibidos cuando Negatividad nos teletransportó. ¿Tú sabes como al día siguiente nos hizo preguntas sobre cómo habíamos dormido? Tenía que fingir que estaba dpm
Hermanita.
Por desgracia es cierto. No sé si habrá forma de reunirnos sin llamar la atención.
Andrina.
¿Tu madre no duerme?
No, y aun así si sospecha de algo pondría una cámara en nuestra habitación.
Kamico.
No seas exagerada. Tu madre es un poco rara, pero no a esos niveles.
Tío, que de pequeña le ponía una a mi hermana y a mí.
Dejó el móvil a un lado y cerró sus ojos para escuchar los pasos de su madre cerca de su habitación. De inmediato apagó la televisión, guardó el móvil y agarró uno de los libros que había dispersos por en su escritorio.
La puerta se abrió.
—Andrea, ¿sabes donde dejaste las baterías? —preguntó Alma.
—No. La verdad es que no, pero mira en los cajones del pasillo. Puede que ahí haya algo aún.
—Los miré. Nada.
—A lo mejor papá los movió de sitio. Sabes que a veces los usa apra el mando de televisión.
—Oh cierto —murmuró, para luego mirar hacia el libro que tenía Andrea. Sonrió con calma—. ¿Esta vez te pondrás más en serio con tus estudios?
—Sí, mamá —respondió en un murmullo sin mirarla.
—Sé que puedes hacerlo, Andrea. En su momento sacabas buenas notas como tu hermana. Y sabes que tienes nuestro apoyo en lo que sea —aseguró Alma.
«Pírate, por favor...»
—Lo sé, mamá. Gracias —contestó, sonriéndole de forma forzosa.
Alma afirmó con calma y cerró la puerta. Andrea soltó un largo suspiro para dejar el libro a un lado. A punto de jugar, sintió una ligera molestia en tu cabeza.
«Me he dado cuenta que tú mientes mucho», comentó Solace.
«Lo que haga con mi vida no es de tu importancia», respondió Andrea de mala gana.
«Creo que si me importa si voy a estar a tu lado y quieres que yo responda tus cosas, pero tú no lo haces conmigo».
Andrea soltó un largo suspiro para luego aceptar.
«¿Qué quieres saber?»
«Me he fijado de que tienes un buen oído y percepción. Parece que sabes detectar cuando algo es peligroso».
«Sonará un poco exagerado, pero mi madre enfadada no es algo que desee ver porque me quedo sin mis cosas», respondió Andrea de mala gana.
«Ya veo, por ello mientes».
«Son piadosas. No es como si estuviera traicionándola».
«En parte lo haces. Es tu madre, ¿no es a la que más quieres?»
Andrea se quedó en silencio unos segundos y frunció el ceño.
«No es lo mismo que lo tuyo. No sé bien como es la diferencia, pero según tengo entendido es como si traicionaras la confianza de un dios. Lo mío es a mi madre y es algo "normal" ¿Entiendes? Son mentiras que luego no tienen tanto peso porque cumplo mi palabra».
«Entiendo... ¿y cómo es posible que tú fueras como Anais y ahora seas así?»
Andrea mordió un poco la lengua para al final suspirar con pesadez.
«Hace dos años hice algo de lo que me arrepiento demasiado. Fue el motivo por el que me hizo ser lo que ves ahora».
Hubo un silencio, no muy largo. Andrea sentía una gran tensión encima.
«Si yo no te respondí en el baño, fue porque había alguien que me tenía amenazado. Decía algo, y tú morías conmigo».
Andrea se quedó sin aire por unos segundos, sintiendo un horrible escalofrío en todo su cuerpo. No supo ni que pensar ni que decir, solo tenía sus manos temblando como nunca.
«Te dije que te iba ayudar, y hago lo que puedo, aunque sea complejo, Andrea».
«Ya veo... Siento todo lo que he dicho y hecho».
«Está bien. No te culpo... Comprendernos es algo complicado porque de base no nos entendemos ni nosotros mismos. —Suspiró, para luego quedarse en silencio no mucho rato—. En cuanto a vuestro plan para salir. Inténtalo, pero quedar a una hora más tardía. Creo que tengo una forma para poder escapar de tu casa».
«¿De veras?».
«Sí... Tú y tu hermana vais a experimentar lo que es volar por primera vez».
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