Capítulo dieciocho Ritmo Industrial.

Fue a tu cabeza. De nada.

Era incómodo el hecho de despertarse en medio de la hierba y tierra húmeda, de hecho, una parte de su boca estaba manchada de esta, viéndose obligada a escupir y limpiarse con rapidez con una visible incomodidad en su rostro.

Una vez se retiró todo, pudo mirar su alrededor y abrir la boca con asombro, viendo unas grandiosas montañas desde la lejanía donde la naturaleza se extendía sin temor alguno. Podría ser un paisaje natural de alguna parte de Asturias, las cuales Andrea tuvo la oportunidad de conocer de joven, aunque sabía que en este caso era en un planeta completamente distinto.

—Buah, chicos, tenéis que ver esto —murmuró Andrea, girándose, pero al hacerlo, se dio cuenta que no había nadie—. ¿Chicos?

Empezó a buscarlos de un lado a otro, pero no los encontró por ningún lado. Si quiera podía escuchar algo más que el viento mover las hojas de los árboles con calma, lo cual no le aportaban ese sentimiento ahora mismo.

En medio de su búsqueda, puso un momento las manos en los bolsillos, sintiendo así la estrella en estas. Tragó en seco.

—Mierda, ya me acuerdo —musitó, mirando de nuevo a su alrededor—. Me solté de nuevo. —Chasqueo la lengua, poniendo la mano en la frente—. Me lo va a recriminar. Joder.

—Yo que tú no tocaría mucho el destello.

Andrea soltó un pequeño grito y se giró de inmediato, pero dxe inmediato se dio cuenta que era Solace, que había salido de su hombro derecho.

—Tío, no me des esos sustos —contestó Andrea, soltando un bufido.

—Lo siento, pero lo que te he dicho es algo serio. No toques mucho el destello —aconsejó Solace.

—¿Por qué?

—Porque al estar yo dentro, lo contamino.

Andrea tragó saliva en seco para afirmar con calma.

—Gracias... lo tendré en cuenta —murmuró, dejando las manos fuera de su chaqueta—. Ahora, creo que lo que importa es buscar a los demás.

—Pues será un poco complicado al estar aquí sin tener ni idea de nada —murmuró Solace, moviéndose un poco para ver los bosques donde estaban—. ¿Te sabes orientar?

—No, pero tengo un buen oído —respondió Andrea, cruzando sus brazos.

—Solo espero que no haya ningún animal peligroso, porque no tiene piunta de haber muchos peligros que sean por parte de otros seres como nosotros —comentó Solace con cierta preocupación.

—bueno, siempre podemos salir de aquí con ell mismo método de antes —respondió Andrea con una sonrisa.

—¿Volando?

—¡Exacto!

—La anterior vez casi te caes de un segundo. No sé como tu hermana no gritó del pánico.

—Ah, bueno. Eso no fue nada y ya aprendí que tengo que ir expulsando siempre aire de mis manos, no puedo soltarlo poco a poco.

—No sé de donde sacaste la idea de que debes ir expulsando a tiradas cortas. —Las palabras de Solace hicieron que Andrea apretara los labios mirando discretamente a un lado—. Ah... Ya sé de dónde sacaste esa idea.

—¡Pensé que tenía un límite! ¡Me preocupé por ti!

—Tengo limite, pero te habría avisado. Idiota. —Andrea rodó los ojos a un lado y soltó un bufido—. En fin. Tenemos que movernos, sino preocuparemos los demás, o a saber en qué lío están.

No tuvo problema en ponerse en marcha, aunque volar no fue la opción que utilizaron porque desconocían lo que podía ocurrir. Corrió adentrándose en los bosques, guiándose totalmente en su oído e instinto.

Si era honesta, corretear por aquel lugar le recordaba a su juventud. Esos días en los que se iba al pueblo con su padre y se perdían por los bosques. Días donde siempre acababa con alguna pequeña herida, pero no era nada grave si al final se curaba sin que su madre se enterara.

Aquello siempre le sacaba una sonrisa, pero no deseaba pensar demasiado en ello. Lo consideraba una debilidad propia.

Siguió adelante hasta que sus oídos pudieron escuchar una conversación lejana. Frenó con rapidez sus pasos y giró hacia la derecha, viendo a lo lejos a un sujeto de ropas holgadas que estaba moviéndose por los aires. Andrea no dudó en detenerse y esconderse, pero esto no funcionó cuando aquel chico de piel morena y cabellos plateados la detectó.

—¡Eh! ¡¿Quién eres?!

—Mierda.

Sin saber bien cómo actuar, pensó en salir de ahí, pero la intervención del chico hizo que Andrea diera algunos pasos hacia atrás. La forma en como se había movido era veloz, sacudiendo las hojas y el cabello de Andrea.

Lo tenía enfrente a una distancia prudencial. El joven estaba con los brazos cruzados con una mirada desconfiada, esperando a cualquier palabra que Andrea pudiera pronunciar.

—¿Quién eres? Responde —exigió el joven, posiblemente de unos veinte o veintidós años.

Andrea sonrió con cierto nerviosismo, dando pasos hacia atrás de forma discreta.

—Pues yo...

—¿Eres uno de esos cerdos que atacaron a mi amiga? ¿Una mandada de esa diosa?

Andrea frunció el ceño de inmediato, frenando sus pasos.

—No. ¿Qué? ¿Esas dos diosas? ¡Ni en broma! Estoy en su contra.

Los ojos del chico se abrieron en sorpresa para luego analizarla en silencio.

—Fijándome bien no eres uno de esos seres que tuvimos que hacer frente. Ni si quiera pareces ser... como Negatividad.

—¿¡Negatividad?! ¡La conozco! —gritó Andrea, viendo como el chico abría los ojos con asombro—. Sí. Ella nos llevó aquí, dijo que tenía que encontrarse con una amiga. Dice que gracias a ella la liberó, o algo así dice.

—No puede ser... —El chico se acercó de inmediato a Andrea, mirándola con interés—. Entonces... ¿¡tu eres de la Tierra?!

—Ah... Sí, tío. Soy de la tierra.

Los ojos del chico parecían brillar de asombro, pero de inmediato se puso serio y se alejó, cruzando sus brazos.

—MI nombre es Aerio —contestó con una sonrisa leve—. Negatividad no te habrá mencionado mucho de mi porque me tiene un poco de tirria por lo que le hice, pero la conozco, y sé lo que pasó ese día cuando la liberamos. Fue gracias a mi amiga la que le dijo que fuera a la Tierra. —Puso la mano en la barbilla—. Me parece increíble que al final haya conseguido la ayuda de una.

—Cuatro —rectificó Andrea. Aerio se quedó impactado—. Aunque solo hemos venido dos de nosotros que sean de la tierra junto a Renic, Adelfra y Negatividad.

—¿Y dónde están?

—Eh... Ese es el asunto. Me he quedado sola por soltarme del destello —admitió Andrea, soltando una incómoda risa.

Aerio puso la mano en su barbilla para luego afirmar.

—Está bien. Entonces sígueme, te llevaré a un lugar seguro, aunque también tendrás que ayudarme —pidió con cierta angustia—. Mi amiga... hizo una jugada sucia con cierta diosa, y ha sido descubierta.

—¿Cómo que una jugada sucia?

Aerio soltó un leve suspiro.

—Te lo explicaré todo. Ahora necesito que me ayudes. No quiero que mi amiga sufra de unas heridas peores.

Afirmó sin dudar, aunque las dudas aun eran presentes ante la actitud del chico. Por lo menos no era un enemigo, cosa que le aliviaba mucho.

Lo único que pedía era que los demás estuvieran en un lugar seguro.

Renic se encontraba vigilando todo con la mayor discreción posible mientras que Andrina y Negatividad se quedaban ocultas en el interior de aquel abandonado edificio. En silencio, ambas pensaban sobre lo ocurrido y que podrían hacer, aunque estaba claro que Negatividad no se le ocurrían muchas cosas por lo ocurrido, y eso era algo que Andrina veía de sobras.

«La que le va a caer a Andrea no va a ser poca. ¿por qué ha tenido que soltarse de nuevo? La anterior vez no fue así», pensó Andrina, mordiendo un poco sus labios.

De pronto vio como Negatividad se levantaba del suelo, sacudiendo un poco el polvo para ir con Renic. Andrina no dudó en seguirla.

—¿Qué plan tienes?

—Este sitio lo conozco, y si mal no recuerdo, estamos en la sexta base. Según me mencionó, era una de las zonas industriales abandonadas que los líderes querían retomar —explicó Negatividad, cruzando sus brazos—, pero no lo tienen tan fácil porque los mercenarios estaban controlando este lugar con la ayuda de otros Rieits.

—¿Entonces? —inquirió Andrina, frenando sus pasos al ver como Negatividad se acercaba a Renic.

—Puede que tengamos suerte si nos encontramos con uno de ellos y escogemos las palabras correctas —respondió, fijándose en Renic—. Ren, muéstrame el mapa que te pedí recrear antes. El de Rimerit.

En la televisión de Renic se podría ver un holograma de como el planeta de Rimerit, pero acercándose, vería que era un lugar dividido por murallas. Siete zonas delimitadas en un grandioso círculo donde cada uno de ellos tenía un distinto color.

—Nosotros nos encontramos en el sur-este. La Base Seis es la zona industrial que te mencioné —contestó, para luego respirar hondo—. Lo ideal para Andrea es que estuviera en la Base Cuatro, que se encuentra en el Sur-Oeste. Según me dijeron, tenían un túnel subterráneo del cual los líderes no lo habían detectado, permitiendo así acceder a la Base Seis y Siete.

—Veo que los líderes son un problema —murmuró Andrina.

—No sé mucho sobre ellos más que Pyschen dijo que deseaba hablar con ellos —contestó, mirándola de reojo para luego centrarse en Renic—. Puedes quitar el mapa.

La pantalla de Renic volvió a la normalidad, viéndose su expresión seria que de costumbre tenía. Miró hacia Andrina para sonreír a modo de calmar las cosas, aunque no servía de mucho.

—Tenemos que movernos. Si nos quedamos aquí escondidos, no servirá de nada, y no podemos irnos sin Andrea. A saber en qué lio estará esa loca —murmuró, caminando a paso firme.

Andrina tragó saliva con dificultad, pero avanzó al tener al lado a Renic, quien le ofreció la mano.

—Gracias, Renic, pero no es necesario. Ah y, gracias por salvarme antes —murmuró Andrina con cierta timidez.

—Lo sea para protegerlos y ayudarlos —respondió con una sonrisa cálida.

La confianza inundó un poco a Andrina y avanzó junto a los demás. Adentrarse por la zona industrial era algo que ponía de los nervios por como todo parecía ser parte de un lugar abandonado, como solía haber en los exteriores de las ciudades. Puntos donde nadie se acercaba ahí más que algún grupo de jóvenes que se dedicaban hacer gamberradas o pintarlo todo de grafitis.

Si bien en donde estaba no tenía grafitis, si dejaba ese cúmulo de aire contaminado que la hacía toser un poco, pero aun con ello seguía adelante sin quitar ojo a todo lo que la rodeaba.

Los imponentes edificios dejaban en claro que cualquier gesto en falso podrían derrumbarse con facilidad. No le extrañaba que esos líderes desearan reformarlo todo, aunque a la vez le sorprendía que no les fuera posible por esos mercenarios. ¿Acaso el que vio antes era uno de ellos?

Le daba varias vueltas mientras caminaba con cuidado para no hacer ruido. Sus pies tocaban las placas metálicas de la ciudad Industrial. Algunas estaban desgastadas, otras levantadas e incluso algunas partidas por la mitad. Un lugar que nadie podría vivir.

Distraída en sus pensamientos, se dio cuenta de que los demás habían frenado sus acciones. Andrina hizo lo mismo, mirándolos con el ceño fruncido.

Hasta que un disparo la obligó a moverse a un lado.

Tanto Negatividad como Renic se pusieron en alerta, mirando con atención a todo su alrededor. Andrina en cambio se escondió detrás de Renic, localizando de inmediato al sujeto que estaba escondido en lo alto de los edificios.

—¡Arriba a la derecha!

Tal indicación hizo que Renic se preparara en caso de ataque. Negatividad en cambio no dudó en soltar la oscuridad, o al menos esa era la intención hasta que identificó al culpable.

—¡Jareth! ¡Frena! ¡Soy Negatividad!

Entre las sombras se pudo ver como la figura se alejaba de lo que parecía ser una torreta. Se mostró bajo la poca luz que había presente, viéndose a un hombre de unos cuarenta años con un casco amarillo y gafas grandes, propias de alguien que trabajaba en ingeniería y mecánica. Vestía con una ropa rojiza, similar a la de aquel hombre que Andrina pudo encontrarse antes.

Su expresión era una que mostraba angustia y confusión, aunque pronto pasó a una más tranquila al mirar a Negatividad.

—Que mis ojos se bañen de aceite y se quemen. ¿De verdad estoy viendo a Negatividad? —preguntó Jareth con una sonrisa confiada. Andrina juraba que su acento era similar a la de los australianos.

—Soy yo. No hace falta que se te quemen los ojos —contestó Negatividad, caminando un poco hacia delante—. Bastante tiempo ha pasado.

—¡Semanas diría, y fíjate! ¿Has cumplido lo que dijiste? —preguntó con una leve risa.

—Sí, y me gustaría encontrarme con ella, si es posible —pidió Negatividad con calma.

Jareth chasqueó un poco la lengua. Movió su mano derecha, haciendo que la torreta que tenía a su lado, desapareciera en miles de piezas que se movieron a uno de los bolsillos que tenía atado en el cinturón de su pantalón.

—¡Eh! ¡Chico tierra! ¡Relájate, es Negatividad! ¡De paso bájame de aquí!

Andrina frunció el ceño ante esto y al girarse pudo ver a un chico que estaba oculto entre los edificios. Este tenía piel bastante blanca con una ropa similar a la suya. No le tenía sentido teniendo en cuenta como vestía aquel hombre con él, y más la diferencia de edad.

—Sí, ya me di cuenta —contestó el joven.

Su voz era bastante grave para tener posiblemente unos veinte años. ¡Y no solo eso! Se le veía bastante debilucho, aunque eso no quitaba su buen dominio de la tierra para que Jareth bajara del edificio, impactando al suelo.

—El asunto es que nuestra líder esta en la Base Cuatro. Sabes lo que hacía, no puede dejar que los niños vean este desastre y los resguarda ahí en la base subterránea. La misma donde te encerró —comentó Jareth, soltando una leve risa.

Negatividad rodó sus ojos a un lado, cruzando sus brazos.

—¿Tardará mucho? Tenemos ciertas cosas de por medio.

—Lo sé bien, lo hemos hablado en su momento —contestó Jareth, para luego mirar a los demás y reírse—. ¿Me tienes que robar las ideas?

—Renic era algo que surgió sobre la marcha.

—Ya veo —comentó, para luego mirar hacia Andrina—. Y ella es de la tierra.

—Así es. Su nombre es Andrina.

Jareth la miró de arriba abajo con un rostro que expresaba cierta desconfianza, para al final sonrió con dulzura.

—Un gusto conocerte, querida. Lástima que sea en medio de una guerra, pero nada de qué preocuparse —contestó Jareth.

Andrina no supo donde mirar ni que hacer, solo pudo sonreír con cordialidad. Un gesto que le hizo gracia al mayor.

—Los jóvenes de este tipo siempre suelen ser los que acaban liándola. ¿No es así, Feys?

Feys rodó los ojos.

—No me compares con un humano. Sabes lo que soy, Jareth —contestó, moviendo su cabello castaño a un lado—. Creo que deberíamos ir a nuestra base antes de que llamemos mucho la atención. De paso así les presentamos a los demás antes de que los ataquen por confusión.

Andrina abrió un poco sus ojos.

—C-Creo que uno de ellos ya se confundió conmigo —murmuró con timidez—. ¿T-Tenía un casco gris y un lanzacohetes?

Jareth se rio como nunca. Feys suspiró con pesadez, poniendo la mano en su frente.

—Te acabas de encontrar con el peor de todos. Milagro sea que hayas salido con vida de él —respondió Jareth, riéndose aún.

«Ya... No sé dónde le ves de divertido a eso».

—En fin, pongámonos en marcha. A nuestra líder le hará mucha ilusión verte de nuevo —continuó Jareth, dándole las espaldas.

Los demás no dudaron en seguirle, pero con la incertidumbre y la incomodidad aun presentes.

Para Andrea le era impresionante como era el túnel subterráneo que estaba atravesando junto Aerio y su compañera cuyo nombre aun no sabía. En sí, no sabía mucho de ellos, poca información le había dado, y menos al estar en ese túnel del cual Aerio le había pedido silencio hasta que salieran.

El túnel estaba bien cubierto de forma que se pudiera mantener sin que las piedras pudieran caerse. Se sentía como un tipo de minero, lo que la hacía reír por sus adentros, pero sin quitarle ojo a lo que ocurría a su alrededor.

Pronto pudieron salir al exterior y encontrarse con el aire fresco junto al sol. Bueno, ¿aire fresco? Fue lo que pensó Andrea hasta que nada más respirar, toser con fuerza.

—Mierda, ¿dónde estamos? —preguntó en un murmullo.

—En la Base Seis. Venga, apúrate. Estamos a punto de llegar.

Andrea rodó a un lado los ojos y no dudó en seguirle. Había que admitir que el chico sabía volar bastante bien y que iba un poco más rápido.

«Tenemos que hacer eso un día, Solace».

«Mucha práctica entonces».

Sonrió confiada. Si se trataba de entrenar, eso era algo que a Andrea le encantaba, y más ante algo tan genial como tener poderes.

Asi pues, a la mayor velocidad posible, se adentraron a uno de los edificios. Era curioso porque el exterior mostraba algo que el interior era totalmente distinto. Unas paredes blancas junto a un suelo de cuadrados blancos y negros, típicos que se podría tener en una cocina, aunque en este caso era en todo el suelo que había en el interior de aquel edificio.

—¡Darey! ¡Gaia! ¿¡Dónde demonios estáis!? ¡Úrsula se va a morir como no la atendamos de inmediato!

Andrea abrió los ojos al reconocer el nombre de la chica y no dudó en examinarla de inmediato. Su cabello rubio caía hasta sus hombros, llevando una vestimenta de colores morados y decorados rosas, uno que parecía ser de exploración por la cantidad de cinturones que tenía puestos. Eso sí, las heridas que tenía estaban presentes en sus brazos y piernas. Los cortes eran de objetos bastante afilados.

Corriendo por los pasillos, Aerio no paró de gritar esos dos nombres hasta que al final pudo encontrar a uno de ellos.

—¡Gaia! Por fin te encuentro.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, moviendo sus manos con cierta dificultad para que burbujas de agua fueran directas a las heridas de Úrsula.

—Problemas, y no de los líderes. Ya sabes quienes.

Gaia movió la cabeza en afirmación, pero pronto movió su cabeza. Andrea no supo reaccionar cuando la chica parecía verle aun con los ojos cerrados y llorosos.

—¿Y ella?

—¡Ya te diré todo! ¡Necesitamos a Darey!

—O-oh, ¡s-sígueme!

Corrieron de inmediato hacia unas puertas dobles de color blanco. Cuando se abrieron, Andrea dio unos pocos pasos hacia atrás al encontrarse con una sala propia de enfermería.

—¿Andrea? —preguntó Aerio, frunciendo el ceño.

—Eh. Ah. Perdón, es que no contaba con que fuera una sala así.

Aerio frunció el ceño, pero no le tomó importancia y entró a la sala de inmediato. Andrea fue detrás, viendo que, en el interior de esta, había un hombre de unos treinta años vestido como si fuera un médico, aunque este tenía unas gafas totalmente opacas.

—Eh... yo os dejo esto a vosotros —murmuró Andrea, dando unos pocos hacia atrás. Nadie la hizo caso como tal, lo que le permitió irse de la sala con un alivio bastante grande.

—¿Tienes miedo de los hospitales? —preguntó Solace, sacando un poco la cabeza del hombro de Andrea.

—No sabes lo que tuve que aguantar para poder estar en el hospital. De tripas corazón, como dice mi padre.

Solace soltó una leve risa.

—Tienes bastantes miedos al parecer.

Andrea frunció el ceño y estaba a punto de mover su puño para golpearle, pero sus acciones se detuvieron de inmediato cuando alguien la agarró de las manos, la tiró al suelo y la amenazó con un cuchillo en su cuello.

—No nos gustan las anomalías. ¿Lo sabías? Parece que a ti te ha convencido una. ¿Tan bajo puedes caer? —preguntó aquella voz masculina. Esta era muy distinta a la de Darey. Era grave, propia de alguien que no paraba de fumar, y no solo eso, tenía un acento similar a los franceses.

Algo que le disgustaba por completo a Andrea.

—E-Eh, ¡tío! Relájate, no he hecho nada.

—Por el momento.

«Ya podríais tener una mejor reputación, ¿no, Solace?»

El gruñido de su compañero dejaba en claro sus sentimientos, aun así, no bajó la guardia.

«Mueve tus manos de forma que lo agarres. Ahora vamos a jugar con algo que posiblemente acabe quemado o electrocutado».

Andrea abrió los ojos y trató de moverse, pero aquel sujeto no se lo permitía.

—¿Qué haces aquí y que quieres conseguir? —preguntó el hombre, ejerciendo fuerza.

—Mira, tío. Yo estoy con Negatividad y solo quiero ayudarla. ¿Entendido? —Esas palabras lograron que el hombre abriera un poco los ojos, lo único visible que tenía ya que estaba cubierta por una máscara—. Si me dejas libre, te explicaré todo.

—Dejarte libre, claro. ¿Crees que voy a creerme esas palabras?

—¡Vine con Aerio y Úrsula hace nada! ¡No soy un intruso!

La confusión se vio reflejada en sus ojos y pronto notó como aflojaba su agarre. Esto hizo que Solace sonriera por sus adentros.

«¡Prepárate!»

«¡Frena!»

Sentía en sus dedos una corriente eléctrica que aceleraba las pulsaciones de su corazón. Trató de impedirlo antes de que fuera a peor, pero no le era posible cuando ese hombre seguía encima, y para colmo Aerio había salido de la enfermería.

—Sigilo, suéltala. Ella es buena. Es aliada.

Las chispas de electricidad cesaron de golpe cuando Sigilo dejó de estar encima suya. Andrea se levantó del suelo con una visible molestia en su rostro, viendo aquel hombre de unos cuarenta años, ajustando su vestimenta elegante, propia para llevar en sitios de alta importancia o una boda.

«¿De verdad este franchute me pilló por sorpresa?»

«No se llama Sigilo por nada», comentó Solace.

Andrea rodó los ojos a un lado.

—Dudo que sea una aliada teniendo una anomalía a su lado —respondió Sigilo, ajustando la corbata de su traje—. Espero que Negatividad pueda explicarlo bien todo.

—No te preocupes, Sigilo. —La voz de una mujer joven hizo que los presentes la miraran, viéndola en las puertas de la enfermería con casi todas las heridas tratadas—. Iremos a hablar con ella si de verdad está aquí.

Andrea la examinó con interés. La mujer de treinta años tenía algunas cicatrices en su rostro delicado, sonriendo con gran confianza a pesar de lo sufrido. A su lado, Gaia, la chica de cabello azulado que se movía como si fuera agua, le pedía que no hiciera ningún movimiento porque aún estaba siendo tratada.

Sigilo la miró con calma y respeto, afirmando con calma.

—Como usted diga, líder Úrsula.

«¡Ah! ¿¡Qué ella es la líder?!»

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