CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 9
AYDA
Me ducho y voy directa a mi habitación. Quiero estar guapa cuando él le pida matrimonio, quiero que no se note que me jode. Escojo un vestido verde pastel corto de tirantes, pegado a mi cuerpo con escote cuadrado. Me calzo con unos súper taconazos blancos y arreglo mi pelo dejándolo con unas hondas. Me maquillo esmerándome en los ojos, haciendo que parezcan más alargados y es en ese momento que entra Alex, sin tocar, como si fuera su casa.
-Guao...-comenta y los chicos lo empujan para verme.
-Estás magnífica. -dice Dante y sonrío.
Me levanto y ni aun así soy igual de alta que ellos. Me acerco y paso el brazo por debajo del de Connor, dejándole un beso en la mejilla.
-Gracias.
-¿Sabes que puedes echarte para atrás, verdad? -cuestiona mi mejor amigo.
Asiento y suspiro.
-No puedo, le prometí que iba a estar para él...
-¡A la mierda las promesas Ayda! Piensa en ti, en cómo te sientes. -me pide. -Estoy seguro que él no aguantaría todo lo que tú has aguantado y todo por una maldita promesa. Promesa que él rompería sin dudarlo.
Siento lágrimas en los ojos porque sé que sería verdad, puesto que Frank es demasiado impulsivo. Sé que él por el enfado no haría todo lo que yo estoy haciendo.
Me trago las lágrimas y vuelvo a poner mi típica sonrisa. Sé que él se ha dado cuenta de todo, pero hago como si no pasase nada, porque soy la chica más fuerte del mundo y nadie, absolutamente nadie, puede hacerme sentir mal.
-Yo no soy Frank, y aunque me duela, yo sí cumplo mis promesas.
Salgo de la habitación y me cruzo con Madison, quien va completamente de rojo, con un vestido que le queda como un guante. Si dijera que es horrible estaría mintiendo porque es hermosa. Sus ojos azules resplandecen ante el maquillaje que se ha hecho y sus labios rojos aclaran el blanco de sus dientes.
-No te ves...mal-dice engrandecida ella.
-Tú estás muy guapa. -sonrío.
Sigo caminando hacia la puerta, dejándola ahí plantada, mientras mis tacones resuenan por el parqué. Llego a la cocina y veo a Frank de espaldas, ensayando cómo sería su pedida de mano.
-Todo saldrá genial. -lo animo y él se gira asustado.
Se pone una mano en el corazón y sonríe, soltando el aire retenido.
-Me has asustado. -se rasca la cabeza y asiente. -Gracias...por venir y estar ahí en un momento tan importante. Es muy especial para mí que hagas esto. Yo...
-Tú no lo hubieras hecho. -lo interrumpo sabiendo que era lo que iba a decir. -Alex me ha dado ese sermón también, puedes ahorrártelo. -pestañeo varias veces para borrar cualquier rastro de lágrimas. - Estoy muy contenta por ti. Me alegra que por fin vayas a asentar la cabeza. -seco la lágrima traicionera que cae por mi mejilla y sonrío.
Aunque no sea conmigo, pienso y me gustaría tener el valor para decírselo, para expresarle lo que me hubiese gustado que me pidiera matrimonio año atrás. Porque lo amaba, lo amo y lo amaré eternamente. Porque es de esos amores que no se olvidan, que te enseñan lo que es el verdadero amor, lo que es querer de verdad. Lo que significa el amor propio y lo que quiere decir respetarse y adorarse plenamente, con defectos incluidos.
Porque él me enseñó tantas cosas, tantas cosas que me faltarían millones de vidas para agradecérselo todos los días. Porque así es él. En cuanto te cruzas en su camino es imposible que no te quedes con un trocito de su corazón, de su sabiduría por joven que sea, de su inteligencia, de su personalidad.
Él es de esas personas que te enseñan y se quedan. Porque hay muchas personas que te enseñan lo malo y luego se largan, dejándote devastado, pero Frank es de los que te muestra todas las facetas de la vida y se queda a tu lado cuando caes, ayudándote a levantarte. Y eso es lo que todas merecemos, alguien que esté ahí y que nos ayude a realzarnos, a emerger con más fuerza.
-Madison es afortunada de tenerte. -asiento con la cabeza levemente para acompañar mis palabras.
Me alejo de él y salgo del piso, bajando las escaleras cuando oigo que me llama. No quiero que me siga, tampoco quiero que sienta pena por mí. Soy mayorcita y yo decidí alejarme, dan igual las causas, pero yo lo decidí así, yo y solo yo. No podía esperar que él no rehiciera su vida por mí, no podía dejar que no lo hiciera. Porque antes que novia fui amiga, y una amiga jamás le desearía nada malo al mejor hombre que ha topado con su vida.
Llego a la entrada del edificio y me encuentro con un chico. Un chico bastante guapo, con otro grupo de chicos. Tal vez tienen algunos años más que yo, pero están bastante bien. Todos tienen un cigarro entre los dedos-o casi todos-por lo que me acerco, ignorando los reclamos que mi subconsciente me profesa. Ignoro también los pensamientos en los que mi padre me daría la regañada del siglo.
Los veo codearse conforme ven que me acerco y pongo mi mejor sonrisa, intentando no parecer un pato mareado caminando con los tacones de doce centímetros.
-Hola...¿Tenéis un cigarro para mí? -cuestiono.
El chico rubio de ojos verdes asiente y me extiende la cajetilla de tabaco. Cojo uno y lo pongo entre los labios, mirándolo a los ojos mientras enciende el mechero y doy una calada que llega directamente a mis pulmones. Sonrío dándole las gracias y lo pongo entre mis dedos, expulsando el humo.
La nicotina me relaja a niveles descomunales y no sé por qué lo dejé. Luego recuerdo a mi padre y siento culpa de haber vuelto a probar este aparato mortal y cancerígeno.
-¿Vives aquí? -pregunta uno de sus amigos, algo más feo.
-Sí, desde hace cuatro años. -informo y asienten. -¿Alguno ha decidido mudarse aquí?
El rubiales asiente alzando su mano con vergüenza y sonrío.
-Te va a encantar, las vistas son preciosas y los vecinos, si tienes suerte, también. -río y me sigue.
-Si tengo suerte...-repite con una sonrisa. -Creo que por ahora la tengo.
Siento cómo mis mejillas se sonrojan por la forma en la que me está mirando y miro hacia la puerta, notando cómo Alex, Connor, Dante y Frank salen del edificio, observándome con duda.
-¿Quién son esos? -cuestiona el pelirrojo del grupo.
-Son mis amigos y...mi ex. -río como una tonta y los miro. -Voy a tener que irme, tengo que presenciar cómo le pide matrimonio a su novia actual.
Bufan sintiendo pena por mí y suspiro.
-Soy Jacob-se presenta y le extiendo la mano con la que no sujeto el cigarro.
-Ayda, encantada y bienvenido. Estoy segura que no te aburrirás aquí.
Sonrío y me despido una vez más, girándome y notando que Frank se está acercando a mí con el ceño fruncido, seguido de Alex quien intenta retenerlo. Y toda la felicidad que había sentido se esfuma cuando llega a mí, golpea mi mano haciendo que el cigarro caiga al suelo y lo aplasta con su pie. Lo miro incrédula y él simplemente espera unos segundos a que yo le grite pero, cuando no lo hago, empieza él.
-¿¡Acaso eres estúpida!? -cuestiona gritando. -¡Espero que recuerdes bien lo que sufrió tu padre por eso mismo que te estabas fumando!
-Y yo espero que entiendas que es mi vida y que si yo decido matarme lo haré como quiera.
Me alejo de él, pasándole por un lado, haciendo que me agarre del antebrazo, furioso.
-Me estuviste suplicando por mucho tiempo que yo lo dejara, que no querías pasar por lo mismo una vez más, ¿qué hay de ti? ¿Ya lo has olvidado? -lo miro y veo la preocupación en su rostro.
-Has vuelto a fundirte con el tabaco. No me reclames cosas que tú estás haciendo. -pido y me suelto de él, dándole una mirada severa, empezando a andar hacia mi coche a la vez que Madison llega. -Alex, Connor y Dante vendrán en mi coche.
Me subo en este y al poco rato escucho las puertas del copiloto y pasajeros abrirse y cerrarse ante la llegada de mis amigos. Me echo perfume para que el asqueroso olor a tabaco se disipe del ambiente y abro la ventana.
-Frank lleva razón, no deberías volver a caer en algo así. -comenta Alex mirando la calle.
Empiezo a conducir dirección al restaurante sin mediar una palabra más. No quiero discutir eso con ellos, no quiero que me digan lo que debo hacer en mi vida. No pueden decirme qué hacer y cómo lo debo hacer. Es mi vida, mis normas, mi forma de actuar.
Después de un rato conduciendo con la voz de Taylor Swift, llegamos al restaurante que tiene a los pingüinos esperando afuera. Esos tipos que te cogen las llaves y te aparcan el coche y, luego, cuando sales de cenar te lo traen y tienes que darles propina por su trabajo.
Le entrego las llaves al muchacho joven y miro mi coche una última vez, rezándole a Dios, a Satán, a Buda, y a todos los dioses y demonios que mi coche vuelva tal cual está.
Entro acompañada de los tres chicos que me escoltan como si fuera su diosa, y es que hoy me siento así. El recepcionista nos guía a una mesa en el balcón, donde las vistas son espectaculares y corro a la barandilla riendo.
-¿Veis qué bonito que está Richmond por la noche? -alzo los brazos, sintiendo el viento contra mí, cerrando los ojos. -Lo había echado de menos. -susurro después de inspirar el aire puro de mi adorada ciudad.
-Sí que está preciosa. -concuerda Dante conmigo, posándose a mi lado.
-¿Sabéis qué podemos hacer después de esta absurda cena? -cuestiono poniendo caras ante la palabra "absurda" y "cena".
Miro a todos con una sonrisa y me observan a la espera de que responda con algo de lo que ya saben cuál es la contestación.
-Comprar alcohol en algún bazar de mala muerte y subir a nuestro lugar a esperar a que amanezca.
Los chicos ríen y asienten, chocando los cinco, sin sentido cabe decir, entre todos, incluido conmigo. Se miran con una complicidad que no entiendo y frunzo el ceño, a la espera de que digan qué es lo que están pensando.
-¿No prefieres escuchar cómo los tortolitos celebran su felicidad? -se burla Connor y los otros ríen.
-Puaj. -vocifero haciendo el gesto de una arcada.
Río y me pongo al lado de Alex para darle un abrazo de lado. Él me rodea y besa mi sien, haciendo que los demás se crucen de brazos como unos bebés.
-¿No nos abrazas a nosotros? -inquiere mi chico castaño de ojos verdes, Connor. -Siempre supimos que tu favorito era él, vámonos Dante, no somos bienvenidos en este grupo de dos.
Coge al pelinegro de ojos castaños por el brazo y hace una pequeña salida, hasta que yo me aparto de Alex y me arrodillo frente a ellos, como si les estuviera suplicando.
-Por favor...Por favor... No os vayáis, os prometo que no volverá a ocurrir. -lloriqueo de forma exagerada y falsa, secándome lágrimas de mentira. -La carne es débil, pero más débil soy yo por caer ante ese...ese excremento humano. Os pido mis más sinceras disculpas.
Reímos y un carraspeo me hace levantarme y girarme, para ver a Frank en traje, con Madison colgando de su brazo. Esta última me da una mirada desaprobatoria y en sus facciones se puede comprobar el asco que me tiene, como en las mías el que yo le tengo a ella.
Nos sentamos en la mesa y yo quedo entre los chicos, con Madison y Frank frente a mí, y Alex y Connor a mis lados, al lado de este último Dante, quien, a su vez, está junto a Madison.
El camarero viene y nos echa un poco de vino blanco en nuestras copas. Bebo varios tragos y, cuando lo termino le enseño al joven el vaso para que me lo termine llenando al instante con una sonrisa dulce.
-Estaba sedienta. -susurro ante la mirada acusatoria de Madison.
Charlan un poco entre todos de cosas irrelevantes como el tiempo, porque la chica es tan aburrida que no sabe ni de qué hablar con mis chicos. Suspiro, apoyando el codo en la mesa y mi mejilla en la palma de mi mano, aburrida. Miro la ciudad girándome un poco y es entonces cuando me dan un toque de atención por debajo de la mesa.
Miro a Alex y él me señala con la cabeza al camarero, quien me enseña la botella de vino con una sonrisa. Miro mi vaso, lleno aún y sonrío. Cojo la otra copa y murmurando un "por favor" se lo extiendo para que lo llene, ya que me ha parecido lo suficientemente tierno como para ligar con él. Sus ojos son color miel y los rizos de su pelo oscuro, combinados con su tez morocha le dan ese toque extravagante y especial.
-Al parecer todos van a por ti ahora. -comenta con cierto retintín Madison, llevándose la copa a los labios.
-Es lo que tiene tener personalidad. -suelto tan fresca.
Vuelvo a girarme hacia la ciudad y suspiro. A mi padre le hubiese encantado ver Richmond desde aquí, es magnífico e impresionante. Él me enseñó a admirar el paisaje, a amar la lectura y a respetar los gustos de los demás, porque todo, absolutamente todo es aceptable en este mundo y cualquiera puede tener los gustos que quiera.
Un carraspeo me hace mirar a la mesa de nuevo y veo a Frank observarme atento y me sonríe levemente.
-Richmond está preciosa esta noche. -comenta y asiento sonriendo.
-Sí, eso les había dicho yo a los chicos antes. -contesto con un hilo de voz.
Él sabe por qué me emociono, al igual que los chicos, y no me importa que la estúpida de Madison me mire como si fuese tonta.
-¿Y hablaste con el rector de la universidad? -inquiere recostándose en su silla, con una mano en la mesa.
-Sí, -sonrío orgullosa-voy a poder terminar el último curso de universidad. El año de las prácticas. -suspiro. -Estoy algo nerviosa, sé que me van a hacer cosas horribles, como meterle la mano por el culo a una vaca o cosas así, pero a la larga saldrá compensado con mi carrera.
Los chicos ríen y noto como Frank me mira como si me admirase. Pero nuestro contacto visual se termina cuando los camareros nos traen la cena. Aparto mi mirada de él y la fijo en el pescado que tengo en mi plato.
Alzo la mano, con un dedo levantado, hacia el camarero. El chico tierno se acerca rápidamente y le señalo el plato.
-Soy alérgica a las gambas, ¿podrían hacerme otra cosa? -inquiero susurrándole con vergüenza y asiente efusivamente cogiendo el plato. -Lo siento...
-No es problema, de verdad. -sonríe y se va rápido.
Entrelazo mis manos por debajo de la mesa viendo cómo todos empiezan a comer y suspiro.
-Perdóname Ayda, no me acordé de tu alergia cuando pedí el menú. -se disculpa con falso pesar Madison.
La miro y sonrío, negando con delicadeza.
-No te preocupes, está todo bien. Esperaré al segundo plato y ya está.
Asiente comiendo con alegría y cojo mi móvil para ver las publicaciones nuevas de Instagram.
Después de la cena, en el postre, sé que se acerca el momento y creo que estoy más nerviosa que Frank. Ahora mismo lo único que quiero es que él se eche para atrás y decida no hacerlo, que quiera volver conmigo como en los viejos tiempos o que dé un giro de ciento ochenta grados y sea yo la que se lleve un anillo a casa. También sé que sueño demasiado y esto no se cumplirá.
Empiezo a comer mi tarta y escucho, de repente, unos violines. Alzo la vista y veo a Frank mirarme fijamente, cosa que hace que mis sentidos se crispen. ¿Se me va a declarar delante de Madison? ¿Saliendo aún con Madison?
Frunzo el ceño con duda y siento los nervios florecer, pero, un puto segundo, uno solo, basta para que Frank gire su cuerpo hacia Madison e hinque rodilla como en las películas, abriendo la caja con el anillo y empezando a hablar.
-Madison, has estado para mí en todo momento y, eso me ha llevado a enamorarme perdidamente de ti.
Veo cómo las lágrimas de Madison emergen al igual que las mías, salvo que las suyas, al contrario que las mías, son de alegría. También puedo observar el disgusto ante el anillo de tan pocos quilates, como si eso fuera importante, aun así, esconde su pesar y agarra la mano que mi exnovio le tiende.
-Eres una mujer magnífica y me encantaría que fueras exclusivamente mi mujer. Madison Blake, ¿quieres casarte conmigo?
Que diga que no. Que diga que no. Que diga que no.
-¡Sí! ¡Claro que quiero!
Dicho eso se le tira a los brazos, después de que Frank le coloque el anillo, y besa sus labios como si no hubiera un mañana. Miro hacia otro lado y decido levantarme silenciosamente. No puedo ver este momento, no puedo ver cómo el amor de mi vida encuentra otra persona que lo hace más feliz de lo que yo le he hecho.
Salgo del restaurante y me quedo en la puerta, tomando el aire. Me acerco al pingüino y le pido mi Fiat. Mientras espero, se me unen los chicos. Alex pasa un brazo sobre mis hombros y besa mi mejilla.
-No podía quedarme...
Él niega, interrumpiendo mi disculpa.
-Lo entenderá, y si no lo hace, que le den. -mira mi coche y lo señala. -Ahora vamos a por ese planazo.
Sonrío con lágrimas en mis ojos y le quito las llaves del coche al pingüino, subiéndome y empezando a conducir. Después de pasar por ese bazar, nos vamos a un acantilado, algo peligroso cuando estás borracho, pero aun así no nos evitan las risas.
-Grita, grita y que el eco te escuche. -pide Dante.
-¡Madison te odio! -grito escuchando mi voz de vuelta.
Sigo gritando barbaridades no aptas para menores e incluso tiro una botella vacía con rabia. Algo que estando sobria no hubiese hecho por la contaminación. Pero disfruto, disfruto del momento y del subidón de adrenalina que me da.
Y así, borrachos y con Connor vomitando en alguna parte detrás de algún matorral, Dante y Alex abrazándome conmigo en el medio llorando como una magdalena, disfrutamos de un bonito amanecer como solíamos hacer años atrás.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top