CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 7
AYDA
A la mañana siguiente me levanto algo frustrada. Cuando la pizza llegó me encerré en mi habitación y lloré con los vídeos de mi mejor amiga. Poco después cogí el teléfono fijo de casa, saliendo a hurtadillas de mi cuarto, y llamé a su número. Su voz sonó de tono de contestador y me hizo seguir llorando más aún.
La puerta se abre de repente y me quejo, viendo a Alex con una sonrisa, aunque se le apaga cuando ve todos los pañuelos que hay tirados en la habitación, y probablemente mis ojos irritados y rojos, al igual que hinchados.
—Vete, hoy no quiero ver a nadie. —susurro con la voz rota, girándome en la cama.
Escucho sus pasos hasta que se sienta en el borde de la cama y acaricia mi brazo, haciendo que empiece a sollozar.
—Sabemos que no lo estás pasando bien después de todo, Ayda, pero estamos intentando que te sientas cómoda con nosotros de nuevo.
Asiento pero sigo llorando, sin poder hablar.
—Dime algo, vamos...—suplica.
—Gracias...Pero cómo podría estar con vosotros, viendo lo felices que habéis sido sin mí, viendo cómo me habéis excluido de vuestras vidas, y sobre todo, viendo a Frank con ella, contento, sabiendo que no voy a ser yo quien lo haga reír, quien lo ayude en la ducha cuando llegue borracho o...—la voz se me quiebra y vuelvo a sollozar, soltando un quejido.
Se acuesta conmigo y me abraza, a la vez que hacemos la cucharita. Besa mi nuca y yo me agarro a sus brazos cuando mi cuerpo empieza a dar espasmos a causa de mi llanto.
—Oye, ¿qué hacéis? —escucho la voz de Dante decir. —Oh...
Sus pasos resuenan y luego se acuesta encima de nosotros, acariciando mi mejilla, apartando los mechones de pelo.
—Todo mejorará, friki...
Río entre el llanto y tan pronto como eso, vuelvo a sumirme en la pena. Hoy hará un mes desde la muerte de mi mejor amiga y se siente como si fuera ayer.
—Suéltalo todo...Estamos aquí. —susurra el recién llegado acariciando mi mejilla.
—Sabía que este día iba a llegar...Joder, me estuve preparando mentalmente para ello, creía que si imaginaba el dolor que iba a ocasionar su pérdida el duelo pasaría antes...Pero es que me arde el corazón, no sabía lo que la necesitaba hasta ahora...¿Por qué se tienen que ir las mejores personas? —lloro hablando entrecortadamente.
—Creo que eso se debe a que sólo las mejores personas dejan una huella en tu vida, cuando ya lo han hecho, es hora de irse, de una manera u otra...—susurra Alex.
Un par de golpecitos en la puerta se oyen en la habitación y siento a Alex girarse y Dante mirar.
—He traído chocolate con churros de un puesto nuevo de aquí al lado, ¿venís? —cuestiona Madison con su típica voz.
Me incorporo, haciendo que los chicos se aparten y peino mi cabello con las manos, aplastándolo. Los miro a ambos y les sonrío levemente.
—Id. Yo me vestiré e iré a hablar con el rector de la universidad.
Sé que están dudando, puesto que piensan que me molestará que elijan la opción de Madison antes que la mía, reafirmando mi posición de que ellos han rehecho su vida muy bien sin mí.
—¿Estás segura?
Asiento ante la pregunta de mi ex mejor amigo y él besa mi sien, seguido de Dante, y salen acompañados de Madison, que me echa una mirada con chulería. Joder, la odio.
Después de vestirme con ropa holgada, peino mi pelo en una coleta malhecha que me queda como una patada en el culo, pero no tengo ánimos para estar veinte minutos haciendo que sea perfecta. Lavo mi cara, mis dientes y salgo, encontrando a Frank a un lado de la puerta, con Connor.
—¿Ocurre algo? —pregunto y mi voz se nota ronca.
—¿Quieres hacer algo hoy? —sugiere Connor y frunzo el ceño.
Niego y suspiro.
—Ya tengo planes. —miento y Frank frunce el ceño ahora.
—Mentirosa. —contesta simplemente y me aparto.
Quiero salir finalmente del baño, pero él apoya su mano en el marco, impidiéndome salir y haciendo que tenga que mirarlo a los ojos. Esos ojos tan bonitos que alguna vez me miraron con la adoración que ahora no logro ver, esos mismos que me contemplaban con sensualidad cada vez que me tenía desnuda encima o debajo de él.
—Siempre arrugas un poco la nariz cuando mientes. —susurra acercándose a mí y dándole un pequeño toque en la punta.
Aprieto mis labios, sintiéndome intimidada y doy un paso atrás. No quiero que esté cerca, él siempre ha tenido la habilidad de leerme como a un libro abierto, y sé que si hablo de cómo me siento de nuevo, lloraré.
—No estoy de humor para salir hoy ¿vale? —digo y tengo que callar un momento para seguir hablando sin que se me corte la voz. —Ahora apártate de una puta vez, tengo que hacer unas cosas y ya voy tarde.
Me hace caso y salgo, montándome al coche lo más rápido que puedo. Pongo la radio lo más alto que puedo y poco tiempo después estoy frente a la universidad.
Me sudan las manos conforme voy pasando y los estudiantes empiezan a cuchichear porque es evidente que me han reconocido.
Toco la puerta del despacho del director y cuando me dice que entre, lo hago, sonriéndole falsamente. Él se levanta y me da un abrazo que parece sincero. Intento no romperme en los brazos de este casi desconocido y, cuando se separa tomo aire.
—¿Cómo estás, Ayda?
Y ahí está la pregunta. Sé que por mi aspecto deducirá que estoy en la mierda, pero no puedo hacer nada más que sonreír y mentir.
—Estoy mejor ahora que he conseguido la beca para este año.
Ríe levemente y asiente, volviendo a su silla detrás del escritorio. Me señala las sillas de enfrente y tomo asiento.
—Bueno, la junta decidió darte la beca por las condiciones que se han dado. Sabemos que esto es algo extraoficial y que no puedes decirle a nadie que eres becada porque todos empezarían a inventarse multitud de desgracias para conseguirla. —asiento y suspiro. —También lo decidimos así puesto que has sido una alumna honorífica y tus profesores están deseando verte de nuevo y tenerte en sus clases.
Sonrío y asiento con la cabeza.
—Gracias por darme esta oportunidad. Prometo no contarle a nadie sobre esto. —digo y él se levanta, extendiendo su mano.
Me levanto y tomo su mano, haciendo que él la agite.
—Ha sido un placer verla de nuevo, está estupenda.
Miente, me veo como una mierda y él lo sabe, pero es evidente que no va a hablar de ello conmigo, sólo es el rector.
—Lo mismo digo, señor.
Me acompaña a la puerta y, dándome palabras de ánimo, se despide y empiezo a salir de la universidad.
Cuando llego al coche sigo sintiéndome observada, pero no pienso en ello y empiezo a conducir. Sé dónde voy, por lo que aparco en la casa de mi mejor amiga y paso toda la tarde con su madre, viendo una vez más todos los vídeos de cuando Eloise era pequeña, riendo entre lágrimas y escuchando su pequeña y dulce voz repitiéndolo cuando no lo hemos disfrutado lo suficiente.
Suspiro y cierro los ojos, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá y mis manos en mis piernas cruzadas como los indios. Siento la cara hinchada de tanto llorar y aprieto las manos en mis piernas cuando siento que me empieza a temblar el pulso.
—Gracias por pasar el día conmigo, Ayda.
La miro abriendo los ojos y sonrío. Sé que es el momento de irse. Me levanto y me despido de ella, dándole un gran abrazo para después subir a mi coche y conducir hasta la casa de mi madre, quien me abre y tira de mí hacia dentro, cabreada.
—¿No sabes llamar? —cuestiona medio susurrando, medio gritando.
Frunzo el ceño extrañada.
—He estado ocupada. —digo y me manda guardar silencio.
—Daniel está durmiendo, tienes que hablar bajo.
Asiento y me acuesto en el sofá, cerrando los ojos. Ya es tarde, incluso es de noche, así que lo entiendo.
—Voy a volver el año que viene a la universidad. Me han dado una beca por todo lo que ha ocurrido.
La miro y pega pequeños saltos emocionada.
—¡Eso es genial!
Asiento y suspiro. No es lo mismo que era el año pasado, porque Eloise no estará para reír conmigo, pero lo disfrutaré por las dos, es lo justo.
—Sí, estoy muy emocionada.
Sonrío y mi madre asiente, entendiendo que mis ánimos hoy no son los mejores.
—¿Quieres que te prepare tu cama y duermes aquí hoy?
Niego levemente. Aunque quisiera, sé que Frank y el resto deben de estar preocupados. He estado todo el día fuera sin dar explicaciones, incluso he recibido mensajes de Eda preguntándome si estoy bien—que están sin responder—, y que serán de Frank.
—Voy a volver al piso, sólo quería ver cómo estabas y que vieras que estoy sana y salva. —sonrío ligeramente y la abrazo, para despedirme.
Acaricia mi espalda en círculos, como hacen todas las madres, de esa manera que te reconforta y te hace ponerte sensible porque te está transmitiendo todo su amor, comprensión y cariño en un simple abrazo.
Me aparto cuando siento las lágrimas llegar a mis ojos y sonrío.
—Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, cariño. —me acompaña a la puerta y suspira. —Mándame un mensaje cuando llegues y ten mucho cuidado por favor.
—Lo tendré. —abro la puerta del coche y me despido con la mano. —¡Te quiero!
Me manda besos mientras me subo al coche. Enciendo el motor y empiezo a conducir despidiéndome una vez más con la mano. Gracias a Dios, mi piso no está muy lejos de la casa de mamá, porque no podría permitirme mucho más tiempo conduciendo.
Bajo una vez aparcado y subo por el ascensor, abriendo la puerta con mi llave y observando a los chicos en el sofá, con los móviles en frente, situados alineadamente en la mesa frente a ellos. Cuando levantan la cabeza para mirar quien es, el alivio se muestra en sus caras.
No digo nada, solo empiezo a caminar y entro en la habitación, deshaciéndome de la coleta que llevaba y sentándome en la cama. Aprieto los puños en mi regazo cuando siento que mi pulso se está yendo al garete y escondo mis manos detrás de mi cuerpo para ver a Alex postrado en la puerta.
—Estoy bien. —digo con voz suave y suspiro. —Solo quiero dormir, ha sido un día cansado.
Se acerca, sentándose a mi lado y pasa una mano por mi brazo, sonriéndome con dulzura.
—¿Por qué no mejor te vienes con nosotros al salón y ponemos una peli de miedo y nos reímos un rato?
Niego con una sonrisa débil.
—Estoy muy cansada, de verdad.
Unos toquecitos suenan en la entrada de mi habitación y veo a todos los chicos ahí arremolinados, Frank siendo el de los golpecitos. Entran y este último se pone de cuclillas frente a mí, mirándome a los ojos.
—Hoy no me apetece chicos, pero gracias. —mi voz se nota débil puesto que las lágrimas han vuelto a mis ojos y trago, tomando aire.
Frank les da una mirada que entiendo que quiere decir derrota y todos salen después de darme un pequeño abrazo cada uno que hace que empiece a llorar en silencio. Seco mis lágrimas cuando todos menos mi exnovio están fuera y suspiro.
—Todo saldrá bien, ya verás. —besa mi coronilla y me pega a su cuerpo. —A Eloise no le gustaría que dejaras de hacer lo que te gusta por estar llorándole.
—Voy a volver a la universidad.
Me aparta para mirarme y sonríe, contento por esta información. Besa mis mejillas y suelta una pequeña carcajada.
—Vas a ser una gran veterinaria.
Asiento y me acuesto en la cama.
—Ahora solo quiero dormir, por favor.
Me giro y él empieza a quitarme los zapatos mientras yo me hago una pequeña bolita. Me quita los calcetines, sabiendo que no me gusta dormir con ellos, y me pone las mantas hasta el cuello, otra de mis manías raras. Besa mi sien y susurra:
—Buenas noches, ratona— susurra en mi oído.
Una sonrisa romanticona surca mis labios cuando se aleja. Ratona...Siento mis mejillas arder de la vergüenza. Así me llamaba siempre, porque al mentir suelo arrugar la nariz y eso le hacía gracia.
Supongo que hay cosas que no cambian y si se sigue acordando de todo esto, es porque cenizas quedan, que con un poco de juego pueden volver a arder.
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