CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 45
AYDA
En el momento en el que puse un pie fuera del baño supe que la había cagado. Y no por haberme acostado con él, sino porque sabía que no éramos los únicos que estaban en ese baño. Y lo pude observar días más tarde cuando todo lo que salía en las noticias era un vídeo bastante explícito sobre Frank Anderson y su exnovia.
En una de esas aplicaciones sin filtros, en las que podías publicar cualquier cosa, encontré ese vídeo vagando. No se veía nada más allá de mi culo, sin embargo, Frank sí salía más perjudicado. Los embates eran duros y posesivos, como quien no ha comido en tiempo. Eran brutales y agonizantes, y los comentarios de esa publicación demostraban lo mucho que querían un Frank en su vida después de ver las dimensiones de su cuerpo.
No sabía cómo proceder en estos momentos. Sabía que ese vídeo iba a seguir circulando en todas las redes sociales por más que denunciara a las cuentas que lo habían publicado. Mis gemidos y suspiros seguirían divagando por todos los teléfonos móviles y todos iban a poder saber cómo éramos Frank y yo cuando estábamos en la intimidad.
Se escuchaban mis súplicas por dejar los juegos previos, se escuchaba el chapoteo de nuestros genitales chocando los unos con los otros. Vernos de esa forma era excitante, pero saber que a otras personas les iba a pasar lo mismo con mis gemidos me resultaba repulsivo.
Intenté que eso no afectara en mi día a día, realmente lo intenté, pero que esa noticia hubiese salido en la televisión y estuviera rondando por todos lados no me ayudaba en mi cometido.
Conforme andaba alrededor de la gente, esta se paraba a cuchichear y a reírse. Y tal vez no era por mí, pero el hecho de sentirme expuesta me daba razones para pensar que sí.
Llegué a mi trabajo después de sentir muchas miradas sobre mi cuerpo, sentirme desnuda ante los ojos del mundo, y podía deducir que algo iba a ir mal. Para todas las empresas era un inconveniente que saliera un escándalo sobre uno de sus empleados, o incluso del propio jefe.
—Aarón, lo siento.—dije casi suplicando cuando nos encerramos en su despacho.—No esperaba que nadie nos grabara allí, yo...—sentía las lágrimas al borde de los ojos, deseosas por salir y resbalarse por mis mejillas.—Necesito el trabajo, no...
Mi jefe en ese momento soltó una carcajada leve y se levantó de su silla para acercarse a mí y darme un abrazo reconfortante. En ese momento mi cara era de incomprensión pura, no entendía por qué se reía en una situación así, por qué no me echaba directamente.
—No me importa que haya salido ese vídeo, me importa saber cómo lo estabas llevando tú.—se apartó un poco para mirarme a los ojos con cariño.—No te voy a despedir por tener relaciones sexuales.
Joder. Sabía que Aarón era bueno, sabía que era el mejor amigo del mundo, pero no esperaba que dejase de pensar en el bien, en la reputación, de su empresa para pensar en sus empleados.
Y sin poder evitarlo, ahí fue cuando me derrumbé. Lo volví a abrazar con todas mis fuerzas, llorando desconsoladamente por todo lo que había pasado. Las redes sociales se llenaban de insultos hacia mí, de cómo había sido tan guarra como para dejarme follar en un baño público y que si esto había pasado era culpa mía por haberlo aceptado. Mientras tanto, los comentarios hacia mi expareja eran mucho mejores, hablaban de su masculinidad como algo que les gustaría tener entre sus piernas. Lo trataban como un pedazo de carne y no como lo que realmente era: un empresario y arquitecto extraordinario.
—Deberías hablar con Frank. —susurró besándome la coronilla. —Él tiene gente que le ayuda a resolver todos estos escándalos, pueden ayudarte con esto a ti también.
Asentí sin dejar de rodear su cuerpo con mis brazos. Ahora mismo se sentía como mi lugar seguro y no pensaba soltarlo hasta que yo me sintiera segura por mí misma.
***
Las horas pasaron y no veía el momento de salir de ahí para ir con Frank de forma inmediata. No creía que él estuviese mal, pero sí angustiado por cómo podría estar yo. Así que, cuando se hizo mi hora de irme, cogí mi bolso a toda prisa y me monté en el coche ignorando las cámaras y personas con micrófonos que me seguían preguntando cosas.
No podía dejar de pensar en lo que podía pasar a continuación, en que iba a volver a ver a Frank voluntariamente, en cómo se sentiría al verme ahí. ¿Se enfadaría? ¿Volveríamos a estar como al principio de todo? No sabía cómo reaccionaría y eso me daba más miedo que el tema del vídeo deambulando por ahí.
Una vez llegué a los aparcamientos, aparqué y bajé rápidamente del coche. Los que se cruzaban conmigo, terminada ya su jornada laboral, me veían como una loca por ir casi corriendo. Unos me sonreían al reconocerme y otros simplemente me ignoraban, y lo agradecía, porque en este momento no necesitaba hablar con nadie, necesitaba hablar con Frank, que me diera consuelo y estar con él de una vez por todas.
Cuando conseguí estar en la planta en la que se encontraba el despacho de Frank, observé el sitio una vez más. Habían pintado todo de blanco, habían cambiado el estilo de los muebles y lo que antes era una empresa acogedora, ahora era serio y elegante, mezclando los colores blanco y negro, junto con el dorado.
Y conforme me iba acercando cada vez más a su despacho, escuchando su voz de lejos, mi estómago hacía de las suyas. Sentía una angustia y una sensación de mareo que no se iba a quitar hasta que lo tuviera enfrente. Me daba miedo verlo y no observar el mismo brillo que conseguí vislumbrar el día del juicio. Me daba miedo no poder volver a lo de siempre ahora que ya estaba preparada. ¿Qué iba a hacer si él me echaba? ¿Era capaz de hacerlo?
En realidad, sí sabía que era capaz de echarme, lo aprendí el día de la exposición, pero no creía que después de lo que había pasado lo hiciera. Esperaba realmente que no lo hiciera.
Así que, sin darle más vueltas al asunto y con las manos temblorosas, di un par de golpes a la puerta y abrí sin esperar una respuesta por su parte. Los tres pares de ojos que me miraron, sin entender qué hacía allí, me dejaron paralizada momentáneamente. Sin embargo, en cuanto mis ojos se cruzaron con los de Frank, volví a recomponerme y entré.
—Siento haber venido así, Frank, pero...No sabía qué hacer y...no sé. —él negó con la cabeza, apartando a su relaciones públicas del camino y me acarició los brazos, de la forma suave en la que solía hacerlo para tranquilizarme.
Mi cabeza fue más allá y repetí el hecho de que él, literalmente, había apartado a ese mujerón para llegar hasta mí y darme el cariño que necesitaba. No iba a sonreír, pero había cierto triunfo en mis facciones.
—No te preocupes, iba a llamarte para hablar de lo que está ocurriendo. —besó mi frente y se giró al resto.
Ahí fue cuando me fijé en el otro chico que estaba presente. Era alto, tal vez un poco más bajo que Alex, y muy guapo. Su pelo era rubio y sus ojos marrones, iba con una camisa que dejaba a la vista su cuerpo bien ejercitado.
—Nicolas, ella es Ayda, Ayda, él es Nicolas, uno de nuestros abogados. —reposó su mano sobre mi espalda baja y me instó a caminar. —Y ella es Diana. —añadió cuando pasamos al lado de la mujer.
La pelinegra nos miraba con cierto enfado en sus facciones. Tal vez no entendía por qué Frank me estaba tratando bien después de todo, de hecho yo tampoco lo entendía. Pero mientras avanzábamos y él colocaba una silla a su lado para mí, me sentí bien. No porque pareciera que Diana había acabado humillada, porque esa no era mi intención en absoluto, sino porque Frank volvía a darme un lugar junto a él.
Después de sentarme, la chica bufó y puso los ojos en blanco, señalándome para pasar la vista a los ojos de Frank, quien frunció el ceño con disgusto.
—Ella no forma parte de la empresa, no debería estar en una reunión de este calibre. —recriminó y pasó la vista a Nicolas, que aguantaba una sonrisa al notar los celos de su compañera.
—Ella está tan involucrada en el asunto de la reunión como yo, así que, ya que ha venido, puede quedarse. —contestó mi chico de ojos grises, tomando una de las manos que tenía posadas en mi regazo.
Nicolas entonces dio un paso al frente, para terminar con la rivalidad entre mi chico y su compañera y explicó todo lo que deberíamos hacer a continuación. Era evidente que ese vídeo iba a repercutir de forma negativa en la empresa, pero que si lo tomaban a su favor iban a ser daños casi imperceptibles.
Eso me aliviaba, no quería que Frank se viera dañado de alguna forma por haber dejado que nuestras ganas ganasen en ese momento. Si Frank se hubiese ido a la quiebra por ese vídeo, yo me sentiría la peor persona del mundo.
Mientras el abogado nos relataba todo, mi chico empezó a dar caricias suaves en el dorso de mi mano con su pulgar, intentando reconfortarme porque él sabía perfectamente que yo sentía cierta culpabilidad por todo esto.
Dejé de prestar atención cuando Diana empezó a hablar explicando por qué debíamos hablar con la prensa y dar entrevistas para normalizar lo ocurrido. Eché mi vista al despacho, aquí había sido donde el día de antes de la boda con Madison, bailé con Frank e hicimos algunas otras cosas. Aquí había sido donde Alex nos había pillado justo antes de empezar algo. Y, sin embargo, había cosas que me hacían sentir que no era el mismo sitio. Por ejemplo, la pared del fondo, antes blanca, ahora era grisácea, las juntas de las ventanas se encontraban blancas cuando hace un tiempo eran plateadas, y los asientos y la larga mesa, eran de un negro muy parecido al carbón.
Poco tiempo después, Frank interrumpió la reunión y les pidió que volvieran mañana. Se había hecho demasiado tarde para seguir con el tema y todos sabíamos que él y yo necesitábamos algo de tiempo a solas para hablar de lo que estaba ocurriendo.
Por lo que, cuando Nicolas y Diana se fueron, esta última haciéndose de rogar, tanto que Frank tuvo que hablarle con esa voz firme que sólo decía problemas, él y yo nos quedamos solos y fue el único momento en el que se permitió admirarme. Miró fijamente todas mis facciones y se tomó el atrevimiento de levantar su mano y acunarme la cara con ella, acariciando con su pulgar debajo de mis ojos.
—Tienes ojeras.
Sonreí con ternura y me acerqué para sentir ese cosquilleo en la barriga al tenerlo tan cerca de nuevo. Agradecía que eso siguiera ahí, porque era lo que me afirmaba que seguía siendo el hombre de mi vida, que yo no había pasado por tanto en vano.
—Estoy durmiendo bien. —susurré para tranquilizarlo. —Anoche simplemente estaba preocupada por todo esto.
Él se pasó una mano por el pelo, soltando un suspiro. Sabía que le carcomía todo esto y podía pensar que yo seguía sin estar lista para volver con él. Quería dejar las cosas claras y que todo volviera a ser como siempre, así que agarrando sus manos con fuerza dije:
—Pero estoy lista. —sonreí. —Sé que han pasado muchas cosas y puedo entender que seas tú el que ahora no esté listo, pero...Quiero estar contigo, Frank. Quiero todo contigo. —sentí mis ojos cubiertos de lágrimas y añadí: —Quiero que seas tú el que me acompañe en la quimio.
Sus ojos entonces se abrieron con sorpresa y reí, con nerviosismo. No sabía por qué había dicho eso.
—No tengo cáncer, perdón. —me pasé la mano por la frente. —Es una forma de hablar, no debería haber dicho de esa forma que quiero que estés conmigo hasta en los momentos más duros.
Él soltó una carcajada y se acercó para besarme de una forma dulce. Sabía a menta, y a ese toque que recordaba de él. Era satisfactorio volver a lo de siempre y hacerlo con él de mi mano.
—Así que retomamos lo nuestro, ¿verdad? —preguntó y yo asentí.
—Solo si tú quieres.
Me estrechó entre sus brazos, haciendo que me sentara en su regazo para más comodidad, empezando a esparcir besos por toda mi cara.
—¿Estás de broma? Llevo esperando esto desde el mismo momento en el que lo dejamos.
Mi sonrisa se apagó en ese instante y me acomodé para mirarlo directamente a los ojos. Había muchas cosas que no le había contado y que merecía saber.
—Deberíamos ponernos al día de todo lo que ha pasado. —sugerí, aunque más que una sugerencia era una orden.
Él sonrió y me pegó a él todo lo pudo.
—Lo haremos, pero deja que disfrutemos de una noche pensando sólo en nosotros.
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