CAPÍTULO 36


***Foto apreciación de lo guapa
que es Ayda***

CAPÍTULO 36

AYDA





Empecé a caminar por el camino de tierra, con hierba a los lados haciendo un paseo más agradable. El otoño había llegado a la ciudad y las hojas secas se encontraban esparcidas allá donde pisabas. Era agradable caminar y escuchar el crujir de las que encontrabas por el suelo, aunque el lugar no fuese de lo más bonito.

Seguí caminando hasta llegar a su tumba. Seguía estando igual que siempre, sólo un poco más sucia. Su madre ahora estaba algo enferma y no podía pasarse por aquí regularmente y yo...Bueno, yo había necesitado mi tiempo para sanar.

Empecé a limpiarla como las personas de mi alrededor, que probablemente se sentían culpables por haber abandonado a sus seres queridos y, hoy, 1 de noviembre, venían para compensárselo y mimarlos como no lo iban a hacer el resto del año.

Estuve en silencio todo el tiempo que limpiaba para que se viera reluciente. En cuanto terminé me aparté para mirar mi obra de arte.

Ahora había flores frescas a ambos lados de la tumba, para darle un poco de vida con el color de la mezcla florar que había comprado, se veía todo pulcramente arreglado para que pareciese que era alguien querido por muchos, pero había dejado de serlo.

—Hola Eloise. Sé que ha pasado mucho tiempo...—suspiré, buscando la forma concreta para disculparme, pero no la hallé— En concreto, un año, dos meses y cuatro días. Han pasado muchas cosas desde entonces, como podrás comprobar.

Dejé que el silencio reinase de nuevo, no sabía qué decir. Realmente no tenía ninguna excusa para darle, había dejado que el tiempo pasase para yo lograr sanar. Me había cortado el pelo, una especie de ritual que hacen las mujeres al pasar por una situación dura o algún cambio, ahora lo llevaba por encima de los hombros. También había conseguido acabar mi carrera y ahora trabajaba en una de las clínicas veterinarias importantes de la ciudad.

Empecé a ir a terapia poco después de la ruptura con Frank, en el intento de sanar, y debido a su consejo decidí venderle mi parte de la casa—algo que mi exnovio sorprendentemente aceptó otra vez— y mudarme a un pisito bastante mono cerca de mi madre. Supe poco después de eso que Frank había vendido el piso a unos extraños, pero tampoco lo culpaba, entendía que no quisiera seguir ahí, con la multitud de recuerdos que reinaban en cada habitación y en cada esquina. Sin embargo, sí le comenté a mi psicólogo lo mucho que me dolía que se deshiciese de forma tan rápida de todos ellos.

Es decir, sabía que él no tenía la culpa de ello, pero había algo en mí que me decía que sí. Yo le prometí volver. Yo le dije que iba a volver, y aunque no supiese cuándo, hubiese estado bien que retuviera todos esos recuerdos a la espera de que yo sanase.

Era algo egoísta de mi parte pensar así, mi psicólogo incluso quiso hacérmelo entender, pero era algo que no entraba en mi cabeza. Él mismo dijo que me esperaría, él lo dijo. O tal vez fue sólo un espejismo y yo me inventé que lo haría. Porque ya no estaba segura de que eso fuera verdad.

Suspiré, acabando con toda la perorata que le había tratado de contar a mi mejor amiga, y fue entonces cuando mi móvil empezó a llamar y varias personas me miraron extrañadas. Antes de responder, miré una vez más la foto de Eloise, y luego de un leve "hasta pronto", me alejé.

—¿Sí?

Sabía que me estaban llamando del trabajo. En este año había conseguido trabajo de veterinaria en una clínica bastante famosa en el centro de Richmond. La mayoría de los clientes que teníamos nos respetaban a nosotros como centro ya que los precios eran bastante accesibles para todos. Cobrábamos lo que era, no más. Eso era muy importante para las personas con mascotas, porque al final los precios para los cuidados de tu pequeño eran muy elevados, y eso era algo que esta clínica quería ayudar.

—Ayda, disculpa que te moleste en tu día libre, pero tenemos una emergencia.—él era Aarón Beasley, mi jefe.

Su comportamiento conmigo era bastante cercano, pero no me refiero como algo más, sino como amigo. Cuando llegué estaba atravesando una mala racha en la que tomaba antidepresivos y él me ayudó bastante a salir de todo eso.

—Voy para allá.—contesté antes de colgar.

El miedo se instaló en mis huesos, porque teníamos a un pequeño perrito que había sido abandonado a las afueras de Richmond. Estaba completamente en los huesos y tenía un montón de parásitos que no lo dejaban tranquilo. Tenía intención, desde el primer día que lo vi hace un mes, de llevármelo a mi piso para que fuera mi compañero de vida.

Me monté en el coche y empecé a conducir a toda velocidad, con el miedo atenazando en mis huesos. Ese pequeño me preocupaba como si fuera mi hijo, y si así se sentía cuando tenías uno, no sabía si quería ser madre entonces.

Una vez llegué y aparqué, me apeé del coche y entré con prisas agarrándome el pelo en una minúscula coleta baja, preparada para ponerme a la acción. Sin embargo, lo que me encontré fue una cosa muy distinta.

—¡Sorpresa!—gritaron todos a la vez.

Las lágrimas inundaron mis ojos. Sentí la emoción de celebrar un cumpleaños de nuevo, de que las personas que tenía a mi lado se acordaban de una fecha importante, aunque para mí hace años había dejado de serlo. Porque sí, había nacido justo el día en el que las personas van a hacerle honor a sus fallecidos. Cada vez que pasaba un cumpleaños, era un año más sin papá, sin Eloise. Por eso desde la muerte de mi padre había dejado de celebrarlo, porque sentía que le debía demasiado.

Vi a todos mis compañeros de trabajo e incluso a Eda por ahí metida y no pude evitar llorar, todo estaba decorado con globos y serpentinas, e incluso con unos banderines que ponían "Feliz Cumpleaños". Me dolía igual que me alegraba tener este tipo de cumpleaños. Aarón se acercó sonriendo y pasó el brazo por mis hombros para acercarme a él y darme un beso en la sien.

—Felices veinticuatro, mocosa.—sonrié y me guía hacia el resto.

Me brindan abrazos y multitud de felicitaciones que me cuesta aceptar del todo. Por último llego a Eda, que a pesar de ser prima de Frank ha sido un gran apoyo para mí, y la miro, esperando que me diga que él va a venir, que es la sorpresa final. Ella simplemente sonríe levemente con pena y niega, haciendo que algo en mi interior se mezcle con la decepción, tristeza y varios sentimientos inefables. La abracé y empezó a darme muchos besos en la mejilla, haciendo que sonriera.

Sabía que él me guardaba algún tipo de rencor por haberlo dejado una segunda vez, pero esperaba que siguiera queriéndome, esperaba que estuviese ahí. Sin embargo, las revistas de cotilleos, que veían a Frank como el soltero del año, decían que estaba muy pegado a su relaciones públicas, incluso les habían pillado cenando en algo que se veía como una cita.

—Gracias a todos, por venir.—dije cuando me separé de Eda.

Todos me miraron con una sonrisa y empezaron a beber de los refrescos que había preparados a un lado de la estancia, sobre una mesa. Y a pesar de tener a tanta gente a mi alrededor seguía faltándome él. No sabía si esto se había convertido en obsesión o dependencia, lo que sí sabía era que me faltaba. Me hacía falta tenerlo a mi lado y que entendiera por lo que estoy pasando. Que supiera decirme las palabras exactas que necesitaba escuchar. Desde que no lo tenía conmigo sentía un vacío enorme por todos lados. Había conseguido estar bien, había conseguido triunfar en mi campo, pero no conseguía sacarme el vacío que él me había dejado.

—Eh, eh, eh.—me llamó la atención Aarón, volviendo a colocar su brazo en mi hombro.—La fiestá es aquí, no donde quiera que tengas la cabeza.

Sonreí, intentando apaciguar todos los pensamientos que se me venían y miré a mi amigo. Era más alto que yo, cosa que no era muy difícil con mi metro sesenta y dos, su pelo rubizo era liso y estaba rapado, algo que le quedaba muy bien con su mandíbula cuadrada y esa nariz recta.

—Deberías dejar de pensar en los que no están para pensar en los que sí, mocosa.—susurró contra mi sien, para después dejar un beso ahí.

Se separó para unirse a los demás. Le había contado todo lo que había pasado después de que, hace unos seis meses, me viera teniendo un ataque de ansiedad en el baño de trabajadores. Y si antes ya era pegado a mí, a raíz de ese momento lo fue mucho más e intentó ser más compresivo conmigo.

Conseguí acercarme a todos poco tiempo después y, sorprendentemente, me lo pasé bien. Me lo había pasado como hacía tiempo que no lo hacía. Decidí apartarme una hora después para revisar que mi pequeño Ratón estuviera bien.

Cuando entré él empezó a mover la cola con alegría y sonreí, dando grandes pasos para terminar acariciando su cabeza con felicidad.

—Hola Ratón, ¿cómo estás hoy? Prontito nos vamos a casa, ¿quieres verdad?—le hablé poniendo esa típica voz.

Él en respuesta movió más su cola y yo seguí acariciando su cabeza. Iba a ser un perro grande ya que era una mezcla preciosa de lo que parecía pitbull y mastín. Su pelo era gris con una mancha blanca en su carita.

Dejé de darle mimos cuando escuché una voz reconocida, que hacía tiempo que no la oía. Me despedí de Ratón dándole un beso en la nariz, y salí, empezando a escuchar la conversación.

—¿Eda? ¡Cuánto tiempo! ¿Qué haces aquí? Pensaba que hoy estarías con Frank en la comida familiar.

Me acerqué hasta conseguir ver quién era, pero sin que ellos pudieran darse cuenta de mi presencia.

—Estoy celebrando un cumpleaños, ¿qué haces tú aquí?—dijo mi amiga algo incómoda, mirándo a Aarón con preocupación.

—Venía porque a mi gata se le ha acabado el pienso y es el único veterinario que he encontrado abierto. —suspiró, pasándose la mano por el pelo.—Ayda también cumple años hoy, ¿sabes cómo está? Hace tiempo que no sabemos nada de ella.

Caminé hacia ellos y Dante giró su cabeza hacia mí, alzando sus cejas en sorpresa. Miró de nuevo a Eda, que cada vez estaba más incómoda, tal vez por mí. Sabía que Dante iba a echarme en cara mi ausencia en sus vidas un año más, lo que me convertía en una mala amiga.

—Hola—conseguí decir cuando estuve frente a él, pero a una distancia prudente.

Notaba mi voz bastante inestable, me notaba a mí bastante inestable en general.

—Ey...Felicidades, estás...—intentó buscar una palabra a mi nuevo corte de pelo—cambiada—terminó por decir después de soltar una leve risita.

—Tú estás más alto.—bromeé, intentando que no visualizara las lágrimas que se habían formado en mis ojos.

Tal vez era injusto, pero ellos me recordaban mucho a Frank, todos los momentos que había pasado con ellos Frank estaba ahí. Lo intenté por meses, intenté que ellos no me recordaran a él, así que al no conseguirlo mi psicólogo sugirió que cortara todos los lazos que me llevaban a mi exnovio.

—¿Cómo has estado? Hace tiempo que no sabemos nada de ti y...te extrañamos.—dijo dando un paso hacia mí.

—Bien, he estado bien. Estoy trabajando aquí ahora y...estoy yendo al psicólogo y...llevo varios meses haciendo ejercicio en un gimnasio cerca de mi piso.

Sonrió, contentó por mí y acarició mi brazo.

—Eso es genial. Me alegra que hayas conseguido seguir adelante. Estabas metida en un bucle que no sabíamos si ibas a salir. De verdad que estábamos preocupados por ti.

Asentí, dándole las gracias por cualquier cosa. Hasta que el silencio se hizo tenso, y aunque los demás intentaban seguir a lo suyo, sabía que estaban poniendo la oreja.

—¿Cuál era el pienso que querías comprar?—dije para salir de la incomodidad.

—Oh, sí, claro. Para gatos esterilizados.—me moví detrás del mostrador, donde teníamos todo tipo de pienso para animales— Mi novia no recordó que se nos había gastado el pienso, y la gata no puede estar sin comer un día—rió.

Reí con él, intentando hacer esta situación normal.

—¿Has conseguido que Jessica sea tu novia?—pregunté, cogiendo el saco y colocándolo en el mostrador.

—Sí, gracias a Dios. Hace seis meses que estamos viviendo juntos y adoptamos a la gata hace un par de meses. Es preciosa, deberías venir un día a verla, podemos llamar a los chicos y hacer lo de siempre, pizzas y peli.

Hice un gesto con la cabeza, a modo de afirmación, aunque no lo tenía tan claro.

—Estaría genial.—dije sonriendo.

Le cobré el dinero del pienso y le di las vueltas poco después. Él me miró con duda y suspiró.

—A Alex y a Connor le gustaría saber de ti, lo digo enserio. Te hemos extrañado mucho.

Algo dentro de mí se retorció, haciendo que lo pasara muy mal para responder, ya que sentía la garganta seca.

—Yo a vosotros también—susurré finalmente con lágrimas en los ojos, que esta vez no pude esconder.

Chocó su lengua contra el paladar y con el saco en un brazo sacó su cartera de nuevo y dejó una tarjeta en el mostrador. La cogí y vi que era su contacto, donde ponía que ahora trabaja en un bufete de abogados.

—Por favor, llámame y cuadramos alguna cita para hablar y ponernos al día bien.—asentí y él me sonrió levemente—Bien, me ha alegrado verte, pasa un buen día cumpleañera.

Dio un par de toques en el mostrador y se alejó, despidiéndose de todos con un simple "Hasta luego". Me quedé pensativa con la tarjeta entre mis manos. Yo también los había echado de menos, pero no sabía si todo esto me venía bien.

Después de un rato más en la fiesta, la gente empezó a irse, puesto que todos iban con su familias a honrar el día. Era una razón más por la que no me gustaba mi cumpleaños, todo el mundo estaba pensando en hacerle favor a sus difuntos, no era un día alegre.

Terminamos solo Eda, Aarón y yo, recogiendo las cosas.

—La cumpleañera debería estarse quieta.—bromeó Eda, subida a una escalera quitando los banderines.

—Y tú deberías estar comiendo con tu familia.—contesté, con una sonrisa.

—¿Por qué no puedes dejar de ser tan aguafiestas?—cuestionó Aarón barriendo.

—¿Ayda siendo otra cosa que no sea eso? Imposible.

Rodé los ojos y me giré hacia ambos para regañarles con la mirada.

—Hoy es un día para estar con la familia, no conmigo.—dije, algo molesta porque decidiesen que yo era mejor compañía que su familia.

—Cuando tu mejor amiga cumple años es justificable no estar con la familia.

Dio un salto para bajar de las escaleras y Aarón me miró dándole la razón a Eda. Suspiré, dejándolo estar y, cuando todo estuvo recogido, salimos y Aarón nos miró con una sonrisa.

Él se tenía que quedar aquí para cuidar a los animales enfermos que aún teníamos, algo así como urgencias en un hospital veterinario.

—Si necesitas cualquier cosa puedes llamarme, hoy no creo que vaya a haber demasiado jaleo en la clínica.—dijo dándome un abrazo. —Intenta hacer algo más que no sea llorar en tu habitación viendo una película.

Le di un empujón, provocándole una risa y me alejé de él.

—Estaré bien, no os preocupéis.

Ellos asintieron con dificultad y terminamos de despedirnos para dirigirnos cada uno a su coche y Aarón dentro del local.

Conduje hacia mi piso, ya que mi madre y su recién esposo estaban de viaje por su aniversario, así que hoy no podía ir para darles el follón. Cuando llegué me encontré a Augustus, sentado en mi sofá con los pies en la mesa comiéndose mis gusanitos. Al irse ellos de viaje me habían dejado a cargo de mi hermanastro, para que él no hiciera ninguna fiesta en casa mientras tanto, ni se llevara a ninguna chica para dejarla preñada.

—¿Puedes bajar los pies de la mesa?

Le regañé acercándome y bajándoselos yo misma. Bufó, rodando los ojos. Este chico se había vuelto insoportable en este año que llevaba siendo su hermanastra.

—¿Puedes dejarme hoy solo? Quiero invitar a una chica.

Lo miré entre curiosa y enfadada. ¡Era mi casa! Y ahora la quería convertir en un pisito para traerse a chicas. Pero sabía que era adolescente y yo a él siempre le había consentido eso. Yo era la que se preocupaba por su salud sexual dejándole la habitación de invitados para que trajera a su novia, secreta para nuestros padres, e hicieran sus cositas. Era mejor hacerlo en un piso conocido que en medio de cualquier lado para pillar cualquier infección.

—Claro...—suspiré sentándome a su lado.—Tienes condones en mi cajón, pero hazlo en tu cama. —lo señalé con el dedo y él rió.

—Sí sí, no te preocupes.—me miró curioso mientras yo cambiaba el canal de televisión— No entiendo por qué sigues teniendo condones si yo haces nada con nadie desde hace tiempo.

Lo miré y agradecí que tuviéramos este tipo de confianza, no sabía en qué momento habíamos pasado a hablar sobre nuestras relaciones sexuales, pero él podía contarme cualquier cosa que le ocurriera o que le preocupaba sin ningún tipo de problema. Él me trataba como si de verdad fuese su hermana mayor y eso me calentaba el corazón.

—Los compro para ti.—contesté revolviendo su pelo. —¿A qué hora va a venir Sarah?

Le arrebaté la bolsa de gusanitos para comer yo y él se encogió de hombros, sin saber muy bien nada.

—Probablemente a las cinco, se ha ido a comer con su familia hoy. Así que a lo mejor algo más tarde. No lo sé.

Asentí y dejé que el silencio reinara entonces. Sarah era buena chica y muy guapa, tenía una cara demasiado dulce para pensar que podría estar haciendo cochinadas con mi hermanastro.

Él se levantó de golpe para acercarme una carta, la cogí con duda mientras él se chupaba los dedos rojos de los gusanitos.

—La han dejado esta mañana por debajo de la puerta. Cuando he abierto ya no había nadie, pero es para ti.

—Gracias.

La abrí con curiosidad, teníamos un buzón para estas cosas, así que no entendía por qué la habían pasado por debajo de la puerta. Cuando saqué lo que había en su interior me encontré con una invitación a una exposición de cuadros de autores que acababan de empezar.

Me encogí de hombros y lo tiré en la mesa. No me interesaba ir a ninguna exposición y menos si los pintores habían empezado hacía poco, iban a ser cuadros horribles.

—¿No vas a ir?—cuestionó Augustus, con la invitación en sus manos.

—No, no me llama la atención.

Él me miró frunciendo el ceño y me puso la tarjeta frente a mi cara.

—Yo creo que deberías ir, no sales mucho y eso se te nota en la cara. Podrías conocer a alguien y pasar una buena noche.

Lo empujé, porque no era nadie para decirme que pasara una buena noche. Yo tenía mis métodos para pasármelo bien sola y aunque ya me había cansado de esos juguetes, eran efectivos.

—Me lo pensaré.

Él sonrió y dejó que el silencio reinara. Poco después empezamos a comer lo que nos trajo el repartidor al que había llamado mi hermanastro. Mientras él estaba aquí intentaba consentirlo en lo que quería y si eso significaba comer comida basura durante una semana, lo haría.

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Espero que os haya gustado 🫶🏼

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