CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 34
FRANK
Sabía que no había sido la mejor decisión dejarla sola, pero también sabía que si seguíamos peleándonos así no íbamos a acabar bien. No sabía cómo arreglarla, y no porque era mi deber, no porque ella no pudiera, simplemente quería ayudarla a arreglarse. ¿De eso se trataba una relación, verdad?
Le di las gracias a Alex cuando me dio un vaso de agua y se sentó junto a Dante y Connor, sus compañeros de piso, y mis amigos de siempre. Pasé mi mano por la cara, cerrando los ojos, no sabía qué hacer, no sabía cómo ayudarla, y más ahora que todos los periodistas y gente loca iría detrás de nosotros para consumirnos, para tratar de investigar hasta dar con nuestras debilidades y clavarnos una daga al publicarlas.
Sé que ellos estaban esperando a que les diera las explicaciones pertinentes, pero es que no sabía ni cómo empezar. Ni siquiera sabía qué es lo que había pasado para que discutiéramos de esa manera.
—¿Frank, qué es lo que ha pasado?—preguntó Dante, confuso.
Yo también lo estaba, confuso quiero decir. No sabía nada, porque era ella la que había hecho un mundo de una migaja. Y no es que la esté culpando, en cierto punto entiendo que para ella todo ha cambiado, que no sabe cómo controlar sus emociones, que está en un bucle continuo del que no puede salir.
—No lo sé...Está agobiada. Creo...Creo que necesita ayuda, y yo no puedo ayudarla.
Sentí cómo un nudo se construía en mi garganta y mis ojos empezaban a humedecerse. ¿Por qué yo no era suficiente para ayudarla? Me dolía verla así, me estaba matando notar que sus ojos perdían la luz cada vez más. Empezó con su padre y ahora Eloise la está terminando por destruir.
Mis amigos sin dejarme continuar se abalanzaron a mí para envolverme en sus brazos. No hicieron más preguntas de las necesarias e intenté explicarles todo lo que había ocurrido sin centrarme en nada en especial.
Poco tiempo más tarde me dejaron dormir en el sofá, arropándome como si fuera un pequeño niño y ellos fueran mis padres. Sonreí cuando me dejaron solos ante la familiaridad de aquel gesto, que me recordaba a hace un año, cuando no podía estar en mi piso porque todo lo que había me recordaba a Ayda. Recuerdo que decidí remodelar todo por eso mismo, no quería que nada hubiese sido elegido por ella, pero se me olvidó lo principal: ese piso, teniendo los muebles que tuviera, era entero de Ayda.
La verdad es que cuando los chicos salieron dándome los buenos días, fue como si hubiesen pasado dos minutos desde que me dejaron en ese sofá. No pude dejar de darle vueltas a toda esta situación en toda la noche. En cómo Ayda se sentiría sola en ese piso, porque era demasiado orgullosa para pedir ayuda o soporte.
Decidí incorporarme y pasarme la mano por la cara en un intento de espabilarme. Connor dejó frente a mí un café que bebí de inmediato, suscitando por un poco de energía. Cuando lo terminé no medié palabra salvo para despedirme e iniciar camino hacia mi hogar.
Sabía que Ayda se encontraría sola y no quería hacerla sufrir más ante nuestra "separación". Aparqué y noté que las cortinas del balcón estaban cerradas, cosa que me extrañó ya que ella admiraba las estrellas desde dentro y nunca me permitía cerrarlas.
Subí y entré encontrándome el piso en completo silencio y con una oscuridad apabullante. Me acerqué al balcón y abrí las cortinas, dándole un vistazo a toda la casa en busca de alguna respuesta.
En lo primero que me fijé fue que en la mesa había dos paquetes de pastillas. Me acerqué a toda prisa y los agarré, descubriendo que una de las cajas eran pastillas para la ansiedad, y la otra para dormir. Recordaba esas cajas, y esas pastillas, porque las usaba cuando su padre estaba a punto de morir, pero no la había visto usándolas después. Fue ella la que se negó a seguir utilizándolas y me sorprendía que ahora las estuviera tomando por su propia cuenta.
Caminé con cuidado por el pasillo en penumbra. Me daba miedo encontrarme algo que no quisiera, pero al entrar a nuestra habitación la contemplé acurrucada en la cama, con la boca un poco abierta y baba saliendo de ella y reposando en mi almohada. Sonreí con ternura y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas ante el alivio de verla respirando y no con una sobredosis de pastillas. En estos momentos no sabía cuáles eran los límites a los que Ayda podía llegar para encontrar el alivio.
Me acerqué y me senté a su lado, acariciando su pelo, haciendo que ella se estremeciese y quejase, cerrando su boca. Abrió los ojos lentamente y sonrió al ubicarme a su lado. Sí que parecía drogada, pero al menos no lo suficiente para haber necesitado ayuda, y eso en cierto modo me aliviaba, aunque tendría que hablarlo con ella más tarde.
—¿Te encuentras bien?—pregunté con preocupación.
Asintió, incorporándose, y me miró con los ojos hinchados, a causa del llanto. Pasé mis manos por su cara y le dejé un beso suave en los labios, del cual ella me apartó para mirarme intranquila.
—Lo siento Frank, estaba... agobiada y, no sé, llevo una temporada bastante difícil.—Vi en sus ojos las lágrimas y la duda y por un momento deduje lo que estaba por decir— No sé si es lo mejor para ti estar conmigo.
—¿Qué?
Me costaba creer que hubiese salido eso de su boca. Ayda jamás me habría dejado por una discusión tan inútil como la de ayer.
—Estoy en proceso de reconstrucción y no quiero hundirte conmigo.—Habló sin mirarme a los ojos—Lo he estado pensando toda la noche, porque...Tú ahora estás triunfando y a mí me cuesta estar a tu lado porque apago tu luz.
Su voz se fue tornando más dolorosa conforme iba recitando cada palabra, las lágrimas salían de sus ojos en cascada y no pude evitar sentir el mismo dolor que ella. No era capaz de decir nada, porque no sabía qué decir. Yo no quería que esto se acabase. Yo quería estar con ella, porque no sentía que estuviera apagándome. Ella era la que incrementaba mi luz.
—¿Me vas a dejar?—dije en voz baja, casi en un susurro a modo de súplica, deseando que no fuese real esta situación, que fuese una mala pesadilla.
Ella alzó su mirada chocándola con la mía y veía la duda en sus ojos marrones, veía cómo quería decirme que no. Estaba sintiendo cómo una batalla de contradicciones se agolpaba en su cabeza y hubiese dado todo lo que tenía para estar metido en ella y hacerle ver que la mejor opción era yo.
—¿Me vas a dejar otra vez?—añadí, sabiendo que eso la haría dudar más.
Y reconocía que estaba siendo injusto, porque estaba manipulando sus decisiones para que me eligiese a mí. Pero lo hacía porque no veía necesario que me dejara, porque yo podía intentar hacer todo para que ella estuviera bien. Yo quería que ella estuviera bien y era algo que debía entender.
—Esta vez te lo estoy diciendo—sollozó cubierta de lágrimas.—, y es simplemente dejar un tiempo de descanso para...para recuperarme. Siento que no soy lo que necesitas a tu lado en estos momentos.
Agarró mis manos y negué con la cabeza sin control, llorando sin poder evitarlo. No sabía en qué momento esta decisión se convirtió en la correcta, tampoco qué había hecho que fuera necesaria, pero al parecer era lo mejor para ella, y si ella quería esto no iba a negárselo. No sería capaz de negarle nada de lo que me pidiera, y tal vez para otros hombres era un pelele por aceptar esto, pero ella era la mujer de mi vida, y si para estar con ella debía concederle un tiempo de separación lo haría, porque el viraha era nuestra palabra, y nos haría ver cuánto nos amábamos después de este tiempo de separación.
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