CAPÍTULO 32






CAPÍTULO 32

FRANK


Por la mañana, cuando me tocó ir a trabajar, dejé que Ayda se quedara más tiempo en la cama. Había pasado una noche horrible y yo no sabía cómo ayudarla a apagar todo ese tormento que sentía.

Ella lo estaba pasando mal, y todo era culpa de Eloise, que siempre se las ingeniaba para malmeter hasta muerta. Tenía presente todo lo que había hecho en esos viajes, sabía cómo era su amiga al salir de fiesta y sabía cómo Ayda la idolatraba. Era inevitable que terminara cayendo en ese juego.

Tampoco sabía si podía imaginármela drogada hasta no poder caminar, con los ojos rojos, tal vez vomitando en cualquier lado. O peor, no sé si podía imaginármela teniendo una sobredosis. Su pequeño cuerpo no soportaría todo de la misma manera en que lo hacía Eloise. Sólo ese pensamiento me dejó cagado.

¿Qué hubiese pasado si le hubiera dado una sobredosis y nadie la hubiese asistido? ¿Qué habría hecho yo sin ella? Ni si quiera me habría dado cuenta de lo ocurrido. Habría estado cabreado con ella toda mi vida, sinsentido.

Dejé que todos esos pensamientos se adueñaran de mi mente camino al trabajo. Podía imaginarla tendida en el suelo, con los ojos entrecerrados, y un charco de vómito al lado de su cabeza, con algo de él resbalando de su boca hasta la parte de atrás del pelo. Y esa es la peor muerte, porque indica que no pudiste controlarte. Indica que no fuiste capaz de cuidarte.

Entré al edificio saludando a todos con los que me cruzaba hasta llegar a mi despacho, donde se encontraba Alex, que me entregó de inmediato los currículum de muchas chicas que querían ejercer de relaciones públicas en esta empresa, debido a la ausencia de Madison.

Los miré uno por uno, esperando a que se diera la hora de la entrevista, pero sin dejar de ver la imagen de Ayda. En cómo su cuerpo se estremecía mientras lloraba desconsoladamente entre mis brazos. En cómo pensó que me sentiría decepcionado cuando fui yo el primero en arroparse en las drogas y el alcohol tras su partida. Decidí dejar de pensar en ello, ya que no iba a poder seguir con mi trabajo de otra forma.

Sobre la hora de comer la observé aparecer por la puerta de mi despacho con una sonrisa y una bolsa con comida china. Se sentó a mi lado y depositó un beso suave en mis labios.

La observé y noté las ojeras bajo sus ojos, sabía que en cuanto me fui no había conseguido dormir nada, y eso me carcomía por dentro, porque no sabía cómo ayudarla. No sabía qué hacer para que estuviera bien.

—Deja de preocuparte, estoy bien—comentó posando su mano encima de la mía.

Sonreí y me acerqué para besarle la sien. Sabía que mentía, pero no quise hablar más de ello para no hacerla sentir incómoda. Ayda era el tipo de persona que necesitaba su espacio para sopesar los nuevos cambios a los que se enfrentaba.

—¿Has vuelto a hablar con Justin?—pregunté y asintió.

—He visto que ya ha borrado el artículo, así que eres libre.

Me sonrió con dulzura empezando a comerse sus fideos chinos. Hice lo mismo con los míos y noté que los había pedido con gambas, ya que sabía que me encantaban. Muchas veces para que no sintiera envidia las omitía, pero era inevitable no comer esta delicia.

—¿Qué se cuenta? Hace tiempo que no lo veo, deberíamos invitarlo un día a casa con los chicos.

Ayda volvió a asentir con la boca llena y la miré con toda la dulzura que podía. Era perfecta, jodidamente perfecta para mí.

—Creo que a él también le está costando la muerte de Eloise, al final ella lo dejó sin decirle nada. —Volvió a meter fideos en su boca, con los palillos chinos y me miró abriendo los ojos—Mmm,—tragó con prisa para seguir hablando.—mamá quiere que vayamos a cenar con ellos esta noche al restaurante pijo que hay a las afueras.

—¿Al L'Opossum?—cuestioné con duda.

Era un barrio al norte de Richmond y prácticamente a las afueras de Virginia, había ido allí con Madison en más de una ocasión ya que le gustaba frecuentar ese tipo de sitios, y la verdad es que la comida estaba muy buena.

—Sí, a ese. Quieren celebrar su compromiso de una vez por todas y han invitado a la familia de Daniel.—añadió y asentí con la cabeza.

—¿Seguirá odiándome?—sonreí con gracia y ella soltó una pequeña risita.

—Creo que ha comprendido que eres lo que quiero.

Me acerqué a ella pasando mis manos por su cintura y acercándola a mi cuerpo. Sus ojos me miraban con adoración y creo que los míos reflejaban el mismo sentimiento.

—¿Lo soy?—cuestioné.

Pasó sus manos rodeando mi cuello para pegar mi cara más a la suya y rozó su nariz con la mía, mirando por un momento mis labios. Sabía por dónde quería ir, por lo que miré un momento el reloj de la pared y vi que me quedaban unos quince minutos para terminar mi descanso.

—¿Hay tiempo?—susurró.

—Da igual si no lo hay, soy el jefe.

La subí a mi regazo mientras reía y empezamos a besarnos mientras mis manos agarraban su trasero con fiereza, moviéndola para sentirla contra mí. Me aparté para dejar besos en su cuello y ella jadeó, sin dejar de moverse. Volví a su boca, bajando mi mano hasta llegar a su pantalón deportivo y empezar a tocarla por encima de este, haciendo que sus suspiros se hiciesen algo más ruidosos y acallándolos con mis besos. Entonces empezó a bajar los suyos a mi cuello, chupando y mordiendo, sabiendo que iba a dejar marca pero sin importarle en lo absoluto. Aceleré el ritmo simplemente para que su autocontrol se fuera al garete y lo conseguí, haciendo que gimiese mi nombre en mi oído una vez llegó al clímax.

Miró mis ojos con esa sonrisa pícara que me soltaba cuando la había hecho sentir bien y me besó con más ganas que antes.

—Me pones demasiado, Ayda—susurré contra sus labios.—No sé cómo lo haces, pero te juro que me vuelves loco.

Seguimos besándonos y ella empezó a bajarme el pantalón y el bóxer, después se apartó para hacer ella lo mismo, pero en se momento la puerta se abrió y vi a un Alex muy confundido.

—¡Joder, perdón!—dijo inmediatamente dándose la vuelta.

Ayda rió y me ayudó a recolocarme, la miré con rabia, porque me hubiese gustado seguir con lo que estábamos haciendo y cumplir con lo que me dijo el día antes de la boda.

Se acercó y dejó un casto beso en mis labios, para después dirigirse a mi oído.

—A la próxima prometo venir en vestido y sin bragas—susurró y al separarse volvió a besarme.

La vi alejarse y suspiré por las ganas que le tenía, no quería que se fuera, no quería seguir trabajando.

Cuando pasó al lado de Alex le dio un beso en la mejilla riéndose y salió echándome una última mirada con guiño incluido.

Alex se giró y yo me pasé la mano por la barbilla, empezando a recoger las cajas de comida y tirándolo a la bolsa. Mi amigo se sentó donde antes estaba mi chica y me miró pidiéndome explicaciones.

—Me has jodido un polvo.—dije sin más y él rió.

—Esto es increíble. Es decir, me lo esperaba viniendo de Ayda, pero no recordaba esa parte de ti. Para la próxima esperaré a que salgas para volver al trabajo.

Siguió bromeando con eso toda la tarde. Es curioso cómo Ayda me hacía perder el control y querer estar con ella en todos lados y a todas horas. Con Madison era diferente, ya que a ella tampoco le gustaba hacer ese tipo de cosas en un lugar que pudieran descubrirnos. Por eso me gustaba tanto mi chica, porque me llevaba al límite y me hacía hacer cosas que nunca creí que haría, y que nunca creí que me gustarían tanto.

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