CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 13
AYDA
Entro en casa con la mirada acusatoria de mi madre y veo a Daniel y Augustus en el sofá. Están viendo una película mientras comen palomitas, así que me siento al lado del último para robarle un puñado, dejando mi macuto al lado.
—¿Me habías echado de menos? —sonrío de forma angelical.
Él rueda los ojos y se aparta de mí, poniendo sus pies entre medias de ambos. Su pelo oscuro está despeinado y sus ojos miel pasan de mí a la televisión otra vez.
—Sé que sí. —murmuro, cosa que hace que me fulmine con la mirada.
Suspiro y veo a mi madre sentarse al lado de Daniel, con cara enfadada y aparto la vista cuando nuestros ojos se cruzan. Consejo número uno: Nunca cruzar la mirada con Amanda si está enfadada. Puede fulminarte y mandarte a varios metros bajo tierra si así lo desea. Consejo número dos: No sacar el tema de conversación si no quieres insultos y gritos.
—¿Quién era el chico con el que estabas discutiendo? —pregunta Augustus para nosotros dos.
Miro a Amanda de reojo y sé que lo ha oído, porque gira la cara como si se lo hubiesen dicho a ella.
—Un estúpido que no deja de darle ilusiones y ella, como imbécil, sigue yendo detrás de él. —contesta, acurrucándose al lado de su prometido.
—Es mi ex. —suspiro, ignorando a mamá, metiéndome palomitas en la boca. —Pero somos amigos porque vivimos en el mismo piso.
Augustus frunce el ceño y me mira, como si no estuviera bien de la cabeza. Me encojo de hombros y alza las cejas, sirviéndole como respuesta mi gesto.
—¿Y por qué vives con él? Por como discutíais se nota que seguís sintiendo algo...
—Ehh, error—niego con la boca llena. —Él no siente nada, de hecho, se acaba de prometer.
Augustus ríe y hace un gesto leve con la cabeza a modo de negación.
—¿Y quieres seguir viéndolo todos los días sabiendo que sigues sintiendo cosas por él?
Mi madre aplaude, como si mi futuro hermanastro hubiese dicho algo magnífico.
—¡Eso es lo que pienso yo, pero la estúpida sigue detrás de él! —grita, mirándome y señalándome con su dedo índice.
Me paso la mano por la cara, sin saber qué decir para proteger un poco a Frank, e incluso a mí. Me están cayendo palos por todos lados, estoy recibiendo hostias a toda velocidad y no me da tiempo a defenderme, a apartarme al menos.
—Estoy conociendo a alguien. —miento. —Estoy intentando seguir adelante y sé que, poco a poco, voy a conseguir olvidarme de él. Después de todo se va a casar.
Mi madre me mira interesada y apoyo mi cabeza en la mano y el codo en el brazo del sofá, suspirando. ¿Por qué he tenido que mentir? Ahora mamá no va a dejar de hacerme preguntas sobre él.
—¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Trabaja o estudia? —la miro con los ojos abiertos, cansada.
—No te voy a contar nada aún, no quiero que me lo gafes. —la engaño y ella bufa.
Seguimos viendo la película en silencio hasta que decido irme a la cama. Sé lo que ha pasado con Frank y sé que la culpa de que rompiéramos la tuve yo, pero tal vez, y solo tal vez, si él hubiese sido capaz de esperar, solo un tiempo, ahora mismo podríamos estar juntos una vez más. Podríamos tener esa relación estable y sana que tanto necesitaba y necesito.
Tal vez ellos tengan razón, tal vez podría venderle mi parte del piso a él, después de todo, ha colaborado más este año que no he estado, él podría vivir ahí con Madison y ser felices y yo me desharía de todos esos recuerdos y momentos bonitos que tuve en ese lugar tiempo atrás.
Creo que sería lo mejor para olvidar todo lo que ocurrió, así yo podría tener mi propio piso o irme de alquiler a otro en lo que ahorro para uno nuevo. Tengo aún dinero de lo que Eloise me dejó de su herencia como "compensación" por haberla acompañado, dejando todo de lado, aunque no quiero gastarlo todo ya en un piso que tal vez después vuelva a vender. Quiero guardarlo, tal vez podría trabajar para no coger más de ese fondo.
Mis pensamientos varían de un tema a otro mientras intento dormir, pero llega uno que hace que abra los ojos: La boda. Por más que intente olvidarlo ese tema me persigue, vaya donde vaya. El hecho de que Frank se vaya a casar me pone los pelos de punta porque siempre pensé que iba a ser él el amor de mi vida. Que iba a ser él quien me acompañara toda la vida y me ayudara a cumplir mis sueños. Que sería él mi superhéroe y que me ayudaría con todos los inconvenientes del matrimonio. Que me escucharía cuando tuviera un problema con algún compañero de trabajo, me aconsejaría y yo haría todo lo contrario para fastidiarlo, incluso él se cabrearía conmigo por ello. Pero, lo bueno de todas las peleas son las reconciliaciones. Y nosotros somos muy buenos reconciliándonos—guiño, guiño.
Al final, dejo en blanco la mente y me duermo. No tengo ganas de seguir pensando en lo que hubiese podido pasar si...Quiero pensar en lo que está pasando y en cómo voy a afrontar la situación.
A la mañana siguiente soy despertada por el sonido del timbre y varios pasos se escuchan a través del pasillo, hasta que abren mi puerta y siento varios cuerpos encima del mío, haciendo que me queje y abra al fin los ojos.
—No...Dejadme por favor...—pido quejumbrosa.
Me giro con ellos encima de mí y veo a mis chicos, que muy probablemente habrán traído mi coche. Suspiro y cierro los ojos de nuevo.
—Vamos dormilona, tienes que ponerte en marcha para un nuevo día. —me anima Connor.
Miro a mis chicos y me fijo que Alex tiene el labio partido. Le cojo la cara con el ceño fruncido y miro sus ojos, entendiendo al instante quién ha sido sin que haga falta que me lo diga.
—¿Frank? —asiente con pesar. —Ese maldito, ¿cómo se atreve a tocarte? No le hables, me da igual que sea tu jefe, después de lo que hizo no va a tener los huevos como para despedirte. —vuelvo a mirar la herida. —Sólo le dije lo que pasó porque me preguntó acerca del beso de la otra noche, no creía que...
—No importa Ayda, sé cómo es Frank. —me interrumpe. —Está celoso por algo de lo que no debería estar puesto que tiene prometida.
Miro a Dante y a Connor quienes le dan la razón a Alex y al final, después de un poco de cháchara más me informan de que se tienen que ir al trabajo. Les doy besos por toda la cara antes de que se marchen y decido ponerme en marcha yo también.
Me ducho y me calzo un top y unos vaqueros anchos, además de mis deportivos. Bajo y, después de desayunar y de despedirme de mi madre, salgo de casa, subo en mi coche y empiezo a conducir con un rumbo fijo.
Hace tiempo que quería ir allí y con todo el jaleo que mi vida ha tenido estas últimas semanas no he tenido tiempo de ir, pero hoy. Hoy es el día. Hace buen tiempo, el sol está en su máximo esplendor y hay nubes blancas que le dan el toque al cielo azul. Hace calor, pero no demasiada, y el tráfico es pasable.
Conduzco con la música de Los Beatles a todo volumen cuando mi coche empieza a hacer un ruido bastante extraño. Bajo el sonido hasta que se queda casi en cero y escucho con atención. Los coches de atrás me pitan y veo por el espejo retrovisor como una humareda grisácea sale de mi coche. Me quejo y empiezo a girarme fuera del carril, sintiendo cómo cada vez va más despacio a pesar de apretar el acelerador.
Apoyo mi cabeza en el volante y lloriqueo.
—¡Tenías que ser mi amiga, no mi enemiga Fiatina! Me has...—suspiro, incorporándome. —Me has decepcionado.
Oigo un par de golpes en mi ventana y me giro, viendo a un tipo con uniforme, gorra, y unas gafas de sol negras que reconozco al instante. Me bajo y le hago un saludo militar, haciendo que sonría.
—Lo siento agente, llamaré a la grúa porque mi coche es una impostora. —confieso y él asiente, levemente.
—¿Siempre que te vaya a ver vas a estar metida en problemas? —inquiere.
Me rasco la nuca, riendo y lo miro, avergonzada.
—Problema es mi segundo nombre. Aunque no sé si sentirme orgullosa de ello. —desvarío y él se carcajea de mí.
—Está bien, ¿necesitas que te lleve a algún lado?
Lo miro, sorprendida por su invitación y miro a mi coche, mi precioso y estúpido coche.
—No quiero abusar de su generosidad. Después de todo me arrestó, no sé si...Sería lo adecuado.
—Se lo estoy ofreciendo porque me apetece llevarla a donde desee. —se sincera y veo cómo sus mejillas se sonrosan débilmente.
Sonrío, pasándome un mechón de pelo por detrás de la oreja y asiento. Llamo a la grúa y después de decirle dónde está mi coche exactamente, me subo en el asiento del acompañante del auto de policía y curioseo todo lo que veo.
Luka Haider empieza a conducir y yo miro todo lo que el coche lleva dentro.
—Me gusta...Esto. —digo tocando un monigote que tiene colgado en el espejo retrovisor.
—Me lo regaló mi hijo, lo hizo él.
Abro los ojos y mis labios se separan con sorpresa.
—¿Está casado? —fisgoneo con completa curiosidad.
Ríe negando.
—Para nada, soy padre soltero. —confiesa mirándome un segundo. —¿Le gustan los niños a usted, señorita Beltrán?
—Sólo Ayda, por favor. —le señalo la calle por la que tiene que girar y retomo la pregunta. —Sí, bueno...No soy muy...buena con ellos, pero lo intento. —me encojo de hombros. —¿Cómo se llama su hijo?
—Kile, tiene cuatro años.
Sonrío y no sé qué responder a esto. Me parece alucinante que una persona tan joven como él haya sido capaz de criar a un hijo y que no se le venga en su contra. Yo estoy segura de haber sido yo la que tuviera ese bebé que el niño no habría salido bien, es decir, hubiera sido un agresivo, estúpido y un niñato de los pies a la cabeza.
—Es genial...¿Y su madre? —me entrometo, guiándolo un poco más.
—Bueno, ella era cinco años menor que yo, así que se desentendió cuando lo tuvo, quería seguir estudiando y lo entendí, por lo que el niño tiene mis apellidos.
Asiento. Tal vez yo hubiese hecho lo mismo, aunque tiempo más tarde me habría arrepentido de ello. Me gustaría ver a mi hijo, notar cómo crece y que sus primeras palabras fueran mamá.
—Supongo que no ha debido de ser fácil para ti. —murmuro y él asiente.
—Pero bueno, ahora estoy muy contento, mi hijo es estupendo. ¿Y tú, a qué te dedicas actualmente? —pregunta.
Suspiro, jugando con mis dedos.
—Bueno, ahora mismo estoy de vacaciones, pero empezaré mi último año de carrera el próximo curso.
Noto cómo frunce el ceño y lo miro con curiosidad.
—Creía que ya habías terminado la carrera por tu edad.
—Sí, bueno...El año pasado lo reprobé por irme de viaje con mi mejor amiga. —confieso y sé que se escucha mal por cómo me está mirando, así que intento aclararlo. —Era...su último año de vida y...me pidió que la acompañara. Así que no me importó aplazar los planes por ella a un año después, sabiendo que Eloise no iba a estar más conmigo.
Asiente, como si me comprendiera, aunque sé que no lo hace. No me avergüenza decir lo que pasó, pero sí me avergüenzan las reacciones de las personas, como si fuera inconcebible perder un año para disfrutar o aprender otras cosas. Como si estuviera fuera de lo que el mundo espera de ti, como si sólo tuviera que aprobar y sacarme una carrera. Como si no pudiese hacer otras cosas.
—¿Y qué estás estudiando? —cambia de tema.
—Veterinaria, este año hago las prácticas. —informo y él asiente.
Miro el lugar y veo que ya estoy cerca del sitio al que quiero ir.
—Puedes dejarme por aquí, ya estoy a tan solo unas manzanas del lugar al que quiero ir.
Veo cómo aparca y me bajo del coche, haciendo que él haga lo mismo y se ponga a mi lado, ante la mirada de todas las personas que caminan por nuestro lado.
—La acompaño si me deja. —mira su reloj. —De todas maneras ya he terminado mi turno.
Entrecierro los ojos porque se me hace raro, ya que recién ha empezado la mañana. Tal vez tuviera turno de noche y por eso luce algo cansado. De todas formas, no voy a rechazar su amabilidad, así que asiento, empezando a caminar después de que guarde su gorra en el coche.
Hablamos un poco de nuestros hobbies y de lo que nos gusta hacer cuando no estamos estudiando o trabajando, en su caso. Me informa que le gusta leer y hablamos sobre lo maravillosos que pueden llegar a ser algunos clásicos y lo pesados que pueden hacerse otros. También compartimos gustos de lectura y termino recomendándole millones y haciendo que se los apunte en el bloc de notas del móvil.
—Espera aquí un momento. —pido.
Me acerco a la floristería que tenemos en frente y le sonrío a la mujer que espera detrás del mostrador. Ella me ve y se acerca rápidamente a darme un abrazo.
—¡Ay, qué alegría verte de nuevo!
—Lo mismo digo, Georgia. —sonrío y me giro para ver los ramos ya preparados que tiene. —¿Podría darme uno de estos ramos? Voy al cementerio a ver a Eloise.
Georgia Parker asiente rápidamente y agacha la cabeza, rebuscando un ramo precioso para su hija, pero también escondiendo las lágrimas que habrán atenazado sus ojos.
—Ten, estoy segura de que este le habría gustado.
Veo flores moradas, azules y blancas y sé que le habría encantado. Le pago, con propina, y salgo después de darle un último abrazo y prometiéndole que pasaré por su casa pronto. Después de todo, yo soy lo más cercano que le queda de su hija.
Allí fuera Luka me mira con una sonrisa y empiezo a caminar, haciendo que me siga en silencio.
—¿Conocías a esa mujer? —lo miro y añade—La de la tienda.
—Oh, sí. Es la madre de Eloise. —digo.
Asiente, sabiendo que ha tocado un tema delicado y sigo caminando con él en silencio. No sé qué tema de conversación podría sacarle ahora, pero hablo, sin más. No pienso, simplemente, actúo.
—Desde que Eloise no está, Georgia y yo nos hemos hecho más cercanas. Creo que es la forma que tenemos de recordarla mutuamente. —me encojo de hombros. —Antes me tenía un poco de manía. —río y niego. —Siempre iba a su casa y pensaba que era yo la que hacía que su hija llegase a su casa borracha a la mañana siguiente, por el hecho de ser española.
Abre los ojos con curiosidad, tal vez ese dato no lo sabía.
—¿Eres de España? —cuestiona.
—Sí, bueno. Estuve viviendo allí hasta los diez, que nos mudamos aquí, por mi madre que no se sentía cómoda en un lugar en el que no entendía ni la mitad de lo que le contaban. —río. —Mi padre quiso tenerla contenta y decidió dejar su trabajo, su familia y todo para empezar desde cero aquí.
—¿Y la familia de tu madre no os ayudó?
—Bueno, mi madre se quedó embarazada de mí muy joven, entonces cuando se enteraron la echaron de casa, por lo que lo único que tenía en ese momento era a mi padre y su lugar en España. Por eso se fue con él. —asiente, como si entendiera la situación. —Yo ni siquiera he conocido a mis abuelos, creo que mi madre nunca les perdonará que la abandonaran.
Suspira y vuelve a asentir.
—Es normal, no creo que lo pasara bien viéndose en la calle, teniéndote a ti en su vientre. —carraspea. — La madre de mi hijo cuando se enteró tenía veintitrés y sus padres la ayudaron en todo, pero aun así se agobió y entre los dos decidimos que sería yo quien criaría a nuestro hijo.
—¿Ella va a verlo? ¿Lo conoce? —pregunto, curiosa.
—Sí, pero Kile piensa que es una amiga. No quiero confundirlo y ella se conforma con eso.
Asiento, comprensiva y me giro para entrar en el cementerio. Camino y busco la lápida de mi mejor amiga. Cuando la encuentro y veo la foto que le han puesto río.
—¡Pero mírate! —me arrodillo en el concreto para acariciar la foto. —Estarías orgullosa de esta foto si estuvieras aquí. ¡Estás preciosa, Eloise! No puedo creer que tus padres eligieran esta foto. —sonrío. —Es la que te hice en París, esa que subiste a todas tus redes sociales.
Dejo el ramo encima del pequeño estante que hay y sigo acariciando la foto, después de suspirar.
—Se me hace raro tenerte ahí dentro, y no aquí a mi lado. —miro a Luka. —Pero tengo buena compañía hoy. Te lo presento, Luka, esta es Eloise, Eloise él es Luka. Es un policía que nos arrestó a Alex, Connor y a mí ayer por la mañana. Frank nos hizo el favor de sacarnos de ahí. —suspiro.
Entonces el móvil de Luka suena y me pide perdón y se aleja, dejándome sola con Eloise.
—Sé que quieres saber qué es lo que está ocurriendo con Frank y por qué he venido con ese pedazo de tío. —susurro. — Pero no puedo contártelo sabiendo que Luka puede venir en cualquier momento. Solo te diré que Frank se va a casar con Madison ¿te acuerdas de ella? La rubiaza de tetas grandes, esa que no paraba de acercarse a él con la excusa de que era por la universidad y ni siquiera tenía la misma carrera que él. —ruedo los ojos con rabia. —Lo peor es que está viviendo en mi piso, con Frank, durmiendo en la que fue mi cama. ¿Puedes creerlo?
Dejo de hablar cuando veo que Luka se acerca y me sonríe.
—Bueno, Eloise, prometo volver pronto, así tendremos una charla de chicas.
Siento las lágrimas en mis ojos cuando me levanto para despedirme. Suelto el aire que tenía retenido y miro una última vez la foto de mi mejor amiga, con una sonrisa triste.
—Adiós, Eloise. —me despido con un hilo de voz.
Empiezo a caminar acompañada del policía que se queda en silencio, respetando mi momento de debilidad. Le sonrío, disfrutando de que me respete y no intente darme conversación innecesaria.
—¿Era importante la llamada? —pregunto y él mira su móvil, distraído.
—Era mi madre, solo quería saber cuánto me quedaba para volver a casa, Kile está desesperado.
Sonrío con ternura y me quedo estática en la calle de en frente del cementerio, haciendo que él también pare de caminar.
—Puedes irte, te concedo tu libertad. —digo moviendo mis manos en el proceso. —Pediré un taxi.
—No, no puedo hacer eso...
—¡Claro que sí! Tu hijo es lo más importante ahora. —añado enganchándome a su brazo. —Además, siempre puedo ir a la tienda de Georgia y quedarme hasta que vuelva a casa, no le importará tenerme por ahí. Puedo aprender de flores y, si lo de veterinaria no termina de convencerme, puedo hacerme florista.
Ríe, cerrando los ojos un momento, pasándose la mano por ellos y suspira.
—Está bien, te acompaño a la tienda, por lo menos.
Asiento y empezamos a caminar hacia allí. Una vez estamos me sonríe, nervioso y me extiende una tarjeta con su nombre, correo electrónico y número de teléfono.
—Por si quieres hablar algún día.
Sonrío, sintiendo mis mejillas ruborizarse y asiento. Le doy un abrazo y me despido de él repitiéndole montones de veces que vaya con cuidado y que le dé besos de mi parte a su hijo, aunque este no me conozca aún.
Entro en el local de la señora Parker, quien me mira escondiendo una sonrisa. Me acerco y me siento detrás de ella, oliendo una flor, distraída.
—¿Y ese hombre? —cuestiona, divertida.
—Un amable policía que me ha ayudado.
Asiente como si no se creyera ni una palabra de lo que estoy diciendo y río, contándole todos los acontecimientos de mi vida hasta el momento.
Cuando al fin Georgia cierra la tienda, me lleva al piso y le doy un abrazo de despedida, bajándome y subiendo por el ascensor hasta llegar a mi maravilloso hogar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top