Capítulo 2: "Evey"

    El hombre de vestimenta oscura se sentó frente a su espejo lleno de luces. Lo había adquirido de un viejo teatro donde se habían desarrollado los más hermosos espectáculos basados en las obras Shakesperianas. Nunca había estado en uno de ellos, no que recordara, pero le regocijó en pensar que sería partícipe del espectáculo que estaba a punto de desarrollarse. Cogió su máscara y se la colocó sobre el rostro desecho y luego peinó algunos cabellos desordenados en su peluca. No debería demorarse en vanidades pero debía estar presentable para desempeñar su papel de maestro de ceremonias.
    La chica de cabellera dorada terminó añadiendo a su atuendo un abrigo beige lo suficientemente serio como para mostrar el desinterés que  sentía por el hombre con el que había quedado.
    – ¡Fuerza por la unidad, unidad por la fuerza! –decía la voz de “Destino” en la televisión.
    Ella lo apagó, molesta porque solo estuvieran transmitiendo esa basura. Salió de su departamento tratando de no pensar en lo tarde que era.
    La calle estaba desierta. Solo se escuchaba la voz de los megáfonos alertando sobre el toque de queda. No reparó en el hombre que se ocultaba en la sombra de un callejón hasta que estuvo frente a él.
    – ¡Hola señorita! ¿A dónde va a estas horas de la noche?
    Evey sorprendida dio dos pasos atrás y abrió la boca buscando una justificación.
    –Sé que hay toque de queda señor, pero mi tío está muy enfermo y debo ir con él –La muchacha trató de continuar pero fue halada al interior del callejón.
    Ella se retorció tratando de zafarse y a la vez buscando el espray de gas pimienta que tenía en el bolso. La soltaron.
    –Yo creo que miente. No es así Billy.
    Otro hombre salió de entre las sombras, tenía una sonrisa de hiena dibujada en los labios y sus ojos eran de loco.
    –Es cierto Ben, ¿Por qué no nos atiendes a nosotros un rato antes de ir con tío? También estamos enfermos, ¿No sientes lo calientes que estamos? –Agarró a la mujer de una mano e intentó que le tocara sus partes privadas.
    Evey se soltó y le dio una patada en la entrepierna haciendo que el hombre se doblara de dolor.
    El más alto, Ben, sacó algo de su cinto y dijo:
    –Nos atacaste, ahora podemos ejercer nuestra jurisdicción –le mostró el carnet con la doble cruz roja, el símbolo de los señaladores.
    – ¡Un dedo! Yo… Lo siento. Yo.
    – ¿Lo sientes pequeña? Si mañana no eres la mujer más arrepentida de Londres serás la más adolorida ¡Billy!
    Billy que ya podía erguirse un poco la sujetó por detrás.
    – ¡Suéltame pedazo de mierda! –Evey trató de golpearle la rodilla pero casi la estaba asfixiando.
    –“La villanía se apoderó de él y la fortuna sonriendo se mostró como una ramera”–se oyó la voz grave de un hombre.
    Cuando Evey miró hacia la entrada del callejón había alguien parado allí vestido con capa, sombrero y una máscara sonriente.
    –“Pero nada detiene al bravo Macbeth…” –continuó el extraño.
    Los señaladores se entretuvieron mirándolo y Evey aprovechó para soltarse golpeando a Billy en una pierna. El hombre aulló de dolor y fue hacia ella tratando de asirla.
    –“….y blandiendo su acero causa gran mortandad”  
Ben le mostró su carnet al intruso y este lo corto con una daga y luego lanzó al señalador contra una pared. Billy dejó a Evey y fue a encontrarse con el enmascarado que prácticamente le tendió una mano. El “Dedo” se la agarró y luego le dio un puñetazo en la cara al enmascarado pero solo consiguió romperse unos cuantos dedos. El enmascarado pasó por delante de él velozmente y Billy que aún lo estaba sujetando se quedó sosteniendo una mano enguantada.
    –“Y, valiente se abre paso hasta encontrar al esclavo”
    Ben logró levantarse y fue con su compañero que se había quedado parado con cara de tonto todavía sujetando la mano que se había desprendido del cuerpo del enmascarado. Mientras, el hombre de negro corrió junto a Evey, la apartó hacia una esquina del callejón y tapó a ambos con su capa.
    La bomba–mano estalló con una pequeña explosión que bastó para hacer volar a ambos señaladores por los aires, prendidos en llamas.
    –“Ni le dio la mano ni se despidió de él”.
    El enmascarado se alejó de la muchacha dándole espacio para moverse.
    –No tengo malas intenciones –dijo cuando vio que la mujer sacaba un espray de gas pimienta.
    – ¿Quién es usted?
    – ¿Quién? “Quién” es la forma que sigue al “que” y lo que soy es un enmascarado.
    –Eso ya lo veo –dijo la mujer alzando una ceja.
    –Por su puesto. No cuestiono sus poderes de observación, señalo la paradoja de preguntarle a un enmascarado quién es.
    –Ah, ya entiendo –la mujer asintió como dándole la razón.
    –Pero en esta noche auspiciosa permítame a falta de un apelativo más común insinuar la naturaleza de este personaje dramático ¡Voila! –alzó por un momento su capa como si fuera a volar con ella–. Ve a un veterano de las variedades hacer papel de víctima y villano por las vicisitudes del destino. Esta apariencia no es mero vanidad, es el vestigio de una vox populi ya desaparecida –compensaba bastante la falta de un rostro que le confiriera a sus palabras más expresividad haciendo pequeños movimientos con su cabeza y sus manos, y cambiando su tono de voz–. Pero esta valiente visita de un fastidio pasado cobra vida y ha hecho un voto de vencer a los virulentos vanguardistas del vicio. Violadores violentos y voraces de la voluntad –sacó una de sus dagas y con ella trazó dos líneas que formaban una “V” en un afiche de la pared. “Fuerza por unidad, unidad por la fe” decía el afiche. Guardó el arma con un movimiento dramático quedando de espaldas a su única espectadora–. El único veredicto es venganza, la vendetta como un voto no en vano pues el valor y la veracidad de tal, algún día vindicaran al vigilante y al virtuoso –Se fue girando poco a poco hacia la mujer y se llevó ambas manos a la boca de la máscara como conteniendo una carcajada–. Esta verborrea se vuelve más verbosa así que déjeme agregar que es un placer conocerla. Me puede llamar “V” –Se quitó el sombrero e hizo una reverencia.
    – ¿Es usted un loco?
    –Estoy seguro de que eso dicen ¿Pero con quien hablo?
    –Yo soy Evey.
    V por un momento se encontró pensando en la muchacha que se llamaba Iv y que cinco años atrás había lanzado de un edificio con una daga clavado en el pecho. Rozó con un dedo enguantado el único cuchillo diferente que traía, el que tenía la empuñadura en forma de flor y que había sacado del cuerpo de un “Dedo” que lo había amenazado sin que él se diera cuenta.
    – ¿Evey? “E–V”. Pr supuesto.
    – ¿Qué quiere decir con eso?
    –Yo igual que Dios no juego a los dados y no creo en casualidadas ¿Estás bien? –le preguntó.
    –Sí, gracias a usted.
    –Creo que te las estabas apañando bastante bien sin mí.
    La  mujer miró a su alrededor , vio los dos cadáveres chamuscados de los señaladores y se le revolvió el estómago.
    –No creo haber podido con los dos. Gracias señor.
    –Oh yo solo represento un papel –hondeó una mano quitándole importancia–. Pero dime Evey ¿Te gusta la música?
    –Supongo.
    –Soy una especie de músico y voy a hacer una presentación especial.
    – ¿Qué clase de músico?
    –Me especialiso en instrumentos de percusión, pero esta noche voy a usar toda una orquesta y sería un honor que me acompañaras.
    –Creo que debería irme a casa.
    –Te prometo que será algo único y volverás a casa sana y salva.
    No necesitó pensárselo de nuevo, de todos modo, si él quisiese hacerle daño podría habérselo hecho tiempo atrás, y al parecer tendría un escolta personal para el viaje de vuelta a su casa. Que se jodiera su jefe. Aceptó la propuesta.

    
   
    
   
   

   
     

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