▶𝟶𝟽

Al día siguiente, se puede decir que fue el día que más pronto nos levantamos, teniendo en cuenta que todos los días lo hacíamos.

Aquel día, a pesar de todo, no me resultó tan complicado levantarme (pues siempre me resultaba muy complicado) y yo creo que se debía a que por fin iría a ver a mi familia tras tanto tiempo... y a que Kowalski se levantó de la cama, tiró de mí y me arrastró hasta el salón.

Al cabo de varias ruidosas y transitadas calles llenas de gente, coches, taxis y autobuses, llegamos al aeropuerto. Allí nos detuvimos a escuchar mientras Skipper y Kowalski trazaban un cuidadoso plan, que llevamos a cabo lo más rápido que nos fue posible.

Y el cuidadoso plan que habían construido, era ni más ni menos que meternos todos en un transportín de perro con un peluche de dicho animal, para tratar de <<pasar desapercibidos>>. Sin embargo, el plan pareció funcionar cuando, tras poner por el exterior del transportín: <<Con destino a España>> nos llevaron al avión que iba hacia allí. Y tras unos cuantos golpes y caídas debido al inepto que trataba de meternos en la zona de cargas del avión, acabamos entre maletas y bolsas que crecían esculpiendo cumbres dentro del avión.

Skipper se valió de la fuerza bruta, como siempre, para abrir la entrada del transportín y salimos para despejarnos un poco de aquel claustrofóbico espacio del que acabábamos de salir. Y después de salir, me di cuenta de que jamás pensé que acabaría dentro de una de esas cajas de plástico como si fuera una prisionera. Pero sonreí. Aquella era la única manera factible que habíamos encontrado para entrar en el avión.

Skipper.- Bueno —dijo poniéndose en jarras—, supongo que nos queda bastante viaje por delante, así que, ¿os parece bien una partida a las cartas?

Private.- ¡Sí!

Kowalski.- De acuerdo.

Rico.- M'apunto.

Entonces, Skipper extrajo de su espalda una baraja de cartas. Quedé perpleja.

Sarah.- ¿De dónde has sacado las cartas?

Skipper.- De uno de los cajones del laboratorio, ¿por?

Sarah.- Ah, no... por nada...

Me senté sin poder evitar mirar de nuevo la baraja de cartas que Skipper acababa de poner en el suelo, preguntándome cómo demonios la había llevado hasta allí, sin que Rico la vomitara. Era tan raro y tan inexplicable que consideré que no merecía la pena seguir autointerrogándome. Así que me uní a ellos, sin tratar de encontrar explicaciones científicas.

Por otro lado, en la serie que yo solía ver, todos hacían aquello, no debía ser tan inusual en ellos, ¿no?

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