Capítulo 2: Una verdad dolorosa.
"Mi Suk"
—¡Ma! Ya llegué. —Cerré la puerta detrás de mí y esperé a que mi madre respondiera desde uno de los cuartos. Sin embargo, el silencio fue el único que me respondió.
Confundida, avancé por toda la casa con el propósito de encontrarla. Al cabo de unos minutos las opciones se fueron acabando poco a poco y lo último que quedaba era su habitación, tal vez se hallaba durmiendo, como solía hacer la mayoría del tiempo, no obstante, mi sorpresa creció más al darme cuenta que su cuarto estaba en orden. La ventana estaba cerrada, pero las cortinas se mantenían sujetas en un nudo, permitiendo que la poca luz artificial del alumbrado público ingresara por medio del cristal.
Cerré la puerta y caminé por el pasillo hasta llegar a la cocina. A estas alturas ya no me debería de sorprender lo que hiciera con su vida si con cada pelea que pasábamos la distancia entre nosotras era más grande. Ni si quiera sabía si mantenerme despierta hasta que llegara o simplemente irme a dormir, de todas maneras, ya se me había quitado el apetito.
En eso, mi celular comenzó a sonar, rápidamente lo saqué el bolsillo de mi pantalón y miré la pantalla con la esperanza de leer el nombre de mi madre, pero esa fe desapareció al ver que se trataba de un número desconocido. No sabía si lo más adecuado era contestar, y más porque ya era de noche y me daba un poco de miedo de que se tratara de algún estafador.
Tragué duro al momento de que mi pulgar acariciaba la tecla de contestar, ¿y si se trataba de mi madre? ¿y si se había metido en problemas y lo único que le quedaba fue marcarme desde el celular de un extraño? No, no podía ocurrir algo como eso si a todos lados llevaba su teléfono. Pero, ¿Y si no tenía crédito?
Asustada, presioné el botón y me llevé el pequeño aparato hacia mi oreja, queriendo escuchar la voz de mi mamá y saber que se encontraba bien.
—¿Hola?
—¡Mi Suk! —Mencionaron desde el otro lado de la línea. Mis hombros se relajaron al identificar la voz. —Pensaba que ya no me ibas a responder, ¿por qué tardaste tanto?
—Lo siento, pero ya sabes que no contesto números desconocidos.
—Ah, sobre eso. —Rió un poco. —Este es mi nuevo número, así que guárdalo.
Su voz sonaba divertida, sin embargo, mi rostro se había transformado en una reacción de confusión.
—¿Qué le paso al antiguo?
—Lo rompí ayer cuando estábamos bebiendo, ¿no lo recuerdas?
No, no recordaba nada.
—Aun así... —Decidí cambiar de tema. —Pensé que tu madre estaba enojada, y si no estoy equivocada, no entiendo por qué te regaló un celular. Es como si ella te estuviera dando un regalo de felicitación.
—¿Felicitación? —Volvió a reír. —Lo hizo para tenerme vigilada, me dijo que activara el GPS cuando este fuera de la casa y que me marcaría a cualquier hora. Pero bueno, al final de todo podré ver mis redes sociales.
Sabía que mi celular no era como los de estos tiempos, porque desde mi punto de vista no era prioritario gastar tanto dinero si solo lo necesitaba para hacer llamadas y mandar uno que otro mensaje.
A veces miraba a los demás y presenciaba su felicidad al poseer uno de estos aparatos, a pesar de que nunca he sido tan fiel a ellos, en ocasiones me entraba la curiosidad de saber cómo sería pasarse toda una tarde viendo algunos videos, darle me gusta a ciertas publicaciones o incluso, tener interacción con personas de todo el mundo. Tal vez, en un futuro no muy lejano algún día sea capaz de experimentar aquello.
—Por cierto —habló luego de unos segundos. —¿Qué harás mañana?
—Supongo que nada, ¿por qué preguntas?
—Bueno, quería saber si mañana querías salir un rato, tal vez podemos caminar un poco y después ir a comer tteokbokki.
—Suena bien, te veo mañana.
Sun Hee se despidió y la llamada se cortó. Inmediatamente el silencio inundó toda la casa, llegando a mí, el recuerdo de mi madre.
Presioné un par de botones con rapidez y esperé en la línea. Tal vez marqué otras tres veces con la única esperanza de que mi mamá contestara, pero esto nunca fue posible.
A veces una pequeña voz se llegaba a escuchar en el interior de mi cabeza, diciéndome que no debería de preocuparme porque el interés no era reciproco, sin embargo, siempre terminaba haciendo lo contrario.
Rendida, suspiré cansada y me dirigí a mi habitación. Solo espero que no llegué demasiado tarde.
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Algo de incomodidad llegó a mi persona, fruncí el ceño para después cubrirme con las sábanas, desconocía que hora era, pero suponía que ya era un poco tarde como para que mi cuerpo sintiera un calor insoportable al cabo de unos minutos, tanto, que ni siquiera lograba respirar con normalidad.
Tenía entendido que mi ventana aportaba cortinas suficientemente gruesas como para que no entrara ningún rayo de sol, pero al abrir los ojos me di cuenta que no había ningún rastro de tela colgando. Rápidamente me puse de pie y me acerqué al cristal para confirmar que ningún pervertido estuviera del otro lado.
Las preguntas empezaban a surgir, no obstante, la inquietud creció más al recordar lo de la noche anterior. Mis pies se movieron por la habitación hasta llegar a la cocina, teniendo la mentalidad de que mi madre estuviera ahí preparando el desayuno, o incluso, en la pequeña sala mirando cualquier programa.
Pero conforme iba avanzando nada se lograba escuchar y cuando mi cuerpo se detuvo al darme cuenta que mi mamá no se encontraba en ninguna parte, un extraño sentimiento de vació comenzó a crecer desde mi pecho.
Las veces que llegaba a pasar esto (referente a que ella saliera por la tarde) al día siguiente lograba verla por aquí, en ocasiones, al preguntarle en donde estaba me respondía, pero la mayoría del tiempo solo evitaba la pregunta para decirme que no me metiera en sus cosas. Sé que ella tiene el derecho de hacer lo que guste con su vida y que debería acostumbrarme a las decisiones que llegue a tomar, sin embargo, debido a experiencias pasadas no podía evitar que mi preocupación hacia su persona no estuviera presente.
—¡Pasa, ella debe de estar en su habitación dormida!
Mi cuerpo se paralizó al escuchar aquella voz tan conocida, tal vez culpaba a mis nervios debido a las terribles imágenes que empezaban a surgir desde mi cabeza, pero no quería que lo anterior se tratara de una alucinación auditiva.
La puerta se escuchó detrás de mí y opté por girar sobre mis talones, con la esperanza de verla ahí de pie.
—Oh, Mi Suk —dijo alegre. Se quitó el calzado e ingresó con un par de calcetines color negro. Estos tenían un diseño de estrellas. —Tú mamá me dijo que estabas en tu habitación dormida.
—Me acabo de despertar. —Reí nerviosa. —Anoche no pude dormir muy bien, así que... Aun me siento un poco atontada.
De pronto, su expresión cambió, parecía estar pensando. —No dudaría que ese problema de sueño esté relacionado con tu mamá, cuando llegue... bueno, no se le veía muy contenta.
—Ella piensa que tú me emborrachaste.
—¡¿Que?! —gritó asustada. —Eso no es cierto, si te emborrachaste fue por tu propia decisión. Hasta recuerdo cuando dijiste que solo serian unas copas, pero después.... Todo se salió de control.
Suspiré cansada y dejé que mi espalda se apoyara en la pared de la cocina, Sun Hee tenía toda la razón, el hecho de emborracharme fue decisión propia, no obstante, quería poner de justificación que solo lo hacía porque deseaba tener una divertida experiencia, así como cualquier joven que sale de fiesta a divertirse.
Por otro lado, la realidad era una situación que me quemaba el pecho y aunque el alcohol no soluciona todos mis problemas, quise hacerme a la idea que tal vez, eso llegaría a funcionar.
—Mi Suk. —Levanté la mirada, encontrándome con la expresión seria de mi amiga. Ni siquiera me había dado cuenta que mis mejillas estaban empapadas si no fuera porque Sun Hee me ayudo con la manga de su suéter. —Me tienes que decir que fue lo que viste aquella noche.
"Young Soo"
"—Young Soo. —Su mano tomó la mía, haciendo que apartara la mirada de algo que ni siquiera tenía que existir. —Quiero que te cases."
Aquellas palabras aun no lograban salir de mi cabeza, después de eso tuvimos una pequeña discusión y para evitar que eso se agravara decidí irme a mi habitación. Ahora, en la mansión existía un terrible ambiente, ni siquiera podía permanecer en el mismo sitio que mi abuela porque tenía el miedo de que ella volviera a tocar el tema.
Y en mi oficina, esperaba que el recuerdo de la noche anterior desapareciera debido al intenso trabajo que me tocaba realizar, sin embargo, en estos momentos ya ni siquiera sabía si fue una buena idea venir a la compañía.
La frustración crecía cada vez que miraba el reloj de mi muñeca, llevaba alrededor de cuatro horas encerrado en mi oficina, pero sin tener algún avance de mi trabajo. Cansado, cerré la pantalla de mi laptop y empecé a guardar algunos papeles en mi maletín, necesitaba salir y distraerme en otras cosas.
Cuando estaba a unos pocos pasos de llegar a la puerta, esta fue golpeada un par de veces, mi cuerpo se detuvo unos segundos debido al sonido inesperado, pero al final de todo permití que la persona que se encontraba del otro lado siguiera.
—¿Jefe? —Preguntó un poco confundido. —¿Ya se iba?
—Sí, lo que pasa es que... no me puedo concentrar en el trabajo y durante toda la mañana no me ha dejado de doler la cabeza.
—Si no es mucha molestia, ¿podría saber la razón?
Lo miré en completo silencio, pensando si lo mejor para mi persona sería hablarle con toda sinceridad, tal vez, al escuchar el consejo de alguien más me llegaría a ser de ayuda para que esta situación termine. Después de todo, aparte de ser mi empleado podría considerarse como el único amigo que tengo.
—Si quiere, puede ir a sentarse mientras le consigo una pastilla para el dolor.
—No te preocupes, ya se me pasara. Cierra la puerta.
Me giré sobre mis talones y empecé a avanzar hacia el sillón individual, escuché como mi asistente hizo caso a mi orden para después avanzar hacia la pequeña sala, tomando asiendo en el sillón opuesto.
—Tae Sung, lo que te diré a continuación, no quiero que se lo comentes a nadie más, esto se debe mantener en secreto.
—Está bien, jefe, a partir de aquí seré una tumba.
Me moví un poco incomodo sobre mi asiento, buscando cuales serían las palabras correctas para empezar.
—Mi abuela me pidió que me casara.
Los ojos del chico se agrandaron mientras que su mandíbula caía poco a poco, puede que haya sonado un poco inesperado, pero sentía que no era para tanto como para que su rostro se transformara en una expresión tan poco común.
—¿Eso quiere decir que aceptara?
—Por supuesto que no —contesté de inmediato. —Cuando me lo dijo no dude en negarme y por supuesto, a ella no le gustó mi actitud.
—¿Y qué piensa hacer?
—Aún no lo sé, pero si no pienso en algo, mi abuela seguirá con el mismo cuento.
El silencio reinó en el lugar, poniéndome cada vez más nervioso ante los posibles pensamientos que llegaban a surgir en la cabeza de mi Tae Sung. Supongo que en ese instante estará pensando que soy un completo idiota al no saber cómo controlar mis propias decisiones.
—¿Y si...?
Rápidamente lo miré, esperando que siguiera con su frase.
—¿Qué cosa?
—¿Y si se da la oportunidad de conocer a alguien?
—No podría... Todas esas chicas deben conocerme, no podría casarme si ni siquiera siento amor. No quiero que nadie salga herido solo por complacer las ideas de mi abuela. Además, siento que no estoy preparado para tener una relación.
—¿Y si contrata a una chica que se haga pasar por su pareja?
Ahora los papeles se habían invertido ya que mi cara estaba sumergida en la sorpresa, ¿cómo podía proponerme tal cosa? no es como si esta situación se tratara de una telenovela o incluso, un juego de niños. Todo podría salirse de control y dado a eso, unas terribles consecuencias llegarían a nuestras vidas.
—No sería mala idea que existiera un contrato... si usted lo desea, puedo ayudarlo con la redacción.
—Pero, eso es muy riesgoso, si mi abuela me ve con una chica estará más emocionada para que la boda se adelante.
—Escuche. —Paso sus manos por la tela de sus pantalones, como si él estuviera más nervioso por la situación. —La chica que usted llegue a contratar irá a cualquier evento social en su compañía, ambos engañaran a todos de que son la pareja perfecta y su abuela estará muy feliz de que su nieto por fin encontró el amor.
—Es una tontería. —Reí sin ganas.
—Tal vez... el tema de la boda no sea para tanto y simplemente ella quiera conocer qué clase de gustos tenga.
—Digamos que acepto, encuentro a la chica indicada, hace su trabajo como mi novia, ¿y después? ¿qué haremos?
—Podríamos hace un contrato de... no sé... tres o seis meses, y luego de eso le dice a la señora que cortaron. Su corazón estará tan roto que ni siquiera querrá pensar en otro noviazgo, eso podría salvarlo durante algunos meses.
Aunque su plan sonara como si fuera sacado de una caricatura, en ese instante (ante la desesperación) me debatía si lo correcto era confiar en sus palabras.
"Mi Suk"
—¿Domingos? —dijo Sun Hee, con un tono de confusión. —Pero es tu día de descanso.
Ambas íbamos caminando por la banqueta, los vehículos pasaban a un lado de nosotras y algunas tiendas parecían estar abiertas. El clima era agradable como para ir a dar un paseo.
—Lo sé, pero por la temporada las ventas han subido, entre atender a los clientes, llevar los pedidos a domicilio, limpiar y cocinar, es complicado que solo lo manejen dos personas.
—Entonces... ¿aceptaras?
—Tengo que hacerlo, Jae Soon me lo pidió.
—¿Entonces solo descansaras los lunes?
—No estoy segura, aún no hemos tocado los detalles, pero... podría descansar los lunes. Entre más se acerque el fin de semana las ventas de pollo suben, así que es mejor estar juntos.
—¿Y Jae Soon no está contratando?
Giramos en una de las calles y entramos a una tienda de conveniencia, el lugar era amplio, refrescante y bien surtido, algunas de las maquinas del área de comida no dejaban de pitar, al parecer, uno de los empleados estaba rellenando todo tipo de alimentos, pero en especial, la máquina de café.
En cuanto cruzamos la puerta, una pequeña melodía sonó por todo el lugar, provocando que el cajero nos diera una amable bienvenida desde su puesto. Ambas agradecimos su atención.
—Tengo entendido que no, ¿por qué lo dices?
—Quiero empezar a trabajar —habló mientras caminábamos por uno de los pasillos, en especial el de los cereales y galletas. —Necesito un poco de dinero para solventar mis gastos.
—¿Gastos? ¿Qué clase de gastos?
Uno de sus brazos se elevó hasta llegar a una de las puertas del refrigerador, jaló y desde una incómoda posición agarró una de las botellas con agua.
—Ya sabes... Gastos de la universidad.
—¿Estás segura que se trata de eso?
Su expresión rápidamente cambió a una de nerviosismo, ambas sabíamos que ese cuento de "buscar trabajo" no solo se trataba de cubrir pagos de la escuela, sino más bien para pagar otros gustos personales.
—¡Agh! Está bien, para que te miento...
—No digo que estén mal tus planes. —Me moví hacia el penúltimo refrigerador y de allí saqué un refresco. Sun Hee me siguió en completo silencio —Pero no entiendo porque quisiste engañarme, no soy tu mamá como para juzgar tus decisiones.
—Lo sé... —dijo de mala gana. Ahora, nos dirigíamos a uno de los pasillos, tal vez, al de las botanas. —Pero a veces mi mamá se pone un poco exigente con el tema del dinero, al parecer no entiende que necesito comprar mis propias cosas. Además, también puedo ayudarla con algunos gastos de la casa.
—¿Y tú crees que a este punto tu mamá te dé permiso de trabajar?
Varias bolsas de frituras e incluso de panecillos estaban envueltos en sus brazos, no lo había pensado en dos veces cuando su cuerpo comenzaba a acercarse a la caja. Era como si... tuviera algún tipo de apuro, algo que ni siquiera tenía en claro porque lo hacía si aun contábamos con muchísimo tiempo.
Tras esperar un poco en la fila, llegamos hasta la caja registradora y dejamos todos los productos en el aparador, inmediatamente el hombre comenzó a cobrar.
—La verdad es que no, pero tiene que aceptarlo, tiene que entender que ya no tengo cinco años y que mi vida restante no estará por siempre a su lado.
En eso, tomó algunas barras de chocolate, paletas y gomas de mascar para luego ponerlas al lado de las demás bolsas.
—Oye, ¿no crees que es mucha chatarra? Te puede hacer daño.
—Estaré bien, no te preocupes, tengo estomago fuerte.
No dije nada más y me hice a un lado para que Sun Hee terminara de pagar. Al final de todo, ella se había ofrecido a pagar por las botanas, a pesar de que hace unos minutos me había comentado su situación con el tema del dinero.
Mis pies empezaron a moverse en forma de juego mientras miraba a nuestro alrededor, nada parecía ser de mi interés hasta que mis ojos llegaron a la fila de personas que se encontraba detrás de nosotras. Mi sorpresa se hizo grande cuando noté que un par de hombres no paraban de murmurar entre sí, quise hacerme a la idea que solo hablaban de cualquier cosa, sin embargo, la manera que nos veían me resultaba un poco extraño e incómodo.
Esperé algunos segundos para después mirarlos de nuevo y comprobar que estos no siguieran hablando sospechosamente, pero al parecer la espera en la fila se volvió mucho más larga y aun así ese par de pervertidos no paraban de vernos y señalarnos sospechosamente.
No podía tener más paciencia, así que empecé a maldecir y hacerles señas para que se fueran a la siguiente caja, por suerte, la vida estaba de mi lado y la mujer que se encontraba delante de ellos se marchó, permitiendo que el siguiente cliente pudiera realizar su pago.
—¿Y si vamos a la barra? El aire acondicionado está muy bien en ese sitio. No quisiera salir y empezar a sudar.
—Está bien, yo te sigo...
Parecía que Sun Hee no se había dado cuenta de lo que había pasado hace un par de segundos y no sabía si eso era bueno o malo porque no quería topármelos más adelante.
Nuestros pies se movieron hacia el otro lado del local y al llegar a la barra, ambas tomamos asiento. Las tres bolsas con comida quedaron frente a nosotras, ocupando gran parte del espacio.
Tal vez, ni siquiera había pasado medio minuto cuando las manos de mi amiga se movieron con velocidad para retirar la envoltura del primer chocolate y en cuanto dio el primer mordico, su expresión había cambiado a una de satisfacción.
—Me hacía tanta falta esto. —Rió un poco para después limpiarse los dedos. —Mi mamá me prohibió comer golosinas, pero lo que ella no sabe es que cuando estoy fuera de casa siempre termino comiéndome uno de estos.
No respondí, en cambio, me mantuve con la mirada hacia el frente, viendo como los vehículos y personas de movían de un lado a otro. Quizas, teniendo muchos problemas que solucionar, pero, aun así, eran capaces de salir de sus hogares para luchar con sus propios tormentos.
—Desde la mañana te noto muy seria, acaso... ¿es algo serio?
—Me enteré que mañana sale la convocatoria para ingresar a la universidad, ya sabes, exámenes y fechas importantes. Pero creo que no le podré echar un vistazo.
—Si quieres te la paso, puedo mandarte una foto.
Mi vista cambio hacia ella, no sabía si lo que había dicho se trataba de una broma, pero eso no me traía ninguna gracia. Luego, ella rio un poco nerviosa.
—Lo siento, lo olvidé.
—No importa, puedo conseguirla por mi misma.
—Mi Suk. —Hizo una pequeña pausa, ganando una vez más mi atención. —¿Qué sucede? No me gusta que estés así.
—No es nada, ya te lo había dicho, solo... estoy baja de ánimos.
Estaba claro que si me ponía a dar detalles las ganas de llorar me ganarían y en ese momento no quería ser vulnerable en frente de tanta gente desconocida. Tenía que evitar cualquier momento que me incomodara porque el recuerdo me perseguiría por el resto de mi vida.
—Entonces, si esa es la cuestión, yo sé que te puede subir esos ánimos. —Su voz sonaba divertida, haciéndome dudar si lo mejor era preguntar sobre su misteriosa idea.
—¿Qué cosa?
—Tal vez... deberías tener un novio.
—¿Qué? —Reí sin ganas. —Tener un novio no hará que mi vida sea solucionada.
—¿Qué tan segura estas si nunca has tenido uno? —Preguntó de manera infantil. Fruncí el ceño cuando su cara estaba demasiado cerca de mí, como si quiera saber qué es lo que estoy pensando en esos momentos. —Ni siquiera has dado tu primer beso.
—Si quieres puedes gritarlo más fuerte, al parecer la gente no te alcanzo a escuchar.
—No te atrevas a retarme porque sabes que soy capaz de hacerlo.
Es cierto, cada vez que hablaba con ella tenía que ser cuidadosa con mis palabras, así que cualquier bobería que llegara a salir de mi boca, sería capaz de tomárselo muy en serio.
—Solo bromeaba...
—No te preocupes, aun así, no pensaba en hacerte caso. —Reí mientras me levantaba de mi asiento, provocando que la mirada de Sun Hee no se despegara de mí. —Vamos, aún tengo que comprar tu tteokbokki.
Mis manos agarraron las demás bolsas y con la intención de salir de aquella tienda de conveniencia empecé a dar pequeños pasos, sin embargo, la mano de mi amiga se aferró a mi antebrazo, dejándome con algunas preguntas en la mente.
—Mi Suk, dime una cosa.
En eso, sentí como su cuerpo se levantaba en completo silencio. Permitiendo que el ambiente se tensara con los segundos que pasaban.
—Aquella noche que nos embriagamos... ¿decidiste tomar porque querías olvidar el recuerdo de tu madre con aquel hombre?
HyunJack.
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