Capítulo 5

Hospital Central de Tokio. Uno de los mejores hospitales de Japón que incluso llegó a crear una sección "privada" para los usuarios de la energía maldita. La asociación de Jujutsu no era conocida por el resto del mundo. Nadie sin esta energía o que tuviera una maldición podía conocer sobre la organización de hechiceros. Sin embargo, aunque el líder del país no poseyera este don, sí sabía sobre su existencia. Era el deber de todo líder proteger a su pueblo y eso ligó el cargo de presidente a la existencia de la asociación, algo que se mantuvo en secreto y dentro de un círculo mínimo de personas.

Los hechiceros eran tratados como los "hombres de negro" de Japón. Llegaban al lugar del incidente, visualizaban la amenaza y tomaban el control de la situación llegando, en muchas ocasiones, a mandar sobre simples empleados del gobierno, quienes observaban a chicos de quince años siendo colocados sobre ellos. Debido a esto y su trabajo, durante la existencia de los hechiceros, desde su formación, los líderes del país tomaron constancia de las heridas, de las lesiones que estos hechiceros podían tener durante sus enfrentamientos y que podrían llevarlos a una muerte segura. Muchas de las lesiones constaban solo de huesos rotos o músculos desgarrados, tal vez piel cortada. Otras lesiones estaban ligadas a las maldiciones de los hechiceros, a sus poderes. Siendo este el caso, dichos hechiceros se veían a veces recluidos en sus hogares o en habitaciones especiales en los hospitales habilitados para los hechiceros, separando a estos de las escuelas.

Si un ataque llegaba a alguna de las dos escuelas de Jujutsu, los lesionados serían los primeros en morir. Fue esta una de las causas que hizo a los gobernantes habilitar las secciones "privadas" dentro de los hospitales para permitir que los hechiceros en estado "vegetativo" estuvieran protegidos, cubiertos. Por supuesto, esta información se mantuvo en secreto por cientos de años y solo los viejos y algunos dignatarios conocían sobre este pacto.

Ningún hechicero (a menos que tuviera un familiar en un estado comatoso) conocía sobre esta situación. Las cabezas de los Tres Clanes eran un caso distinto, por lo que Satoru conocía de dicho pacto, información que extendió a su ahijado cuando Tsumiki cayó en aquel estado de coma a causa del enfrentamiento con Geto.

―Ella ha permanecido así desde hace un año...desde el enfrentamiento con ese bastardo.

El Desfile Nocturno de los Cien Demonios. Hacía un año, un ex hechicero de la escuela de Tokio, un clasificado Grado Especial, declaró la guerra al mundo del Jujutsu. Lanzó un ataque en conjunto contra las escuelas de Tokio y Kioto, obligando a los hechiceros a pelear contra sus maldiciones. Este hechicero era conocido por el nombre de Geto Suguru, mejor amigo de Gojo Satoru, un hechicero con una maldición extraña que lo hizo colocarse como un enemigo temible para el mundo de la hechicería. Queriendo encontrar el poder infinito y obtener eso para sí mismo, Geto atacó la escuela de Tokio mientras sus compañeros y maldiciones peleaban contra los hechiceros enemigos.

Para suerte del mundo mismo, Geto fue asesinado.

Derrotado por dos estudiantes, Geto finalmente dejó el mundo con un último suspiro, con unas últimas palabras para los oídos de su mejor amigo Satoru y que el profesor agradeció, dándole al hechicero descarriado una última sonrisa, el perdón que Geto necesitaba en el momento.

Liberar un ejército de maldiciones, tuvo su efecto negativo para el mundo.

Personas a lo largo de Japón entraron en un estado vegetativo, de coma. Personas sin conocimiento de la energía maldita, cayeron en coma y fueron trasportadas a los hospitales, a las zonas "privadas" habilitadas para dichos casos. Una de esas personas fue Fushiguro Tsumiki, hermana mayor de Megumi, un usuario de energía maldita.

―Él está muerto y la maldición es inamovible. Incluso Gojo no ha podido quitarla.

Este tipo de maldiciones eran conocidas como Maldiciones Celestiales, un tipo de maldiciones que causaban una lesión demasiado grave en el cuerpo de su portador hasta el punto de que no podría moverse. Según el usuario de energía maldita, la maldición actuaba de un modo u otro. En la ocasión de Tsumiki, esta maldición la obligó a permanecer en coma, postrada en cama.

―...

Fue un momento duro para tres personas.

Gojo Satoru fue constituido como tutor legal de los Fushiguro, por lo que se vio en la obligación (tras su promesa) de hacerse cargo de la adolescente y no solo del chico. No fue algo que le importó demasiado. Hacerse cargo de dos niños no haría una enorme diferencia y prefería mantener a los hermanos juntos. A pesar de su actitud despreocupada, Satoru sentía lástima e importancia por el caso de Tsumiki.

Fushiguro Megumi se convirtió en hermanastro de Tsumiki cuando su padre (un hechicero) se casó con la madre de Tsumiki. Siendo un joven retraído y ligeramente problemático, no encontraba el motivo de la sonrisa de Tsumiki por más que la miraba, por más que intentaba comprender su actitud tan brillante. Esto, por supuesto, no tuvo que impacto en sus sentimientos. A pesar de las diferencias entre él y su hermana, cuando Tsumiki cayó en aquel estado, se sintió extraño, malhumorado hasta el punto de no saber expresarse por completo en sus combates, con sus amistades y compañeros.

Uzumaki Naruto fue el tercero en verse afectado por el estado de la chica. Habiendo llegado a la vida de los Fushiguro debido a su relación de ahijado con Satoru, quien resultó ser el padrino del muchacho. Debido a este trato familiar, Naruto llegó al hogar de los Gojo cuando su madre murió, dándole la tutela a Satoru. Con la convivencia, Tsumiki se convirtió en un pilar importante en la vida del muchacho. Tanta fue la cercanía entre los dos, que estuvieron a punto de convertirse en pareja.

Los tres estuvieron durante trescientos sesenta y cinco días buscando una solución. Megumi estudió cada uno de los libros de la biblioteca de la escuela y de la casa de su tutor. Satoru movió sus hilos, encontrándose con una pared completamente inamovible para él. Naruto, viajando hasta Estados Unidos junto a Okkotsu Yuta, buscó algún modo de revertir la maldición sobre su amada. Ninguno de los tres hechiceros pudo encontrar una solución a la situación.

Y ahora se veían obligados a ver a la chica postrada en la cama, con los ojos cerrados y su cabello de chocolate extendido por la almohada, cubriendo el blanco de esta con un tono oscuro en contraste.

―No pude encontrar un modo de revertir esto.

El hechicero rubio no habló sobre su propia Técnica Maldita. Tenía la solución den las manos. Podría revertir la maldición de Tsumiki, pero hacerlo en su estado actual podría ser perjudicial tanto para él como para ella. Y aunque podía verse morir así mismo, no era alguien que podía ver morir a una persona importante para él. No cuando ni siquiera tuvieron una oportunidad para estar juntos.

―Ni siquiera en Estados unidos, ¿eh?

Megumi perdió a su hermana tras el Desfile. La maldición la puso en aquel estado poco después del final del enfrentamiento entre Suguru y los hechiceros de Tokio. Estando con ella, vio cómo se desvaneció, como cayó al suelo con un golpe seco y sin responder a su voz. Lo vio de frente, en primera persona. Y no pudo hacer nada para salvar a una persona importante para él.

Recientemente, tras una misión de Grado Especial, un estudiante de primer año perdió la vida. Por segunda vez no pudo hacer nada por alguien cercano. Siendo hechicero, vio la muerte varias veces, pero nunca llegó hasta un hechicero joven. Probablemente el primero (que él supiera) había sido su compañero de equipo.

―Solo podemos mirar, ver como descansa plácidamente.

El Uzumaki miró el lado bueno de la situación. Tsumiki estaba sumida en un constante sueño eterno, un estado de coma del cual no saldría hasta que la maldición fuera removida. Estando en ese estado, Tsumiki estaba fuera de peligro. Ninguna maldición podría acercarse y, a menos que el hospital se cayera, estaría fuera de peligro de cualquier accidente, aunque ella tuviera que comer a través de una vía intravenosa.

―Descansar. Es tan irónico. Nosotros somos los hechiceros y ella es la que se ve afectada por nuestras acciones. La gente normal es la que sale lastimada.

―Debido a nuestra sensibilidad sobre la energía maldita, somos menos recíprocos a recibir maldiciones que nos dejen en este estado―el silencio de la habitación solo era roto por la conversación y por los pitidos de las máquinas, los cuales ocultaban el ligero sonido de la respiración de Tsumiki―. Viajé desde el norte al sur de américa. Por más que lo intenté, ningún libro que encontré trataba sobre remover maldiciones de este tipo. Y lo busqué por cada rincón.

Cuando conoció a Satoru, Naruto no estaba consciente de su potencial como un hechicero, de su Técnica Maldita y de la maldición que recaía sobre su familia. Esta fue una de las causas por las que viajó hacia Estados Unidos, siendo la compañía de Yuta durante su formación en el extranjero, lo que le dio la oportunidad de aprender mucho más sobre la energía maldita, sobre las maldiciones y las técnicas. Buscó hasta por debajo de las piedras, llegando a comprender más sobre sí mismo y sobre su familia.

El clan Uzumaki, un clan de onmyoji que se remontaba hasta el nacimiento del Rey de las Maldiciones. Un punto en la historia que llevó al declive del clan, de todos los hechiceros dentro del mismo. Actualmente solo Naruto ostentaba el título de onmyoji siendo la representación de su familia, de su clan. Y el clan escondía muchos secretos; secretos que el joven intentó desentrañar obteniendo así la comprensión sobre la Técnica Maldita con la que fue maldecido; una técnica que le daría la posibilidad de deshacer la maldición de Tsumiki y despertarla.

Algo peligroso y para lo que aún no estaba listo.

―Lo sé―Fushiguro Megumi mantuvo los ojos sobre su hermana. Su rostro seguía plácido, con los ojos cerrados. Era la imagen completa de un ángel, una visión hermosa que podría ser retratada si no fuera causada por una trágica situación―. No debes disculparte, Naruto. Entiendo lo importante que mi hermana es para ti. Sé qué harías todo por ella hasta el punto de la exasperación.

"Hasta el punto de la misma muerte, Fushiguro".

Aquellas palabras circularon por la mente del hechicero de cabello dorado y no salieron de su boca por más que hubiera querido decirlas. Era un hechicero. Sus maestros lo entrenaron para soportar el momento de su muerte. ¿Pero lo entrenaron para morir por amor? Mei Mei era una amante del dinero. Los viejos amaban su propio interés, su enorme ego. Satoru era lo más cercano a alguien normal, pero no lo veía capaz de "morir" de ninguna de las maneras convencionales.

Nadie le enseñó sobre morir por amor y, sin embargo, estaba completamente dispuesto a morir por Tsumiki, a dar su vida porque ella pudiera vivir.

―Pero tengo fe. Pronto ella se levantará. Lo presiento.

Un evento podría despertar a Tsumiki. Él podría revertir la maldición. Había vuelto justo para eso. Esa era su misión, su objetivo por encima de todo lo demás.

―Eso espero.

Ambos jóvenes miraron la tendida figura de Tsumiki. Se veía plácida, calmada, como un ángel en la Tierra.

―Eso te lo aseguro.

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