Capítulo 4

Gojo Satoru miró a su ahijado mientras se mantenía sentado en su enorme silla detrás de su preciado escritorio. Aquel no era su despacho, si no del director Yaga, quien estaba reunido con el director del instituto de Kyoto momentáneamente. Siendo como era, tomó el despacho para el pequeño reencuentro con su ahijado tras casi un año sin él. Naruto, así como Yuta, se había mantenido en un pequeño contacto con él a través de cartas, siempre manteniendo el contacto a lo mínimo para que no lo relacionaran directamente con él. Dentro de las altas esferas de Jujutsu era mejor siempre estar del lado de los viejos. Nunca se sabía lo que estos podían hacer.

Él mismo aconsejó tanto a Naruto como a Yuta que mantuvieran el contacto limitado y que las veces que le escribieran, sus mensajes fueran ligeramente cifrados, con preguntas banales o información insignificante. Desde el suceso de hacía un año, la comunidad se había puesto ligeramente nerviosa, haciendo movimientos y buscando lealtades entre los suyos, así como el movimiento de los Tres Clanes. Por supuesto, él se negó a todo lo que implicara la participación de los ancianos. Era el único miembro de la familia Gojo, la familia más poderosa e influyente del mundo actualmente gracias a su Técnica Maldita. Sabía perfectamente que los ancianos no lo obligarían a hacer nada, que no le harían romper sus juramentos o a hacer algo que él no quisiera hacer.

Por eso mismo mantenía a sus estudiantes, sobre todo a Yuta y Naruto, con un perfil bajo, que pareciera que seguían las normas del Jujutsu, que estaban bajo la voluntad de los ancianos. Pero con la muerte de Itadori, todo se había tambaleado en el mundo, así como la aparición de maldiciones de grado superior con inteligencia y mucho más poder, algo que cambiaba el balance lentamente hacia un lado.

Y él era el equilibrio.

Gojo respiró hondo y levantó la cabeza. Los ancianos eran simples viejos molestos y hasta que no tuvieran una mano ganadora no harían nada en su contra o en contra de sus alumnos. Por el momento Yuta y Naruto estaban a salvo, aunque si su plan salía bien el contenedor de Sukuna sería una diana andante.

―¿Querías verme?

Gojo Satoru miró hacia Uzumaki Naruto, siempre con la venda cubriendo sus dos ojos cristalinos. Siempre mantenía sus ojos ocultos, o bien con la venda o bien con las gafas de sol que usaba cuando no estaba en su papel de profesor.

―Aw, no gruñas tanto. ¡Toma asiento! ¿Quieres té? ¿Pastelitos? Yaga tiene unos buenos pastelitos ocultos por aquí. Se los vi esconder el otro día. ¿Dónde los habrá metido?

Satoru se levantó y comenzó la búsqueda de los pastelitos preciados de Yaga. Su ahijado se mantuvo unos segundos más en la entrada, observando como su padrino no había cambiado absolutamente nada. Pero así era Gojo Satoru y no se le podía cambiar.

―¿Por qué no miras detrás de los libros?―Naruto tomó asiento frente al escritorio. Cruzó la pierna derecha sobre la izquierda y señaló hacia la pequeña estantería de aquella habitación―. Seguro que Yaga los ha ocultado detrás de esos aburridos libros.

Satoru parpadeó unos segundos y después siguió la recomendación de Naruto. Dio un par de zancadas hasta que se situó frente a la estantería y comenzó a rebuscar.

―Has crecido unos centímetros. Incluso tu cuerpo ha cambiado―señaló el profesor mientras removía un libro.

―Por supuesto que iba a cambiar.

Durante su año en Estados Unidos, dedicó todo ese tiempo a perfeccionar sus artes marciales, tomando algunas clases extra para pulir algunos de sus movimientos. Mei Mei lo ayudó a entrar en el mundo del Jujutsu, pero era cosa de él perfeccionarse para seguir en aquel mundo y mejorar sus habilidades físicas era un punto muy favorable para ello.

―Ya veo, ya veo. ¿Karate?

―Artes Marciales Mixtas.

Nunca se guio por un solo estilo de combate y siempre prefirió hacer una combinación de varios estilos, adoptando los puntos fuertes de cada uno para mejorar su cuerpo. El yoga y el taichi ayudaron a mejorar su mente más que su físico y sus tiempos de meditación le ayudaron a mantener todo aquello bajo control. Actualmente podía utilizar la Energía Maldita a un grado completamente superior a lo que lo haría un hechicero normal, no solo por ser un Uzumaki o por su Técnica Maldita.

―Bien, bien. ¡Eso suena divertido!

Una pequeña bolsa colgaba de la desnuda mano del profesor. Satoru sonrió cuando sus dedos se cerraron sobre la doblez de la bolsa y pudo sacar aquella bolsa.

―¿Pastelitos de limón?

Naruto parpadeó ante la vista de aquellos pastelitos.

―Dos, por favor. Estos de limón me traen recuerdos...

La bolsita con pastelitos cayó sobre la mesa de té. Con arte, el profesor colocó una bandeja con una tetera y unos vasos. Naruto miró como su padrino tomó por el asa la tetera y comenzó a servir el té.

―Dos terrones de azúcar para cuando termines.

―Nunca cambias.

El silencio se hizo en el despacho de Yaga. Alumno y profesor mantuvieron, por varios segundos, aquel ambiente calmado mientras tomaban el pequeño refrigerio.

Fue Naruto quien rompió el silencio, manteniendo la taza en su mano derecha.

―Sobre la Vasija de Sukuna. He oído que el chico finalmente murió tras una misión desastrosa que se transformó en rango especial...

―...

―...pero te conozco lo suficiente. ¿Realmente está muerto?

Sukuna era el Rey de las Maldiciones. Se consideraba una maldición de rango especial por su alta peligrosidad, por el número de hechiceros que serían necesarios para eliminarlo. El Desfile Nocturno de los Cien Demonios quedaría como algo irrelevante si Sukuna resurgiera. Alguien de ese calibre, no dejaría morir a su huésped.

―Despertó hace poco, un par de días atrás―no hubo mentira en aquellas palabras. Detrás de la venda, los azules ojos de Satoru jamás abandonaron los de su ahijado―. Al parecer Sukuna lo "resucitó".

―Un "pacto". El chico estaba muerto―atravesado por el corazón. Eso era lo que había en el informe que los ancianos le hicieron llegar―. Esto no va a gustar a los viejos, hombre.

El consejo de hechiceros de los altos mandos no estuvo contento cuando Sukuna renació, parcialmente, en el cuerpo de un adolescente. Ahora que dicho adolescente murió, estaban menos presionados por las circunstancias, más calmados.

―Ah, los viejos. Siempre andan con un rostro pasa. ¡Amargados!

Tres clanes de chamanes gobernaban el mundo del Jujutsu. El primero de esos clanes, el más importante, fue el clan Gojo. Gracias a la Técnica Maldita Ilimitada, los Gojo se mantuvieron como un referente, como un punto y aparte dentro de los hechiceros. Actualmente Satoru era quien mantenía calmadas a las maldiciones, siendo el punto de equilibrio entre ambos bandos.

―Sé que has hecho tus movimientos para mantener al chico a salvo. Lo has hecho sabiendo que nada pueden negarte―no estaba del lado de los ancianos. Podía decir que estaba del lago del mundo, de los humanos en general―. ¿Sabes lo peligroso que es Sukuna?

―¿Qué? Bueno tengo mi Técnica Maldita Ilimitada.

Infinito. Era una de las técnicas del Ilimitado. Crea una ilusión que crea la percepción de que el enemigo se detiene, que se ralentiza hasta jamás acertar al usuario y el golpe termina dando en dicho Infinito. Una técnica que, básicamente, convertía a su usuario en ingolpeable por nadie. Hacía que el combate fuera completamente unilateral.

―Infinito. ¿Sabes? He aprendido unos cuantos trucos con mi Técnica Maldita durante estos meses en Estados Unidos, Satoru.

―¿Oh? ¿Buenos trucos? Técnica Maldita: Unión Maldita. Eso es algo aterrador.

Unión Maldita. Dentro de las Técnicas Malditas del Jujutsu, esta precisamente era una que pocos o ningún hechicero pudo llegar a comprender por cientos de años desde la formación del Jujutsu. Perteneciente y hereditaria por los Uzumaki desde hacía al menos algo más de mil años, ahora solo el último miembro de este clan la poseía, algo que ni su madre o su padre quisieron para él. Sin embargo, al estar expuesto a la Energía Maldita, el chico manifestó finalmente esta técnica. Ahora, un año después de hacerlo por primera vez y comprender dicha maldición que estaba sobre su familia, Naruto ahora comprendía dicha técnica mucho mejor y podía usarla a dicha voluntad.

―Puedo "romper" tu infinito.

Una frase que heló por un segundo la habitación. La Técnica Maldita Ilimitada había sido el punto de diferencia entre los hechiceros y las maldiciones, aquello que mantuvo la paz entre ambos hasta cierto punto, pues las maldiciones eran maldiciones y los hechiceros eran hechiceros.

―¿Romperla?―el rostro del profesor se asomó por encima de su taza ahora vacía. El hombre depositó dicha taza sobre la bandeja. De una manera casual, cruzó la pierna derecha por encima de la izquierda―. ¿Qué es romper el infinito para ti, Naruto? Desde el nacimiento del clan Gojo, nadie ha podido romper el Infinito de la Técnica Maldita Ilimitada. Nadie.

Había algo que destacar de la Unión Maldita, algo que fue lo que hizo a los Uzumaki el cuarto clan y unas personas completamente peligrosas para cualquiera en el mundo.

―Unión Maldita. Estoy conectado con la energía maldita del mundo. No importa si es un hechicero o una maldición. Como si fuera un puzle, puedo descifrar el mecanismo de cada técnica maldita y deshacerla si así lo deseo. Puedo romper tu Infinito porque puedo romper tu Técnica Maldita Ilimitada.

Información valiosa y peligrosa. Muchos, a lo largo de los años, intentaron romper la Técnica Maldita Ilimitada de los Gojo y deshacer su Infinito para poder quitarlos de la cima. Clanes menores o mayores. Maldiciones que querían muertos a los Gojo. Incluso los ancianos intentaron todo por subyugar a Satoru.

―Eso...¿lo sabe alguien?

―Solo tú.

Aquello dio paso a otro punto para la guerra contra el ex hechicero. Si Geto sabía sobre la Técnica Maldita Unión Maldita, habría intentado tomar de su lado al último Uzumaki del mundo. Sin embargo, era algo descartable. Nadie sabía sobre la técnica. No había unos archivos que lo indicaran o unos pergaminos en Kyoto o Tokyo.

Obtener algo sobre la técnica era imposible a menos que sus usuarios lo consideraran oportuno. Y Satoru estaba agradecido con saber sobre la técnica de su ahijado.

―¿Se lo dirás al consejo?

El joven miró al mayor.

Durante años Satoru realizó diversas acciones que no hicieron demasiado felices a los miembros del alto mando del Jujutsu. Era algo que se gritaba a voces. A la mínima que los ancianos pudieran deshacerse del último de los Gojo, lo harían sin medir las consecuencias dese acto egoísta, algo que solo los aferrados al poder harían.

Un suspiro escapó de los labios del chico.

―No―negando, Naruto decidió usar aquella charla trivial para posicionarse en uno de los dos bandos actuales del Jujutsu en Japón―. Para todos los demás poseo algún tipo de manifestación de energía maldita. Es algo que mantendré hasta el momento oportuno. No es que los viejos sean de mi agrado, sinceramente.

Antiguos, los ancianos mantenían las reglas por encima de cualquier persona dentro del mundo del Jujutsu. El único que podía ir por una línea distinta era Satoru. Era esto lo que creó la fricción entre el miembro de los Gojo y los ancianos, creando un choque generacional que llegó incluso a las nuevas generaciones.

―Gracias por todo.

Naruto sonrió con burla.

―No las des. Necesito un par de favores y sé que tú puedes obtener todo lo que te propongas. Eras Gojo Satoru.  

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