Capítulo 16
Enfrentar a Ryomen Sukuna en la Era Heian se convertía en sinónimo de muerte asegurada. Se convirtió, a pesar de ser un humano, en un ser aborrecible, en un monstro peor que muchas maldiciones, alcanzando el grado especial. Fue apodado como el Rey de las Maldiciones durante la época dorada de la hechicería, logrando exterminar a clanes importantes de Jujutsu hasta que no quedó absolutamente nada de ellos, ni siquiera el recuerdo. Ryomen Sukuna obtuvo un poder inconmensurable que hizo temblar a cientos, miles de personas, convirtiendo la Era Heian en su propio momento de reinado del terror, dejando muertos por donde pasaba, demostrando su poder y su crueldad hasta el punto de ser sellado por los hechiceros. Era un monstruo que solamente diez o más hechiceros de primer grado o de grado especial podían detener, según las propias leyendas. Ningún hechicero de manera directa, salvo alguien realmente poderoso, debería haber podido hacer frente al Rey de las Maldiciones. E incluso hechiceros poderosos, ni siquiera deberían poder dañarlo gravemente.
Sukuna había obtenido el poder de un total de quince de sus veinte de vuelta, gracias a una maldición que lo quiso despertar y darle el control del cuerpo de Itadori. Con un poder tal, pocos hechiceros deberían haber podido hacerle frente, salvo Gojo Satoru por su técnica maldita y otros hechiceros con poderes similares. Sin embargo, un joven estaba de pie frente a él, sin herida alguna o daño demasiado visible más allá de unos cortes en su ropa, con los ojos clavados en él y la sangre goteando de sus manos. Pero no era sangre del chico, si no suya. Con cada golpe que le dio, daño una parte de su cuerpo, dejándole restos de sangre en el rostro. Su nariz había sido destrozada, así como algunas costillas que perforaron uno de sus pulmones. Pero aquello no debería estar pasando, no al menos que no fuera contra Gojo Satoru.
"¡¿Entonces por qué este mocoso me está dañando y yo a él no?!"
La rabia se fue acumulando dentro de Sukuna durante todo el enfrentamiento. Naruto se dedicó a contraatacar cualquier golpe, descargando jab's directos contra el rostro ya lastimado del Rey de las Maldiciones, haciéndolo retroceder mientras movía su cuerpo, como un boxeador, para evitar los golpes de su contrincante. Esto, por supuesto, lastimaba mentalmente a Sukuna, objetivo que estaba en la cabeza del Uzumaki y en la de cualquier luchador. A la hora de pelear, no solamente se hacía físicamente: la mente jugaba un papel importante a la hora de obtener una victoria o una derrota, algo de lo que Naruto era consciente y que usaba en cualquier enfrentamiento que tuviera, sin recriminarse así mismo por ello. Y si bien Sukuna era consciente, verse superado por alguien que consideraba normal, lo estaba golpeando tanto en el orgullo como en la mente, desestabilizándolo hasta el punto de no atinar ningún golpe contra su adversario.
"¿Será su técnica maldita?"
Los ojos de Sukuna relucieron confusos, intentando ver que era lo que pasaba en aquella pelea, buscando cualquier indicio que le diera la comprensión que necesitaba. Pero Naruto no estaba actuando de una manera previsible: aquello que parecía ser su técnica maldita, cambiaba cada pocos segundos. Lo que en un principio pareció centrarse en manipulación de fuerza, pasó a ser algo similar a su Desmantelar, causando choques invisibles por toda la zona del enfrentamiento, como si estuviera intentando cortarle o dañarle a distancia. Casi parecía que podía imitar las técnicas de otros hechiceros y usarlas a su antojo, incluso cuando debería tener un límite. En el mundo de la hechicería existían reglas, pero aquel chico parecía estar saltándose todas y cada una de dichas reglas, como si no existieran los límites.
"No sé mucho sobre él. El mocoso de Itadori no estuvo con este chico y nadie hablaba sobre él. ¡Es como si no existiera o fuera un tabú mencionar su familia!"
Sukuna estaba sintiéndose cabreado, humillado y molesto, aunque terminaría achacándolo a los dedos faltantes. El único dato útil sobre Naruto que tenía era que su grado dentro de la hechicería, era de grado especial, como Gojo Satoru, pero incluso este último parecía estar por debajo de su ahijado. ¿A caso podía existir una técnica superior a los Seis ojos o al Infinito del clan Gojo? Si era así, Sukuna nunca había oído hablar de dicha técnica o de una familia que pudiera igualar a los Gojo dentro del mundo de Jujutsu; pero aquellas creencias se hacían añicos con cada golpe que recibía que si bien no lo lastimaban en el alma, si que podía sentirlo de manera física a un nivel por encima del promedio de un hechicero.
"Debería reunir el resto de mis dedos"
Con aquel pensamiento recurrente en los lapsos de golpe y golpe, Sukuna finalmente cedió ante el asalto y recibió el último golpe de Naruto, saliendo despedido hasta estrellarse contra el escaparate de una tienda. El cristal estalló hacia el interior, clavándose algunos fragmentos en el cuerpo del Rey de las Maldiciones, los cuales él mismo se quitó cuando las heridas comenzaron a regenerarse, cayendo a sus pies.
—Supongo que debo hacerlo. Expansión Territorial—juntó las manos hasta formar un triángulo, juntando dos dedos que formaban un pequeño círculo. La energía maldita explotó al segundo de hacer aquella seña, expandiéndose—. Relicario Demoníaco.
El último as bajo la manga de cualquier hechicero o usuario maldito, era su dominio: la Expansión Territorial. Sukuna fue empujado a usar la suya propia y no tuvo reparo en usar su as bajo la manga. De hecho, con ella debería obtener la victoria y la cabeza de aquel hechicero que lo estaba molestando. ¡Iba a matarlo!
—Expansión Territorial Inversa: Kyu.
Los cortes, invisibles, llegaron a millares. Los edificios fueron cortados, apareciendo grietas en las paredes y en el pavimento. Como una lluvia torrencial de una tormenta veraniega, los cortes aparecieron en un campo amplio alrededor del Rey de las Maldiciones, cortando a cualquier persona que estuviera dentro del espacio de acción de su dominio, dejando probablemente cientos de heridos, más destrucción y algunos muertos más, manchando sus manos de sangre.
Los ojos de Sukuna se movieron por el polvo y los escombros, buscando el cuerpo cortado de su principal enemigo. Sus labios se torcieron en una sonrisa burlesca cuando captó el olor salino de la sangre y giró la cabeza hacia la dirección de la que provenía dicho olor, abriendo los ojos por un segundo de manera amplia, antes de que su iris se mostrara con un brillo de complacencia: Uzumaki Naruto había recibido de lleno el golpe directo, siendo cortado en diversas partes de su cuerpo, quedando casi desmembrado.
Y eso era lo extraño.
El Relicario Demoníaco era un dominio ofensivo y defensivo que generaba una expansión abierta de energía maldita, delimitando hasta un límite en el que la técnica cumplía su objetivo. Al ser de esta forma, cualquiera que entrara en el límite, sería eliminado al segundo, cortado en pedacitos como si hubiera entrado a una máquina de cortar carne.
Naruto fue una excepción.
Los brazos estaban casi ilesos, con algún corte más profundo de lo normal. La ropa se había hecho completamente jirones y siendo apenas usable por el adolescente, quien se cubría con su uniforme destrozado, dejando a la vista mucha más piel de la deseada. Cualquier miembro o incluso la cabeza, estaban intactos, salvo con cortes leves o profundos, según hubiera golpeado la zona con más o menos fuerza. Y dichos cortes se iban cerrando de manera lenta, lo que Sukuna dedujo como una Técnica Inversa que estaba haciendo efecto de manera constante.
Eso fue lo que pensó en un primer momento.
Una energía maldita densa y pesada lo detuvo de hacer cualquier comentario chistoso o incluso de moverse. Se quedó de pie, mirando como las heridas del adolescente se cerraban, dejando ciertos rastros de sangre, siendo el indicativo de que los cortes habían existido. Cuando la última herida se cerró, Naruto abrió los ojos y Sukuna se maravilló: eran de un color rubí intenso, con la pupila rasgada, destilando ira, odio y sed de sangre hacia su objetivo, cosas que el propio Sukuna sintió en su cuerpo, haciéndolo temblar levemente.
Pero se recompuso.
Sukuna respiró de manera profunda hasta llenar sus pulmones de oxígeno y dejó que su sonrisa confiada volviera a su rostro. Naruto no iba a lastimarlo de manera grave porque estaba usando el cuerpo de Itadori. Nadie le perdonaría que lo matara, que asesinara a un compañero hechicero que era inocente. Y él sabía que Naruto no se estaba empleando a fondo y que no lo haría.
—Oye, mocoso—la voz de Naruto ya no era joven, si no que se oyó profunda, cavernosa y vieja—. ¿Podrías dejar de mirarme como si supieras lo que voy a hacer? Es molesto que un mero humano me mire tan descaradamente.
—¡¿Humano?! ¡¿Mocoso?! ¡Jajajaja! ¡Tienes bastante temple, Uzumaki Naruto, como para hablar al Rey de las Maldiciones de esa manera, lo reafirmo! Pero estas...
—Corta el royo, mocoso malcriado—usando la mano derecha, "Naruto" se echó el cabello hacia atrás, usando la sangre de su mano como gomina fijadora—. No me importa si eres el rey de una mierda. Deberías mostrar respeto a tus superiores.
Un segundo después de aquella declaración, el brazo derecho de "Naruto" atravesó el pecho de Sukuna arrancándole el corazón. Estaba palpitando y se sentía caliente, con la sangre goteando de la mano hacia el asfalto. El rubio retiró el brazo con el corazón aun en su mano y se lo mostró a Sukuna.
—Si creías que esto no lo iba a hacer—aplastó el corazón, sonriendo de manera oscura—; estas realmente equivocado, mocoso. ¡Yo soy el Rey del Infierno, el Rey Demonio, el Rey de los Yokai!
Sukuna regeneró aquella herida, pero la mano izquierda de "Naruto" lo estampó contra el suelo mientras se curaba.
—¡Ngh!
—¡Puedes llamarme el Zorro de Nueve Colas: Kurama!
Y un calor abrasador derritió la piel del Rey de las Maldiciones.
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