Capítulo 12
La competencia entre las escuelas hermanas con el festival, terminó de manera abrupta, con un ataque fallido por parte de un extraño grupo de personas y maldiciones. Aquellos conocidos como "brujos", hechiceros renegados de la Sociedad de Jujutsu, parecían haber tendido puentes con las maldiciones poderosas. Al menos dos de Grado Especial se habían visto en compañía de los que atacaron la escuela de Tokio, con un objetivo desconocido. Los hechiceros, así como los Altos Mandos, conocían del intento de Mahito, la Maldición Humana, de entrar en el almacén donde guardaban ciertos objetos malditos poderosos, alejados de las manos de los incautos.
Al no conocer cual era el objetivo de los brujos y las maldiciones, tanto el director Yaga como Gakuganji tenían las manos atadas hasta cierto punto y los Altos Mandos decidieron mantener el asunto en completo secreto, ocultando de lo sucedido a las personas que no hubieran participado en el festival, convirtiendo a los heridos del enfrentamiento en simples lastimados por sus compañeros durante la pelea campal. No se podía conocer de la debilidad que había en las defensas de las escuelas o el caos se apoderaría de la Sociedad de Hechiceros y más brujos intentarían llegar hasta Tengen o hasta los objetos malditos que ocultaban en los almacenes; objetos y herramientas que podrían romper el equilibrio entre maldiciones y hechiceros.
A pesar de las intenciones de los Altos Mandos, había personas que conocían lo sucedido.
En una de las habitaciones del Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio, se habían reunido varios hechiceros de primer grado y de grado especial, con algunos de los profesores de la escuela, conscientes de lo que había sucedido. Si bien los Altos Mandos querían ocultar el suceso, ellos debían velar por la seguridad de los estudiantes y del país en su conjunto, pues aquel ataque podría haber causado un problema a nivel nacional y no solo afectar a la Sociedad de Hechiceros, como pensaban los más ancianos.
Muchos de los miembros más antiguos, entre los que se encontraba Gakuganji, creían que las maldiciones y los brujos querían usurparles el poder, quitarles de su puesto elevado y cambiar las reglas que estaban establecidas desde Heian.
Aquella suposición, estaba alejada de la realidad.
—Tenemos un traidor entre nosotros.
La voz de Satoru, usualmente afable y divertida, se oyó sería, casi fría como el acero y si la venda no hubiera estado cubriendo sus ojos, las personas reunidas habrían podido ver la dureza que los caracterizaba cuando se tomaba las cosas en serio, algo que usualmente no pasaba, pues el profesor Gojo era más alegre, incluso cuando estaba en algún enfrentamiento con maldiciones.
—¡Déjate de idioteces!—Utahime clavó sus ojos en el profesor de pelo albino. El rostro de la mujer, usualmente con una mueca molesta cuando estaba en presencia de Satoru, ahora mostraba un verdadero rostro de enfado, pues no comprendía como alguien podía pensar que tenían un traidor—. ¡¿Cómo puedes pensar en eso?! ¡¿Un traidor?! ¡¿Entre nosotros?!
—Ya pasó con anterioridad, no es algo inusual—se encogió de hombros el albino—. Y hay un traidor entre nosotros, es un hecho. ¿Cómo han sabido cuando atacar? ¿En que momento? Han aprovechado el festival, un momento débil para nosotros y han intentado mantenerme alejado con su barrera. Sabían quienes estábamos presentes.
—¡Qué estés tú, es un hecho!
—No es un hecho innegable, Utahime—replicó el albino, clavando su mirada en la mujer—. Sabían exactamente donde y como atacar. Buscaban algo y sabían dónde estaba.
No había duda en el tono de voz del profesor Gojo, quien miró a los adultos convocados. Satoru no dudaba de los hombres y mujeres que lo rodeaban, ¿pero y los alumnos? Los brujos y maldiciones deberían haber podido jugar con la mentalidad de los más jóvenes, con un anhelo que tuvieran y que desearan con todo su corazón. Eran los más propensos a caer en las manos de los brujos, mucho más que los adultos. ¿Pero qué estudiante sería?
—Lo mejor es investigar y, cuando lo tengamos atado, proceder. No podemos acusar sin pruebas. Podría costar demasiado, creando una brecha entre nosotros.
—Ya hay brechas—murmuró Naruto, sentado cabeza abajo en el sofá de la habitación—. El viejo Gakuganji aquí presente, intentó matar a Itadori enviando a sus estudiantes—los ojos de los presentes, se movieron hacia el director de Kioto—. Has intentado matar al chico, aun cuando el profesor Gojo era una garantía.
—¿Y crees que me retractaré?
—No, eres obstinado y viejo—el rubio rodó hasta quedar sentado bien en el sofá, su cabello cayendo sobre su frente—. Los Ancianos no cambiarían ni aunque les dependiera la vida en ello.
—¿Y lucharías tú contra Ryomen Sukuna si renace, mocoso?
—Te habría asesinado, carcamal, si Itadori hubiera sufrido algún daño.
Los dos hechiceros, el anciano y el joven, se miraron de manera intensa. Era posible que algunas de las personas en la sala, no creyeran realmente en las palabras del adolescente, pero había un par que sintieron la verdad detrás de su réplica: el propio Gakuganji y Satoru, quien abrió ligeramente los ojos detrás de la venda.
—Te pondrías a los Ancianos encima, chico...
—¿Y? Los mataría también.
Con aquellas últimas palabras, Naruto abandonó la habitación tras unos tensos minutos de silencio, dejando el eco de sus palabras en las cabezas de todos.
—Con eso dicho—el director Yaga miró a los profesores de Kioto durante unos segundos—; deberíamos investigar a nuestros chicos, por si acaso. Deberíamos mantener en estrecha vigilancia a aquellos propensos a poder aceptar algo que no deberían.
—Ese mocoso rubio—gruñó el viejo director de Kioto—. Ese necesita que despierten a su chica, ¿no? Seguro que es...
—No te atrevas a seguir por esa línea, viejo.
—¡Ah! El gran Satoru pone a todos los demás estudiantes en duda, pero no a su ahijado—los ojos del director refulgieron de ira antes de que golpeara el suelo con el cayado—. Tienes una forma extraña forma de impartir justicia, Gojo. Una muy peculiar en la que todos los tuyos se benefician y los demás no.
—Ese chico al que juzgas—Yaga intervino, deteniendo cualquier implicación de Satoru—; fue el encargado de terminar con Geto y con más de cien maldiciones el año pasado. Es un adolescente con una categoría de grado especial. Incluso viajó a América con la intención de curar a su amiga, manteniéndose al lado de Okkotsu. Si estas dudando del chico por sus palabras, entonces deberías reconsiderarlo. No es alguien a quien me gustaría presionar y estar en su lado malo, Gakuganji. Sus amenazas no carecen de fuerza y peso, mucho menos de intención. Gojo Satoru es un bromista—el profesor mencionado bufó ante las palabras del director de Tokio—; pero Uzumaki es todo lo contrario a Satoru. A él las leyes y reglas no le importan. Metete con alguien que aprecie y te destruirá aunque sea lo último que haga.
Las palabras de Yaga llenaron aquella sala, calando en los presentes. Los ojos azules de Satoru brillaron con cierta malicia que no podía ser visualizada debido a la venda; Utahime tenía el ceño fruncido, así como una curvatura en sus labios que daba a su rostro una transformación hosca y molesta, como solía estar en presencia de Satoru, pero ahora se veía en sus ojos un brillo oscuro ante las amenazas presentes. Gakuganji, si bien fue el receptor de aquellas amenazas, estaba más calmado que Utahime y Miwa, quien estaba temblando, fungiendo como su guardaespaldas, pero sus ojos se habían ensombrecido ante cada una de las palabras de Yaga y de la amenaza del adolescente.
El viejo director de Kioto no dijo nada por varios segundos, dejando que las palabras calaran incluso en el director Yaga y en Satoru; pero pasado ese tiempo, el bastón golpeó fuertemente el suelo, deshaciendo la atmósfera fúnebre que se había instalado en el lugar. Mantuvo la mirada en sus manos arrugadas, sujetando aquel bastón. ¿Lo estaba molestando un simple mocoso? Gakuganji torció los labios, frunciéndolos, y miró a los dos adultos de Tokio frente a él, reflejando una ira silenciosa.
—Esas palabras...van a quedar grabadas, Yaga—los ojos brillaron en ira; se clavaron en el director de Tokio antes de mirar al profesor albino—. No es una amenaza que vaya a olvidar ni que vaya a apartar como si fuera proveniente de un niño. Es un hechicero y ha puesto su intención en matarnos, cuando la intención de los Ancianos es velar por la seguridad de todos. ¡Esto no es algo que vaya a quedar impune!
—¿Y el intento de asesinato del joven Itadori deberíamos dejarlo pasar, Gakuganji?
Yaga le mantuvo la mirada. Ocultando sus ojos con gafas de sol, el director de Tokio sostuvo la mirada amenazante de su compañero sin retroceder ante aquella sensación de peligro. Ambos eran director, la diferencia estaba en el puesto en la Sociedad de Jujutsu de cada uno. Mientras que él solamente era un hechicero y director, Gakuganji era un miembro de los Ancianos, como indicaba su edad. Solo los hechiceros de edad avanzada podían entrar dentro de aquellos que controlaban el mundo de la hechicería, capaces de asesinar incluso a un niño.
—Itadori Yuji es una vasija, un ser que debe morir—Gakuganji golpeó nuevamente con su bastón directamente al suelo de madera, sosteniendo la intensa mirada de Yaga—. Si vosotros queréis que alguien como él ande entre nosotros, no seré yo quien lo permita plácidamente, Yaga. Hemos consentido a Gojo Satoru dado su estatus, pero la cuerda está tensa. Primero Okkotsu y ahora Itadori, ¿y quieres que pasemos las palabras de uno de tus estudiantes como si no las hubiera dicho?—un tercer golpe de bastón resonó por la habitación—. Suficiente. No me quedaré para seguir siendo insultado...
—¡Sabes que el resto de ancianos no te seguirán el juego, viejo!
Gakuganji se detuvo antes de salir, en el resquicio de la puerta. Miwa y Utahime lo miraron, preocupadas, pero el anciano director de Kioto salió de la habitación sin responder, seguido poco después de ambas chicas.
—Gojo—gruñó Yaga—. No presiones más a Gakuganji, ¿quieres? ¡Podrías aumentar el cisma entre las dos escuelas y no es el momento propicio para ello!
—Está bien, está bien. ¡Me mantendré callado!
Pero las palabras que se dijeron en aquella sala, no saldrían de la mente del anciano director.
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