Capítulo 38

La sangre cayó directamente sobre el suelo creando un charco de un considerable tamaño. La carne y la tela fueron cortadas en un parpadeo, en un solo segundo. Hana Kurusu parpadeó y, al momento siguiente, la sangre inundo su boca y tosió, manchando el cuello de su camisa cortada, con gruesos hilos rojos se deslizaron por el borde inferior de su boca, goteando por su mentón hasta manchar su cuello de pálida piel, generando un contraste intenso entre la sangre y la piel.

Ella había recibido el ataque.

Los jóvenes hechiceros tardaron algunos segundos en reaccionar. Sus mentes no procesaban aquel ataque, aquella voz tan arrogante y familiar que debería haber sucumbido ante el último ataque por parte de su compañera. Cuando pudieron moverse y tomar posiciones, una serie de cortes invisibles los derribaron a todos, creando una estela de gotas rojas que se esparcieron por el aire antes de caer sobre el suelo, como si estuviera lloviendo.

Un dedo de un color grisáceo señalaba a los jóvenes, con una uña ligeramente larga, pero no demasiado. Aquel dedo pertenecía a un brazo también gris y, aquella extremidad, pertenecía a un torso gris desgastado, un color enfermizo. Los oscuros tatuajes se habían vuelto de un intenso color carmín y la segunda boca había desaparecido del estómago. No había cuatro brazos ni cuatro ojos. En un cuerpo ligeramente alto (unos dos metros) el rostro de Ryomen Sukuna estaba esculpido como si lo hubieran hecho en el mismo mármol: mostrando una sonrisa arrogante llena de dientes blancos y unos ojos que relucieron como la sangre de Hana y sus compañeros: de un color como el vino.

El aspecto monstruo que había desatado Sukuna al tomar su forma original, había desaparecido completamente, siendo ocupado por un cuerpo que parecía desgastado. La piel se había oscurecido hasta tomar un color gris pálido, como de una persona enferma. Su pelo, anteriormente rosado, se había vuelto completamente blanco como la nieve. Finas líneas surcaban su rostro, como si se estuviera cuarteando o se hubiera reconstruido rápidamente.

Bajó el brazo con el que había atacado a Hana y Ángel; movió los ojos por todos los jóvenes hasta que se clavaron en la figura de Megumi Fushiguro y soltó una estridente carcajada mientras chasqueaba los dedos y disparaba una flecha llameante hacia el joven de cabello oscuro. Iba a destruirlo.

Haciendo uso de su técnica, Aoi apartó a Megumi con un bloque de concreto. Este estalló en cientos de pequeños fragmentos que Kinji disparó con una patada como una lluvia de proyectiles hacia Sukuna, los cuales repelió con un movimiento de su brazo.

Los estudiantes seguían de pie.

Yuta agarró el cuello de su chaqueta desgarrada y manchada de sangre.

―¡Muere!

Haciendo uso del "Discurso Maldito", Yuta ordenó a Sukuna que muriera, algo que no podía evitar...pero Sukuna siguió de pie y extendió el brazo. Una red de cortes apareció en el cuerpo del adolescente, enviándolo hacia atrás por la fuerza de un impacto invisible al mismo tiempo que era cortado.

Maki apareció un segundo después detrás de Sukuna. Este no pareció preocupado y ella lo atacó con una poderosa patada horizontal directamente sobre su cuello, generando una vibración que incluso agitó la tierra. Sukuna ni siquiera pareció sentir aquel golpe y tomó el tobillo de Maki. Con un movimiento, la pierna fue destrozada y la chica quedó en el suelo, inconsciente.

Clavó ahora sus ojos en Choso. El humano/maldición había disparado hacia él una serie de flechas de sangre, las cuales el dispersó con un movimiento del brazo derecho como hizo con los escombros convertidos en proyectiles. Retrajo el brazo y lo movió hacia adelante, empujando invisiblemente a Choso y enviándolo a estrellarse contra la pared de aquel cráter.

Ryomen Sukuna no se mostró preocupado por la concentración de Noritoshi, la forma bestial de Panda o la intensidad de la mirada de Toge. Estando en el centro de los jóvenes estudiantes, dio un paso hacia el chico de Kioto. Al segundo siguiente, los de segundo año y el chico de tercero, cayeron sobre sus rodillas, empujados por una pesada fuerza invisible que los estrelló contra el suelo, de cara.

Salió de aquel círculo y comenzó a caminar hacia Kirara con lentitud y seguridad. Era el único de los estudiantes que no había recibido un golpe y él iba a cambiar eso.

―¡Kirara!

El puño atravesó el cuerpo en un parpadeo. Como cortar mantequilla, el brazo de Ryomen Sukuna penetró en el cuerpo de Kinji Hikari como si estuviera hecho de papel, apareciendo al otro lado del pecho del estudiante de tercer año.

―¡Cough!

―¡KINJI!

―¡Desmantelar!

Sukuna miró aquellos cortes. Usando solamente uno de sus dedos, desvió cada uno de los ataques de Yuji Itadori, sorprendiéndolo por un segundo.

―Supongo...que los has asimilado.

Sukuna no respondió a las palabras del chico de primer año. Retrajo su brazo (manchado de entrañas y sangre) y dejó que Kinji, inerte, cayera sobre sus rodillas y, poco después, en los brazos de Kirara.

Estaban frente a frente. Yuji levantó la cabeza y Sukuna la inclinó. Se miraron cara a cara: ojos llenos de ira contra ojos llenos de una burla implícita.

―¡RESPONDE!

―Estas irascible, mocoso―Sukuna rio secamente―. ¿No me ves? ¿No me sientes? ¡He trascendido a un plano superior!

―¡¿?!

Sukuna había atravesado el cuerpo de Yuji por segunda vez. Sonriendo con burla, el Rey de las Maldiciones golpeó al chico y lo envió junto a su hermano: a estrellarse contra la pared del cráter, dejando un rastro de sangre tras de sí.

―¡SATORU GOJO!

―Golpear a mis alumnos. ¡Eso no voy a tolerarlo! ¡SUKUNA!

Dos puños se encontraron a medio camino. Una onda de choque se expandió e hizo temblar el lugar, enviando a los jóvenes varios metros del Hechicero más Fuerte y del Rey de las Maldiciones.

―¿Sukuna?―inclinó la cabeza ligeramente hacia la derecha―. Ya no sé quien soy, Satoru Gojo. Ryomen Sukuna murió. Yo no soy Ryomen Sukuna.

Haciendo uso de su otra mano, atravesando el "Infinito", el Rey de las Maldiciones empujó su mano contra el estómago de Satoru Gojo. Como en otras ocasiones y contra otros hechiceros, diversas líneas aparecieron en el estómago del profesor, destrozando su camisa, cortando su piel hasta que la sangre manchó el borde de sus pantalones.

―¡NO VAS A PODER DETENER A UN DIOS!

Para dejar claro su punto, Sukuna agarró del rostro a Satoru y lo estrelló con una fuerza desmedida contra el suelo. No había barrera que hubiera repelido aquello y Satoru lo sintió.

"¡Esta absorbiendo la energía maldita!"

[¡YUTAAAA!]

Rika Orimoto apareció detrás de Ryomen Sukuna. Estiró sus brazos y rodeó al Rey de las Maldiciones mientras cargaba su próximo movimiento. Con aquello, un ataque a quemarropa destruiría completamente a cualquiera, pues destruiría la parte superior de Sukuna con el rayo de energía maldita.

―Desaparece.

Ante la incrédula mirada de los hechiceros, el shikigami que pertenecía a Yuta Okkotsu, se desintegró completamente, desapareciendo bajo la atención del joven de cabello oscuro y sus compañeros.

―Supongo que no hará daño explicaros mi punto, ahora que nadie puede detenerme―sus ojos se movieron por los hechiceros herido. Torció los labios en una sonrisa divertida―. ¡Me he fusionado con Tengen! Vuestro Tengen-sama ha sido asimilado por mi cuerpo justo en el momento que los mocosos creyeron matarme con aquel ataque. Y, realmente, lo hicieron. ¡Me destruyeron físicamente! Sin embargo, el haber tomado a Tengen y asimilarlo, me dio un cuerpo nuevo con un poder nuevo y comprensión de los anteriores. ¡Y eso me convirtió en un dios!―la expresión en el rostro de Sukuna se volvió oscura―. Absorbo la energía maldita, anulo vuestros poderes. ¡Nada puede detenerme en este punto! Y, como tal, voy a reconstruir este mundo a mi propia imagen. Para ello...¡debéis morir, inútiles hechiceros!

Las palabras golpearon a los hechiceros allí presentes. No podían escapar ni luchar...

―Supongo que es un todos contra uno.

Hiromi lanzó la corbata a un lado al tiempo que Satoru se ponía de pie. Atsuya Kusakabe desenvainó su katana y Mei Mei balanceó la enorme hacha cortando el aire con el leve movimiento.

―Ui Ui. Quédate aquí. Es posible...te quiero hermano.

―Estoy viejo para eso.

―...

Sukuna miró a los hechiceros adultos de pie frente a él, siendo un muro entre los jóvenes y él mismo. Torció los labios y ensanchó la sonrisa como un psicópata.

―¿Vais a pelear incluso cuando no hay esperanza? ¡NECIOS! Vuestra mejor oportunidad está en suplicar y esperar a que os permita uniros a mí. ¡JAJAJAJ!

Rojo.

Desvió el proyectil de energía maldita con un movimiento de su mano. Saltó hacia atrás y el suelo se destrozó bajo el corte del hacha. Giró y esquivó la estocada de la katana. Miró a los tres adultos y sonrió. Sukuna preparó su propio proyectil ardiente...cuando unas ondas sonoras lo detuvieron. Eran molestas. Giró la cabeza. El hacha se levantó, la espada silbó y la energía maldita restalló.

Los tres golpes destrozaron el cuerpo de Ryomen Sukuna por unos segundos, antes de que cada pedazo de cuerpo volviera a unirse nuevamente y golpeara a los tres hechiceros adultos con un "Black Flash" a cada uno de ellos, enviándolos a una punta distinta del cráter.

―Eres molesto, viejo de mierda―estiró el brazo. El corte invisible cortó el torso del director Gakuganji―. ¡Y por tal insolencia, voy a destrozarte!

―¡Expansión...!

La mano del Rey de las Maldiciones detuvo aquellas palabras. Apretando el rostro de Hiromi Higuruma, destrozó su mandíbula y, después, lo lanzó hacia atrás con un golpe del dedo anular.

―La diversión se ha terminado―respiró hondo y cerró la mano derecha con fuerza―. Es hora de mataros. No voy a seguir jugando con meros insectos como vosotros.

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