Capítulo 37
Shinjuku se había convertido en un completo erial. Algunos edificios (pocos en realidad) aun se mantenían de pie, pero no sin que alguna parte sustancial de su fachada hubiera sido arrancada de cuajo durante los enfrentamientos que el distrito había visto. Por el resto de Shinjuku, no quedaba absolutamente nada. Salvo los edificios que seguían de pie bordeando el centro de la batalla, un enorme cráter había devorado completamente el lugar, siendo probablemente de una profundidad de al menos treinta metros. Dicho cráter, parecía haber sido ocasionado por el haz de luz que devoró todo el lugar durante diez segundos exactos. Después de que dicho haz se desvaneciera, el cráter había ocupado el corazón de Shinjuku sin que nadie hubiera podido evitarlo. Sin embargo, ninguna persona había resultado herida o asesinada por aquel haz de luz que pudo verse desde otras partes de Japón.
Hana Kurusu había sido la hechicera responsable de haber generado aquel haz de luz. La "Escalera de Jacob" había sido usada a su máxima potencia el tiempo que Hana pudo mantenerla, lo que duró exactamente diez segundos, y fue lo suficientemente poderosa para deshacer cualquier maldición en un enorme rango. Esto había terminado con cualquier hechicero poseído o con cualquier maldición que Kenjaku hubiera liberado, lo que dejó solamente a los humanos dentro del rango de acción de la técnica.
La prueba de la efectividad del poder de Hana y de Ángel, se encontraba en el centro del cráter de Shinjuku. El dominio que había aparecido minutos antes ya no estaba y, en su lugar, había tres adolescentes desgastados, con las ropas ligeramente rasgadas, pero completamente felices ante lo que había ocurrido.
Ryomen Sukuna fue eliminado.
El poder del Rey de las Maldiciones era, por decirlo de alguna forma, abrumador. Había logrado superar a cualquier enemigo que decidiera hacerle frente y pudo matar a Satoru Gojo tras usar la técnica del cuerpo que estaba habitando. Y, aunque esto no se sabía de antemano, fue algo que el mismo profesor Gojo dedujo tras el mes de preparación para la guerra.
Esta investigación fue la que lo llevó a permitir que Yuji Itadori devorara uno de sus ojos para asimilar su técnica, aunque ya estaba preparándose para su propio regreso. También fue aquella premisa la que hizo que Satoru, junto a Yuji, Hana y Yuta, prepararan un plan C en caso de que el plan B fallara, lo que había pasado cuando Sukuna casi mató a Yuji partiéndolo por la mitad.
El plan recaía, sobre todo, en los hombros de Hana.
Hana Kurusu había sido una adolescente normal hasta que se inició el Juego de Sacrificio por parte de Kenjaku, aunque ya tenía cierta historia con Megumi Fushiguro, quien la rescató cuando era pequeña. Ser participe del juego, hizo que la chica manifestara a un poderoso hechicero de hacía mil años: Ángel, un hechicero que deseaba la muerte de Sukuna por encima de todas las cosas, objetivo que cumplió tras haber sido derrotado junto a Hana anteriormente por el mismo Rey de las Maldiciones, purgando a este del cuerpo de Megumi tras haber conseguido debilitar la conexión entre Sukuna y el adolescente, algo que los hechiceros lograron a desgastar a Sukuna y que se llevó a cabo cuando Yuji usó su "Expansión de Dominio" encerrando al Rey de las Maldiciones junto con él mismo.
Debilitar la conexión entre las almas de Sukuna y Megumi había sido una labor ardua que exigió todo de los hechiceros que aceptaron pelear contra el Rey de las Maldiciones. Yuji supo de esto desde el primer momento y se había preparado estudiando el libro de Yuki Tsukumo sobre el alma, lo que le dio la convicción suficiente para dañar el alma de su enemigo y no la de su amigo.
Subestimar a sus enemigos, había sido un enorme error por parte de Sukuna y sus aliados. Uraume, quien yacía inerte, también subestimó a los hechiceros que enfrentaban a su señor y la enorme confianza de Kenjaku, fue lo que propició su propia caída cuando Satoru Gojo volvió a la vida para enfrentarlo.
Parecía que los planes de mil años del Hechicero Maldito, no habían servido para detener a los hechiceros de la era actual, quien salieron victoriosos y no se vieron en la obligación de sellar a Ryomen Sukuna como sus ancestros, aunque dejó enormes daños en Shinjuku y a diversos muertos y heridos.
―¡Con esto se ha terminado!
El grito, procedente de la garganta de Yuji, atrajo la atención de los hechiceros, quienes lo habían estado buscando a él y Nobara desde que la técnica de Hana se desvaneció y sonrieron cuando los vieron a ellos y a Megumi en el centro del cráter, mostrándose seriamente cansados tras la pelea dentro del dominio.
―¡BROTHEEERRR!
―¡YUJI!
Los primeros en moverse hacia el trío de adolescentes fueron Aoi Todo y Choso, quienes se deslizaron por la ladera corriendo hacia los chicos mostrándose alegres y contentos porque estos no hubieran resultado dañados de gravedad.
―Supongo que todo se ha terminado.
Pasándose una mano por el cabello, Atsuya Kusakabe miró la escena junto a algunos de los hechiceros mayores que habían estado presentes, como lo eran el director Gakuganji, la profesora Utahime y Mei Mei, quien estaba de pie junto a su hermano menor Ui Ui.
―La presencia de Ryomen Sukuna se ha desvanecido―admitió el director de Kioto, atusándose la larga barba gris que descansaba sobre su pecho―. Parece que subestimé y menosprecié a ese chico: Yuji Itadori. Convertirlo en una mera "vasija"...fue completamente mi error.
―¡Ya está, ya está!―Satoru Gojo se mostró divertido ante la lacónica voz del director―. No puede cambiar el pasado, pero puede ayudarnos a construir un mejor futuro.
La Sociedad de Hechicería iba a recibir un cambio y una enorme revolución tras aquel evento. Los mayores eran conscientes de ello. Los ojos de todo el mundo se posaron en los hechiceros por culpa de los planes de Kenjaku y ya no podían ocultarse más, ser los "Hombres de Negro", como eran denominados por algunas personas que los veían. Los hechiceros volvían a estar presentes en el mundo y era un enorme cambio que manejar. Personas como Satoru o Gakuganji tendrían un enorme trabajo sobre sus hombros para reconstruir todo paso a paso y unificar a los hechiceros en una sociedad que no creía en ellos. Ya no eran simples mitos.
―Supongo que estos poderes...se mantendrán.
―¡Lo siento! Aun no hemos descubierto como deshacer las técnicas innatas despertadas en los hechiceros modernos. Podemos enviar a los de mil años a su lugar en el otro lado, gracias a Hana, pero no podemos deshacer las técnicas despertadas.
Hiromi Higuruma solamente suspiró y dejó de mirar sus propias manos. Había pasado de ser un mero abogado a ser un hechicero con una técnica innata y un dominio como carta bajo la manga. Parecía que la vida de muchas personas cambiaría, aunque no se sabía si sería para bien o para mal, algo que incluso él no sabía y quedaba en las manos del propio destino, si es que existía.
Otros como Hiromi seguirían su mismo camino. Muchos hechiceros despertaron gracias a las acciones de Kenjaku y el Juego de Sacrifico.
―No importa. Ya me he hecho una idea. Si no puedo deshacerme de esto, entonces lo emplearé de la mejor manera. Supongo que ahora soy un hechicero.
Mientras los hechiceros adultos hablaban sobre el futuro, los jóvenes hechiceros se reunieron en el cráter antes de que los adultos decidieran bajar a revisar a sus estudiantes. El grupo estaba conformado por los tres hechiceros de primer año y a ellos se les sumaron: Aoi Todo, Maki Zenin, Yuta Okkotsu, Kinji Hakari, Kirara Hoshi, Toge Inumaki, Panda, Noritoshi Kamo y Hana Kurusu. Esta última se había lanzado a los brazos de Megumi, a pesar de su rechazo. Al grupo se les había unido Choso, quien fue el primero en llegar junto a Aoi.
―Eso ha sido fabuloso brother. ¡Una expansión en toda regla!
―Nobara desplegó un espléndido dominio contra Uraume. Eso nos libró de seguir peleando eternamente. Te lo agradezco.
―Parece que los estudiantes de primer año de esta nueva generación van a superarnos muy pronto. ¿No crees Yuta?
―El profesor Gojo tuvo fe siempre en ellos―el chico se encogió de hombros ante la pregunta de Panda―. Y yo también. Supongo que son un buen grupo de primer año. Solo espero que el año que viene no pase nada.
El año anterior, Suguru Geto había hecho uso del "Desfile Nocturno de los Cien Demonios" y había intentado obtener a Rika Orimoto para su ejército de maldiciones. Y, en aquel año, habían tenido una guerra contra Ryomen Sukuna y diversos enfrentamientos contra las maldiciones al servicio de Kenjaku, quien ocupó el cuerpo de Suguru una vez fue asesinado por Satoru.
―No creo que queden enemigos ocultos...¿verdad?
―Si fuera así, contamos con el nuevo "Rey de las Maldiciones", el Ryomen Sukuna de la actualidad―Maki palmeó la espalda de Yuji mientras el resto de los estudiantes reían―. ¿O no, Itadori?
―¡Yo no me considero como tal! Y, si lo mencioné, fue solo para asustar a Sukuna...
―Hmm. Creo que ya no se puede hacer nada. Destronaste al rey anterior, Itadori―Megumi también palmeó la espalda de su compañero―. Ahora, eres un rey.
―¡Idiota! ¡Esto es tu culpa!
―Yo no te obligué a convertirte en Ryomen Sukuna y declararlo a los cielos.
―¡Ya, ya!―Nobara atrapó a los dos chicos bajo sus brazos, haciendo que ambos se inclinaran―. Todo ha salido bien y eso es lo que importa ahora. No empecéis a pelear como marido y mujer, ¿queréis? ¡Primero vamos a celebrar!
―En esto estoy de acuerdo.
Kinji Hakari mostró una sonrisa llena de burla.
―¿Qué piensas, Hakari?
―¿Yo? Voy a encargarme de la bebida, Okkotsu.
Yuta frunció el ceño.
―¿Bebida?
―¿Por qué crees que estuvimos en suspensión? ¡Por una fiesta!―el chico de tercer año rio―. ¡A saber que dejó entrever el profesor Gojo sobre nuestra suspensión alargada!
―¿Fiesta? ¡¿Por una fiesta?!
―Hubo alcohol, lo admito. Demasiado, de hecho. ¡Pero nunca hicimos daño a nadie!
De cierta manera, aquello era surrealista. Los jóvenes hechiceros de segundo y primer curso que fueron en busca de Kinji y Kirara, habían creído un montón de cosas por las que fueron expulsados. Pero aquello, después de una pelea a muerte, sonaba demasiado trivial. Casi parecía que pasó en una clase de estudiantes normales y no en una de hechiceros como lo eran ellos.
―Creo que una fiesta no estaría mal―admitió Noritoshi, mostrando una sonrisa―. Al menos, seremos adolescentes normales por una vez.
Los jóvenes conversaron tranquilamente.
El aire se onduló ligeramente sin que ninguno de los hechiceros fuera consciente de ello.
―Desmantelar.
La carne, la tela y los huesos fueron desgarrados.
La sangre manchó el pavimento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top