Capítulo 33
Kenjaku había tenido diversos planes en su mente para poder llevar a cabo su verdadero plan y poder asimilar a Tengen, como había planeado desde hacía mil años. Uno de los planes, el que llevó a cabo al ver que Yuta Okkotsu y Rika peleaban contra Sukuna, fue el de liberar a todas las maldiciones que Suguru Geto había contenido dentro de su técnica maldita: "Técnica Maldita de Manipulación de Maldiciones", y donde él mantuvo a Mahito hasta el momento perfecto, el cual no era otro que el momento en el que los hechiceros se sintieran con ventaja. Ahora había cientos de maldiciones sueltas, algunas de grado especial y muchas de primer grado. Y no había hechiceros para detener toda la destrucción que causarían.
Este plan de respaldo no fue el primero en la mente de Kenjaku, pero tampoco esperó que Satoru Gojo volviera a la vida como lo había hecho ni que Yuji Itadori comenzara a mostrar cualidades de un genio dentro del mundo de la hechicería. No había esperado que el chico decidiera convertirse en un "Ryomen Sukuna" para vencer al verdadero Rey de las Maldiciones.
Yuji movió sus ojos alternando entre Mahito, la maldición que había asesinado a Nanami Kento, Junpei Yoshino y que casi mató a Nobara, y Ryomen Sukuna, quien estaba varios pasos detrás observando el encuentro entre ellos.
Los sentimientos se arremolinaron dentro del adolescente de cabello rosado, pero no se mostraron en sus facciones. Su mirada se endureció y sus puños se volvieron más fuertes, las venas marcándose un poco más bajo la piel. Sin embargo, sus ojos ambarinos no reflejaron lo que estaba sintiendo. Ni siquiera mostró una contracción en el rostro o algún cambio en su lenguaje corporal.
Sukuna estaba, ciertamente, asombrado al ver a Yuji Itadori tan tranquilo, teniendo al asesino de Nanami y Junpei a solamente unos pasos de él, mostrándose con esa sonrisa idiota que, sin duda, iba dirigida hacia Yuji a manera de burla.
Yuji no se había movido.
La mente de Mahito había sido un caos. Lo último que recordaba, era ver a Geto a unos pasos de él mientras se arrastraba, alejándose de aquel chico que lo miraba ahora sin hacer ningún gesto, como si él solamente fuera una pequeña piedra en su camino. Después de eso, apareció en un bosque, sintiéndose mejor, más fuerte y con un plan dentro de su cabeza: debía matar a todos los hechiceros y humanos posibles.
Mahito sonrió. Miró a Yuji unos segundos más y se lanzó hacia él, sonriendo como un desquiciado.
―¡YUJI ITADORI!
No debía dejar que lo tocara. Su cuerpo reaccionó al ver los movimientos de Mahito y respondió desviando el brazo de la maldición y conectando un "Puño Divergente" en el pecho de su enemigo, haciéndolo detenerse por un segundo, lo suficiente para que Yuji saltara hacia atrás.
―¿Siempre tienes que tener niñeras...Sukuna?
Yuji miró al Rey de las Maldiciones con burla.
―No es que yo lo haya pedido, mocoso. ¡No te burles! Esto es solo un elemento que viene bien para recuperarme.
―Bueno―Mahito comenzó a moverse otra vez―. Tocará terminar aquello que no pude.
Yuji se agachó ante el golpe de Mahito y, sorprendiendo a este, cortó su brazo con un movimiento veloz. Esto causó que Mahito reculara, viendo su extremidad volando frente a sus ojos.
―...
―¡V-veo que has mejorado, Yuji Itadori! ¡Eso no impedirá que...!
El roce del viento.
Los brazos se movieron a una velocidad incomprensible para el cerebro humano o para los ojos. Yuji golpeó a Mahito en cada parte de su cuerpo, dejando que sus propias extremidades, que su propio cuerpo, se movieran para asestar el mayor daño posible a la maldición que tenía delante, dejando fluir toda la rabia que sentía, cargando los golpes con todo el odio que lo carcomía.
―Black Flash.
Mahito había sido una maldición recién nacida, con un potencial que hizo que Kenjaku lo usara como una herramienta importante dentro de sus planes, como un utensilio que usar para atormentar a Yuji Itadori cuando lo volviera más fuerte.
―¡¿?!
Dentro de la mente de Kenjaku, que Yuji Itadori se convirtiera en alguien como Ryomen Sukuna, no era algo posible. Yuji no demostró, en ningún momento, las cualidades de un genio o, mínimamente, de alguien que pudiera sobrevivir en el mundo de la hechicería. Solo había sido la "Vasija de Sukuna" y, cuando Sukuna volvió a tener un cuerpo, había dejado de ser útil...para todos.
―Técnica de Manipulación de Sangre―Yuji tomó distancia, evadiendo el brazo gigante de Mahito―; Sangre Penetrante.
Como un delgado proyectil, la sangre respondió a la orden de Yuji Itadori atravesando la extremidad de Mahito en solamente unos segundos, sorprendiendo al mismo Mahito. Cuando los dos se enfrentaron, Yuji solo podía golpearlo.
―No deberías centrarte solo en él, mocoso.
El fuego abrasador generó que Yuji proyectara una alargada sombra sobre el pavimento. Miró hacia arriba, viendo la masa ardiente que caía sobre él, con la intención de quemarlo.
El fuego explotó, causando una enorme humareda, arrasando el lugar y generando un viento abrasador que podría haber llegado a quemar la piel. Mahito sobrevivió al ataque de Sukuna al no haber sido un ataque que afectara el alma. Atentamente, observó la gruesa columna de humo que salía del cráter, esperando ver el cadáver de Yuji. Sin embargo, lo que Mahito vio, fue un segundo "Black Flash", este directo a su rostro y salió disparado hacia atrás.
―...
―¡YA LLEGUÉ BROTHER!
Aoi Todo apareció al lado de Yuji. No parecía importar las veces que lo hubieran derribado, el estudiante de tercer año parecía estar dispuesto a seguir peleando.
―Podemos hacer un dos para dos―Aoi sugirió, acariciando su mentón mientras miraba a Sukuna y Mahito―. ¿Cuál te pides para ti, brother?
Los ojos de Yuji se movieron hacia el Rey de las Maldiciones, clavándose en él como dos dagas lanzadas hacia una diana. Podría tomar la decisión de pelear contra Mahito...pero aquel dolor e ira los dejó atrás hacía meses y aceptó la muerte de Nanami y Junpei. Y ambos hechiceros, tanto Aoi como Yuji, sabían que este último era el único de los dos con las capacidades para pelear contra Ryomen Sukuna sin terminar muerto.
La decisión estaba sobre la mesa.
―Yo me ocupo de Sukuna. Tú...
Un sonido silbante llenó el cada recoveco de la zona de combate. Era agudo y largo, capaz de penetrar en los tímpanos de las personas hasta convertirse en una verdadera molestia. Yuji fue tentado a taparse los oídos, pero si lo hubiera hecho no podría haber esquivado el ataque de Mahito, quien intentó golpearlo, mostrando una sonrisa llena de la locura que brillaba en sus ojos.
Un segundo después de aquello, Aoi empujó hacia un lado a Yuji, evitando de esta manera que un inmenso dragón lo devorara cuando aún estaba suspendido en el aire, durante la maniobra de evasión del ataque de Mahito.
―Bien, ¿un ejército de maldiciones?
El adolescente mostró su frustración ante la sonrisa llena de burla que le envió Sukuna, al otro lado del campo de batalla. Entre él y el Rey de las Maldiciones, había comenzado a congregarse una nutrida cantidad de enemigos con los que no había contado.
―¿De donde han salido todos ellos?
La duda estaba presente en los dos hechiceros. Sukuna y el profesor Gojo pactaron por un enfrentamiento de uno contra uno por ver quien era más fuerte y los aliados de Kenjaku habían sido detenidos tras el Incidente de Shibuya o asesinados durante el mismo. El único aliado parecía haber sido Uraume, pero estaba ligado al Rey de las Maldiciones y no al hechicero maldito.
Todas aquellas maldiciones eran nuevas.
―Parecen ser las maldiciones de Suguru. Creo que Kenjaku las liberó como su "plan" de respaldo antes de ser sellado.
Yuji y Aoi se movieron y miraron hacia Satoru Gojo. El profesor había aparecido entre los dos estudiantes, mostrando una sonrisa completamente descarada hacia Sukuna, al otro lado de un mar de maldiciones.
―Y... ¿y como los detenemos?
―No estarás pensando en pelear, ¿o sí?―Satoru Gojo palmeó la espalda de Yuji Itadori riendo abiertamente―. De esto nos encargamos los hechiceros de Tokio y Kioto, Itadori-kun. Tu ve directamente hacia Sukuna. Nosotros te abriremos camino.
Fue entonces cuando Yuji vio al resto de los hechiceros que peleaban en aquella guerra. Pudo ver al director Gakuganji y la profesora Utahime caminando con una mirada extrañamente decidida; su hermano Choso no mostró muchos cambios, pero el brillo en sus ojos reflejaba sus intenciones a la perfección; Higuruma y Kinji no parecían querer tomar un descanso, así como Nobara.
―Están...todos.
―Si, si. Solo recuerda: debes mantenerlo ocupado y debilitado hasta que sea el momento. Vamos a borrar a Sukuna de la existencia.
Yuji miró directamente hacia el profesor Gojo. Este sonreía, mostrando una enorme seguridad.
Solo quedaba luchar hasta el final.
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