Capítulo 31
La oscuridad era fría; la muerte era incluso peor que un invierno en el Ártico, aferrándose al cuerpo con dedos delgados, congelados, que atrapaban el cuerpo y lo arrastraban a lo más profundo de la oscuridad y se volvía parte de uno mismo, ocupando el lugar del alma. Así lo percibió Yuji Itadori cuando miró alrededor, a la oscuridad densa que lo rodeaba como un enorme espacio cerrado. No había nada más que oscuridad. Su aliento, que debería salir en forma de vaho de entre sus labios, ni siquiera salía o al menos él no podía ver su propia respiración. Por ver, él ni siquiera podía verse las manos y, al menos, había intentado levantarlas para poder verlas. Pero sus ojos solo vieron oscuridad y sus oídos solo oyeron el silencio. Era extraño y molesto. Ni siquiera era capaz de oír su propia respiración o sus propios movimientos, que obligaban al tejido de la ropa a moverse. Ni siquiera eso llegaba a sus oídos. Aquello era como estar en la completa nada.
Debía ser el signo de la muerte.
Por la cabeza de Yuji pasaron sus últimos momentos. Sukuna lo golpeó y partió su cuerpo en dos, separando el torso de las piernas con una facilidad que era más propia de un cuchillo cortando mantequilla. Mientras caía al suelo, con sus ojos apagándose, vio como Aoi y Yuta se lanzaban a por Sukuna. Los últimos segundos de vida, pudo ver a su hermano y a su compañero pelear contra el monstruo que dejó un gran terror hacía mil años atrás y que ahora estaba repitiendo en la actualidad, matando a todos aquellos que se plantaban delante de él sin discriminación ninguna.
Ryomen Sukuna no había perdido ni siquiera una parte importante de su poder. Lo había demostrado con el pasar de los minutos mientras peleaban. Demostró tener una mente perversa. Fue capaz de planear el cambio de cuerpo nada más ver las habilidades de Megumi, comprendiendo enseguida que su técnica maldita era lo que necesitaba para vencer el "Infinito" de Satoru Gojo y obtener la victoria contra el más fuerte.
¿Lo habían subestimado?
Con la muerte de Satoru, el único hechicero capaz de vencer a un monstruo como Sukuna, las probabilidades de victoria estaban muy por debajo del cincuenta por ciento. Esa premisa fue la que ayudó a Yuji a tomar la decisión de comerse uno de los ojos de su maestro, convirtiéndose en el contenedor de su profesor y obteniendo sus poderes a consecuencia de ser un monstruo. Pero ese plan B, tampoco había funcionado. Sukuna se había vuelto más fuerte, más cruel y no parecía tener una debilidad. Y eso lo llevó a él, Yuji Itadori, a morir en sus manos como su profesor.
"Supongo...que no podemos ganar"
Yuji respiró hondo y dejó que aquel pensamiento creciera en su mente como una planta arraigada en el terreno. No había hechiceros de categoría especial que pudieran pelear contra Sukuna y la información de que fue sellado hace mil años por diez hechiceros, había sido errónea todo aquel tiempo y solo fue un parte del plan de Kenjaku, quien ayudó a Sukuna a convertirse en un "Objeto Maldito" al dividir su alma en los "Diez Dedos", fingiendo así que el peligro había sido derrotado. Ahora, mil años después, los hechiceros no contaban con nadie que pudiera pelear contra un monstruo como Sukuna y, a la vez, evitar que Kenjaku realizara la asimilación de Tengen con la humanidad.
Apretó la mandíbula tanto, que la línea se le marcó por unos segundos. Después de aquel instante, el chico simplemente dejó de apretar los dientes y los puños y bajó la cabeza, completamente abatido y sin fuerzas para seguir pensando sobre lo que podrían haber hecho o lo que Sukuna estaría haciendo. Había muerto. No podía ayudar a sus compañeros y estaba en aquel lugar oscuro y frío.
"Ser un Útero Maldito...comerme a mis hermanos y el ojo del profesor Gojo...todo eso, simplemente para morir a manos de Sukuna y dejar a mis compañeros solos"
La frustración y el sentimiento de fracaso se arraigaron en el corazón y el alma de Yuji en aquel momento, aunque el chico no sabía si seguía teniendo corazón o alma. Parecía haber sido engullido por la oscuridad de la muerte y no parecía estar en el cielo. Había esperado al menos ver las llamas del infierno, pero ni siquiera en el Purgatorio parecían quererlo ahora mismo...
Como una telaraña, finas líneas de luz comenzaron a resquebrajar la oscuridad. Yuji parpadeó solamente una vez y todo lo que le rodeaba, explotó. Como fragmentos de cristal, la oscuridad pasó por su lado y desapareció para dejar frente a él una hermosa playa de arena cálida, clara, con el agua brillando bajo un solo en su punto más alto.
Ahora sentía incluso aquel calor.
―Estos es...¿el paraíso?
Había especulaciones de como serían el cielo, el infierno e incluso el limbo. Cada cultura tenía su propia idea de como serían y quienes habitarían en él, haciendo imposible conocer la verdadera forma de aquello que daba temor a los seres humanos. Incluso muchos no creían en la existencia del cielo o del infierno. No habían pruebas de que Dios o el Diablo existieran y nadie muerto volvió a la vida para corroborar o renegar de aquello.
―Solamente es un espacio que ayuda a que las almas se sientan mucho más relajadas y puedan llevar la transición de su muerte. Pero, ese no es tu caso.
Yuji giró sobre sus pies y miró directamente a la persona que le había hablado. Era alta, más que el profesor Gojo, con el pelo claro y ojos igual de claros. Delgado, con el rostro afilado y la nariz aguileña, aquel hombre no emitía ninguna intención malvada hacia él. Ni siquiera era capaz de ver si era alguien bueno o malo.
―¿Transición hacia la muerte?
―Estamos en el Limbo, Yuji Itadori. La franja que separa a los vivos de los muertos; el muro que divide el infierno del cielo―los labios del hombre se torcieron en una sonrisa amable―. Pero no tengo porque ser yo quien hable contigo. No, no es ni mi momento ni el lugar. Hay gente esperándote y con la que seguramente quieres hablar.
A lo lejos, en la playa, se veían varias figuras que estaban juntas. Yuji reconoció a algunas de ellas y otras le eran completamente irreconocibles, pero eso no impidió que sus ojos se anegaran en lágrimas. Extrañamente, todas aquellas personas le eran familiares, incluso si no las reconocía o no las había visto.
Pero, no pudo evitar gritar:
―¡ABUELO!
Yuji Itadori podría haber gritado el nombre de Nanami Kento o Junpei Yoshino, que estaban unos pasos más atrás de Wasuke Itadori mirando hacia donde estaba él; podría haber mencionado a Tsukumo o al director Yaga, que estaban al otro lado de su abuelo; incluso podría haber gritado por Kokichi Muta y los hechiceros muertos que formaban un nutrido grupo a unos pasos de los mencionados. Pero lo único que salió de la boca de Yuji, fue el grito de su abuelo.
―Así que tomaste mis palabras demasiado enserio, Yuji. Eres un nieto demasiado cabezota cuando quieres serlo. ¿Has tenido una vida plena?
Wasuke miró a su nieto de arriba abajo sin reproche alguno. Se había encargado de educar a Yuji desde el momento en el que su hijo murió en extrañas circunstancias, dejándole con su pequeño nieto completamente desamparado.
―¡Aun no terminé de ayudar!―Yuji devolvió el grito frustrado. Estaban separados, a varios pasos y no parecía que pudieran juntarse―. No puede rescatar a Megumi...o seguir los planes del profesor Gojo. Ni siquiera fui bueno para mantener a Sukuna dentro de mí y dejé que Mahito casi matara a Nobara...
Nanami Kento negó levemente con la cabeza.
―¿Has arrastrado mis últimas palabras tanto, Itadori?―el adulto miró al adolescente antes de sonreír un poco―. Eres demasiado bueno. Supongo que seguir las enseñanzas de tu abuelo...han marcado cada una de tus acciones.
―No puede protegerte, Junpei.
―¡No deberías amargarte por eso, Itadori!―el adolescente sonrió al chico de cabello rosado―. Detuviste a Mahito antes de que causara muchos problemas. Y, ahora, tienes que detener a Sukuna.
―¡¿Pero cómo?! Él me mató. Mató al profesor Gojo y a muchos otros...
―El idiota de Satoru no está aquí―el director Yaga dio un encogimiento de hombros―. "Mala hierba, nunca muere". Ese es el dicho. Parece que Satoru volvió a la vida gracias a que lo mantuviste dentro de ti y Shoko pudo restaurar su cuerpo con la ayuda de Utahime.
―¿Él...está vivo?
―Satoru no es de los que dejan las cosas a medias incluso muerto―declaró Yuki―. Y ahora, es tiempo de que vuelvas a la batalla muchacho.
La barrera invisible pareció disolverse. Wasuke comenzó a caminar hacia su nieto seguido de dos personas más, una de ellas era la viva imagen de Yuji, pero con varios años más.
―Yuji―la mano arrugada de Wasuke apretó el hombro de su nieto―. Debí hablarte de tus padres incluso cuando no querías. Ellos...
―Mi madre era una hechicera.
Yuji y la mujer se viraron por varios segundos. La frente de ella no parecía estar cicatrizada. Aquella mujer no era Kenjaku, si no que de verdad era su madre o, mejor dicho, el alma que debería haber habitado en el cuerpo de Kaori Itadori.
―Tu padre y yo siempre deseamos tener un hijo como tú, Yuji―Kaori tomó un largo suspiro―. Lamentablemente, fallecí hace mucho tiempo y aquel tipo tomó mi cuerpo y...y mi ritual, mi "Técnica Maldita". Lo hizo, al parecer, para crear un recipiente para poder contener a Ryomen Sukuna. No lo supe hasta que morí.
―Espera―Yuji alternó su mirada entre Jin y Kaori Itadori y su abuelo―. ¿Vosotros os conocíais antes de que Kenjaku tomara tu cuerpo?
―Si―esta vez fue Jin quien habló―. Éramos compañeros de clases en la universidad. Ambos estudiamos medicina.
Los labios de Jin formaron una sonrisa triste. Después de que Kaori falleciera y revivieran, Kenjaku lo envolvió con sus palabras y sus maquinaciones. Siempre creyó que la cicatriz era un recuerdo del accidente y nunca le hizo caso a su padre cuando le avisó de lo extraña que se volvió su mujer.
―Creí...creí que Kenjaku te usó.
Kaori comprendió las palabras del chico y sus ojos brillaron con tristeza.
―Hay una enorme historia de amor detrás de todo esto, h....hijo―Kaori tomó una bocanada de aire―; pero no es tiempo de que la conozcas ni de que estes aquí.
―Quedarte un tiempo aquí, no ayudará a tus amigos. Y mi padre te educó para ser alguien que ayuda a sus amigos―la mano de Wasuke en el hombro de Yuji fue sustituida por la de Jin―. No es tiempo de que pidas perdón o hables con los muertos, hijo. Hay cosas que debemos decirte antes de que vuelvas.
―¿Qué vuelva? ¿A dónde? ¡Sukuna me mató!
―¿Pero destruyó tu cerebro?―Kaori sonrió―. El cerebro es lo más importante de un hechicero, Yuji. Y tus rituales heredados por ser un "Útero Maldito" con la sangre de los Kamo, hace casi imposible tu muerte siempre que haya energía maldita en tu cuerpo. Y, además, ese chico pálido no te está dejando morir.
A la mente de Yuji llegó la imagen de Choso.
―Está usando su ritual para que no mueras―Jin apretó su agarre en el hombro de su hijo antes de seguir hablando―. Esto no era algo que sabía, pero que Kenjaku conocía. Soy la reencarnación del hermano de Ryomen Sukuna. Soy, por decirlo de alguna manera, la persona perfecta para vencer a Sukuna. Y, si quieres ponerlo así, soy un hechicero también. Por eso eres tan fuerte, incluso antes de ser hechicero. Eres, a todos los efectos, un hechicero de segunda generación en la familia Itadori.
―En mi parte de la familia―Kaori tomó la palabra después de su esposo―; serías un hechicero de octava generación. Mi familia lleva presente en la hechicería mucho tiempo. Por ello, Kenjaku quería mi ritual.
―Ahora bien, ¿por qué te decimos esto o que relación hay para que puedas vencer a Ryomen Sukuna?
―Tienes la técnica maldita de la familia a la que perteneció Sukuna antes de ser un monstruo. La heredaste de tu padre y se intensificó cuando Sukuna estaba restringido en tu cuerpo, algo que tu profesor aprendió solo con verte. Tienes las herramientas y el físico necesarios para pelear contra él.
―Y has "Despertado".
Wasuke respiró profundamente, haciendo que el aire saliera por sus fosas nasales como un silbido.
―Has trascendido a algo más que un humano o un hechicero ordinario. Un "monstruo" es una definición que has usado cuando tomaste ciertas elecciones, chico. Pero tú eres un "Útero Maldito", parte maldición y parte hechicero―Wasuke negó con la cabeza―. Y eso es lo que te hace un segundo Ryomen Sukuna si lo deseas. Si te aferras a lo que eres, a tus genes, y tomas el lado de ser un monstruo, entonces podrás vencer a Sukuna y traer la paz Yuji.
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