Capítulo 15
25 de Diciembre, era el día en el que los Satoru Gojo y Ryomen Sukuna decidieran cuál de los dos era el más fuerte, si el "Hechicero más Fuerte de la Actualidad" o el "Hechicero más Fuerte de la Historia", lo que podría ser un enfrentamiento que finalmente definiera cuál de los dos lados terminaría prevaleciendo sobre el otro, porque ambos contaban con sus hechiceros más fuertes.
El equipo de estudiantes tenía un mes entero hasta el 25 de Diciembre para preparar su enfrentamiento contra Sukuna y las contramedidas pertinentes para los planes que el propio Kenjaku tuviera bajo la manga. Pocos de los hechiceros creían que alguien como Kenjaku jugaría limpio en un enfrentamiento honesto. Era una guerra lo que se estaba escribiendo en la historia del mundo e incluso Yuji sabía que debían de dar el resto para recuperar a Megumi y detener los planes de Kenjaku, quien probablemente ya les había tendido algunas trampas.
Yuji Itadori había salido, milagrosamente, casi intacto de su primer contacto con el Rey de las Maldiciones en su regreso, recibiendo un daño irreparable en su ojo derecho, el cual había estallado con uno de los cortes provocados por la maldición. También recibió diversos cortes en el cuerpo e incluso una de las extremidades de su adversario terminó atravesándolo; pero todo eso había desaparecido (parcialmente) gracias a la "Técnica Maldita Inversa" que regeneró cualquier daño causado por Sukuna, o al menos fue una versión de menor poder de esta que le permitió seguir vivo, aunque sin uno de sus ojos. La cuenca de este fue cubierta por el adolescente de cabello rosado con un parche oscuro que resaltaba en su rostro levemente pálido. Aunque Satoru había señalado que eso lo hacía ver "rudo", como un chico malo de película y que probablemente muchas chicas irían tras él. Ante estas palabras, Yuji solo esbozó una sonrisa pequeña, poco efusiva, no sintiéndose como un chico malo o el interés de alguien. Había perdido a sus dos compañeros...estaba completamente solo en una guerra que los mataría a todos.
Al menos, ese era su pensamiento, siendo un oscuro negativismo frente a la positividad de su profesor, quien no había parado de sonreír y reír mientras lo llevaba hacia una de las salas de la escuela de Kioto, la cual estaban usando como base de operaciones. El resto de los hechiceros ya habían empezado aquella mañana con sus entrenamientos, pero Satoru lo había apartado y le había pedido que lo acompañara en la tarde para conocer a su mentor.
―Tu entrenamiento va a ser partido en dos. La primera mitad del mes, vas a estar a cargo de un hombre realmente rudo. Él es como una bestia casi sin cerebro y me preocupé de que su hijo fuera igual. Supongo que ha decidido aceptar la oferta de tu compañera para ayudarte. Eso y que técnicamente lo hace por su hijo, supongo.
―¿Sensei?
Satoru guio al joven Yuji hacia unas puertas de roble oscuro. Cuando el hombre de cabello albino las empujó y se hizo a un lado, los ojos de Yuji vieron la espalda de un hombre realmente "fuerte", casi con músculos sobre los músculos, con una camiseta negra cubriendo su torso a punto de estallar y lo haría si el hombre hacía un solo gesto que la camiseta tomara como una amenaza hacia ella misma, lo que decía mucho del hombre allí parado, solamente respirando.
Desde la distancia, el estudiante vio el movimiento de los hombros del hombre. Estaba respirando con calma, pero Yuji pudo sentir el peligro que emanaba, como tenía las ganas de huir simplemente estando en la misma habitación que él, lo que le generó un pensamiento: ¿Aquel hombre era humano o una maldición? Yuji no estaba seguro de si querer descubrir que era o quien era, de si quería que se girara para mirarlo.
―¡Grandullón!
Pero el profesor Gojo tuvo una idea distinta y muy poco similar a los pensamientos de Yuji. Como si conociera al hombre de toda la vida y hubieran compartido momentos importantes, el hombre albino caminó hacia el hombre musculoso con la mano izquierda en el bolsillo del pantalón y la derecha siendo agitada a modo de saludo, lo que hizo que el hombre se agitara.
Lentamente, el hombre musculoso se giró y clavó su mirada en el profesor Gojo. Tenía el cabello negro liso, cayendo sobre sus ojos y cubriéndolos ligeramente, siendo estos igual de negros que su cabello y camiseta. Una pequeña cicatriz adornaba el lado derecho de su boca, proveniente de algún corte o pelea que lo hubiera señalado, porque aquella cicatriz no era de un corte reciente.
―¿Satoru?―el hombre parpadeó y terminó de girarse hacia ambos hechiceros. Yuji se sorprendió de lo musculoso que aquel hombre se veía, de lo alto que era, equiparándose al metro noventa del profesor Gojo. También notó lo diferente que ambos adultos eran, como dos caras de una moneda, como el sol y la luna―. ¿Ese chico es Yuji, el niño al que debo entrenar?
―¡Sip! ¡Este va a ser tu cachorro por quince días! Entiendo que ella lo ha dejado todo dispuesto, ¿no?
El hombre rascó su nuca levemente.
―Si, si. Según la mocosa del vudú, tengo un tiempo estimado de dieciséis días antes...de volver al otro lado. Supongo que debo encargaros a mi chico y traerlo de vuelta...de nuevo―los oscuros ojos del hombre brillaron intensamente y Satoru tuvo la decencia de parecer un poco avergonzado por eso―. Tengo todo el temario del chico aprendido de memoria, así que no tienes porque preocuparte. Tal vez te lo voy a devolver un poco maltrecho, pero es jóvenes. Se arreglará él solito. Eso o despertará esa técnica con la que reviviste.
―¡Aun lo recuerdas!
―Si no la hubieras despertado, habrías muerto. Cuando un hechicero aprende sobre la "Técnica Inversa", despierta un potencial superior que pocos hechiceros pueden alcanzar. Es como desbloquear unos engranajes extra que encajan perfectamente. Por eso tu control sobre tu técnica maldita fue mayor la segunda vez que nos vimos a pesar de tu cansancio físico y mental. Esa jugada...te salió demasiado bien.
―¡Jajaja! ¡Tengo el guion de mi lado, grandullón! No es de extrañar que pudiera vencerte, de que vaya a vencer a Sukuna y recuperar a tu hijo de sus garras.
―Hmpf. Eres demasiado optimista cuando tu quieres, Satoru Gojo―los ojos del hombre se movieron hacia el estudiante de primer año, el cual se sintió ahogado, dentro de dos enormes pozos―. Supongo que no sabes quien soy. Solo he tenido dos apellidos a lo largo de mi vida. Con el que nací, fue el de los Zenin, uno de los Tres Grandes Clanes de la Hechicería, uno con un ego tan desorbitado, que incluso Satoru Gojo parece un alma caritativa―extendió el brazo hacia el adolescente. Yuji miró aquella enorme mano y la estrechó sintiendo los músculos del brazo de aquel extraño casi aplastando su mano―. Fushiguro fue el apellido que obtuve cuando me casé con la mejor mujer que encontré, con la única persona que fue mi esperanza. Supongo que Megumi no te habló de su asqueroso padre, porque no fue un ejemplo real. Aunque el chico ha sacado algunas cosas de mí que podríamos intentar solventar cuando lo saquéis de donde se ha metido―los ojos del padre de Megumi se volvieron ligeramente acerados, como dos cuchillas―. Llámame Toji si te parece bien, Yuji. Voy a ser tu entrenador, la persona que va a formar tu cuerpo como un arma para tu batalla con Sukuna.
Toji mostró entonces una sonrisa que heló la sangre de Yuji. Fue solo un pequeño gesto, pero la sensación de muerte asegurada lo invadió y lo dejó estático por unos segundos debido a la sorpresa, a no esperar aquello de alguien...¿humano? Aunque Yuji podía deducir enseguida, con solo unos minutos, que Toji no era alguien para nada normal y que era mejor visto como un monstruo humano y no un humano ordinario.
―E-es un placer, Toji-sensei.
―Jajaj, gracias por lo de sensei, muchacho―cruzó los brazos sobre su cuerpo, resaltando sus pectorales y sus bíceps, los cuales se hincharon y provocaron que las mangas de su camiseta se convirtieran en algo demasiado ajustado―; pero es no te va a salvar del sufrimiento que tengo preparado para ti. Para forjar los diamantes, hay que meterles toda la presión posible. Y yo soy bueno metiendo presión.
―Creo que no lo va a dudar mucho, grandullón.
―Deja de llamarme así―Toji intentó atrapar la cabeza de Satoru, pero su mano quedó suspendida a varios centímetros del rostro del hechicero, lo que degeneró en un gruñido por parte del moreno―. Eres molesto como un grano en el trasero, Satoru.
―¡Y no puedes reventarme!
―Hmpf.
Los dos adultos se miraron por unos segundos más antes de apartar la mirada. Satoru miró hacia la derecha y Toji lo hizo hacia la izquierda, ya sin el brazo extendido. A ojos de Yuji, los dos hombres se llevaban mejor de lo que parecía a simple vista, o al menos esa era su penosa percepción de aquella interacción.
―¡Espera!―como si un pensamiento finalmente hubiera llegado a la cabeza del joven, Yuji Itadori miró a los dos hombres con cierto grado de confusión entendible para ellos―. ¿Cómo has revivido? Me refiero a, ¿quién lo ha hecho? Sé por Megumi que estás muerto y, si estás aquí, significa que alguien...
―Ese alguien sería yo, idiota rosado que no puede vivir sin mí porque terminar muerto.
Yuji giró la cabeza como un resorte cuando aquella voz femenina rompió el escaso silencio que se formó entre los tres hombres. Allí estaba, de pie en la entrada de la habitación, con un parche a juego con el suyo, pero en el lado izquierdo, cubriendo la herida causada por el toque de Mahito durante el Incidente de Shibuya.
Allí estaba Nobara Kugisaki, con el mismo uniforme de hechicera con el que la vio por última vez, mostrando aquella sonrisa confiada, destacando el parche que cubría la cuenca de su ojo izquierdo; pero Yuji no estaba sonriendo ampliamente. Sus labios se intentaron torcer en una sonrisa que mostrara su propia alegría, pero esa sonrisa solamente se quebró y las lágrimas fluyeron mientras temblaba, dando un paso y otro hacia la chica de cabello rojizo. Fue Nobara quien, finalmente, abrazó a Yuji y recorrió la distancia entre ambos en solamente un instante.
―Ya, ya, bebé llorón―palmeó la espalda del pelirrosado y mostró una sonrisa satisfecha cuando este la envolvió en un abrazo que hubiera partido un árbol. Nobara sintió la tristeza del gesto, las melladuras en la alegría constante de su compañero―. Supongo que nos toca salvarle el trasero a Megumi, ¿eh? Tú y yo, los dos tuertos y rotos. Supongo que ese idiota, no podría haberse negado a ser un muñeco del demonio.
A un lado, los dos adultos observaron aquella interacción. Toji no mostró muchos sentimientos más allá de una escueta sonrisa; pero Satoru si que se mostró un poco más efusivo, con algunas lágrimas cayendo de sus ojos y un pañuelo en su mano derecha.
Ellos eran el futuro de la hechicería.
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