Día 2: declaración de amor.
tragando saliva, estados unidos se volvió a mirar en el espejo. Llevaba meses preparando el como se le iba a declarar al mexicano y por fin había llegado el día. ya había citado al mexicano a un restaurante mexicano que descubrió mientras paseaba por la calle, sabía que México preferiría un lugar cálido y sencillo que un restaurante caro y fino. así que la opción del pequeño negocio era perfecta.
Decidió caminar hacia la sala de juntas para recoger al mesoamericano, que se había quedado con ONU y uno de sus hermanos para discutir el serio problema de narcotráfico en ambos países.
Sin embargo, como el norteamericano tiene una suerte pésima a medio camino comenzó a llover, y él no llevaba nada con que cubrirse. Apresuró el paso y llegó a su destino completamente empapado, sintiendo el calor del edificio.
-Gringo? - Escuchó detrás de él, junto a la risa de Colombia.
Muy bien, estados Unidos la cagó de nuevo, pero no hay problema, el mexicano llevaba su auto ¿Verdad? y todavía podían ir al restaurante y pasarla bien.
-Bueno, te dejo Colo, el gringo y yo vamos a ir a comer- escuchó por detrás sin poner mucha atención. -Si, yo me voy con él no te preocupes- Oh no.- si, toma.- después escuchó el sonido de las llaves del auto y a Colombia salir del edificio. ¿Ahora qué? como le decía al latino que su auto lo había dejado en su casa porque quería "estirar las piernas"
Estirar las piernas su culo, nunca volvía a salir lejos sin su auto y una sombrilla.
¿Bueno, a dónde iremos? -preguntó el mexicano, y el estadounidense se obligo a darse la vuelta para encontrarse con los ojos verde esmeralda del otro.
-emm, planeaba llevarte a un restaurante que encontré cerca de una plaza, pero tendremos que ir caminando, lo lamento.
México se quedó pensando un poco, antes de regalarle una suave sonrisa y tomar uno de sus brazos.
-No importa gringo, me encanta la lluvia. - dijo sonriendo
Bueno, algo iba bien en todo esto.
el camino hacia en restaurante fue relativamente corto, ambos caminaban en un cómodo silencio.
Al entrar, una amable señora de alrededor de unos 50 años les atendió, el establecimiento era pequeño, por lo que no había nadie además de ellos.
El mexicano sonrió a la mujer, como si la conociese de toda la vida y la mujer le devolvió una de las sonrisas más amables y auténticas que había visto.
rápidamente ambos entablaron una pequeña conversación mientras la mujer anotaba los pedidos y limpiaba la mesa. Usa sonrió, no conocía a ningún otro country que disfrutara tanto hablar con su pueblo, como lo hacía el mexicano tricolor.
Después de que la mujer se fue, el de 50 estrella no tardó en encontrar un tema de conversación y preguntó:
-¿La conoces?
-Por supuesto que si!- respondió con alegría el otro. -A Beatriz la conocí desde que era una niña! decidió venir a vivir el sueño americano y aparentemente le va mejor que en México. - Esa sonrisa tan radiante, se esfumó poco a poco mientras el mexicano se encogía en su silla.
-It's not your fault (no es tu culpa)- fue lo único que dijo el angloparlante. El mexicano negó
-Si, si es mi culpa, debería poder darle algo mejor a mi pueblo, debería poder darles un futuro bueno, en cambio, cada vez menos personas pueden tener una buena vida, no hay educación, la inflación aumenta, y yo no puedo hacer nada...
-Me siento inútil. -confesó.
El estadounidense solo se quedó callado y solo abrazó por la espalda al mexicano. , él no sabía que hacer, nunca tuvo esa comunicación con su gente, y nunca sintió la necesidad, su país no tenía ese tipo de problemas. Unos minutos después, la mujer regresó con la comida, enmoladas y un vaso de horchata para el mexicano, y un pozole rojo con una coca cola para el estadounidense.
Terminaron de comer en silencio, el mexicano comenzaba a sentirse mejor consigo mismo, y el aroma de la comida realmente lo puso de buen humor. Al terminar se recargó en el estadounidense mientras observaba la lluvia por la ventana.
El americano pagó la cuenta después de que el mexicano lo incitara a ir a la casa de este para pasar un rato, y sin despegarse uno del otro caminaron por la calle, sin importarles lo mojados que estaban.
Era ahora o nunca.
-I love you mex. -soltó con tranquilidad, aunque por dentro se moría de nervios.
-También te amo gringo- respondió el tricolor con una pequeña sonrisa y su mirada en el vacío.
(Ahre mi dibujito de 15 minutos)
si, después de eso ambos amanecieron con gripe, pero les valió queso.
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