CAPITULO 38


Coronación

Pasaron alrededor de catorce días, la princesa había recibido tratamiento para curar sus heridas, pero le quedaron varias cicatrices en su espalda. Todo había vuelto a la normalidad.

Hogat se encontraba presa todavía, esperando sentencia por parte de Angélica, que apenas hace dos días había retomado sus labores.

Realmente tenía mucho trabajo acumulado. Traté de ayudarla mientras se recuperaba, pero, aunque aprendí muchas cosas cuando estudiaba en la aldea de Hogat, mi capacidad no me daba para discernir y tomar decisiones.

Angélica era sorprendente, sabía cómo actuar diplomáticamente y tomar decisiones acertadas. Hogat me mintió descaradamente sobre ella, es muy competente.

Hayden siguió entrenando con el batallón de la guardia del palacio, bajo las órdenes del comandante Nahuel, y Naudith se encargaba de traer reclutas nuevos, después de haber perdido a muchos soldados en batalla.

Los días pasaron tranquilamente, me había acostumbrado a este mundo, a su gente y a toda la atención que tenía por ser prima de la princesa y futura reina de la ciudad de Metal.

Hayden y yo, tomábamos en las tardes, caminatas por los jardines del palacio. Las empleadas curiosas, o más bien, chismosas, estaban pendientes de todos los movimientos que hacíamos. Éramos su telenovela de las tardes.

El juicio de Hogat comenzaría. Y una tarde, bajo las órdenes de Angélica, se le condenó a picar rocas en las montañas hasta su deceso. La princesa fue benevolente. Empezó a investigar el tema de la transformación de las personas a bestias, le di información relevante que encontré en la cueva de la aldea escondida en el desierto y se comunicó con el oráculo para saber que hacer.

Ya la princesa había sufrido y aprendido, solo le faltaba ayudarlos. Ellos no eran conscientes cuando se transformaban. Así que decidió que cuando encontrara la cura de ese mal, los llevaría para que formaran parte importante de su ejército.

El día de la coronación llegó, Angélica estaba nerviosa, caminaba de un lado a otro mientras se tronaba los dedos. Llevaba un hermoso vestido color tornasol con un cinturón color dorado, la falda del vestido llegaba hasta el piso de manera acampanada y pomposa. La parte superior del vestido ceñía su figura, un collar con flores pequeñas adornaba su cuello y del lado de su corazón, un puñado de flores.

Su cabeza se adornaba también con flores en tonos blancos con una vincha, la cual retirarían al colocarle la corona y el sello en su nuca. Su cabello bajaba hasta la mitad de su espalda en hermosos rizos sueltos color cobre.

Angélica andaba descalza, era tradición que metiera los pies en un tazón aplanado con un poco de agua de la pila del oráculo.

—Princesa, es hora — dijo la guerrera Naudith asomándose levemente por la puerta de la habitación donde nos encontrábamos.

La princesa empezó a correr por toda la habitación...

—¿Y si no soy la verdadera princesa? ¿y si crezco demasiado? ¿Quién se va a querer casar conmigo siendo gigante? ¿y si no crezco y me destierran? ¿y si me destierran puedo volver a mi mundo?

—¡Tranquilízate! — le digo con voz fuerte a mi prima, la tomo por los hombros deteniendo su andar — todo va a salir bien ¡ok!

—Gracias al cielo estás aquí Úrsula, no sé qué haría sin ti. — me responde un poco más tranquila — Vamos, acompañame al trono.

Fuimos caminando por los pasillos del palacio de metal hasta el salón del trono, el cual se encontraba adornado con flores de diversos colores, todos los gobernantes de las aldeas aliadas se encontraban en la primera línea, y entre ellos estaba el gobernante de la segunda ciudad más importante, el cual se acercó a la princesa apenas asomó su cabeza en el salón.

—Respetable princesa Angélica, futura reina de la ciudad de Metal, es un gusto y un honor conocerla — le dijo mientras inclinaba su cabeza — espero poder tener las mejores relaciones comerciales con su ciudad en los tiempos venideros.

Angélica miró hacia arriba, porque, aunque aquel joven hubiese agachado su cabeza, esta quedaba muy alta debido a su gran tamaño. Podía medir aproximadamente cinco metros, por lo que la princesa miró con temeridad, sintiéndose insignificante.

—Un gusto, me encantaría tener una reunión con usted luego de la coronación. — Le respondió la princesa.

Ella siguió caminando hacia el trono, sosteniéndose en mi brazo, el cual apretaba levemente. Cuando llegamos a la gran silla, y luego de subir diversos escalones, vimos en el costado derecho un tazón un poco cóncavo en el que había un poco de agua, y en el costado izquierdo se encontraba el comandante Nahuel vestido con su uniforme más elegante.

Un par de doncellas llevaron el tazón al frente de la princesa, y ella metió sus pies. El agua no lograba llegar siquiera a sus tobillos, luego, el comandante, tomó una placa donde estaba un sello del tamaño de un botón pequeño, inclinó con su mano la cabeza de Angélica y separó el cabello cobrizo de su nuca.

Con su dedo índice y pulgar tomó el sello de la placa y lo colocó detrás de su cabeza, para luego levantar nuevamente la cabeza de la princesa, quitar la vincha que adornaba su testa y colocar delicadamente una tiara con lo que parecían diamantes.

Desenvainó su espada, colocó la punta de esta en la nuca de la princesa y pronunció:

— Desde este momento, y por el poder que me otorga ser comandante de las fuerzas militares de la ciudad más poderosa de Leviv — Dibujó un sonrisa en su rostro mientras hacia un leve pausa — Te declaro "Reina" de la ciudad más poderosa de este mundo. ¡Que el poder del cielo te nombre Reina!

Los aplausos y vítores se escuchaban en todas direcciones, las fuerzas militares empezaron a hacer una marcha en sitio, haciendo sentir como si la tierra retumbara de emoción,

La reina Angélica empezó a crecer.


Continuará...



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