CAPITULO 24

No quiero que mueras

El gobernante de la aldea me inspiró confianza, nos invitó a seguir a su casa, donde se encontraba su esposa haciendo un desayuno que olía delicioso, tanto así que mi boca empezó a salivar. Intenté disimular el hambre que tenía, por lo que empecé a observar la sala donde nos encontrábamos.

Era un salón amplio con muebles grandes, para que el gobernador cupiera en ellos, el techo era alto, como unos tres metro y medio. Me sentía diminuta en el lugar. Cada esquina del salón tenía una lámpara larga y las ventanas vestían cortinas de flores con encajes. Se notaba que la esposa del señor había puesto mucho empeño en mantener una casa acogedora. Sus paredes de madera evitaban que entrara el frio de la noche, pero mantenía la casa fresca durante el caluroso día.

—Siéntense, pónganse cómodos — nos dijo el señor gobernante de la aldea.

Caí en cuenta que nunca nos dijo su nombre, por lo que no sé cómo dirigirme correctamente hacia él.

—Disculpe señor — me dirijo a él amablemente —¿podría decirme su nombre?

—William, mi nombre es William — me contestó mientras se dirigía a otra parte de su casa — Cariño, ven, te quiero presentar a unas personas.

La señora se fue asomando por el pasillo mientras se sacudía las manos en su delantal. Levantó su mirada y me vio con ojos amables.

—Hola, que muchacha más tierna — dijo mientras se acercaba a mí y me tocaba el cabello — Cariño, debes arreglar este cabello, lo tienes muy enredado.

La señora voltea y ve a Hayden, a lo que exclama — ¡oh, santo cielo! Cariño, ¿Qué hace aquí?

—Tranquila, no pasa nada — el señor William le dice a su esposa — las personas son muy exageradas, no creas todo lo que dicen, las personas como él — señala a Hayden con su mano completa — tienen una maldición, que solo ocurre una vez al mes, y solo de noche.

La señora soltó un suspiro de alivio.

—¡Gracias al cielo! — exclama la señora — Disculpame muchacho, no tenía idea, espero no te hayas ofendido.

—No se preocupe — Dice Hayden.

Noto que el rostro de Hayden tiene una expresión diferente, como si no estuviese cómodo, como si no fuese su lugar.

—Cuéntame niña, ¿cómo es que pretendes ayudar a tu amigo? — me pregunta el señor William mostrando curiosidad y sentándose cómodamente en un sillón.

—Si le digo, promete que no me tratará de loca.

—Está bien niña, habla — me responde — incluso, si puedo ayudarte, estaría complacido, ya que hay un descendiente de las bestias en esta aldea, y no sabemos qué hacer cuando sus ojos cambien de color, aunque espero que nunca lo hagan.

—¿y cómo saben que es un descendiente de las bestias? — pregunto con curiosidad.

Mientras, Hayden observa nuestra conversación detenidamente y en silencio.

El señor William empieza a hablar —Sucede que el hermano mayor de uno de los habitantes de aquí fue un primogénito bestia; y este al casarse también tuvo un primogénito varón. Por lo que según comentan, todos los descendientes de las bestias, que no son primogénitos, si tienen un varón como primer hijo, también heredará la maldición. Es así como la población de bestias ha crecido tanto en todos estos años, ya que todos los descendientes, que no sean primogénitos, también llevan en su sangre la maldición que es hereditaria.

—¡oh! Ahora todo tiene sentido — digo mientras me acomodo en el mueble.

Comienzo por contarle al señor William nuestra aventura en el desierto y lo que encontramos en la cueva, también le explico de dónde vengo y hacia donde pretendemos ir.

El gobernante de la aldea me mira de forma asombrada en lo que cuento nuestras aventuras, mientras la esposa del señor nos trae té para que preparemos nuestros estómagos para la comida.

—Así que... ¿puede ayudarme a sostener a Hayden mientras está convertido en bestia? Así podré besarlo.

La señora se sorprende tanto que deja caer la bandeja donde traía las tazas de té que nos había servido. El ruido metálico nos sorprendió a todos, haciendo levantar a Hayden de su puesto e intentando ayudar a la señora a recoger su bandeja.

—¿Que estás pensando niña? — me reclama la señora.

Se me hace un nudo en la garganta al ver su actitud frente a mi decisión de ayudar Hayden.

—¿No sabes que si lo besas así te puede tragar? — vuelve a decir la señora luego que Hayden le pasara la bandeja — ¡eso es un suicidio! No quiero que muera nadie, y menos una niña tan tierna cómo tú.

—Cariño, es "su" decisión. — le dice su esposo con voz calmada.

La señora toma por los brazos a Hayden y lo pone frente a mí.

—¿Estás segura qué quieres arriesgar tu vida por este muchacho?

Asiento con la cabeza.

—¿Estás segura qué amas a este hombre? Porque si no es así, aunque logres besarlo, según tu historia, morirás.

La mirada de Hayden y la mía se cruzan, a lo que Hayden dice:

—Úrsula, no quiero que te pase nada.

Gira un poco su rostro hacia la derecha, agacha su cara, pero como un gesto de valentía, devuelve su mirada a mis ojos y me dice con la voz temblorosa y los ojos rojos y aguados a punto de llorar.

—¡NO QUIERO QUE MUERAS!


Continuará...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top