CAPITULO 2

¡Amiguito, no me comas!

¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?

Estaba en un campo abierto lleno de flores amarillas, pensaría que son tulipanes, pero un poco más largos. Me encontraba mirando a un lado, estaba en la misma posición que a la entrada de la inmobiliaria. Sentí curiosidad y me acerqué a uno, lo miré detenidamente, por dentro era verde brillante y sus pétalos eran tan suaves como el algodón. El ambiente era fresco, como un día de primavera, el viento soplaba lento como acariciando mi cuerpo, me tumbé en el campo y miré al cielo, era hermoso, las nubes color turquesa... ¿turquesa? ¿Qué clase de nubes tienen ese color? ¿Por qué el cielo es amarillo? ¿Dónde carajos estoy?

Reaccioné repentinamente, parecía haberme teletransportado, se había ido la calma de mi cuerpo, todavía traía conmigo la caja con la que había salido de la inmobiliaria, se tensaron mis hombros y empecé a sentir pánico

—¿Cómo voy a regresar a casa? — fue el primer pensamiento que pasó por mi cabeza.

Mis ojos se abrieron grandemente al visualizar arboles moviéndose al final del inmenso campo, parecía un arcoíris, sus ramas bailaban con el viento, las aves volaban alrededor de mí, unas aves color carmesí con las colas tan extensas que me recordó a la leyenda del ave fénix. Me levanté, tomé mi caja y caminé un poco, recorriendo así con la mirada el lugar en el que me encontraba, el aire en mis pulmones se sentía ligero, sin la pesadez de la contaminación de la ciudad, respiré profundo y grité: ¿hay alguien aquí? ¿me dicen por favor dónde estoy?

Las aves se alejaron.

Hubo silencio, ese silencio absoluto, se detuvo el viento, los árboles dejaron de moverse, sentí terror y corrí.

Corrí tanto como pude, no sabía a donde iba, pero no me importaba, solo seguía corriendo porque sentía miedo hasta en mis huesos, Me encontraba en un lugar extraño y no sabía qué hacer, cerré mis ojos y seguí corriendo sin mirar atrás, hasta que, sin darme cuenta, entre en un bosque colorido, era donde estaban los árboles que parecían un arcoíris y debajo de ellos habían muchas piedras preciosas, cantidades tan impresionantes que me hicieron tropezar, caí sobre mi caja de cosas — se rompió mi taza — mi cabello se fue hacia adelante entrando en un charco fangoso — ¡que asco! — y cuando quise levantarme, eso mismo que tenía en mi cabello llegó hasta mi cara — Quiero irme a mi casa — me limpié la cara con las manos mientras sollosaba, mis pertenencias estaban aplastadas por mi propio peso y gotas de ese fango caían delante de mí.

Maravilloso... ahora solo falta que me coma un animal...

Parece que lo hubiera invocado, apareció un animal como del tamaño de un oso, tenía cuatro patas, de las cuales las superiores eran cortas, caminaba suave y encorvado con sus dos patas traseras, parecía que la cabeza le pesaba mucho,  esta era ridículamente grande, con ojos inmensos que ocupaban casi la mitad de su cara, un hocico pequeño y con dientes que se asomaban solo a sus costados, se vislumbraba filosos como cuchillos, no tenía orejas, sino unos orificios al costado de su cabeza del tamaño de una canica. Una voz en mi cabeza me decía: no te muevas o te come. Pero sentía mucho miedo al ver a un animal tan raro que corrí, me trepé a un árbol color violeta, ya mis pertenencias no importaban, primero era mi vida — ¿y si ese animal volaba? No... Parece muy pesado, pero quizá si trepe — me sostuve fuertemente de la rama del árbol, y miré a la criatura suplicándole que no me comiera, el animal me sonrió.

—Amiguito, no me comas, yo no tengo buen sabor...

La criatura aulló en un sonido casi sordo.

—Amiguito... — tragué en seco — si me comes te dará una indigestión.

¡Aaaah! Las cosas que una dice cuando tiene miedo, como si este animal me fuera a entender...

Poco a poco empezaron a llegar más animales muy parecidos a él que trataba de atrapar e, con el sonido que hizo, al parecer llamó a su manada, ahora si me iban a comer. Empecé a subir más alto del árbol en el que estaba hasta alcanzar la cima, ya no distinguía a los animales que estaban en el bosque, el follaje de las plantas coloridas evitaba que los viera, noté en la cima del árbol muchas de esas joyas que estaban caídas en el bosque, eran muy brillantes, pero al tocarlas eran suaves y parecían jugosas, pensé en morder una, pero no podía hacerlo, ¿cómo podía pensar en comer algo cuando una manada de animales extraños trataba de comerme? Cierto, no desayuné. Así que mire alrededor a ver si existía algún indicio de una civilización en este mundo, pero solo había colores, muchas hojas de colores por todos lados, no hallaba nada.

¡Bingo!
Divisé algo parecido a una aldea en la lejanía, así que empecé a gritar, a ver si podía alguien socorrerme.

¡Auxilio! ¡alguien me ayude! ¡me quieren comer!

Grité aún más fuerte, pero no pasaba nada, nadie salía de aquella población, iba a morir.

Uno de los animales empezó a trepar en el árbol donde estaba, el pánico inundó mi cuerpo, sentía como cada hueso de mi cuerpo quedaba sin responder, estaba petrificada ante todo lo que estaba pasando, me encogí en la copa del árbol para que dicho animal no lograra alcanzarme, aunque sabía que sería en vano, esa cosa me iba a alcanzar, y lo único que podía hacer era cerrar mis ojos y dejar que me comieran.

Espero que esto sea solo un sueño...

Continuará...

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