Sunset


Las noches eran frescas en la ciudad portuaria de Yokohama, la brisa soplaba sutilmente desde el océano, el viento volvía las noches un tanto frías, pero no demasiado cómo para incomodar a nadie. El cielo nocturno dejaba mucho que desear, no había estrellas para ver en el cielo y cada calle estaba siendo iluminada por postes de luz.

... En realidad, decir "cada calle" era incorrecto, "cada calle" lo hacía sonar cómo si todas y cada una de las calles estuvieran siendo iluminadas, lo cual no era cierto. 

Había varias partes en Yokohama que no tenían ningún tipo de iluminación, cuyos postes estaban defectuosos y lo mejor que podían lograr hacer era ofrecer una luz que titilaba. Dichas partes de Yokohama eran consideradas las más peligrosas, las partes en dónde la basura terminaba y por ende nadie se tomaba el tiempo de arreglar las cosas que allí había, pobre era el ingrato que terminará caminado por entre esas calles.

Ray preferiría no llamarse a sí mismo ingrato, ya demasiada gente en su vida le había dicho palabras similares y por el momento estaba intentando mantener una mente positiva; pero mientras caminaba entre la oscuridad de las calles, siendo sobresaltado por incluso los más mínimos sonidos, Ray podía admitir que si se sentía bastante desafortunado en el momento.

- No deberías estar aquí. -Dice una voz desde la oscuridad, Ray se tensa, mirando en cada dirección posible y esforzando su mirada, pero la noche era oscura, las luces estaban apagadas y no había ninguna luz que le ayudara a observar mejor. - Es peligroso.

Un poste cercano titila, la luz se enciende y milagrosamente se derrama encima del cuerpo de un hombre, la luz es suave e ilumina poco, pero es suficiente para ver el cabello blanco del contrario, ropa negra y una mirada seria; todas esas son características que Ray nota y guarda en alguna parte de su subconsciente, pero no puede concentrarse en ellas, no cuándo el hombre tenía esos ojos.

Sus ojos eran de un tono familiar, morado y amarillo, cómo el azul del cielo que cambiaba a rosado y terminaba en morado, adornando cada esquina de la ciudad con tonos suaves, cómo el anaranjado del sol se intensificaba por esos instantes antes de desaparecer en el horizonte. Sus ojos eran como el atardecer que veía junto a alguien más cuando era pequeño.

Y entonces el poste de luz falla, la luz desapareciendo y apareciendo por unos breves segundos antes de irse por completo. Ray continúa mirando en la dirección dónde vio al hombre, esperando sus siguientes palabras, ansiando escuchar su voz una vez más. Pero nadie habla, ninguna voz viene de entre la oscuridad y tan solo queda el suave frotar de la ropa de alguien al moverse.

Otra luz se prende, tan solo para mostrarle a Ray que ya no quedaba nadie en esa calle. El hombre con ojos pintados cómo el atardecer se había ido después de decir lo que quería; una advertencia, o tal vez una amenaza. Ray no estaba seguro, solo sabía que el hombre tenía razón y no debía estar allí.

El resto del camino lo continúa en silencio, demasiado metido en sus pensamientos cómo para continuar preocupándose por su propia seguridad, los sonidos de la noche continuaban, pero Ray ya no estaba prestando atención a estos.

Ojos que le miraban bajo el atardecer, una sonrisa cansada en el rostro de quien le observaba, manos suaves que agarran sus mejillas y limpian sus lágrimas. Una voz amable cuyas palabras Ray no lograba distinguir pero que sabía que eran igual de buenas y positivas que el dueño de la voz.

Ray tiene el nombre del contrario en la punta de su lengua, puede sentir el tacto de los dedos del contrario en su rostro, los pulgares que pasaban debajo de sus ojos y limpiaban la humedad de ellos, era tan solo una memoria, pero por alguna razón ver los ojos de aquel hombre lo había llevado de vuelta a esos momentos de su infancia.

"Saeran" Decía la voz de su memoria, una mano encima de la suya, las vistas de ambos fijas en el horizonte, en la manera en que los colores del atardecer tintaban el paisaje de hermosos colores. "¿No es lindo?"

Mirando al cielo ahora, Ray solo podía observar la luna. El nombre de aquel niño seguía trabado en su interior, era alguien cercano a Ray, más que un conocido, más que un amigo. No, ese niño era...

"Tus ojos se ven cómo el atardecer" Dijo Saeran, su voz suave y tímida. La mano del contrario aprieta la suya, Saeran mira al costado, los ojos del contrario se encuentran con los suyos. Morado y amarillo. "Tus ojos son lindos..."

- Atsushi

Las palabras salen susurradas, tan suaves que Ray teme el aire se las pueda llevar. Aquel era el nombre del niño, aquel era el nombre del hombre que le había hablado en medio de la oscuridad.

Eran los mismos ojos, aunque los del niño que había conocido eran grandes y llenos de inocencia, con una mirada que deseaba entregar alegría a otros sin importar el cansancio que se reflejaba en estos. Pero ahora, ahora sus ojos no brillaban esa misma energía de antes, era cómo si el cansancio en su mirada todos esos años atrás se hubiera triplicado. El Atsushi adulto no demostraba nada en su mirada excepto cansancio puro.

El hombre había dicho que no debía estar en los suburbios bajos de Yokohama, pero Ray anhelaba volver a ver a quien alguna vez fue su amigo.

Algún día, regresaría a esa calle, y buscaría por Atsushi.










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No, no me gusta este ship, de que hablas?

Saeran = Ray, por cierto.

Nada más que decir creo.

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