Capítulo 8

Me desperté de buena manera, como nunca. A Alan le costó lo suyo. Llamé a K.

— Que madrugadora. —ríe.

— Sí, quisiera hacer algo.

— Dime.

— Quiero tomarme una semana, hasta las pruebas, sólo para entrenar y recuperarme del todo. Le prometo que no la malgastare. —Tenía que contárselo, él llevaba las cuentas y lo pagaba todo.

— Claro, me gusta que te hayas puesto las pilas pero cuando esto termine, tienes que arrasar con los estudios.

— Hecho. —dije contenta.

— Suerte. —cuelga.

K es como el padre de todos y tiene mucha paciencia con cada uno. Me lo imagino ahí, en una habitación, con mil pantallas, una cafetera y el móvil. Deberá de dolerle el culo de estar tanto tiempo sentado. Ni siquiera sé si duerme. Hay actividad en el bando las 24 horas.

— No me dijiste nada de eso. —dijo Alan saliendo del baño.

— Tampoco preguntaste. Por cierto, ¿qué pasó con la loca?

— Se despertó con dolor de cabeza. Le dije que se tropezó y se dio en la cabeza y luego la lleve a casa.

— ¿La dejaste? —intenté no parecer tan curiosa.

— Sí bueno, me la estaba follando y K me mandó un mensaje diciendo que creían saber dónde estabas. Ella me dijo que si la dejaba así, terminaríamos. Claro esta que me fui. 

— La dejaste por mi, que bonito. —puse mi mano en el corazón.

— No te creas. —sale de la habitación.

— ¿Y volvieron? —grité.

— No. —vuelve a la habitación— Ahora dame un beso de despedida.

Le di un pico y luego se fue. Muy rara la situación. Tomé mi ropa deportiva y fui al baño a prepararme. Llamé a Marcus para ver si entrenaba conmigo. Marcus era un integrante del bando del Sector G. Es un buen amigo, me gustaba entrenar con él. Es muy serio en lo que hace. Los que están en ese sector se ocupan de las armas. Además de ser un almacén, allí, también se entrena la puntería.

— Mira quién llama. —dice riendo.

— ¿Cuelgo?

— No, no. —reí— ¿Cómo sigues?

— Muy bien, como siempre, ¿y tu?

— Más de lo mismo.

— No sé si te enteraste pero vuelvo a hacer las pruebas por lo tanto, tengo que entrenar.

— Ya sé por dónde vas.

— ¿Sí?

— Sí, quieres que te entrene.

— No idiota, —ríe— quería que entrenaras conmigo. Voy a salir a correr, ¿te vienes?

— Claro. ¿Nos vemos dónde siempre?

— Sí.

Alan

Subí a mi coche y me dirigí a la universidad. Algunos estamos obligados a ir y otros vagando todo el día. Me dormí en las clases, mis ganas eran nulas. Quisiera que un K me oiga y me diera una misión. Espere unos segundo para ver si pasaba algo pero nada. Al sonar el timbre, al final de la tercera hora, salí pitando de la sala.

— Pongame esto y esto. —le señale a la cocinera.

— Hola Alan. —me toca Carla en el brazo tímidamente.

— Anda. —pose mi mano sobre sus hombros llevándola a la mesa— ¿Te puedo ayudar en algo, guapa? —me acerqué a ella.

— Sólo quería saber donde esta Mad. —se echa hacia atrás.

— ¿Mad? Mad esta en casa. ¿Qué quieres de ella? —me volví a acercar a ella.

— Quería pedirle que me entrenara. —comencé a reírme a carcajadas.

— ¿Mad? ¿A entrenarte? —volví a reír.

— ¿Por qué te ríes? Ayer, en la misión, me entreno. —pare de reír.

— Eso ya no tiene gracia. ¿Cómo te va a entrenar en la misión? Ella es muy seria en una misión.

— Entrenar como bien dice la palabra no. Me dio algunos consejos y me dejo hacer sola la misión. Ella estaba todo el rato a mi lado, diciéndome lo que tenía que hacer. —Esto me mejoró el día.

Saqué mi móvil y le mandé un mensaje mientras comía. "¿La humanidad sale a flote?". No recibí respuesta pero sé que cuando lo vea, tendrá unas enormes ganas de arrancarme el cuello. Al acabar de comer me dirigí a mi siguiente clase, encontrándome con Alex.

— ¿Qué pasa, tío? —me saluda.

— Hola. —le salude.

— Oye, hay unos rumores de ti...

— ¿De mi? ¿Quién anda hablando de mi?

— ¿Quién no? —ríe— Barbara esta diciendo que ella te dejo y que te estuvo engañando todo el rato.

— Nada raro en ella.

— ¿Me ocupo?

— No, déjamelo a mí. Sé cuando actuar.

— Ese es mi amigo. —chocamos los puños y entramos a nuestra siguiente clase.

¿Intenta llamar la atención y qué yo quede en ridículo? No sabe con quien se mete. Le daré yo atención. Saliendo de la universidad la vi con su grupito de chicas y unos chicos.

— ¡Oh! Éste es mi momento. —le dije a Alex.

— Esto no me lo pierdo. —se frota las manos. Nos acercamos a ellos.

— Mira Alex, esta es la puta que me engaño. —la señalé.

— ¿Qué me dijiste? —dice indignada.

— Lo que oíste o me vas a decir que una chica que esta con alguien y se tira a otros, ¿no es una puta? —abrió la boca sorprendida— Sí, miren, así se le quedo la boca de tanto chuparla.

— Seras un... —intenta pegarme una cachetada pero la paro tomando su mano.

— Mejor cuenta la verdad.

— ¿Cuál verdad?

— Cuéntala tú. —dice uno de los chicos.

— Encantado. —me gire para mirar a los otros dándole la espalda a Barbara— Estábamos un día en su casa y me la estaba follando bien duro. —hice algunos gestos sexuales— Pero me llego un mensaje de una amiga, una amiga con derecho, invitándome a su casa.

— Cierra la puta boca. —me golpea en la espalda.

— Cállate y déjale que cuente. —dijo una de las chicas. Barbara la miró con desprecio.

— Mi amiga está mucho más buena que ella por lo que la deje ahí y me fui. Ella ahora esta resentida y anda contando mentiras. —de fondo la abuchearon.

— ¡Hijo de puta! —sale corriendo.

— Muy buena, machote. —me dice uno dándome unas palmadas en la espalda— Haber si algún día me das el número de tu amiga.

— Sigue esperando. —me fui hacia mi coche.

Al llegar a casa, vi que Madison no estaba así que la llame.

— Hola, ¿qué haces?

— ¿Tu qué crees? Entrenando, ¿y tú?

— Acabo de llegar a casa.

— ¿A qué viene ese mensaje?

— Por la misión de ayer.

— No sé por dónde van tus tiros.

— Carla me contó como le fue —resalte la última palabra— en la misión.

— Voy a colgar, adiós. —colgó.

Me encanta molestarla. Aunque me alegra que poco a poco vuela su humanidad. Y cuando digo humanidad me refiero a sus sentimientos. Ella siempre fue fría y cada vez más ruda.

Pedí algo de comida y al acabar, me fui a entrenar un rato. Hoy no tenía nada que hacer y en vez de perder el tiempo mejor entreno. Éste cuerpo tiene que estar en forma. Llegué tarde a casa pero Madison llegó aún más tarde y por lo visto enojada por el portazo que dio nada más entrar en casa. Viene furiosa hacia mí.

— ¿Cuándo pensabas decirme qué tienes un hermano?

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