Capítulo 38

Madison

Un chico no dejaba de mirarme y hacerme señas para que fuera.

— Voy al baño. —dije mientras comíamos.

Pasé por e lado del chico y le hice una seña para que me siguiera.

— ¿Qué quieres? —le dije.

— Por fin me haces caso.

— Pues empieza a hablar. —me crucé de brazos.

— Tienes que tener cuidado.

— ¿De quién?

— De su ex mujer.

— ¿La ex mujer de quién? Habla más claro. —le sacudí un poco.

— De Ace.

— ¿Ace se casó? —dije sorprendida.

— Sí y su mujer quieres matarte. Cuando Ace se divorció de ella, se volvió loca, en el verdadero sentido de la palabra. —Y él no me contó nada.

— ¿Y tú cómo sabes todo esto? —le pregunte mientras le miraba fijamente para ver si mentía.

— Porque yo soy su vecino.

— ¡Por fin te encuentro! —dice una mujer y le agarra del brazo— Espero que no te haya molestado.

— Para nada. —le sonreí a la mujer y se fueron.

Así que estuviste casado. Volví a la mesa y seguí comiendo como si nada pasara.

(Minutos después)

— ¡Qué no le hice nada! —grité mientras Alan se iba.

¿Cómo puede ser tan idiota cómo para creer que yo ataqué a esa? Que se folle a las que quiera, a mí me da absolutamente igual. Celos dice.

— ¿Qué pasó? —dice Ace detrás mia.

— Nada. ¿Por qué no me dijiste que has estado casado? —puse mis manos a cada lado. Se sorprendió al escuchar la pregunta.

— No hacia falta que te lo dijera. —intenta tocarme pero retrocedí.

— ¿No hacía falta que me dijeras que me quería matar o que? 

— Estaba todo controlado.

— Pero eso no significa que no me lo tengas que decir.

— Bueno, la próxima te lo contaré todo.

— ¿La próxima? —levanté las cejas— Debería de saber todo ya. —señale con el dedo al suelo.

— Ya, tranquila, estás viva, ¿no?

— Sí pero no gracias a ti. —vuelve a acercarse para abrazarme, ésta vez me deje.

— Lo siento. —me da un beso.

— Vale. Quiero ir a entrenar un poco.

— Pues vamos.

— Sola.—aclare.

— Oh... vale. —me sonríe— Llévate el coche, Thomas y yo tomaremos un taxi.

— Vale. —le di un beso y me fui.

Antes de ir al gimnasio, fui a casa para cambiarme de ropa y ponerme algo más deportivo. Ahora que lo pienso, podría haber traído a Ace y a Thomas a casa. Bueno, da igual, ya se apañaran ellos. Al acabar me dirigí al gimnasio. Entre dentro y me paré en la puerta. Una ola de recuerdos se me vinieron a la mente. Marcus. Ojalá estuvieras aquí para poder entrenar juntos como antes. Fuiste un gran apoyo para mí. Me puse los guantes y fui hacia el saco de boxeo. Esto estaba vacío. ¿Por qué tuviste que morir al igual que mis otros seres queridos? Tú fuiste uno de ellos. Comencé a golpear el saco. ¿Por qué no me matan a mí en su lugar? La puerta se abrió, me giré para ver quien era. Alan. Nos quedamos mirándonos uno al otro sin decir nada por unos segundos.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunté.

— Supongo que lo mismo que tú.

— ¿Me seguiste?

— Claro que no, tu me habrás seguido a mí.

— ¿Y quieres que te crea como tu lo haces conmigo? —se encoge de hombros y se va a cambiar como si nada. Seguí golpeando el saco, ésta vez con más fuerza.

— ¿Así pegaste a Amber? —dice al regresar tomando unas pesas.

— Así te golpeare a ti si no te callas.

— ¿Por qué no lo admites de una vez?

— ¡Porque yo no le he hecho nada! —me a acerqué a él y lo amenace con el dedo.

— ¿A no? ¿Y qué has hecho en el baño?

— No fui al baño. —ríe— Es enserio idiota.

— ¿Y a dónde fuiste?—dice en tono burlón.

— Hablé con un chico.

— Ya... ¿Y qué te dijo?

— Que la ex mujer de Ace me quiere matar. —ríe.

— ¿Es enserio? —me mira.

— Sí. —se pone serio.

— ¿Ace estuvo casado? —asentí. Nos callamos. 

Regresé al saco y cada uno hizo sus ejercicios.

— Me cansé. —dije después de un buen rato entrenando y me tiré al suelo.

— Y yo. —se tumbó a mi lado.

— Le dije a Ace que quería entrenar sola.

— Pura coincidencia que viniéramos los dos aquí. —me mira.

— Lo sé. —le miré— Siempre cuando pasa algo venimos aquí. —le sonreí.

— Sí. —me sonríe.

— ¿Puedo hacerte dos preguntas?

— Puedes hacerme todas las que quieras. —me dice mientras se pone de lado.

— ¿Te fue difícil conmigo cuando no podía andar?

— Un poco pero al verte esforzarte tanto se me olvidaba todo. Era una sensación increíble cuando te veía tan optimista. —toma mi mano.

— La otra pregunta es... —hice una pausa— ¿Cómo te sentó mi noviazgo con Ace?

— ¿Tú que crees? Pues mal, te esperé mucho y no dejaba de pensar que estabas muerta. Y luego vienes y te presentas con ese. Fue horrible. —entrelaza sus dedos con los míos— Pero lo importante es que estés viva y supongo que también es gracias a él.

— Así es, estaría muerta sin él.

— ¿Te confieso algo? —asentí— Me hubiese gustado que dejarás de caminar, así no hubieses ido a esa maldita misión y a lo mejor nosotros estaríamos juntos.

— Eres un egoísta. —reí y le empuje. Cayó de espalda.

— Igual que tú. —da unos golpes en su pecho para que me pusiera en el— Ven aquí. —puse mi cabeza en su pecho y él me abrazó.

— Espero que todo salga bien en la misión.

— Y yo.

— Prométeme que no harás ninguna tontería y menos te la jugaras tanto.

— Lo prometo sólo si tu también lo prometes.

— Lo prometo. —le sonreí.

Estuvimos un buen rato charlando hasta que se hizo tarde.

— ¿Vienes a casa? —le pregunté levantándome.

— No, dormiré en casa de Hudson.

— Vale pero mañana espero que sean puntuales.

— Lo intentaremos.

— Vale, hasta mañana.

— Hasta mañana. —me sonríe.

Salí y entre al coche. Necesitaba un momento así. Le necesitaba a él. Fui a casa.

— ¡Por fin! —dice Ace desde el sofá.

— ¿Me echaste de menos?

— Muchísimo. —me sonríe— Te deje comida en la cocina.

Fui a comer, después me di una ducha y me metí en la cama. Al rato llego Ace.

— Hablé con Frank y quedamos en que nosotros nos iremos desde ahora para tener todo listo.

— ¿Enserio? —bufe.

— Sí. —mira el reloj— Tenemos medía hora para aprovecharla. —levanta una ceja.

— Pues ya estás perdiendo el tiempo.

Se quita la camiseta y el pantalón. Qué guapo es. Suspire. Se acercó a mí y me beso apasionadamente. Pase mis dedos por su corto pelo. Bajo a mi pecho y lo beso, luego me quitó la camiseta. Sacó mis pechos fuera del sujetador y los besó, seguidamente subió al cuello mientras me quitaba los pantalones. Con una de mis manos baje a su miembro e iba masturbandole, él hizo lo mismo conmigo. Saqué su miembro y le baje los boxers. Al mismo tiempo nos besábamos desenfrenadamente. Le empuje al lado, me quité la ropa interior y me subí encima de él. Acaricie su miembro con mi vagina. Al no aguantar más tome su miembro y me lo metí lentamente. Iba subiendo y bajando estirando al máximo el movimiento para que sea mas placentero. Él no dejaba de tocar y lamer mis pechos. Mientras el tiempo pasaba iba aumentando la fuerza y la velocidad de la penetración. A la vez le miré fijamente a los ojos y le rajuñé el pecho cuando llegue al orgasmo.

(Pocos minutos después)

— Ten cuidado. —le di un beso.

— Y tú. Nos vemos en el segundo punto de encuentro.

— Vale. —sale de casa y yo cerré la puerta.

Subí las escaleras y me paré enfrente de la puerta. Miré la de Thomas, sin darme cuenta ya estaba caminado hacia ella.

— ¿Pasó algo? —me dice al entrar.

— No. —me acerqué y me metí en su cama.

— ¿Qué haces? —me mira extrañado.

— No quiero dormir sola.

— Bueno, ven aquí. —me di la vuelta y él me abrazó.

A la mañana siguiente me desperté con la alarma de Thomas.

— Hoy es el gran día. —dice él sonriendo.

— Yo no diría eso.

— Bueno, deberías levantarte sí no quieres llegar tarde.

— Cinco minutos más. —me acurruqué en él.

— Vale. —me abraza.

(5 minutos después)

— Ya es tiempo de levantarte. —me dice en el oído— ¿O ya no quieres ir?

— Voy. —dije un poco sin ganas.

Me preparé y baje, Thomas ya estaba en la cocina.

— Ya tienes que irte. —me entrega las llaves del coche— Y te preparé un bocadillo para que comas por el camino.

— Gracias. —tomé las dos cosas— Ten cuidado, ¿vale? Cuando regresemos quiero verte en carte y hueso.

— Lo intentaré. —sonríe. Fui hacia la puerta.

— Por cierto, si alguien viene puedes usar la sartén de la cocina. Un golpe fuerte y firme lo deja en el suelo. —me giré y le guiñe el ojo.

— Lo tendré en cuenta. —ríe.

— Adiós. —salí por la puerta.

— Espera. —viene hacia mi y me besa.

— ¿Thomas? —dije al separarnos.

— Tu hacías lo mismo conmigo en la universidad. No quiero quedarme con las ganas.

— No voy a morir.

— No dije eso. —entra en la casa— Adiós.

Así que me tenia ganas. Subí al coche y fui al refugio. Casi todos estaban ahí, claro, menos Alan y Hudson. Aparque el coche y me reuní con ellos. Mire mal a Patrice.

— Mientras vienen los rezagados, os diré como vamos a ir en los furgones. —dice Victor— Por cierto, éste es el primer punto de encuentro y el segundo está entrando a Arizona. Volviendo a los lugares, en el primer furgón irán Frank, Hudson, Deanna, Bobby, Ben, Evan, Carson y yo. En el segundo furgón irán Ace, Alan, Madison, Elias, Tarek, Stan, Alisha y Patrice.

— ¿No puede ir Carson con nosotros? —pregunté.

— ¿Por qué? —dice Patrice.

— Él es mejor que tú.

— Los equipos ya están hechos, tranquilidad por favor. —dice Elias.

— Ya llegan. —Deanna señalando el coche de Hudson.

— Pues vamos entrando. —dice Stan frotándose las manos.

— Menos mal que no me prometiste que iban a ser puntuales. —le dije cuando subió al furgón.

— Sí, por lo menos lo hemos intentado. —reímos. Alan y yo íbamos delante.

— ¿Están listos? —dice Stan.

— ¡Sí! —dijimos todos al unisono.

— ¡Vamos allá! —dijo Stan y puso en marcha el coche.

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