Capítulo 6


A veces escondemos lo que es muy evidente y o hacemos tan bien que nadie se da cuenta y ni hacen preguntas sobre el tema. Pero yo intento ser fuerte, escondiendo las cosas tras mi carácter. Una vida como la mía es difícil de llevar pero a lo mejor, el futuro, me depara algo bueno o por lo menos una muerte rápida sin ningún dolor ni sentimiento.

Por mucho tiempo he estado esperando la muerte, pero por alguna razón, siempre salia ilesa de ella. Sé que muchas personas le tienen miedo y no quieren que llegue ese día, pero, para mí, es lo mejor que puede pasar. Desde hace mucho tiempo estoy preparada para ella porque ya no quiero que la gente siga muriendo a mi alrededor. Estoy cansada, cansada de seguir sintiéndome así. Pero estoy bien; bien decepcionada y vacía. Ya no extraño a nadie porque ellos me abandonaron de todas las formas posibles tanto física como emocional, mental y espiritual.

Pensé disfrutando con alivio del sosiego del bosque el que estaba cerca de la casa pero en medio de la nada.

Estoy bien. Gracias a éste momento, he encontrado el equilibrio en mis deseos, anhelos, ideas, sentimientos y valores para hacer frente a las demandas de la vida. De ahora en adelante, yo seré responsable de todos mis actos y no me sentiré culpable o impotente de las cosas que no estuvieron a mi alcance Porque yo era una aliada que se esforzaba, amante del riesgo, inasequible al desaliento.

Seguí pensando en este insólito bosque de donde podría salir, de cualquier parte, cualquier ser. Aunque eso no era nada preocupante, sabia que estaba lista para hacerle frente.

El rugido de mi estomago ansioso por comer, me hizo abandonar aquel lugar que de seguro, ya no volvería a el. Lo deje todo sobre aquella superficie fría y sin sentimientos. El cual, junto al viento, luchaban por el pesar y la amargura que derramaron de mi cuerpo.

Sin nada estable en mente, me dirigí al coche. Di algunas vueltas hasta encontrar el camino adecuado. Una vez en casa tan solo se oía el delicado zumbido del aire.

— ¿Viniste sola? —dice una voz detrás del sofá. No era la que deseaba pero si la que prefería en estos momentos. Chad.

— Sí. —dije cortante.

— Alan y Hudson fueron a buscarte. —me informa con un tono más bajo.

— Mucha suerte no tendrán. —dije para luego subir las escaleras.

Podía sentir la mirada de Chad posada en mi con ganas de decirme algo.

— Eres débil, ¿sabes? Fácil de incitar. —dice levantando la voz para hacerse oído.

— No pedí tu opinión.

— Pero te la diré de cualquier modo. Nadie tiene derecho a callarme. —dice y luego se levanta, dando grandes zancadas para llegar hacia mi— No tenias que exteriorizarte de esa forma. —me toma de la mano dándome la vuelva al ver que no le hacía caso— Es mejor llorar de uno solo no delante de la gente para que vean tus puntos débiles.

— No me importan tus consejos. —le dije queriendo entrar a mi habitación pero él me lo impidió.

— Eres una niñata malcriada.

— Y tu un puto gilipollas. —le dije finalizando con un puño en todos los morros.

Hasta que él reacciono, entre en mi habitación y cerré la puerta con el pestillo. Vi el pomo de la puerta girarse pero ningún otro ruido detrás de ésta. Me aleje por instinto y seguí esperando alguna reacción la cual no tardo en llegar. La puerta salio despedida contra la pared. Chad me miro con rabia y yo le mire fijamente a los ojos esperando algo mas.

— ¿Qué me has dicho? —dice acercándose.

— ¿Acaso estas sordo?

Me tomo del brazo tirándome contra la pared. Poso su cuerpo sobre el mio y con sus manos tomo las mías llevándolas hacia atrás, sujetándolas muy fuerte.

— Eres muy creída, alguien debe enseñarte. —aprieta mas fuerte.

— Mira quien habla.

— Mereces que te folle bien duro empotrandote contra la pared.

Hice fuerzas logrando zafarme de él. Me aleje un poco de él y le plante frente.

— Pues hazlo.

Él me miro abriendo la boca queriendo decir algo pero las palabras no salían. Nuestra atención fue puesta en los gritos de Alan y Hudson.

— Ésto no va a quedar así. —me dice Chad muy enfurecido.

— Eso espero. —le guiñe un ojo.

— Esta aquí idiotas. —grita y sale de la habitación— De nada.

— ¿Estas bien? —me dice Alan acercándose preocupado. Di un paso atrás.

— ¿Te parece que estoy mal? —levante las manos para que me examinara.

— Madison. —dice con pena volviendo a acercarse a mi pero, como antes, volví a retroceder.

— Quiero que elijas en este momento o si necesitas te dejo pensar para que luego no tengas excusa. ¿Ella o yo?

— ¡Tu, esta claro! —dice sin pensarlo. 

Me alegro que no lo haya pensado. Eso demostraría dudas.

— Pues demuéstralo.

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