Capítulo 2

Alan

Al despertar, intenté escaquearme de la cama pero Mad me tiró de vuelta.

— ¿A dónde vas? —pregunta.

— Iba a preparar el desayuno. —posa su cabeza en mi abdomen.

— ¿Desde cuándo preparas desayunos?

— Desde que tengo hambre y no hay alguien para preparármelos.

— Buen punto. —ríe— Pero podrías quedarte. —hace círculos en mi abdomen.

— Tenemos mucho tiempo para eso, mucho. —tomé su mano y la besé.

— Cierto. —deje su mano en la cama y me levanté tomando las prendas del suelo.

— No tardes en bajar. Tienes que comer antes de mudarnos. —le dije antes de salir del cuarto y ver a Hudson caminando de un lado al otro del pasillo— ¿Qué haces? —no me hizo caso y entro directamente dentro de nuestra habitación. Con Madison desnuda. Hice una cara rara. Vale, no quiero pensar en cosas salidas del contexto. Sólo son amigos. Baje dejando lo ocurrido de lado.

Madison

Hudson entró como un torbellino en la habitación y se sentó en la cama.

— ¿Qué...? —no me dejo terminar.

— Tenemos que llevar a Betty con nosotros. Aquí no está segura.

— ¿Y que le decimos? —me acomode un poco y ajuste la manta a mi alrededor.

— La verdad. —dice con un poco de alivio y miedo en la voz.

— Supongo que será lo mejor pero, ¿y si le da algo? ¿Y si se enteran y nos hacen algo?

— Ya nos han echado del bando, ahora tan sólo nos queda que nos maten.

— Cierto. Es una mujer sabia, lo entenderá.

(Minutos después)

— ¡Por fin! —dice Alan cuando baje poniéndose de pie.

— El desayuno tiene que esperar, vamos a hablar con alguien.

— Lo sé, Hudson me lo contó. Yo también iré.

Todos salimos de casa hasta la casa de Betty.

— ¡Muy buenas chiquillos! —dice ella contenta y nos invita dentro.

Nos sentamos en la mesa mientras Betty nos preparó un té.

— ¿A qué viene ésta visita? —nos pregunta al sentarse— ¿Él es el chico? —sonríe.

— Sí pero no vinimos a eso, tenemos que contarte algo. —le dije.

— Adelante, los escucho. Están algo nerviosos, ¿qué pasa?

— No te hemos dicho toda la verdad sobre nosotros. —dijo Hudson.

— ¿Qué quieres decir? —dice confusa pero tranquila.

— Todos nosotros, desde pequeños, formamos parte de un bando.

— ¿Un bando de música? ¿Sois rockeros? Lo sospeche. —ríe ella.

— No ese tipo de bando.

— ¿No? ¿Entonces? Chiquillos, ya tengo una edad, me es difícil adivinar lo que ustedes callan.

— Ella tiene razón. Ir al grano. —dice Alan. Arqueé una ceja.

— Un bando que lucha contra otro bando que hace el mal. —explica Hudson.

— ¿Y ustedes no son malos por luchar?

— Eso depende de la perspectiva en la que lo veas.

— ¿Y eso era lo que teníais oculto? —dice ella sin inmutarse.

— Sí, nos matarían si se lo contamos a otros que no sean del bando.

— ¿Y por qué me lo estáis contando?

— Ayer nos atacaron y nos tenemos que mudar. Queremos que vengas con nosotros, aquí no estás a salvo. —ella empieza a reírse. Nosotros nos miramos confusos uno a otro.

— Lo siento, no podía aguantarme más. —se limpia las lágrimas— Sé muy bien lo que sois, lo sabía desde el principio y creerme que aquí estoy muy segura. Ni os lo imagináis.

— Entonces protejanos a nosotros también. —dice Alan. Hudson y yo le fulminamos con la mirada— ¿Era una broma? —levanta las manos.

— ¿Por qué nunca nos dijiste nada? —le pregunté.

— Quería ver cuando tiempo ibais a tardar hasta decírmelo y a pasado más de un año. —asiente con la cabeza.

— Mejor tarde que nunca. —le dice Alan mientras le guiña un ojo.

— Mejor te hubieses quedado en casa. —le dice Hudson.

— Hablando de casa, tenemos que irnos. —dice Alan.

Después de hablar unas cuantas cosas, nos despedimos de ella y fuimos a hacer las maletas. La echare de menos mucho. Después de Henry, sólo ella me quedo. Mientras tanto, Chad vino y se quedó hablando con Alan.

— ¿Estás lista? —me pregunta Hudson entrando en la habitación dejando su maleta fuera.

— Sí, ya me acostumbré a esto. ¿Y tu?

— Más de lo mismo. —me sonríe y toma una de las maletas— Algún día acabará y siento que no será de una forma muy —piensa— agradable.

— Éstas cosas nunca acaban bien. —bajamos— O huimos toda la vida o morimos.

— La segunda es más recomendable.

— Llegan justo a tiempo. —nos dice Chad— Le hice una pregunta a tu novio —dice lo último con voz aguda— pero no fue capaz de responderme. ¿Te has acostado con Hudson?

— Con él y con medio pueblo. —le contesté— Ahora vámonos.

— Que sosos sois, no os gusta el salseo. —hace un chasquido con la boca y se levanta.

Alan toma mi maleta y se acerca un poco.

— ¿Es cierto? —no le contesté, tan sólo le hice una mirada desaprobatoria.

Llevamos todo al coche y subimos. Podría ver la cara de pocas ganas que tenía Chad de llevarnos.

— ¿Por qué tuviste que venir tu? —le pregunté.

— Si no te gusta eres libre de bajarte.

— También soy libre de meterte una ostia así que dime, ¿qué prefieres?

— En primer lugar, no lo conseguirías y en segundo lugar, Norton y Louis fueron a por otra persona.

— ¿Vivirá con nosotros?

— Espero que no, me es suficiente con vosotros. Tan sólo me dijeron que recogiera a unos pringados y los llevase a una dirección.

Tarde me di cuenta de que esos "pringados" éramos nosotros. Pero respire hondo y miré por la ventana.

Al cabo de una hora, llegamos a un lugar muy alejado de todo con una casa en medio de la nada y unos cuántos árboles alrededor.

— ¿Piensas secuestrarnos? —le pregunta Hudson.

— No malgastaría mi tiempo con eso. Tres balas me son suficientes.

— ¿Y qué es éste lugar? —pregunta Alan.

— Espero que no sea nuestro futuro hogar. —dije.

Chad dejó el coche cerca de la casa y esperamos a que alguien viniera ya que no teníamos ni llaves ni señal.

— Parece que por fin viene alguien. —dice Alan.

— Llegan pronto chicos. —dice Louis al bajar del coche.

— Y vosotros tarde. —le contesta Chad mosqueado.

— Tuvimos que ir a por vuestra nueva compañera. Les presento. —se gira un poco— Bryce, ellos son Alan, Madison, Hudson y Chad. —nos fue señalando a casa uno.

— Hola. —dice ella algo cohibida.

— Y éste es su hijo, Timmy. —señala a un niño que acababa de salir del coche.

— ¿Él vivirá con nosotros? —pregunté.

— Sí.

— Que mierda. —dice Chad golpeando una piedra.

— Estoy de acuerdo contigo. —le dije.

— Venga, será divertido. —dice Alan yendo hacia el chico— ¿Qué pasa tío? —levanta la palma de la mano.

— ¡Hey! —dice el enano chocando su mano. Arqueé una ceja.

— Creo que le gusta. —me susurra Hudson.

— Pues a mí no. —me crucé de brazos.

— ¿Piensan abrir la puerta o seguiremos esperando? —dice Chad de mal humor.

— ¿Qué hostilidades son éstas? —dice Norton mientras nos mira con cara desaprobatoria.

Nadie le contento, tan sólo le seguimos hasta dentro de la casa. Al mirar atrás, pude ver a Alan con el niño en sus hombros. Rodeé los ojos. Esto va a ser un infierno.

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